Hoy, queremos hablar del muón, el hermano mayor del electrón. Esta partícula inestable se genera en la atmósfera y debería desaparecer mucho antes de llegar a la superficie del planeta. No obstante, llega. Y lo hace gracias a la caprichosa relatividad especial.
De cuando en cuando, una serie de rayos cósmicos golpean nuestra atmósfera, lo cual inicia una serie de procesos, entre ellos la creación de muones. Esto suele producirse a unos 15 km sobre la superficie del planeta.
Dichas partículas son extraordinariamente efímeras, pues en promedio tan solo les lleva algo más de dos microsegundos decaer en otras partículas. Es decir, apenas deberían recorrer unos 600 metros antes de desaparecer. Pero, salvan los 15 km que hay hasta nosotros.
Nuestra vieja amiga, la relatividad especial tiene una explicación para esto. Pues, aunque la esperanza de vida de estos muones es de apenas un par de microsegundos, el tiempo no es igual para estas partículas que para nosotros.
Los dos microsegundos se dan en su sistema de referencia, no en el nuestro. Es decir, ese es el tiempo que debe pasar para ellos, un tiempo que funciona a otra velocidad.
Esto es así, porque ellas viajan desde la atmósfera hasta nosotros a una velocidad próxima a la de la luz. Con lo cual, un simple cálculo nos dice que para ellas el tiempo pasa aproximadamente 40 veces más despacio que para nosotros.
Es decir, dentro de su esperanza de vida, un tiempo que solo debería permitirles recorrer 600 metros, es suficiente para atravesar los 15 km que nos separan. Pues el tiempo es diferente para cada uno.
Como ya hemos dicho en alguna ocasión, la relatividad especial no te impide llegar a la galaxia de Andrómeda en una hora, lo que te impide es volver a casa a tiempo para cenar.
