El discurso progre es un laberinto para pendejos, se ha dicho ya.
También es un tobogán: quien se arroja por él siempre encuentra una oportunidad para hundirse más.
También es un tobogán: quien se arroja por él siempre encuentra una oportunidad para hundirse más.
La razón principal es sencilla: el discurso progre es de naturaleza "reivindicativa" y no tiene orillas... a un supuesto desagravio debe seguir otro, y a éste otro, y luego otro más, tantos como tribus, perfiles o poses puedan imaginarse.
De tal suerte que si alguien cede a la tentación de ejercer el discurso progre para desagraviar a, digamos, la raza negra, deberá estar listo para explicar porqué ha considerado menos importante o urgente el desagravio a los gays, o al medio ambiente, o a los perritos.
Y no importa cuántos desagravios esté dispuesto a exigir, proponer, o inventar: siempre habrá espacio para que uno más haga falta, porque al final del día cada individuo puede considerar múltiples posibilidades y proceder a posar con total entusiasmo.
El internet móvil enlaza a millones de individuos, los visibiliza y los expone. Eso es bueno pero presenta riesgos: idealmente, lo que no quieres ver nomás lo dejas pasar, pero en el mundo hay un claro superávit de pendejos para quienes esa idea es demasiado exótica.
Y la consecuencia es que a una pose progre publicada en RRSS, siempre la siguen otras poses igualmente progres, tanto o más vehementes, buscando la supremacía moral, la empatía definitiva, la sensibilidad total.
Y así se deslizan en un tobogán sin fondo. Sucede.
Y así se deslizan en un tobogán sin fondo. Sucede.
