Poco importa que los padres sin trabajo devuelvan a los niños una imagen de tristeza y desolación que les impide soñar y ser felices.
Las idas y venidas en la toma de decisiones gubernamentales sólo ayudaran a generar imprevisibilidad y conflicto que en los hogares.
Como siempre, el afuera se metió adentro.
Cómo Sisifos en loop vamos subiendo la cuesta con un esfuerzo sideral: siempre volvemos a la base.
Es agotador cuando una y otra vez te carterean la esperanza.
El impulso humano hacia la luz es mayor que la debacle argenta. La esperanza vuelve pero el cadalso también.
El guión es siempre el mismo, nuestras risas están grabadas. Pero nadie en serio.
Los vimos deteriorarse en vivo, mientras los mandatarios se paseaban a sus anchas para abrazarse entre risas cómplices.
La política, como tantas veces, no lo ve del todo o lo ningunea.
Cientos de dependientes seriales del Estado hablan loas de la cuarentena.
El que se funde es el otro.
Esa cajita es lo único que de verdad le importa a la política, el único lenguaje que habla a la perfección.
No, claramente no. Como nadie pidió perdón por ningunear al virus que nunca llegaría.
La abertura en medio del mayor peligro confunde al cerebro y su instinto de conservación.
Nadie se preocupa de esa procesión psicológica que va por dentro y horada al ser humano.
Los niños llevarán esto en sus biografías.
Lo encontré mirando de cerca la parte inferior de la pantalla:
- ¿Qué hacés?
- Estoy mirando a cada uno de mis amiguitos.
Esos rostros eran su vida. Le sacaron su mundo.