Ríos de tinta corren estos días sobre los recientes movimientos antivacunas y anticiencia en general. ¿Son un problema? ¿Debemos preocuparnos? Cuantitativamente no me lo parece, pero cualitativamente estamos ante un síntoma peligroso. Algunas ideas y datos en este hilo 👉
Empecemos por los datos. Es difícil definir con precisión el significado de “ciencia”, y no todos pensamos en lo mismo. Pero las encuestas apuntan a que las sociedades más desarrolladas y más ricas confían más en la ciencia. 
Entre los países más ricos España -su población- está entre los que más confíanza tiene en la ciencia. Más del 60% confía “bastante” y casi un 30% lo hace “algo”. He seleccionado estos países arbitrariamente pero creo que es útil para comparar:
Como decía, es problemático preguntar en una encuesta por el concepto de “ciencia”. Demasiado abierto. Por eso hay que tener mucha cautela. Pero veamos qué pasa en relación a un tema concreto como son las vacunas...
En España más del 70% está “muy de acuerdo” con que las vacunas son importantes para los niños. El contraste con Francia, con apenas un 50%, es notable. Eso sí, se intuyen bolsas importantes de escepticismo que deberían preocuparnos...
Algo similar ocurre con la idea de que las vacunas son efectivas. Más del 60% de la población española está “muy de acuerdo” con la afirmación. En Francia es un 30%. En esta pregunta el escepticismo crece respecto a la anterior.
Y si preguntamos sobre si las vacunas son seguras tenemos una fotografía muy parecida a las anteriores. De nuevo demasiado escepticismo pero con datos de confianza muy altos en España -más del 60% está “muy de acuerdo”- respecto a otros países desarrollados.
En general, si incluimos a todos los países en la fotografía sobre la “seguridad” de las vacunas, vemos que hay mucha heterogeneidad entre las poblaciones. Las causas de dicho diferencial pueden ser muchas y muy diferentes: no hay una única razón.
Una de las causas es el vínculo que existe entre confianza en Gobierno -o instituciones- y confianza en la ciencia -o expertos en general-. Parece que a mayor desconfianza en el gobierno, mayor desconfianza en la ciencia (o como en el gráfico, en las vacunas seguras):
Esta idea es para mi fundamental: las sociedades modernas se han cimentado sobre la ciencia y la lucha contra la superstición. Han sido siglos de batallas culturales y políticas que no han cesado aún. Pero la clave es cómo esas victorias se han “institucionalizado”. Me explico.
Sería absurdo y naïf ver la historia de la ciencia como una simple disputa entre hombres y mujeres de ciencia frente a hombres y mujeres de oscuridad. No es así. La mayoría de los grandes genios de la ciencia tenían también sus propias creencias y supersticiones.
Desde un protoempirista como Galeno hasta el fundador de la ciencia moderna Newton -o último alquimista, como dijo de él Keynes por sus investigaciones más “supersticiosas”-, todos los pensadores científicos han estado “contaminados” por creencias luego demostradas falsas.
Y muchas veces esas creencias han servido para empujar dentro del programa de investigación. Copérnico era neoplatónico y por eso estaba inclinado a creer que el Sol -representante del Bien- debía estar en el centro del universo. Paradójicamente esa creencia le ayudó en su tesis.
El caso es que la clave es cómo se institucionalizan los “avances”. Hasta hace cien años se creía que había un único método científico que servía para todo. Los pensadores del círculo de Viena fueron la máxima expresión de esa idea. Pero hoy se sabe ya que no es exactamente así.
La investigación científica es más compleja y está llena de “intuiciones”, métodos varios e incluso de azar. Pero sobre todo se base en la creencia popperiana (de Karl Popper) de que todos los avances científicos son provisionales pero firmes.
Las sociedades modernas se han cimentado sobre esa misma idea. Y han creado programas educativos, reglas y normas para consolidar esa forma de pensar la ciencia. Los Gobiernos, como institución, deben velar por transmitir esos valores en todas partes y a todo el mundo.
Es una forma de preservar los avances y consolidar el conocimiento alcanzado. Por eso la ciencia se institucionaliza -se encarna en institutos, colegios, medios, etc- y por eso la sociedad y la ciencia aguantan a pesar de las olas de superstición en la población.
Pero esas olas pueden llegar a desbordar las instituciones y la historia misma nos lo demuestra: las religiones monoteistas -y sobre todo el cristianismo- arrasaron a partir del S. IV a.n.e. todo pensamiento crítico bajo el imperio romano y nos arrastraron a la Edad Media.
Mientras eso sucedía los autores romanos no parecían muy preocupados. Apenas hay registros de esas preocupaciones hasta siglo y medio después: demasiado tarde. Así que las olas de superstición y anticiencia pueden devenir en problema muy serio para las instituciones y la sociedad
En nuestro tiempo la ola política reaccionaria ha estado muy acompañada de un relato anticiencia. Desde Trump y el primo de Rajoy sobre el cambio climático hasta los Cayetanos y las mascarillas hay indicios de crecientes y peligrosos movimientos anticiencia.
Eso no significa que la supersitició sea una cosa de derechas. La tradición de la izquierda peca muchas veces de “funcionalismo” y tiende a ver conspiraciones muy rápidamente también. En este sentido la ciencia y la investigación científica va más allá de las ideologías.
Por eso una máxima útil es la de “De Omnibus Dubitandum” y que significa que hay que dudar de todo (dentro de un esquema científico). La ciencia no nos da verdades absolutas pero sí las mejores explicaciones. Sin la ciencia estamos ciegos. Sin la ciencia retrocederemos siglos.
