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Sep 17, 2020 38 tweets 15 min read Read on X
Hubo una vez un tipo al que cortaron la cabeza y cuyo cadáver participa en las reuniones del University College de Londres.

También creó una arquitectura bellísima y terrible que volvía locos a sus habitantes.

En #LaBrasaTorrijos de hoy: Jeremy Bentham y el panóptico.

HILO 👇
"-¿Pero el Gran Hermano existe?- preguntó Winston Smith.
-Por supuesto que existe.
-¿Existe como tú y como yo?

-Tú no existes".

George Orwell. 1984.
Una de las principales señales de la inteligencia es la sensación de control. La autoconsciencia, que es la constatación de nuestra propia existencia, no deja de ser un primer mecanismo de control: controlamos lo que hacemos sin dejarnos llevar por el instinto.
Desde que existe la civilización, hemos generado artefactos de control.
Si la inteligencia se define por la capacidad de proyectar, de predecir el desenlace de los acontecimientos, es lógico que el ser humano planee y construya mecanismos que le permitan anticipar los resultados antes de que se produzcan.
Construimos carreteras para controlar el lugar en el que circulan los coches. Construimos puertos para controlar dónde amarran los barcos. Construimos puertas para controlar por dónde se entra y se sale y construimos ventanas para controlar por dónde entra el sol.
Y como vimos en el capítulo del Dagen H, ya sabéis lo difícil que es modificar un artefacto de control tan engrasado como son las carreteras:

Controlar nos relaja, nos tranquiliza. Queremos que todo salga según el plan, que todo salga bien y tenerlo todo bajo control. El problema surge cuando necesitamos tenerlo todo bajo control. Entonces la tranquilidad se convierte en angustia.
Porque intentamos controlar cosas que no pueden ser controladas: el tiempo atmosférico, las catástrofes naturales o a las demás personas. Desde el tiempo de la última conexión del chat de Facebook o el doble check del Whatsapp hasta los anchos de las avenidas.
El ancho de las calles de nuestras ciudades también acaba siendo un mecanismo de control. El ejemplo más paradigmático es el del Plan Haussmann de París. Llevado a cabo a mediados del XIX por Napoleón III y el barón Haussmann.

Los Campos Elisios:
El nuevo trazado parisino mejoraba las condiciones de iluminación y salubridad de las zonas afectadas, pero quizá más importante, permitía un mejor control de las posibles revueltas y manifestaciones ciudadanas.
Porque las avenidas y los bulevares son anchos y están libres de cualquier obstáculo visual y, a menudo, confluyen en un único punto. Permitiendo así una visión total desde ese punto central. Como se ve perfectamente en esta imagen de la plaza del Arco de Triunfo.
Desde una única rotonda se pueda llevar a cabo la vigilancia de kilómetros urbanos. El urbanismo la plaza radial es un urbanismo perfecto para el control, tanto el bueno como el malo.

Esto es La Plata, en Argentina.
Con todo, la manifestación por antonomasia de la arquitectura del control son, lógicamente, las prisiones.
La arquitectura carcelaria SE DEFINE por la necesidad de la vigilancia de los presos. Las cárceles son la autoridad y la observación construidas. Son espacios para el control.

Y el caso más evidente de espacio para el control es el panóptico.

El ojo que todo lo ve.
Introducing el filósofo británico Jeremy Bentham.

Este señor con greñitas entre dieciochescas y decimonónicas porque vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX.
Bentham, entre otras cosas, fue el fundador del "utilitarismo", corriente que se define, más o menos, porque un acto es bueno si produce bienestar a las personas y los actos mejores son los que producen más bienestar a un mayor número de personas.
Bentham también fue uno de los fundadores del University College de Londres y, pidió expresamente que, una vez muerto, su cuerpo fuese momificado y expuesto en una especie de vitrina dentro de la universidad. A esta vitrina, también diseñada por él, le llamó Autoicono:
Se decía que el propio Bentham, antes de morir, llevaba en el bolsillo los ojos de cristal que quería que pusiesen a su cabeza.

Lo malo es que la momificación quedó regulinchis y la cabeza parecía más bien una mojama inexpresiva.
Así que, al final, vistieron a su esqueleto y le pusieron encima una cabeza de cera que van renovando periódicamente.
También se cuenta que aún hoy en día llevan al cuerpo a las reuniones importantes del University College, avisando, eso sí, que "El señor Bentham no tiene voto".
Sea como fuere, más allá del utilitarismo y su simpática momia, la aportación más importante de Bentham al mundo fue el desarrollo del panóptico. La arquitectura carcelaria definitiva.

Este es el Presidio Modelo en la Isla Juventud, Cuba.
El panóptico es un tipo de diseño carcelario circular que subvierte el concepto del anfiteatro romano o la plaza de toros. Si en el coliseo todos los espectadores pueden ver cómodamente el ruedo desde cualquier punto de la grada...
... en el panóptico las celdas se colocan alrededor de una torre central. Así, el guardián guarnecido en su garita puede observar a todos –A TODOS- los presos de un solo vistazo.
Este tipo de estructura carcelaria mejoró realmente la vida de los presos, pues sus celdas ya no eran mazmorras oscuras sino que estaban bien iluminadas y bien aireadas.

Sin embargo, produjo un terrible efecto de distorsión psicológica.
Porque los reos no tienen constancia factual de si el guardia les está vigilando en ese preciso instante, pero SABEN con absoluta certeza que están siendo observados en todo momento desde ese gran ojo central.

A este fenómeno se le llama "dictadura de la mirada".
De hecho, la palabra panóptico significa etimológicamente «que todo lo ve», y procede del griego panoptes que servía para nombrar a Argos Panoptes, el gigante de los cien ojos.
Así, las cárceles panópticas crecieron como monstruos que conquistarían el mundo. Desde Lancaster en Inglaterra hasta Pittsburgh en Estados Unidos o Sídney en Australia, desde Canadá hasta Sudáfrica pasando por Hungría, Vietnam, México, Cuba, Polonia o España.
Las prisiones panópticas se convirtieron en ejemplo de arquitectura carcelaria hasta el punto de que se terminaron llamando "cárceles modelo". Sí, como la Modelo de Barcelona o el Presidio Modelo de la Isla Juventud en Cuba, donde estuvo preso Fidel Castro durante dos años.
Con el avance tecnológico y la aparición de las cámaras de vigilancia y los circuitos cerrados de televisión, el panóptico arquitectónico perdió vigencia y acabó desapareciendo. Sin embargo, la filosofía sobre la que se construye el concepto sigue teniendo plena validez.
Lo dijo Michel Foucault en su libro de 1975 Vigilar y castigar: "El panóptico no debe ser entendido como un sueño construido: es el diagrama de un mecanismo de poder reducido a su forma ideal".

Quizá ahora, esa forma ideal sea otra.
El mecanismo de poder permanece aunque su forma ideal haya mutado. Quizá las cámaras, los datos que alimentan la publicidad personalizada o la hora de nuestra última conexión al Whatsapp no sean más que un nuevo panóptico de mil ojos que siempre nos tiene bajo control.
Y con estas cuatro fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos del panóptico, de la momia de Jeremy Bentham y del episodio de #LaBrasaTorrijos de hoy.

Si os ha gustado, hacedme RTs, FAVs, follows o invitadme a una ración de mojama de atún!
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O también podéis hacer una aportación puntual en este enlace TAN fácil: paypal.me/pedrotorrijos

(Es la hora de pasar la gorra!)
Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.

Si queréis conocer más territorios improbables, todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:
Allí podéis leer los 44 + 10 (o sea, 54) capítulos de la primera temporada.
Y también los de la segunda temporada, que se irá llenando cada semana.

Las imágenes del capítulo de hoy son de:

Josh Hallett, Eliza Snow, Jacques Perriand, Ian Muttoo, Friman, Michael Ulrich, UCL, DC Comics, Marvel Comics, Atlantic Entertainment, Stanley Kubrick Productions, Paramount Pictures y Google.

(Fin del HILO 👁️🏢 )
(Y en el próximo episodio vamos a viajar por todo el mundo a probar algunos de los sabores más exóticos y cómo las marcas se las apañan con ellos)

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Oct 24
En Viena hay seis torres nazis de hormigón: colosales, indestructibles. Fueron fortalezas antiaéreas, pero hoy son acuarios o miradores.

Porque la ciudad ha entendido lo que hacer con su pasado: transformar la máquina de guerra en memoria.

Os lo cuento en #LaBrasaTorrijos 🧵⤵️
Si paseáis por Augarten, uno de los preciosoS parques al norte de Viena, enseguida os vais a encontrar, aunque no queráis, con una estructura que desafía la lógica: es la Flakturm G.

La Torre Flak G.
43 metros de diámetro, 55 de altura. Muros de hormigón de DOS METROS Y MEDIO DE ESPESOR Y UN TECHO DE TRES METROS Y MEDIO.

Una máquina de matar. Un símbolo nazi que aún sigue en pie. Image
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Oct 20
Estos son los Gasómetros de Viena, uno de los conjuntos más fascinantes de la arquitectura europea reciente. ¿Por qué? Pues porque es arquitectura industrial —y de hace un siglo— transformada en viviendas.

Son cuatro cilindros gigantes de ladrillo —setenta metros de diámetro, ojo— que fueron en su día depósitos de gas, construidos a finales del siglo XIX para alimentar la red de alumbrado público de la ciudad. Estructuras industriales, apenas utilitarias, y pensadas para desaparecer cuando el gas dejara de arder.

Pero Viena decidió no demolerlos. A finales del siglo XX, la ciudad optó por algo más inteligente y más difícil: transformar el patrimonio industrial en patrimonio habitado. Entre 1995 y 2001, cuatro arquitectos —Jean Nouvel, Coop Himmelb(l)au, Manfred Wehdorn y Wilhelm Holzbauer— intervinieron cada gasómetro para convertirlos en viviendas, residencias de estudiantes y espacios públicos.

Y el resultado es brillante. Porque aquí no solo se conserva una fachada: se recupera una memoria de la ciudad. Se demuestra que los restos industriales, tan olvidados, pueden convertirse en lugares para vivir, para estudiar, para encontrarse. Que el pasado no tiene por qué ser siempre un museo, puede ser una estructura útil.
Las viviendas —en su mayoría de alquiler asequible— se agrupan en torno a enormes patios circulares abiertos al cielo, donde la luz entra con una precisión casi teatral. En el exterior se conserva la piel de ladrillo original; dentro, todo se reinventa. Rampas, galerías metálicas, pasarelas suspendidas.

Un corazón nuevo latiendo dentro de un cuerpo antiguo.Image
El Gasómetro B, de Coop Himmelb(l)au, es el más audaz: un edificio inclinado, de acero y vidrio, que se acerca al muro histórico sin tocarlo. Apenas lo roza, como si entendiera que el respeto no consiste en quedarse quieto, sino en moverse con cuidado.
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Oct 15
Esto redondo que tengo detrás en el video no es una galería de arte ni una casa. Es, oficialmente, el país más pequeño del mundo. Se llama Kugelmugel, y está en medio del Prater de Viena. Su historia, aviso, parece una broma muy elaborada, pero es completamente real:

En los años setenta, en el otro extremo de Austria, un artista llamado Edwin Lipburger decidió construirse una casa esférica. Una bola de madera habitable, de unos veinticinco metros cuadrados, que iba a usar como estudio para sus cosas de artista (que, por lo visto, requerían mucha superficie curva).

Hasta que apareció la burocracia. Le dijeron que necesitaba licencias, permisos, sellos, tasas… y él, muy digno, contestó que no, que el arte no paga licencias. Que si Austria no lo entendía, se independizaba. Y se independizó.

Proclamó la República de Kugelmugel —que significa algo así como “la bola en la colina”—, y se declaró soberano. Diseñó una bandera (la austríaca, pero con los colores del revés), escudo propio, incluso sellos.

Austria, en un nada inesperado giro, no lo reconoció. Le cayeron diez meses de cárcel, aunque luego lo indultaron porque todo el asunto se había vuelto demasiado absurdo hasta para los austríacos.
Eso sí, Lipburger accedio al indulto (tócate las narices) con una condición: él cedía la bola, pero esta debía convertirse en galería de arte.

Y así, la Kugelmugel fue trasladada al Prater, con una última exigencia del artista: que su dirección oficial no fuera de Viena, sino de la Antifaschismusplatz, la Plaza del Antifascismo. El Ayuntamiento, probablemente ya un poco hasta las narices de todo, accedió.
Hoy sigue ahí, una esfera de madera rodeada de árboles y turistas, a pocos metros de la noria de "El Tercer Hombre".

Un país de un solo habitante que decidió que, si el mundo era cuadrado, lo más revolucionario era construirse una casa redonda.
Read 5 tweets
Oct 10
En 1915, una mujer le pidió a su marido que le comprase unas cortinas.

—Cariño, ¿traes lo que te pedí?
—No, pero he comprado otra cosa: un círculo de piedras que, por cierto, es el monumento más famoso de Inglaterra.

En #LaBrasaTorrijos, el tipo que regaló Stonehenge.

🧵⤵️
Ah, Stonehenge.

Lugar de mitos, de leyendas.

De reencontrarse con los dioses arcanos, con el poder sanador del sol y la luna, con los misterios de civilizaciones antediluvianas... Image
..y también con hostias de la policía, por cierto. Image
Read 28 tweets
Oct 7
En este video estoy en Viena, en la Michaelerplatz, y este edificio que tengo detrás es donde empezó todo. Aquí nació la arquitectura moderna.

Se terminó en 1909, hace más de un siglo, y es obra de Adolf Loos. Lo verdaderamente revolucionario no era su forma ni su función, sino su ausencia: fue el primer edificio del mundo sin decoración. Nada de molduras, guirnaldas, relieves o florituras. Solo piedra, proporción y ventanas.

Hoy se lo conoce como la Looshaus, la “Casa de Loos”, y tiene el más alto grado de protección patrimonial en Austria —y, siendo honestos, debería tenerlo en el planeta entero—. Pero en su momento fue detestado. Lo llamaron “un montón de estiércol”. El emperador Francisco José, que vivía justo enfrente, decía que era tan feo que prefería correr las cortinas para no tener que verlo desde el Hofburg.
Y algo de razón tenía si uno lo mira con ojos de su tiempo. En 1911, cuando se inauguró, las ventanas eran simples huecos rectangulares en una fachada completamente desnuda. Ni jardineras ni adornos. Nada. La ciudad de Viena obligó a Loos a añadir “algo”, lo que fuera, y él accedió con ironía: colocó unas jardineras con flores, que aún hoy sobreviven ahí arriba como una especie de concesión sarcástica al gusto burgués.
Abajo, en cambio, sí hay ornamento. La planta baja —entonces un banco, hoy una joyería— está revestida de mármol verde y tiene columnas dóricas. Loos lo hizo deliberadamente: quería marcar el contraste. La parte baja, ligada al espacio público, podía dialogar con la tradición; la superior, dedicada a la vida doméstica, debía ser limpia, racional, sin artificio.

De esa tensión —entre lo clásico y lo moderno, entre la plaza decorada y la vivienda desnuda— surgió uno de los textos fundacionales de la modernidad: “Ornamento y delito”, el ensayo en el que Loos proclama que el adorno es una forma de atraso moral. Desde aquí, desde este edificio que un emperador consideró insoportable, empezó el siglo XX arquitectónico.
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Oct 3
En la costa chilena hay un lugar donde la gente no se cambia de casa. MUEVE LA CASA DE SITIO.
Y la mueve tirada por bueyes, por tractores y hasta por barcos.

Pero no es solo eso. Es la expresión del lazo de una comunidad.

En #LaBrasaTorrijos, la minga de Chiloé.
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En 1993, el cineasta colombiano Sergio Cabrera estrenó uno de los filmes más interesantes, más combativos y también más divertidos de la década: "La estrategia del caracol" Image
"La estrategia del caracol" es una dramedia que cuenta la historia de unos inquilinos que se rebelan contra su casero de una manera tan divertida como inverosimil: cambian de sitio el edificio donde viven y dejan apenas un trampantojo. Image
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