¿CUÁNTAS VECES VISTE #ET El Extraterrestre? Seguro que muchas. Pero también seguro que nunca te detuviste a pensar lo que el maestro #Spielberg nos quiso contar en sus múltiples capas de lectura camufladas detrás de la llegada de un simpático extraterrestre. [ABRO HILO] 
En primer lugar y como detalle obvio, vale remarcar que un "extraterrestre" ya habla de un ser que no pertenece a la Tierra: esto puede ser, como lo será efectivamente en E.T., la imagen sagrada de un Salvador.
Pero su figura también puede encarnar a la infancia, el niño que todos llevamos dentro, de hecho está ligado al personaje de Elliot por su primera y última letra, que son la E y la T. Además de que ese nombre es la variante hebrea de Elijah, que significa "el Señor es mi Dios".
Despejados ya los simbolismos que abarcará el film, podemos enfocarnos en cómo el director se encarga de reforzar dicha ideas mediante la puesta en escena sin perder el hilo de la trama. ¡VAMOS A ESO!
Spielberg abre la película con un suave paneo de arriba hacia abajo, dándonos la idea de algo que desciende del cielo a la tierra. La nave con forma de cúpula -y una especie de cruz en su parte superior- confirma que eso que llegó no es otra cosa que lo sagrado.
La luz circular de la nave actúa aquí como una fuente lumínica natural-divina que se contrapone a la luz artificial de los adultos, quienes irrumpen bruscamente en escena con sus linternas, además de recordarnos a la luna que luego viajará E.T. en la mítica escena de la bicicleta
Si hasta entonces la única iluminación de la escena estaba dada por las estrellas (naturaleza), todo cambia cuando irrumpe violentamente el ser humano con su auto (máquina) y sus luces de imitación. Este conflicto fundamental también está planteado desde la introducción del film.
En pocos minutos del opening, Spielberg no solo logra introducirnos en una historia "para niños" sino que también plantea varias dicotomías: naturaleza vs. ciudad, niñez vs. adultez, luz vs. oscuridad y por último y más importante, lo sagrado vs. lo profano.
TUIT DE APRECIACIÓN A UNO DE LOS TANTOS PLANOS MAESTROS DE STEVEN SPIELBERG
Seguimos: como Elliot y E.T. no solo que están igualados sino que son la misma carne, su presentación se da relegado en el fondo del plano y debajo de una lámpara que oficia de nave. El humo del cigarrillo también es simétrico al humo de la astronave.
Para encontrarse con E.T., Elliot debe salir de su casa iluminada por luz artificial para meterse en la casita iluminada por luz natural-divina, contraposición bien marcada nuevamente. La luna, nótese, está arriba de la casita de E.T. y eso tampoco es casualidad.
En la escena posterior, cuando Elliot sale decidido a buscarlo, la luna ya está del lado de la casa: esto es porque E.T. está a punto de entrar en la familia. Y en el plano anterior vimos a Elliot tras el vapor de los platos, que es también el humo de la nave (son uno).
Al alumbrarlo con la linterna, E.T. se asusta y grita, recordando la luz artificial que lo asustó al principio de la película. Esa amenaza también se hace presente cuando lo vemos comerse un autito de juguete, la misma máquina que lo espantó de arranque.
Por eso su vehículo -y el de los chicos- será la bicicleta, un móvil a tracción de sangre.
La ausencia de la figura paterna es un denominador común del cine de Spielberg. Sin embargo, aquí la madre (adulta) no puede controlar la situación sino que son los niños quienes deben hacerse cargo. En una fiesta como Halloween, está más que claro quién domina la ciudad...
Para más referencias religiosas, la madre se llama Mary (Virgen María), Elliot le ofrece a E.T. una manzana (fruta bíblica del Génesis) e incluso el bate de béisbol y la raqueta de tenis forman el símbolo áureo Φ, también conocido como el número de Dios.
Sin mencionar el primer derramamiento de sangre que es necesario para el comienzo de cualquier historia, solo que Spielberg lo reemplaza por la leche, líquido relacionado a la infancia, por una mera cuestión de que la película no deja de estar dirigida a los niños.
O el dedo que emula la famosa pintura de Miguel Ángel sobre "La Creación de Adán", cuando Elliot se lastima -no casualmente- con una máquina, por si nos quedaban algunas dudas...
Y de cómo al momento de conocerlo, Gertie acude simbólicamente al nacimiento sagrado de E.T., con la ventana de atrás asemejando a la de una Iglesia.
Por ende, si E.T. (Cristo el Salvador) tiene su nacimiento, también debe tener su muerte y resurrección en el bosque, lugar sagrado que se presenta como límite de lo humano. Por eso la máquina no puede ingresar, pero ellos en bicicleta sí.
La profanación de lo sagrado (hogar/familia) por intermedio del hombre y las máquinas.
Cumplido su cometido (familia arreglada), el Salvador debe regresar al cielo. En la emotiva despedida deja una frase que resume todo lo desarrollado en este hilo: "siempre estaré aquí", es la infancia y Dios que se despiden pero para quedarse para siempre adentro.
Lo último que vemos al cerrarse las compuertas de la nave es el corazón de E.T., fácilmente identificable como el Sagrado Corazón de Jesús.
La nave despega. Un nuevo amanecer -para todos- es el que comienza. E.T. ya no está, pero vivirá en cada estrella del cielo, en cada arcoiris, en cada niño y en que cada adulto que sepa comprenderlo...
FIN
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