El 13 de marzo de 1847 Jakob Kolletschka, médico forense del Hospital General de Viena, muere después de haber recibido una herida de bisturí en un dedo por culpa de un estudiante con el que estaba haciendo una autopsia...
¿Saben quién trabajaba también en ese hospital? Nuestro viejo conocido Ignaz Semmelweis, el que había estado intentando resolver el enigma de la alta mortalidad por fiebre puerperal entre sus pacientes.
¿Y qué nota? Que Kolletschka había mostrado los mismos síntomas que previamente se habían visto en las parturientas afectadas de fiebre puerperal. Y entonces, Semmelweis conjetura...
...¿será que algo, que llamaremos “materia cadavérica”, había ingresado a la sangre de Kolletschka a partir del bisturí y que también estaba siendo transmitido a las parturientas porque los médicos no se desinfectaban las manos después de las autopsias?
Semmelweis ahora tiene una nueva hipótesis: “La mayor mortalidad por fiebre se debe a la ‘materia cadavérica’ de las manos de los médicos”. Para testearla, necesita una implicación contrastadora: “Cuando los médicos se desinfecten, la mortalidad por fiebre puerperal disminuirá”
Dicho y hecho: Semmelweis le ordena a todos los médicos que se desinfecten las manos entre las autopsias y los partos, y la mortalidad por fiebre puerperal disminuye drásticamente. La implicación contrastadora de su hipótesis resulta ser, entonces, verdadera. Éxito.
Pero cuidado: no nos olvidemos de lo que aprendimos sobre la falacia de afirmar el consecuente: que H implique I no quiere decir que I implique H.
En otras palabras: 𝘴𝘪 la hipótesis sobre la materia cadavérica es verdadera, 𝘦𝘯𝘵𝘰𝘯𝘤𝘦𝘴 tiene que ser verdadera la implicación contrastadora sobre la disminución de la mortalidad tras las medidas de asepsia. ¡Pero no al revés!
De hecho, pese a que la implicación contrastadora de la hipótesis de Semmelweis resultó ser verdadera, hoy rechazaríamos la hipótesis como falsa: a partir de investigaciones posteriores acerca de los microorganismos, sabemos que la enfermedad es causada por ciertas bacterias.
En consecuencia, nunca podemos saber, por sus implicaciones contrastadoras, que una hipótesis es verdadera. Sin embargo, insiste Hempel, si la implicación contrastadora hubiera resultado 𝘧𝘢𝘭𝘴𝘢, sí habríamos podido saber que la hipótesis misma era falsa también.
Es decir: que la implicación contrastadora sea verdadera es 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪𝘤𝘪ó𝘯 𝘯𝘦𝘤𝘦𝘴𝘢𝘳𝘪𝘢, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪𝘤𝘪ó𝘯 𝘴𝘶𝘧𝘪𝘤𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦, de que la hipótesis sea verdadera.
Pero testear hipótesis a partir de sus implicaciones, si bien no puede asegurarnos que son verdaderas, puede mostrarnos cuáles, al menos por un tiempo, 𝘳𝘦𝘴𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯 a la contrastación: la hipótesis de la materia cadavérica “resistió”, la del cura no.
Tenemos entonces, por medio del procedimiento indirecto de inventar conjeturas y considerar sus implicaciones contrastadoras, una forma de distinguir entre hipótesis que “resisten” la contrastación y otras que quedan falsadas.
¿Qué nos dice esto sobre la discusión con el inductivismo? Mientras el inductivista estrecho nos diría que no debemos proponer conjeturas antes de obtener los datos, Hempel por el contrario nos dirá que somos libres de inventar hipótesis…
...y que 𝘯𝘰 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢 𝘤ó𝘮𝘰 𝘴𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘰𝘤𝘶𝘳𝘳𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯
las hipótesis; lo que importa es que resistan a la contrastación. Pero, ¿hay consenso respecto de esta posición de Hempel? No. Esa historia, diría Sheherezade, quedará para otro episodio de #Epistemología101
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Dice en Mysterium cosmographicum: “A [la Tierra] la circunscribe un dodecaedro; la esfera que lo comprenda será la de Marte. La órbita de Marte está circunscrita por un tetraedro; la esfera que lo comprenda será la de Júpiter. La órbita de Júpiter está circunscrita por un cubo”.
El Mysterium, de 1596, sostenía que las distancias que separan a los planetas podían determinarse a partir de los sólidos regulares (es decir, los cuerpos compuestos por figuras geométricas regulares idénticas): el tetraedro, el cubo, el o octaedro, el dodecaedro y el icosaedro
Retomaba una idea presente en Pitágoras y en Platón: los planetas están separados por distancias definidas por fórmulas matemáticas simples. Estaban convencidos de que el universo tenía una estructura matemática, que existía algo así como un universo “armonioso”.
En el episodio anterior de #Epistemología101 habíamos dejado a Hempel a punto de pelearse contra el inductivismo estrecho.
Mientras esperamos resultados electorales, descubramos cómo sigue esta historia.
Para eso, tenemos que viajar a Viena... otra vez.
Es la década de 1840 y un médico llamado Semmelweis está tratando de desentrañar un misterio: la tasa de mortalidad por fiebre puerperal oscila alrededor de un 10% de las parturientas de la División 1ª del Hospital General, pero esto no ocurre en la División 2ª.
¿Qué diría un “inductivista estrecho” frente a esta situación? Que quien investiga debería limitarse a “observar datos” hasta determinar las causas de esta mortalidad. Pero, ¿es esto suficiente?