El Perú es uno de los 20 países más ricos del mundo en agua. Pero, este recurso se encuentra distribuido en el territorio y no se ubica necesariamente en los lugares donde existe una mayor demanda.
Así, en nuestro país la costa peruana concentra más del 70% de la población, pero solo cuenta con el 1.8% del total de agua que se produce. Alrededor del 99% del agua que consume el Ande y la Costa del Perú proviene de la Amazonía, reciclada por el bosque amazónico.
Bosque que cada día es talado indiscriminadamente (155 000 ha al año en promedio). Si seguimos con ese ritmo terminaremos sin agua. Entre 7 y 8 millones de peruanos aún no tienen agua potable, siendo Lima la ciudad más vulnerable.
Lima es la segunda capital en el mundo asentada en un desierto y solo llueve 9 milímetros al año. Estas personas son abastecidas de agua a través de cisternas que les venden el recurso a un alto costo, pagando el agua hasta 2 veces más cara que las personas con conexión de agua
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Esta imagen de Belén, en Iquitos, me lleva a pensar que en algún momento esta zona podría convertirse en la nueva Wuhan, por la forma como venden carne de animales no aptas para el consumo humano y la falta de inspecciones sanitarias por parte de las autoridades regionales.
Wuhan estuvo confinada durante tres meses tras convertirse en el primer foco mundial del coronavirus. Todo tipo de carnes, incluso de animales salvajes, se vendían en este mercado de China, hasta que se detectó una misteriosa enfermedad pulmonar originada en ese lugar.
La pandemia nos reafirma que existe un vínculo entre la salud humana, la salud animal y la salud del ambiente; si el equilibrio se quiebra, nos exponemos al escenario que estamos viviendo por la COVID19 y sólo podremos prevenirlo si trabajamos bajo el enfoque UnaSalud OneHealth