Thread by @mili_costabel

Cuando escribí sobre la educación, les dije que tenía historias lindas para contar, y la de Gerardo Menéndez, mi profe de geografía en primero y segundo de liceo, es una de las que más me marcaron. Con su permiso, acá les va.

Hasta que entré al liceo, no era muy fan de la geografía. Entendía todo, pero me aburría muy fácil porque me costaba asociar los países a un lugar en el espacio. Sabía que Uruguay estaba entre Argentina y Brasil, por ejemplo, pero se me hacía difícil interpretarlo mentalmente.

Como ya les conté, en la escuela mi madre pasaba las noches transcribiendo todos mis trabajos, así que el tema de los mapas estaba complicado. Habían intentado adaptar algunos con madera, pero no había funcionado muy bien.

Cuando vi que en primer año de liceo había geografía, me acuerdo que lo primero que pensé fue "pa, esta materia va a ser la más complicada". No podía haber estado más equivocada.

Primero fue el Braille. En las primeras semanas de clase Gerardo apareció con un papel lleno de puntos, todos juntos.

Era la primera prueba, y aunque no pude entender lo que ponía en la hoja (porque el Braille se escribe con regleta o con máquina, y él no lo sabía) la alegría de darme cuenta que alguien había intentado aprenderlo no me la sacaba nadie. Pensé que la cosa iba a quedar ahí.

Pero no. Una semana después volvió a entregarme una hoja llena de puntos, que se juntaban de tal forma que formaban letras, palabras. De la misma forma que las escribía yo. No les puedo explicar la alegría que sentí en ese momento.

He tenido varios casos de profesores que, con ayuda de un papel, iban leyendo mis trabajos. Pero este fue el primero que no solo los leía, sino que había encontrado la forma de escribirlos.

A partir de ese día, no hubo una vez que no tuviese mis materiales en Braille al mismo tiempo que mis compañeros. Si en el Centro de recursos no los enviaban a tiempo sabía que las cosas iban a estar igual. Me pareció, y me sigue pareciendo, increíble. Pero hay más.

Los mapas. Yo solo conservo uno, que es del que estoy subiendo fotos, pero hay un montón que seguro los tenga él. Si les llama la atención puedo pedirle más fotos. Son todos muy lindos.

Algunos eran tan grandes que tenía que usar una mesa aparte para apoyarlos. Otros eran chicos, y entraban en la mochila. Pero si hay algo que todos tenían en común es que eran súper detallados.

Cada textura simbolizaba algo. El cartón corrugado solía señalar los ríos o mares (agua en general), por ejemplo, y siempre había una tabla de referencia en la que se indicaba lo que simbolizaba cada una de ellas.

Los mapas también tenían los nombres de las cosas, o distintas indicaciones en Braille. No era raro que hiciese 3 mapas del mismo sitio pero con información distinta.

Esos mapas son arte. Fueron concebidos como un material de enseñanza, y así fueron usados, pero para mí representan algo que va mucho más allá. La pasión por enseñar, las ganas de salirse de lo establecido, y, por qué no decirlo, la inclusión.

Dicen que una imagen vale más que 1000 palabras. Si me pidiesen definir la inclusión educativa con imágenes, estas serían las que usaría.

Gerardo nunca contó a nadie que había aprendido Braille, ni que hacía mapas geniales, ni que se encargaba de pasar mis boletines a Braille para que- una vez más- pudiese leerlo al mismo tiempo que mis compañeros.

Pero todo el mundo lo sabía, porque como se los estoy contando a ustedes ahora, esas eran las cosas que yo contaba cuando me preguntaban por el liceo, porque son esas historias las que más me marcaron en mi paso por el sistema educativo. Y como esta tengo varias más.

Cuento esto por acá porque, además de que creo es una historia muy bonita, también me gusta pensar que puede servir de ejemplo para todos aquellos que, como Gerardo, quieren ir más allá.

Porque creo que todas las personas (ciegas o no) merecen tener uno, 2, muchos Gerardos en su trayectoria educativa, y porque me parece que las excepciones, aunque por serlo se destacan, también pueden (y tienen que) convertirse en realidades comunes.

También veo esto (hacer su historia pública) como una manera de agradecerle. Él no es asiduo a las redes sociales, así que no le
agradezco acá directamente, pero no se me ocurrió mejor forma de decir gracias que permitiendo que lo que hizo dé inspiración a más gente.