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Apr 8, 2021 42 tweets 18 min read Read on X
En Ucrania hay un escudo antimisiles que "no existió" pero mide 150 metros de alto.
En Dakota hay una pirámide antimisiles que solo funcionó 3 días porque sacrificaba miles de vidas.

En #LaBrasaTorrijos de hoy, el Pájaro Carpintero y la Pirámide del Fin del Mundo.

HILO 👇
(Recomendamos leer el episodio de hoy de #LaBrasaTorrijos acompañado de esta banda sonora)
open.spotify.com/track/0aud7Nou…
El algún momento del primer trimestre de 1976, las emisoras de onda corta de toda Europa comenzaron a recibir un extraño sonido.

Una serie de golpes marcados. Uno tras otro, en una cadencia acelerada.
Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac.
El ruido se metía en todas las ondas y era capaz de interferir e interrumpir frecuencias legales y piratas.

Enseguida, los radioaficionados de todo el mundo lo llamaron "El pájaro carpintero".

Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac.
Los radioaficionados intentaron combatir sonido con señales sincronizadas de onda continua (CW), pero nada parecía alterar al pájaro carpintero.
Pronto se detectó que la señal provenía de la República Soviética de Ucrania así que enseguida aparecieron teorías conspiranoicas: que si un sistema de control del clima mental, que si un anticipo de una invasión de la URSS...
Pero, en realidad, lo que casi todos los aficionados a la radio intuían es que se trataba de un sistema de radar OTH (Over The Horizon).

Y eso es lo que era exactamente: un COLOSAL sistema de radar cuya detección se extendía muy por encima del horizonte. Se llamaba Duga-3.
Los de radares OTH son sistemas de largo alcance capaces de avanzar miles de kilómetros sobre el límite de un radar convencional porque la señal no es "directa" sino que rebota en la ionosfera, tal y como se ve en esta infografía.
Obviamente, el Duga-3 no era una instalación civil, era un escudo antimisiles.

O más bien, un sistema que permitiese detectar los misiles intercontinentales Minuteman III con cabeza nuclear que, supuestamente, pudiesen lanzar los USA contra la madre patria soviética. El sistema de radar a base de antenas de 150 metros de alto
Obviamente, los soviéticos negaron la existencia del pájaro carpintero y, obviamente, los yanquis negaron que ellos supieran que el pájaro carpintero existía.

Pero seguía martilleando cada día en todas las radios de onda corta del mundo.
El espionaje y la Guerra Fría era una cosa muy rara y este bicho de casi un kilómetro de largo y la altura de un edificio de 50 plantas, técnicamente no existía.
Según cuenta Maximilian Nowotka, en los mapas soviéticos, el Duga-3 estaba marcado como un campamento para niños, incluso hay una estación de autobús en el camino a la instalación con una decoración de los Juegos Olímpicos de Verano de 1980 en Moscú.

Ja.
Lo cierto es que, al pie de esa colosal muralla de antenas, se construyó un pueblo entero para los militares y los técnicos del radar y sus familias.

El pueblo tampoco "existía" pero tenía sus bloques de pisos, pero también su escuela, sus comercios y su gimnasio.
Construyeron un pueblo desde la nada pese a que tenían a apenas 20 kilómetros una ciudad entera.

Claro que la ciudad entera era Prípiat. Sí, la ciudad de Chernobyl.
Curiosamente, el Duga-3 estuvo operativo hasta 1989. Tres años después de la catástrofe de la central núclear de Chernobyl.

En la actualidad es una ruina abandonada dentro de la zona de exclusión, aunque, como en la propia Prípiat, también es un reclamo turístico.
Los yanquis siempre supieron que los soviéticos estaban desarrollando un escudo antimisiles porque, bueno, porque ellos también habían montado el suyo.

Uno un poco menos sofisticado pero bastante más contundente: la Pirámide de Dakota del Norte.
La Pirámide de Dakota del Norte, también llamada Pirámide de Nekoma (porque Nekoma es el pueblo más cercano) era un sistema de detección mediante Radares de Adquisición Perimetral (PAR, en inglés).

Los círculos de cada cara de la pirámide.
Además de esos cuatro PAR´s en la cercana base Cavalier de la USAF hay otro PAR más grande y de aspecto también igualmente ominoso.

Parece sacado del planeta Hoth.
Sin embargo, ni la pirámide ni el PAR de la base Cavalier son lo verdaderamente importante, porque los radares solo eran una parte del escudo antimisiles.
Todo el conjunto pertenecía al llamado Stanley R. Mickelsen Safeguard Complex e incluía 80 silos con 80 misiles con cabeza nuclear. 16 LIM-49 Spartan de largo alcance y 64 Sprint de corto alcance.

Esto que se ve en primer plano son las tapas de los silos.
Como se ve en la imagen de satélite, los silos estaban muy cerca de la pirámide, DIRÉCTAMENTE conectados al radar.
La cosa es que, si los radares PAR detectaban algún misil intercontinental de largo alcance, inmediatamente lanzaban los Spartan de 5 megatones.

En el caso de que los Spartan fallasen, era el momento de los Sprint de 1 kilotón.
La idea era hacer explotar a los misiles rusos lo más alto posible en la atmósfera, para comprometer lo mínimo posible las poblaciones que estuviesen bajo la explosión nuclear.
Pero claro, por mucho que la Pirámide esté en medio de una pradera de Dakota, que es lo mismo que decir en medio de la nada, la explosión nuclear SIEMPRE iba a afectar a núcleos de población.
Teniendo en cuenta que los misiles soviéticos vendrían desde el ártico, los núcleos de población afectados estarían EN CANADÁ.

Con dos cojones yanquis.
(Bueno, en realidad, Canadá formaba parte del NORAD, así que ellos se lo habían buscado)
Sea como fuere, y en vista de que el sistema Safeguard sacrificaría cientos de miles de vidas (aunque salvase millones), la Pirámide apenas estuvo en funcionamiento completo durante 3 días de 1975.

Y eso que su construcción costó varios millones de dólares.
En la actualidad, el Complejo Stanley R. Mickelsen es una instalación abandonada que, al igual que el soviético Duga-3, funciona como reclamo turístico de una zona con muy pocos atractivos para el visitante. Imágenes del interior y el exterior de la pirámide.
Y, al final, todas estas instalaciones no son más que el resto de un pasado en el que el miedo dominaba a la especie humana.

Las ruinas de cuando todos creíamos que mañana sería el fin del mundo.
Y con estas cuatro fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos del Pájaro Carpintero, de la Pirámide de Dakota del Norte, de la Guerra Fría y de #LaBrasaTorrijos de esta semana.

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Y si os apetece, podéis veniros a mi Instagram, donde también cuento historietas muy chulas 😊

⚡️instagram.com/pedrotorrijos_/
Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.

Si os habéis quedado con ganas de viajar a más territorios improbables, todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:

Las imágenes del capítulo de hoy son de:

Library of Congress, Elmo Keep, Sim Chi Yin, Mypitofnothing, M.E.Hubbs, Jordan Henry, Mark Perry, USAF, SRMSC, CNN, Ingmar Runge, Charly Whisky, Maynor Rivera y ArcanumURBEX.
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde.

(Fin del HILO 🐦📡📐🚀🚀🚀)
(Y en el episodio de la semana que viene vamos a conocer la historia de un jardín tallado bajo tierra y una iglesia que fue una universidad y una cárcel y ahora es una de las piscinas más chulas del mundo)
Como cada semana, las codas, las peticiones del oyente y los bailes a los Coyote Dax (no rompas más, mi pobre corazón).

1. Como han dicho más de un tuitero, el Duga-3 aparece en la peli "Divergente". Allí es la valla perimetral de una Chicago futura y distópica.
2. Las siglas PAR significaban dos cosas: Perimeter Acquisition Radar pero también Phase Array Radar, o sea, Radar de Matriz de Fase. No solo instalaron PARs en Dakota, también en Groenlandia, UK o Alaska.
3. Los PARs no son OTH y no tenían tantísimo alcance como el Duga, pero son capaces de detectar múltiples blancos en movimiento y discriminar velocidad y tamaño.

Por cierto, el de Alaska se llama Cobra Dane, que es un nombre moloncísimo, y está en este sitio tan...especial.
Por cierto, el Cobra Dane sigue operativo y pertenece a la Fuerza Espacial de los Estados Unidos, que es una cosa que *existe* y que tiene estos flipadísimos emblemas.
(Pasad un buen fin de semana)

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More from @Pedro_Torrijos

Dec 7
El Cementerio de los Ingleses es un pequeño recinto tapiado frente a los acantilados de Camariñas, en A Coruña.

Pero ¿y si allí estuviese enterrado Jack el Destripador? (Y no, no es descabellado).

Esta es una historia de naufragios y patrimonio, en #LaBrasaTorrijos
🧵⤵️
Plymouth, 8 de noviembre de 1890. Un hombre sube al "HMS Serpent" como quien acepta una sentencia cuyo contenido desconoce pero cuyo peso reconoce al instante. Image
@DACTurismo El nombre que dio —Arthur, James, William, el que fuese— quedó casi disuelto en la humedad del muelle porque lo pronunció demasiado bajo, evitando el cruce de miradas con el oficial que anotaba en un registro ya curvado por la lluvia. Image
Read 31 tweets
Dec 1
Lo de que las estaciones del metro de Estocolmo son preciosas es algo digno de comprobarse in situ.

Pero también esconden una historia. Una historia de amor por los servicios públicos, por las infraestructuras públicas, por la gente que las construye y por la gente que las usa cada día:

La historia empieza, como empiezan casi todas las historias buenas de ciudades nórdicas, en la roca. Ni en el hormigón ni en el hormigón revestido de hormigón —que es la tentación internacional—, sino en la roca viva, la roca madre, el granito glacial que hace de Estocolmo una ciudad con vértebras de hielo fósil.

Cuando a mediados del siglo XX decidieron construir su red de metro, optaron por la solución más directa, casi geológica: excavar, dinamitar, abrir la montaña e insertar trenes. Y en algún momento de esa operación de ingeniería a mano armada surgió una pregunta casi infantil, tan evidente y, a la vez, tan peculiar que era muy raro que alguien se la preguntase: ¿y si dejamos la roca vista?

La respuesta tiene que ver con estética, sí, pero también con política y con época. Tras la Segunda Guerra Mundial, Suecia —como buena parte del norte de Europa— estaba articulando un nuevo pacto social: bienestar público, accesibilidad, democracia cotidiana.

Uno de los engranajes de ese pacto era la convicción tranquila, pero tenaz, de que el arte no debía ser un lujo sino un derecho. Así que, si el metro iba a convertirse en el gran espacio público donde cientos de miles de personas bajarían cada día, ¿por qué no convertirlo también en un lugar donde el arte descendiese con ellas? Un soporte para democratizar la belleza, para hacer país desde el subsuelo.

Esa respuesta convirtió al metro de Estocolmo en la frase con la que lo definen: la galería de arte más larga del mundo. Algo que va más allá del eslogan turístico; es una decisión conceptual. Si vas a perforar la ciudad, abraza sus entrañas. Si vas a mover a tanta gente bajo la tierra, ofréceles algo más que azulejos blancos y tubos fluorescentes.

Haz país. Haz estética. Haz política blanda —que es la mejor política—.Image
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La línea azul es el ejemplo más evidente. Basta bajar desde T-Centralen para entenderlo: la bóveda, pintada de azul profundo, conserva la piel rugosa de la roca. Tiene algo de caverna prehistórica, pero intervenida con brochazos gigantes. Parece la obra de un pintor expresionista que hubiera vivido aquí encerrado con un cubo de acrílico y demasiadas horas de invierno.

Además, en esa bóveda aparecen siluetas de obreros: un homenaje directo a los trabajadores que construyeron la red hace 75 años y que la mantienen cada día.

Tres cuartos de siglo de ciudad subterránea.
Sigue uno bajando por la línea y llegas a Solna Centrum, la estación más fotografiada de Suecia (y probablemente una de las más fotografiadas del mundo). Un túnel rojo, intensamente rojo, un rojo que no te abraza sino que te engulle.

Parece una bajada al infierno, sí, pero es un infierno con una intención: el mural, pintado en 1975, denuncia la deforestación sueca. El rojo del cielo frente al verde de los bosques como un aviso urgente en un país que hoy presume de sostenibilidad, pero que lleva décadas pensando en estas cosas.

Estando allí me pregunté si hoy ese mural se lee de otra manera. Si ya no habla solo de árboles sino del planeta entero.
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Nov 27
Estoy en Estocolmo, moviendo las manos porque hace tres grados bajo cero, y esto que tengo detrás es el ayuntamiento, el Stadshuset.

Visto así, con su ladrillo rojo, su torre alta y esta logia abierta al agua, parece un edificio medieval, casi un híbrido entre castillo nórdico y palacio veneciano. Podría colar como gótico italiano, o como algo que te encontrarías entrando en la plaza de San Marcos por la puerta equivocada.

Pero la gracia es precisamente que no es medieval en absoluto.
Es un edificio del siglo XX: se construye entre 1911 y 1923, lo diseña el arquitecto Ragnar Östberg y es uno de los grandes ejemplos del Romanticismo Nacional sueco, una arquitectura que mezcla referencias históricas con una idea muy moderna de lo que debe ser un edificio público.

Por eso está aquí, pegado al agua. Si esto fuera de verdad un ayuntamiento medieval, lo lógico es que estuviese bien adentro del casco antiguo, protegido por murallas, alejado de cualquier ataque por mar. Pero, en los años veinte, Suecia ya no está pensando en cañones y asedios: está pensando en democracia, administración y ciudad abierta.

El Stadshuset se coloca en la punta de Kungsholmen, justo donde el lago Mälaren se abre hacia el archipiélago que conecta con el Báltico. Es un gesto urbano clarísimo: el poder municipal se asoma al agua porque el agua es lo que organiza Estocolmo.
El patio donde estoy tiene ese aire muy veneciano: arcos de medio punto abajo y esa sensación de plaza porticada que se abre directamente al embarcadero. Te giras y podrías estar esperando que aparezca una góndola, pero lo que llega son ferris y hielo.

La torre, además, está claramente emparentada con el campanile de San Marcos, solo que coronada por las Tres Coronas doradas de Suecia, para que no haya dudas de quién firma el skyline.

Y luego está la obsesión material. El ayuntamiento está construido con unos ocho millones de ladrillos rojos, de los cuales cerca de un millón se hicieron a mano, precisamente para conseguir esta textura vibrante, nada uniforme, que ves en fachada: el típico ladrillo de monasterio nórdico, colocado alternando testas y tizones para que el muro nunca sea del todo plano ni del todo predecible.

Ragnar Östberg era bastante maniático con la textura: quería que el edificio, visto de cerca, tuviera una piel casi viva, con pequeñas variaciones en cada pieza.
Read 7 tweets
Nov 26
Estoy en Stortorget, la plaza central de Gamla Stan, el casco medieval de Estocolmo.
Hoy hay mercadillo navideño, con luces y turistas, pero bajo toda esta postal hubo, hace siglos, bastante menos encanto.

En esta plaza tuvo lugar la Boda Roja original:

Como sabréis por las novelas de George R. R. Martin y la serie Juego de Tronos, la Boda Roja es uno de los episodios más traumáticos de la historia. Martin lo escribió inspirándose en varios hechos históricos, uno de ellos fue el "Baño de Sangre de Estocolmo" de 1520.

Ese año, el rey Cristián II de Dinamarca conquistó Suecia y, para celebrarlo, organizó una gran coronación en el casco antiguo de Estocolmo. Tres días de fiesta, banquetes, vino caliente, diplomacia y buen rollo oficial. Hasta que, al tercer día, Cristián ordenó cerrar todas las puertas de la ciudad vieja.

Entonces empezó la matanza.
Entre ochenta y noventa personas —nobles, clérigos y ciudadanos influyentes de Estocolmo— fueron ejecutadas. Muchos fueron decapitados y sus cabezas expuestas en picas aquí mismo, en la plaza, durante semanas.

En este lugar tan bonito, tan instagrameable, con chocolates calientes y guirnaldas, a principios del siglo XVI se montó una escabechina monumental.

(Sí, ya sé que en el video digo 1580, es que me bailan las fechas más que Gene Kelly en El Pirata)Image
Hoy, Stortorget tiene otra cara.

Además del mercado de Navidad, uno de los edificios que dan a la plaza alberga la Academia Sueca, la institución que concede cada año el Premio Nobel de Literatura: el lugar soñado de Murakami, para entendernos.

Y, claro, aquí se levantan también las famosas Casa Roja y Casa Verde, dos fachadas del siglo XVII que, además de fotogénicas, son bastante tramposas.

La casa verde, por ejemplo: esas líneas blancas alrededor de las ventanas parecen molduras de piedra, pero en realidad son pintura. Querían simular nobleza, apariencia de sillería cara, pero no había presupuesto, así que resolvieron el asunto con pigmento.

En el fondo eran casas normales, con bodega abajo y almacén arriba. De hecho, la famosa ventana redonda superior no es un capricho barroco, es simplemente una forma eficaz de iluminar ese almacén.Image
Read 6 tweets
Nov 21
El Sexto Panteón del cementerio bonaerense de la Chacarita es, sencillamente, uno de los lugares más bellos y más estremecedores del mundo.
Un espacio casi desconocido que esconde un viaje de luz, emoción y la historia de una mujer.

Os la cuento en #LaBrasaTorrijos 🧵⤵️
A mediados del siglo XX, cuando Buenos Aires miraba a la modernidad como una hacia el futuro, una arquitecta recibió un encargo que, para cualquiera de su generación, ya habría sido enorme, pero que para una mujer en los años 50 era casi un desafío a la gravedad social. Image
Se llamaba Ítala Fulvia Villa y entraba en las reuniones de las oficinas municipales —llenas de ingenieros varones— con un cuaderno, algunos planos y esa paciencia feroz que sólo pueden tener las personas que saben que su talento será discutido antes incluso de ser visto. Image
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Nov 12
El edificio Kavanagh, en Buenos Aires, fue el primer rascacielos de Sudamérica.

Parece neoyorquino, pero tiene algo que los rascacielos de Nueva York no tienen: una leyenda. Porque el Kavanagh se construyó por un despecho amoroso.

Esta es la historia:
🧵⤵️
A principios de los años treinta, Corina Kavanagh, una rica heredera, compró una parcela frente al Parque de San Martín, junto a Puerto Madero, y mandó construir un rascacielos. Image
Inaugurado en 1936 con proyecto de Sánchez, Lagos y de la Torre, el Kavanagh, con su estilo Art Decó, recuerda ciertamente a los rascacielos de Nueva York, como el Chrysler o el Empire State.

Aunque este “solo” llega a 120 metros y 31 plantas. Image
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