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Apr 22, 2021 40 tweets 16 min read Read on X
En China hay unos edificios muy peculiares donde cabe un pueblo entero.
Son gigantescas casas comunales y fortalezas perfectas.

Y, además, son los primeros edificios concebidos para una sociedad totalmente igualitaria.

En #LaBrasaTorrijos de hoy, los tulous de Fujian.

HILO 👇 Tres fotografías de edificios circulares, cerrados al exter
En las montañas subtropicales del sureste de China, en la región de Fujian, se levantan unas curiosas casas-fortaleza, completamente cerradas al exterior, pero abiertas a un gran patio central, normalmente circular.

Son casas donde vive un pueblo entero.
Curiosamente, lo de que haya pueblos que viven dentro de un edificio no es TAN raro. La temporada pasada ya conocimos el caso de Whittier, el pueblo de Alaska donde todos viven en bloque de pisos.

Sin embargo, los tulous de Fujian se diferencian muchísimo del bloque de Whittier. Primero porque los tulous son 500 años más antiguos que lo de Alaska, y eso se nota en los materiales y los sistemas constructivos, entre otras cosas.
Y segundo, y más importante, porque los tulous son edificios que han renunciado a uno de los condicionante fundamentales de la arquitectura (y de la sociedad): LA JERARQUÍA.

En los tulous no hay una habitación mejor que otra ni una vivienda con mejores vistas que otra.
Desde que existe la civilización, la arquitectura se ha articulado mediante jerarquía.

El castillo del rey sobresalía por encima de la villa donde se enclavaba... Una imagen de la Alhambra
Y cuando no había una jerarquía en altura, cuando no sobresalía nada, existía una jerarquía en el plano.

Incluso en fortalezas tan planas como Palmanova, los edificios del centro eran jerárquicamente más importantes que los del exterior.
Cuando la jerarquía nobiliaria desapareció de la arquitectura, apareció (más bien se quedó) la jerarquía económica, cuyo exponente más claro es el rascacielos: cuanto más alta está tu casa, más cara es. Nueva York con el Empire State en primer plano.
Los tulous de Fujian, en cambio, no se construyen para ninguna jerarquía económica y social porque todas las personas que viven dentro son iguales.

Tan iguales que, de hecho, un tulou suele estar habitado por miembros de un mismo clan.
Aunque no hay total acuerdo entre sus estudiosos, la mayoría de las crónicas sitúan los primeros tulou en el siglo XV, cuando la tribu hakka emigró a la provincia de Fujian.
Al llegar allí, y para protegerse de los bandidos, desarrollaron un sistema de arquitectura-fortaleza muy sencillo y muy eficaz: un gran muro completamente cerrado y casi ciego al exterior, solo horadado por la puerta y pequeños saeteras para flechas y arcabuces en plantas altas.
Al lado interior de ese gran muro, se abrían habitaciones y pasillos y cocinas. Y no había salón porque TODO era el salón. Porque nadie tenía su propia "casa".

El tulou era la casa de todos.
De hecho, las cocinas también se desarrollan de manera comunal a lo largo de unos de esos corredores circulares.
De hecho, la altura tampoco era generaba desigualdad.

Si había unas habitaciones en galerías altas y otras habitaciones en galerías bajas no era por una cuestión de jerarquía social sino de edad y/o movilidad.
Así, en las plantas altas dormían los jóvenes, que podían subir la escalera y defender el tulou por las escasas ventana exteriores, mientras que en las planta bajas dormían los ancianos.
En algunos casos se construyeron salones centrales para reuniones o ritos ceremoniales (bodas, funerales)...pero también eran comunales.

Incluso en algunos tulous verdaderamente monumentales donde vive más de un clan.
Y he cambiado el verbo a presente porque en algunos tulous aún se vive como se vivía antes, en grandes familias que comparten un único y colosal edificio.
De otros, en cambio, solo se conservan fragmentos.
Trozos de muro que alguna vez fue un tulou pero que ahora ha sido colonizado por un modo de vida convencional.
Pero los que más, por desgracia o por suerte, son un fenomenal reclamo turístico y, aunque aún viven algunos hakka allí, el edificio parece más un decorado que otra cosa.
Y cuando digo que parece un decorado, la cosa es casi literal, porque allí se rodó la versión de acción real de Mulán, la peli de Disney de 2020.
De una forma menos invasiva, los tulous también son escenario (y, en realidad, protagonista) de la preciosa peli de animación "Big Fish and Begonia".
Y sí, da un poco de pena que unas construcciones tan única sea un reclamo turístico en lugar de servir a la función social con la que se concibió.

A una conexión con el la vida y el territorio tan distinta a todas.
Pero, por otro lado, el turismo es lo que ha terminado salvando estas formidables obras patrimoniales.

Porque fue gracias a que se han conocido desde todos los lugares del mundo cuando se decidió formalmente conservarlas.
Y gracias a esa conservación, aunque sea para enseñarlos, los tulou de Fujian, los "edificios de la tierra" fueron declarados Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 2008.
Y gracias a que ahora son famosos en todo el mundo, los tulous pueden seguir tranquilos, desperdigados por las ciudades y las montañas onduladas de Fujian como grandes ojos abiertos al cielo.
Y con estas cuatro fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos de los tulous, de Fujian, de Mulán, de la jerarquía arquitectónica y de #LaBrasaTorrijos de esta semana.

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(Es la hora de pasar la gorra!)
🎙️Y si os gustan las historias sobre arquitectura (y escuchar mi aterciopelada voz), acabamos de estrenar un podcast PRECIOSO que dirijo y presento y del cual estamos muy orgullosos.

⚡️Poneos los auriculares, que os va a encantar

⬇️⬇️⬇️
Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.

Si os habéis quedado con ganas de viajar a más territorios improbables, todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:

Las imágenes del capítulo de hoy son de:

aimircg, ivsky, pixabay, Michael Yamasita, Jasper James, Turismo de España y muchas (las más bonitas) del gran Dan Gamboa Bohórquez (@DanGamboaB), que es un fotógrafo formidable y al que quiero agradecer que me las haya cedido.
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde.

(Fin del HILO 🇨🇳🏡🌆⭕️)
(Y en el episodio de la próxima semana vamos a conocer un edificio construido con una pista de pruebas de coches en la cubierta)
¡Las codas, señora! ¡Le traigo las codas, a su propio domicilio!

1. Como algunos han apuntado, los tulous *se parecen* a las corralas de vecinos españolas, como esta de Sevilla...
De hecho, el concepto de vivienda cerrada al exterior y abierta al interior es antiquísimo también en Occidente. Las villas romanas o las casas árabes funcionaban igual.
Sin embargo, hay una diferencia fundamental: las corralas eran una agrupación de viviendas independientes. Los tulou son una única casa de tamaño descomunal. Todos los espacios, (incluidos baños y cocinas), excepto los dormitorios, son compartidos por miembros de un mismo clan.
2. Como dije en el episodio, los tulous "turísticos" son los mejor conservados, pero hay muchos que han sucumbido al tiempo y apenas asoman como restos muy deteriorados.
Estas fotos de @diegg78 enseñan muy bien esos restos:
3. Como casi toda la arquitectura popular antigua, los tulous no se construyeron con piedra o madera (eso era para los poderosos) se construyeron con tapial; una especie de hormigón en masa de barro cocido al sol.

En esta foto de @DanGamboaB se aprecia muy bien.
4. También han apuntado que los tulous sí tienen una jerarquía, la del sol, que incide de manera diferente en uno u otro lado.
Esa diferencia se minimizaba colocando la puerta y algunos de los espacios comunes a norte, de tal manera que la incidencia en el resto es similar.
En realidad, los tulous, aunque no respondan a una organización social jerarquizada, sí están diseñados con una POTENTÍSIMA jerarquía arquitectónica que ya hemos visto: Dentro-Fuera.

El tulou, al final, es un muro habitado, cerrado a una cara y abierto a otra.
y 5. La forma tradicional del tulou se ha empleado en algunos proyectos modernos de vivienda social, pero no son *verdaderos* tulous.

Son edificios compuestos de distintas viviendas independientes que, además, abren al lado exterior del edificio porque no se protegen de nada.

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Dec 7
El Cementerio de los Ingleses es un pequeño recinto tapiado frente a los acantilados de Camariñas, en A Coruña.

Pero ¿y si allí estuviese enterrado Jack el Destripador? (Y no, no es descabellado).

Esta es una historia de naufragios y patrimonio, en #LaBrasaTorrijos
🧵⤵️
Plymouth, 8 de noviembre de 1890. Un hombre sube al "HMS Serpent" como quien acepta una sentencia cuyo contenido desconoce pero cuyo peso reconoce al instante. Image
@DACTurismo El nombre que dio —Arthur, James, William, el que fuese— quedó casi disuelto en la humedad del muelle porque lo pronunció demasiado bajo, evitando el cruce de miradas con el oficial que anotaba en un registro ya curvado por la lluvia. Image
Read 31 tweets
Dec 1
Lo de que las estaciones del metro de Estocolmo son preciosas es algo digno de comprobarse in situ.

Pero también esconden una historia. Una historia de amor por los servicios públicos, por las infraestructuras públicas, por la gente que las construye y por la gente que las usa cada día:

La historia empieza, como empiezan casi todas las historias buenas de ciudades nórdicas, en la roca. Ni en el hormigón ni en el hormigón revestido de hormigón —que es la tentación internacional—, sino en la roca viva, la roca madre, el granito glacial que hace de Estocolmo una ciudad con vértebras de hielo fósil.

Cuando a mediados del siglo XX decidieron construir su red de metro, optaron por la solución más directa, casi geológica: excavar, dinamitar, abrir la montaña e insertar trenes. Y en algún momento de esa operación de ingeniería a mano armada surgió una pregunta casi infantil, tan evidente y, a la vez, tan peculiar que era muy raro que alguien se la preguntase: ¿y si dejamos la roca vista?

La respuesta tiene que ver con estética, sí, pero también con política y con época. Tras la Segunda Guerra Mundial, Suecia —como buena parte del norte de Europa— estaba articulando un nuevo pacto social: bienestar público, accesibilidad, democracia cotidiana.

Uno de los engranajes de ese pacto era la convicción tranquila, pero tenaz, de que el arte no debía ser un lujo sino un derecho. Así que, si el metro iba a convertirse en el gran espacio público donde cientos de miles de personas bajarían cada día, ¿por qué no convertirlo también en un lugar donde el arte descendiese con ellas? Un soporte para democratizar la belleza, para hacer país desde el subsuelo.

Esa respuesta convirtió al metro de Estocolmo en la frase con la que lo definen: la galería de arte más larga del mundo. Algo que va más allá del eslogan turístico; es una decisión conceptual. Si vas a perforar la ciudad, abraza sus entrañas. Si vas a mover a tanta gente bajo la tierra, ofréceles algo más que azulejos blancos y tubos fluorescentes.

Haz país. Haz estética. Haz política blanda —que es la mejor política—.Image
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La línea azul es el ejemplo más evidente. Basta bajar desde T-Centralen para entenderlo: la bóveda, pintada de azul profundo, conserva la piel rugosa de la roca. Tiene algo de caverna prehistórica, pero intervenida con brochazos gigantes. Parece la obra de un pintor expresionista que hubiera vivido aquí encerrado con un cubo de acrílico y demasiadas horas de invierno.

Además, en esa bóveda aparecen siluetas de obreros: un homenaje directo a los trabajadores que construyeron la red hace 75 años y que la mantienen cada día.

Tres cuartos de siglo de ciudad subterránea.
Sigue uno bajando por la línea y llegas a Solna Centrum, la estación más fotografiada de Suecia (y probablemente una de las más fotografiadas del mundo). Un túnel rojo, intensamente rojo, un rojo que no te abraza sino que te engulle.

Parece una bajada al infierno, sí, pero es un infierno con una intención: el mural, pintado en 1975, denuncia la deforestación sueca. El rojo del cielo frente al verde de los bosques como un aviso urgente en un país que hoy presume de sostenibilidad, pero que lleva décadas pensando en estas cosas.

Estando allí me pregunté si hoy ese mural se lee de otra manera. Si ya no habla solo de árboles sino del planeta entero.
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Nov 27
Estoy en Estocolmo, moviendo las manos porque hace tres grados bajo cero, y esto que tengo detrás es el ayuntamiento, el Stadshuset.

Visto así, con su ladrillo rojo, su torre alta y esta logia abierta al agua, parece un edificio medieval, casi un híbrido entre castillo nórdico y palacio veneciano. Podría colar como gótico italiano, o como algo que te encontrarías entrando en la plaza de San Marcos por la puerta equivocada.

Pero la gracia es precisamente que no es medieval en absoluto.
Es un edificio del siglo XX: se construye entre 1911 y 1923, lo diseña el arquitecto Ragnar Östberg y es uno de los grandes ejemplos del Romanticismo Nacional sueco, una arquitectura que mezcla referencias históricas con una idea muy moderna de lo que debe ser un edificio público.

Por eso está aquí, pegado al agua. Si esto fuera de verdad un ayuntamiento medieval, lo lógico es que estuviese bien adentro del casco antiguo, protegido por murallas, alejado de cualquier ataque por mar. Pero, en los años veinte, Suecia ya no está pensando en cañones y asedios: está pensando en democracia, administración y ciudad abierta.

El Stadshuset se coloca en la punta de Kungsholmen, justo donde el lago Mälaren se abre hacia el archipiélago que conecta con el Báltico. Es un gesto urbano clarísimo: el poder municipal se asoma al agua porque el agua es lo que organiza Estocolmo.
El patio donde estoy tiene ese aire muy veneciano: arcos de medio punto abajo y esa sensación de plaza porticada que se abre directamente al embarcadero. Te giras y podrías estar esperando que aparezca una góndola, pero lo que llega son ferris y hielo.

La torre, además, está claramente emparentada con el campanile de San Marcos, solo que coronada por las Tres Coronas doradas de Suecia, para que no haya dudas de quién firma el skyline.

Y luego está la obsesión material. El ayuntamiento está construido con unos ocho millones de ladrillos rojos, de los cuales cerca de un millón se hicieron a mano, precisamente para conseguir esta textura vibrante, nada uniforme, que ves en fachada: el típico ladrillo de monasterio nórdico, colocado alternando testas y tizones para que el muro nunca sea del todo plano ni del todo predecible.

Ragnar Östberg era bastante maniático con la textura: quería que el edificio, visto de cerca, tuviera una piel casi viva, con pequeñas variaciones en cada pieza.
Read 7 tweets
Nov 26
Estoy en Stortorget, la plaza central de Gamla Stan, el casco medieval de Estocolmo.
Hoy hay mercadillo navideño, con luces y turistas, pero bajo toda esta postal hubo, hace siglos, bastante menos encanto.

En esta plaza tuvo lugar la Boda Roja original:

Como sabréis por las novelas de George R. R. Martin y la serie Juego de Tronos, la Boda Roja es uno de los episodios más traumáticos de la historia. Martin lo escribió inspirándose en varios hechos históricos, uno de ellos fue el "Baño de Sangre de Estocolmo" de 1520.

Ese año, el rey Cristián II de Dinamarca conquistó Suecia y, para celebrarlo, organizó una gran coronación en el casco antiguo de Estocolmo. Tres días de fiesta, banquetes, vino caliente, diplomacia y buen rollo oficial. Hasta que, al tercer día, Cristián ordenó cerrar todas las puertas de la ciudad vieja.

Entonces empezó la matanza.
Entre ochenta y noventa personas —nobles, clérigos y ciudadanos influyentes de Estocolmo— fueron ejecutadas. Muchos fueron decapitados y sus cabezas expuestas en picas aquí mismo, en la plaza, durante semanas.

En este lugar tan bonito, tan instagrameable, con chocolates calientes y guirnaldas, a principios del siglo XVI se montó una escabechina monumental.

(Sí, ya sé que en el video digo 1580, es que me bailan las fechas más que Gene Kelly en El Pirata)Image
Hoy, Stortorget tiene otra cara.

Además del mercado de Navidad, uno de los edificios que dan a la plaza alberga la Academia Sueca, la institución que concede cada año el Premio Nobel de Literatura: el lugar soñado de Murakami, para entendernos.

Y, claro, aquí se levantan también las famosas Casa Roja y Casa Verde, dos fachadas del siglo XVII que, además de fotogénicas, son bastante tramposas.

La casa verde, por ejemplo: esas líneas blancas alrededor de las ventanas parecen molduras de piedra, pero en realidad son pintura. Querían simular nobleza, apariencia de sillería cara, pero no había presupuesto, así que resolvieron el asunto con pigmento.

En el fondo eran casas normales, con bodega abajo y almacén arriba. De hecho, la famosa ventana redonda superior no es un capricho barroco, es simplemente una forma eficaz de iluminar ese almacén.Image
Read 6 tweets
Nov 21
El Sexto Panteón del cementerio bonaerense de la Chacarita es, sencillamente, uno de los lugares más bellos y más estremecedores del mundo.
Un espacio casi desconocido que esconde un viaje de luz, emoción y la historia de una mujer.

Os la cuento en #LaBrasaTorrijos 🧵⤵️
A mediados del siglo XX, cuando Buenos Aires miraba a la modernidad como una hacia el futuro, una arquitecta recibió un encargo que, para cualquiera de su generación, ya habría sido enorme, pero que para una mujer en los años 50 era casi un desafío a la gravedad social. Image
Se llamaba Ítala Fulvia Villa y entraba en las reuniones de las oficinas municipales —llenas de ingenieros varones— con un cuaderno, algunos planos y esa paciencia feroz que sólo pueden tener las personas que saben que su talento será discutido antes incluso de ser visto. Image
Read 31 tweets
Nov 12
El edificio Kavanagh, en Buenos Aires, fue el primer rascacielos de Sudamérica.

Parece neoyorquino, pero tiene algo que los rascacielos de Nueva York no tienen: una leyenda. Porque el Kavanagh se construyó por un despecho amoroso.

Esta es la historia:
🧵⤵️
A principios de los años treinta, Corina Kavanagh, una rica heredera, compró una parcela frente al Parque de San Martín, junto a Puerto Madero, y mandó construir un rascacielos. Image
Inaugurado en 1936 con proyecto de Sánchez, Lagos y de la Torre, el Kavanagh, con su estilo Art Decó, recuerda ciertamente a los rascacielos de Nueva York, como el Chrysler o el Empire State.

Aunque este “solo” llega a 120 metros y 31 plantas. Image
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