Thread by @ApokalypseBeard

Hace meses que vengo rumiando una idea. Os cuento un poco en este hilo.

Gran parte de lo que pasa hoy en día a nivel político, económico y social forma parte de un gigantesco teatro global en el que hay una serie de actores colocados en puestos de poder que interpretan su papel en la obra.

Las líneas generales del guion están preestablecidas por las élites políticas y económicas. Y, aunque a veces hay rencillas internas entre esas élites y grupos de poder y hay eventos y jugadores inesperados que se resisten a participar en la farsa,

en el fondo vivimos, más que en la cruda realidad, en el relato que esas élites han creado para seguir llevándose el gato al agua. Es una realidad prefabricada y superpuesta a la realidad misma, una hiperrealidad.

En la construcción de ese relato, de esa representación teatralizada de lo real forman parte esencial los desastres, los shocks. Ahí entran guerras, terrorismo, revoluciones, crisis y burbujas económicas, pandemias, etc.

Todo eso son medios ficticios, en el sentido de que son en cierto modo provocados, para lograr el mismo fin, que es mantenerse en el poder sin que la gente se dé cuenta, sino que encima esté de acuerdo, lo demande y crea que es libre aunque en realidad esté cada vez más sometida.

Para ello, estas élites provocan las crisis de manera subrepticia, y luego interpretan un papel como si estas crisis hubiesen emergido natural y espontáneamente.

El objetivo central de toda crisis provocada es generar artificialmente oportunidades. Oportunidades de destrucción a dedo y de cambio radical teledirigido. Se eligen ganadores y perdedores.

Por decirlo claro: el objetivo de los shocks provocados es conseguir, a través de la destrucción controlada, que se implementen ciertas medidas que en condiciones normales no podrían implementarse debido al rechazo mayoritario de la población.

Por ello, el éxito se mide no sólo por el grado de aceptación pasiva de los cambios, sino por el grado de demanda activa de esos cambios. Con ello el poder podrá argumentar que sólo hace lo que el pueblo le ordena. Si todo sale mal, el pueblo lo decidió así. Es responsable.

Es necesario construir la ficción de la libertad democrática para que el poder instrumentalice a su vez la opinión pública en su propio beneficio, en la dirección prevista. El consenso democrático sería en realidad una máscara del poder; los ciudadanos, sus marionetas.

Obviamente, hay ramificaciones derivadas de los desastres que no estaban entre los objetivos del plan original, aunque sí pueden haberse valorado como probables, en cuyo caso se aplica lo indicado en el plan.

A veces ocurren cosas totalmente inesperadas para las que no hay una respuesta clara. En ese caso se improvisa teniendo en mente las líneas generales y objetivos del plan.

Sin embargo, lo normal es que estos desastres sigan la clásica estructura del problema (provocado), la reacción (esperada) y la solución (mágica y ya preestablecida antes de ejecutar el plan, esto es, antes de provocar el problema).

La mejor manera de mantener una farsa en una democracia es que la población siga pidiendo que el show no pare gracias a la utilización de técnicas de manipulación de la opinión pública de todo tipo, como la programación predictiva. Aquí tiene un papel esencial el cuarto poder.

Hago de nuevo aquí una referencia al fenómeno de la espiral del silencio, que tiene que ver con generar la percepción de que la mayoría ve las cosas de una manera para que se extienda la autocensura entre los individuos por miedo a ser rechazados socialmente,

incluso aunque no exista tal mayoría de personas. De nuevo, es necesario establecer la ficción del consenso democrático, al igual que se hace con el científico, por medio de la política, la mentira y la censura.

Por otro lado, hay que tener claro que no existe en realidad un "cuarto" poder en la medida en que todos los poderes convergen a nivel global y actúan a menudo como un único ente.

Volviendo al esquema de problema-reacción-solución, de ahí que tenga sentido que cada vez las soluciones adoptadas a problemas globales/locales sean cada vez más parecidas en distintos puntos del planeta,

como si existiese una cúpula responsable de la elaboración de los puntos que forman parte de las soluciones.

Los países más esclavizados por la deuda serán los más obligados a seguir las directrices del plan, en tanto no tienen margen de decisión.

Los países que ya voluntariamente están en la senda del plan tienen vía libre para tomar sus propias decisiones siempre y cuando las líneas generales del plan se mantengan firmes.

Los países que se resisten a seguir el plan y que tienen cierta libertad son países a debilitar y desestabilizar con shocks locales añadidos al gran shock.

Países grandes y fuertes que resisten necesitan de más y peores shocks añadidos. Su adhesión al plan cuanto antes es imprescindible. Podemos agravar problemas económicos, políticos, migratorios, raciales, intrafamiliares, de identidad nacional o sexual, etc.

Países pequeños y de menor importancia no necesitan de shocks urgentes y de gran tamaño. Basta con ir poco a poco y caerán tarde o temprano por una simple cuestión de inferioridad numérica.

Entre las ficciones habituales podemos encontrarnos varias: terrorismo (financiado por los Estados), guerras (proxy o con casus belli de falsa bandera), inmigración ilegal (orquestada a través de ONGs y mafias financiadas con dinero de élites económicas),

revoluciones sociales (provocadas, bien financiadas y con máscara democrática para subvertir los regímenes constitucionales de los países),

la (inexistente) libertad de mercado (en un sistema económico de banca central y dinero fiduciario orientado a producir no riqueza real, sino burbujas, esto es, espejismos de bonanza),

la democracia (con sus disputas políticas que no son más que el circo donde todos los actores nadan en la misma dirección aunque interpreten papeles enfrentados),

la ciencia y el método científico (sujetos hoy en su mayor medida a la financiación por parte del Estado y de los centros de poder económicos y a sus objetivos, además de a la construcción del consenso a través de la censura y el rechazo de esa financiación),

el Estado de Derecho y los derechos humanos (lod de nuevo cuño todos al alza a costa de la eliminar los derechos realmente importantes como son los derechos a la igualdad ante la ley, a la vida, a la propiedad privada o a la libertad),

pandemias (que son como guerras perfectas porque el enemigo es invisible y, por tanto, omnipresente, controlable y con capacidad de mutación teledirigida), etc., etc.

Sobre las élites una cosa más y una cuestión clave para dejar de vivir en una interpretación anacrónica del mundo.

El paradigma ideológico/político/económico actual ya no es Estado vs Empresas ni Izquierda vs Derecha. Para entender el mundo de hoy hay que pensar fuera de la caja ficticia creada por el poder.

La división hoy es entre élites políticas y económicas más castas menores asociadas vs resto de la sociedad.

Se dan dos relaciones simbióticas en esa división: mutualista entre élites políticas y económicas más castas menores asociadas, ya que se benefician entre sí;

parasitaria de estas élites y castas asociadas respecto del resto de la sociedad, ya que para mantenerse como élites/castas necesitan extraer del resto de la sociedad la sangre, los recursos, la riqueza, la mano de obra, todo.

Es decir, en el momento actual vivimos una tormenta perfecta, como bien explican algunos autores de la saga Pandemonium. Las élites económica y política tienen entidad propia, pero cada vez actúan más como una sola, ya que predominan sus intereses comunes.

En conclusión, hoy estamos asistiendo a la evolución de este nuevo Leviatán implacable formado por un matrimonio de conveniencia entre élites políticas y económicas con objetivos comunes

y que basan su poder en una gran ficción transversal sustentada en la creación de desastres de todo tipo y superpuesta a la realidad misma.

No sé si saldremos de ésta, pero por lo menos hay que intentar salir de la cárcel mental. Así que en esas estamos.

Quiero pensar que el hecho de que el poder haga cada vez un uso más público y descarado de sus medios de manipulación, control, robo y violencia en el fondo es un síntoma de su debilidad creciente.

El poder tiene muchas máscaras, pero quiero pensar que cada vez más gente le está viendo el cartón y la goma a esas máscaras. Eso es bueno porque un poder desatado como éste es un poder dubitativo que no pisa sobre una firme realidad ficticia fabricada.

Sin ficción bajo sus pies y su correspondiente congregación de ciegos fieles, lo único que tendremos ante nosotros será un gigante tambaleante con pies de barro. Ante él, la realidad, como la verdad, una vez hallada se sostendrá sola.

Sólo la mentira necesita de lacayos que redoblen esfuerzos, de propaganda continua para perdurar. La verdad es, a pesar de lo que nosotros queramos que sea.

O como dijo Orwell en referencia a sus recuerdos sobre la guerra civil española: "por mucho que neguemos la verdad, la verdad sigue existiendo sin nuestro consentimiento".