En Isbilia había dos grandes edificios religiosos, construidos para congregar a toda la ciudad en el servicio de los viernes: la mezquita de Ibn Adabbás (hoy iglesia del Salvador), del siglo VIII, y la nueva aljama almohade (ahora catedral), del siglo XII.
También se sabe con cierta seguridad que algunas de las parroquias intramuros, como San Juan de la Palma o San Marcos, habían sido mezquitas antes de la conquista. Pero lo que no es tan conocido es que, según la documentación medieval, había otras sesenta por toda la ciudad.
Resulta que en 1252, en uno de sus primeros actos tras acceder al trono, el rey Alfonso X dotó a la nueva iglesia catedral de Sevilla, recién conquistada, con numerosas propiedades rurales y urbanas: entre ellas, «todas las mezquitas cuantas fueron en tiempo de moros».
Como la Iglesia otra cosa no, pero metódica lo es un rato, llevó una contabilidad propia para este patrimonio que conocemos, entre otras fuentes, por una de las maravillas del Archivo de la Catedral: el Libro Blanco, de 1411.
Este Libro contiene un listado de las 58 mezquitas que todavía constaban en poder de la Iglesia en dicha fecha, arrendadas a varios particulares. La donación original debió de haber sido mucho más amplia, ya que desde el s. XIII muchas se habían convertido en solares o tiendas.
Por esta fuente y la documentación notarial de toda la Edad Media y Moderna se puede restituir la ubicación exacta de algunas de ellas, como la de la plaza de Zurbarán, la de la calle Abades, o la que estaría en lo que hoy es el Espacio T y La Rebotica 😂
Una última precaución. Por lo que sea, no se nos ha dado nunca muy bien entender las sutilezas de la religión islámica, así que es probable que en estas «mezquitas» se incluyera de todo, p. ej. madrasas o santuarios. Con todo, es un conocimiento muy valioso de la ciudad medieval.
(El Libro Blanco, con el Libro de Dotaciones de la misma época, está felizmente digitalizado en la tesis de Diego Belmonte Fernández, de 2016, así que olvidaos de poner las manos sobre él 😅)
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¿Qué tienen en común Cristóbal Colón, la fundación del Sevilla FC y Louis Vuitton?
Lo creamos o no, hay una respuesta: se trata de una casa junto al barrio de Santa Cruz, con quinientos años de historia, en la que hasta los azulejos más sencillos están llenos de sorpresas…
Es 2016 y una marchante de arte francesa recorre la ciudad en compañía de un arquitecto. Cree que el hogar de su colección debe ser un palacio sevillano. La búsqueda resulta infructuosa hasta que un día, en la galería vidriada sobre el patio de naranjos, decreta:
—Es esta.
Lo que siguen son ocho años de sanación de un cuerpo enfermo, de una residencia señorial llena de las cicatrices del paso del tiempo pero que a cada golpe del cincel revela sus maravillosos secretos. Ceramistas, historiadores, biólogos, artistas irán desentrañándolos poco a poco.
En 1527, a Francisco de Vallejo y Lázaro Gil de Portillo les fue encargado por la corona elaborar el censo de pecheros (pagadores de impuestos) del reino de Sevilla.
Pasaron dos años recorriendo cada pueblo y sus comentarios, vistos con los ojos de hoy, no tienen desperdicio.
Su clasificación de las poblaciones por «calidad» les lleva a destacar las grandes ciudades que consideran florecientes en aquel momento:
También hay un rango de villas medias en el que abundan las descripciones positivas, como Utrera, que es de «gente rica», o Estepa, cuya población «está en ascenso»:
Hace decenas de miles de años creamos las primeras representaciones de la realidad, capturando así en imágenes lo fugaz de nuestras vidas.
Pero con el primer dibujo aparecía un problema y un mundo nuevo: el de la profundidad. Y cada cultura lo ha resuelto a su propia manera.🔻
Ya en la pintura rupestre se observa la diferencia entre dibujos que son meros perfiles de criaturas y otros que presentan una idea intuitiva de tridimensionalidad, desarrollando incluso una perspectiva biangular en la que se combinaban artificialmente distintos puntos de vista.
Pero con las primeras civilizaciones llegará una doble revolución: de un lado, el desarrollo de la capacidad para formar abstracciones de lo real; de otro, la creación de códigos para compartirlas. Nacen las proyecciones ortogonales, lo que llamaremos plantas, alzados y perfiles.
En el mundo islámico hay un artilugio arquitectónico, la mashrabiya, que sirve para todo. Permiten asomarse a la calle sin ser visto, refrescar las casas (tradicionalmente se colocan jarras de agua en ellas para que enfríen por evaporación), y son obras de arte para la ciudad.
En el sur de España se mantuvo esta arquitectura incluso tras pasar a manos cristianas, llamándose ajimeces a estas construcciones. Hoy están prácticamente desaparecidos, pero sí hay muchos de sus herederos espirituales, los cierros en hierro forjado y vidrio, ya del s. XIX.
Los ajimeces hicieron un largo viaje transatlántico para formar parte también del bagaje cultural de Hispanoamérica, donde quedan fantásticos ejemplos históricos de ellos. Aquí los del Palacio de Torre Tagle, en Lima, concluido en 1735.
La diferencia entre el arte medieval y el del Renacimiento es asombrosa. En apenas un siglo, lo visual en Europa cambió para siempre, y desde entonces hemos tratado de comprender por qué. ¿En la Edad Media no sabían pintar?
No, no es eso: es que veían el mundo con otros ojos…🔻
Un texto fundamental en este asunto es La perspectiva como forma simbólica (1927), de Erwin Panofsy.
Contexto. Venimos del siglo XIX, del historicismo y el eclecticismo. Ha nacido la historia del arte, identificando los «estilos» de cada período para aplicarlos en el presente.
Panofsky se mueve en la cultura alemana de pr. s. XX, que es neokantiana: hay una estructura profunda en el arte, una «esencia» de la que las obras son solo apariencia. Así, para él la historia de las formas es superficial; es necesario ampliarla hasta una historia de la cultura.
Hay una casa en Sevilla que representa el fracaso de una época.
El sueño frustrado de un aristócrata que se imaginaba en los salones de París, pero cuando miraba alrededor se encontraba solo en una antigua laguna.
Así vino al mundo la Casa de las Sirenas.
Los intentos de convertir en paseo para las clases acomodadas la Alameda de Hércules, uno de los espacios tradicionalmente más populares de la ciudad, parecen repetirse una y otra vez en la historia. Quizá el momento clave que pudo decantar la balanza fue la década de 1850.
En 1856, aprovechando la renovación urbana del acceso norte al centro ocasionada por la llegada del ferrocarril, el Ayuntamiento planteó la alineación de las fachadas de la Alameda y su prolongación hasta la Barqueta, proyecto que redactó el arquitecto municipal Balbino Marrón.