¿Puede ser la maldad bella? El cabildo de la catedral de San Pablo, en Lieja (Bélgica), lo tenía claro cuando vio “Le génie du mal” del escultor Joseph Geefs: “este diablo es demasiado sublime”.
El debate no se hizo esperar y la gente comenzó a decir que la escultura que representaba al ángel caído, Lucifer, no hacía sino distraer a las mujeres, que observándola dejaban de prestar atención a los sermones.
¿Cómo iba a cobijar la casa de Dios, un demonio hermoso? La orden fue retirar inmediatamente la escultura y se pidió a Guillaume Geefs, hermano de Joseph, que realizara una nueva.
Si comparamos las dos esculturas parecen ser iguales a simple vista.
Sin embargo, hay una serie de detalles que marcan la diferencia. Ambos aparecen sentados en una roca, cubiertos por una túnica que deja al aire sus torsos y brazos, y sus alas de murciélago. El ángel caído de Joseph tiene un rostro dulce, sereno…
nadie diría que estamos ante la personificación del mal, solo el detalle de la serpiente a los pies nos incita a pensar en ello.
Guillaume Geefs, nos crea un “genio del mal” menos cándido, pero sería difícil decir que menos bello. Lucifer levanta uno de sus brazos...
mientras que con la otra mano sujeta una corona y la mitad de un cetro, la otra mitad descansa a sus pies junto a una manzana, como símbolos del final de su poder. Un grillete sujeta su pie derecho y en su rostro podemos ver una mezcla de ira y resignación
que queda patente en su arrugada cara. Una lágrima brota de su ojo y comienza a descender por su rostro. La lágrima es el símbolo más sutil de su caída.
Sin duda, Guillaume tomó como modelo la obra de su hermano, pero la cubrió de símbolos buscando con ellos endurecer la figura; sin embargo, no consiguió (o no quiso) enmascarar la belleza del Ángel Caído.
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Me puedo pasar horas contemplándola y preguntándome cómo alguien es capaz de crear tanta belleza con sus manos 🥰
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Siempre he sentido curiosidad, admiración y, porque no decirlo, algo de “envidia” (siempre sana), por aquellos artistas que hacen brotar del duro mármol las formas más vivas, me pasa con Miguel Ángel y me ocurre con Giovanni Strazza y su “Virgen velada”.
No debería sorprendernos, pues ya en la escultura helenística, se conseguían semejantes prodigios, mirad esos pliegues completamente pegados a la piel en la “Victoria de Samotracia”; pero esta escultura tiene algo que cautiva.