la tradición teológico-metafísica que fundamenta a la
tradición de la filosofía política se irguió sobre una imagen de Dios, fraguando a
la divinidad como persona trascendente (esto es, separada del mundo); dotada de
voluntad omnipotente y de entendimiento omnisciente; eterna (imaginando la
eternidad como tiempo sin comienzo y sin fin); creadora de todas las cosas a partir de la nada (confundiendo a Dios con la acción de los artífices y
artesanos); legisladora y monarca del universo, que puede, a la manera de un príncipe que gobierna a su placer, suspender las leyes naturales por actos extraordinarios de su
voluntad (los milagros) y castigar o recompensar al
hombre (creado por Él a Su
imagen y semejanza, dotado de libre-arbitrio y destinatario preferencial de toda
la obra divina de la creación).
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El general Santander expresa su preocupación en carta suscrita 22 de febrero de 1822, cuando le dice a Bolívar:
«Nos queda otra vez el Juanambú y Pasto, el terror del ejército y es preciso creerlo el sepulcro de los bravos, porque 36 oficiales perdió Nariño y Valdés ha perdido 23 que no repondremos fácilmente. Resulta que Ud.
debe tomar en consideración las ideas de Sucre y de abandonar el propósito de llevar ejército alguno por Pasto, porque siempre será destruido por los pueblos empecinados, un poco aguerridos y siempre, siempre victoriosos».