La Península del Peloponeso debe su nombre a un personaje de la mitología griega llamado Pélope por conquistar la región y víctima de un crimen de su padre Tántalo. Y menudo crimen.
Engañar a los dioses trae consecuencias.
¿Qué hizo Tántalo para enfadarlos?
Tántalo era muy querido por los dioses, se contaba que era hijo de Zeus, y por ello asistía a sus festines. Un día invitó él a los dioses y como no tenía mucho que ofrecerles, mató a su hijo Pélope, le cortó a trozos, cocinó y se lo ofreció a los dioses.
🎨 Gioacchino Assereto
Los dioses de inmediato se dieron cuenta, todos excepto Deméter que se comió su hombro.
Los dioses, enfadados, reconstituyeron el cuerpo de Pélope y le devolvieron la vida; el hombro se lo fabricó Hefesto de marfil. Poseidón le hizo su amante y le enseñó a conducir su carro.
Pero le expulsaron devolviéndole a la Tierra ya que Tántalo se servía de él para robar el néctar y la ambrosía de los dioses y dárselo a los hombres.
Todo esto y que contaba sus secretos además de otras cosas que hizo, llevaron a Zeus a precipitarle a los Infiernos y ponerle un castigo ejemplar; su suplicio fue pasar hambre y sed eternamente.
Sumergido en agua hasta el cuello, esta se retiraba cuando iba a beber; sobre él había ramas repletas de frutos que al querer comer, se retiraban poniéndose fuera de su alcance. Fin.
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¡Ay, el amor!
Ese sentimiento que provoca angustia y dolor aunque, si eres afortunado, también alegría y placer.
Este niño es el dios que los antiguos griegos y romanos consideraban responsable de esos sentimientos.
Los griegos lo llamaban Eros, los romanos Cupido y era capaz de provocar un impulso físico poderoso y enloquecedor.
¿Quién no ha enloquecido alguna vez por amor?
El amor reconforta, pero también desencadena pasiones con crueles consecuencias.
En esta pintura de Parmiginiano, Eros aparece pintado como un pícaro.
Eurípides no le pudo definir mejor: "Eros, el de áurea melena, dispara las flechas de las Gracias, flechas de dos tipos; la una da una venturosa existencia, la otra trastorna la vida". (Ifigenia en Áulide).
Se cumple el nacimiento del Maestro Bernini (7 de diciembre de 1598); pintor, escultor y arquitecto italiano y uno de los mejores artistas del Barroco. Hoy se celebra el día del #OrgulloBarroco.
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Si me preguntas: ¿Qué es el Barroco?
Te diré que el Barroco es Éxtasis.
Me llamo Asterión, poca gente conoce mi nombre aunque todo el mundo ha escuchado hablar de mí.
Monstruo me llaman, y ¿qué culpa tengo yo de ser víctima de un castigo?
Me conoces, soy el Minotauro y hoy te voy a contar mi historia.
En la época en la que Asterio era rey de Creta, Zeus raptó a Europa en Fenicia y se la llevó a Creta montada en un toro manso blanco que era el mismísimo Zeus y uniéndose a ella engendró tres hijos: Minos, Radamantis y Sarpedón.
🎨 Gustave Moreau.
El rey Asterio se casó con Europa y adoptó a los tres hijos de Zeus.
Al morir Asterio sin descendencia, Minos pretendió reinar en Creta, pero los otros hermanos no estaban de acuerdo.
Convenció a sus hermanos de que había recibido el trono de los dioses y que se lo demostraría.
Mi nombre es Fedra, a lo mejor nunca has escuchado hablar de mí, pero seguro que sí de mi familia.
Soy la hija del rey Minos y Pasífae; mi madre lo es también del Minotauro y de Ariadna, la que ayudó a Teseo a terminar con la vida de nuestro hermano y luego la abandonó en Naxos.
No tuve ningún remordimiento en casarme con Teseo a pesar de haber abandonado a mi hermana, aunque también es verdad que al final salió ganando, y matar a mi hermanastro, el Minotauro.
En mi defensa diré que todo fue culpa de Afrodita, maldita sea esa terrible diosa.
Avergonzada por mi comportamiento, os voy a contar mi historia, pero antes os tengo que poner en situación para que me entendáis mejor.
"Yo no soy inferior a Atenea en el arte de tejer la lana".
Y probablemente no lo era, pero contra los dioses no se puede competir.
Mi nombre es Aracne y hoy os voy a contar mi historia.
Llegó a oídos de la diosa que todo el mundo se deleitaba con la belleza de mi arte y que hasta las ninfas de Tracia abandonaban sus aguas para verme utilizar el huso con gran destreza.
"Aracne, eres digna alumna de Palas", decían.
Yo lo negaba, no era alumna de nadie; era única y osé pronunciar:
"¡Que compita conmigo! A nada me negaré si vence".