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Jun 24, 2021 39 tweets 17 min read Read on X
En Donostia hay una escultura de acero que diseñó un portero de fútbol y que ocupa MILES DE KILÓMETROS.
Quizá es la mejor escultura del mundo porque, en realidad, no está hecha de acero sino de horizonte, espuma y viento.

En #LaBrasaTorrijos de hoy, el Peine del Viento.

HILO 👇
El pasado 18 de septiembre, la 68 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián se inauguró con la última película de Woody Allen.

Se llama Rifkin's Festival y, entre otras cosas, es una declaración de amor por Donostia.
A lo largo de unos cuantos paseos por la ciudad, la cámara de Allen sigue a Wallace Shawn, Gina Gershon o Elena Anaya, desde el Kursaal hasta la Iglesia de San Vicente, pasando por una playa de la Concha que parece extraída de la Nouvelle Vague francesa.
Y uno de esos paseos termina en un mirador sobre el mar como no hay otro en el mundo.

Termina, por supuesto, en el Peine del Viento.
Cuando estuvo rodando allí en 2019, la comitiva de Woody Allen provocó unos cuantos arremolinamientos y unos cuantos cortes de tráfico.

Al fin y al cabo, el cineasta neoyorquino era casi un hijo adoptivo de San Sebastián.
Lo que quizá no sabía Allen es que, en una de esas serendipias del tiempo, el Peine del Viento se inauguró en 1977, EXACTAMENTE el mismo año en el que él estreno la película que cambiaría su filmografía y, para muchos (entre quienes me incluyo) su mejor filme: Annie Hall.
En Annie Hall también sale el mar aunque, claro, no es el Cantábrico.

Cuando la estrenó, Woody Allen tenía 42 años.

42 años antes, en ese trozo del Cantábrico que filmaría 42 años después, un niño jugaba a esquivar la espuma de las rompientes.

Se llamaba Eduardo Chillida.
El niño Chillida saltaba de un lado a otro de ese extremo de Donostia y movía las manos dibujando trayectorias. Nos gustaría pensar que en esas trayectorias, ya estaba imaginando siluetas de acero plegadas contra el horizonte.
Pero no.

El niño Chillida lo que quería ser era portero de fútbol y en esas trayectorias lo que imaginaba eran disparos a puerta, despejes de puños y centros al área.
Y lo consiguió. Chillida, rápido, alto y enjuto fue guardameta de la Real Sociedad en la temporada 42-43.

Tenía 19 años.
Jugó 14 partidos como titular. Fue en ese partido 14 cuando Fernando Sañudo, delantero del Valladolid, golpeó con su rodilla en la rodilla de Chillida.

Chillida pasó hasta seis veces por el quirófano pero nunca pudo volver a ser futbolista profesional.
Los txuriurdines perdieron a una gran promesa pero, a cambio, el mundo ganó a uno de los mejores escultores de la historia.
Durante casi seis décadas, Eduardo Chillida colonizó el mundo del arte contemporáneo con algunas de las mejores obras de su disciplina.

Esculturas que jugaban con el espacio, el aire y el material. De acero, piedra y hormigón. En Berlín, Madrid y Barcelona.
Y en Donostia, claro.

En su San Sebastián natal.
A finales de los 60, Chillida ya era una figura de la escultura contemporánea. Había expuesto en decenas de países y varios donostiarras querían que la ciudad le rindiera un homenaje.

Chillida quería que ese homenaje fuese una escultura.
Las autoridades de la Donostia franquista no estaban totalmente por la labor de que se inaugurase un espacio público rabiosamente moderno en su ciudad.
Así que ese homenaje no llegaría hasta casi 10 años después.

En 1977.

Se llamaría Peine del Viento XV.
Chillida llevaba trabajando sobre el concepto del Peine del Viento desde 1952 y, de hecho, llegó a realizar 23 obras con ese nombre.

Por eso, el nombre completo del conjunto escultórico de Donostia es Peine del Viento XV.
Durante todos esos años y en todas esas versiones, el escultor plegaba el material y el espacio a su antojo.

Sin embargo, cuando fue a colocar el número, entró en juego las fuerzas de la materia y la naturaleza.

El Cantábrico enbravecido.
En sus propias palabras: "Es la solución de una ecuación que, en lugar de números, tiene elementos: el mar, el viento, los acantilados, el horizonte y la luz. Las formas de acero se mezclan con las fuerzas de la naturaleza, dialogan con ellas, son preguntas y afirmaciones".
Pero, para contemplar esas preguntas y esas afirmaciones, el Monte Igeldo no era suficiente. Igual que la obra de Chillida peinaba al Cantábrico antes de entrar a Donostia, el terreno debía ser domado para poder sentarse a contemplarlo.
Ese monte transformado, ese acantilado domesticado fue obra de su amigo, el arquitecto Luis Peña Ganchegui, quien construyó un delicadísimo anfiteatro de piedra horadada, por donde el aire y la espuma brota en géiseres acariciantes cuando la marea es brava.
Cada una de las tres piezas del Peine pesa casi 10 toneladas, así que su colocación, y más en 1977, no fue precisamente fácil.

Pero se puedo lograr gracias al ingeniero José María Elósegui y un montón de trabajo. Las imágenes de la puesta en obra son fascinantes.
Además, para que la roca resistiese, hubo que reforzarla con pernos que sujetasen las fisuras preexistentes y las que provocó el peso de las piezas.
El resultado final es que, las piezas de acero corten no parecen "colocadas" en la roca, sino que han sido lo milenios de viento y agua salada los que han ido erosionándolas hasta descubrir los brazos de acero.

Como si la escultura SIEMPRE HUBIERA ESTADO ALLÍ DEBAJO.
Pero hay algo más.

(Siempre hay algo más).
El conjunto de las tres esculturas ocupa unos cientos de metros y la plataforma de Luis Peña Ganchegui unos 3.000 m2 pero, en realidad, el Peine del Viento ocupa miles de metros. Cientos de miles de metros.

Ocupa el horizonte.
Porque, desde allí, entre el acero corroído y la espuma del Cantábrico, entendemos que, contra el viento, apenas somos nada.

Apenas somos un turista que mira al tiempo.
Eduardo Chillida murió en 2002 tras sufrir Alzheimer. Algunas crónicas dicen que en sus últimos años ya no recordaba lo que había hecho y que había sido uno de los mejores escultores de la historia. Un maestro del espacio y la materia.

Tal vez tienen razón pero yo no lo creo.
Porque también dicen que, en los estadios avanzados del Alzheimer, los enfermos ya solo recuerdan las cosas que vivieron cuando eran niños.
A mí me gusta creer que, al final de sus días, Eduardo Chillida recordaba esas tardes en las que, con 11 años, jugaba esquivando el viento y la espuma en ese extremo de San Sebastián.
Esas tardes en las que imaginaba trayectorias: tiros a puerta, despejes de puños y centros al área. Y las dibujaba con las manos.

Y ese dibujo era como el de unas barras piezas de acero corten de 10 toneladas que estaban debajo de las rocas y el viento comenzaba a descubrir.
Y con estas cuatro fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a irnos despidiendo de Chillida, del Peine del Viento, de Donostia, de Woody Allen y de #LaBrasaTorrijos de hoy.

Si os ha gustado, hacedme RTs, FAVs, follows o invitadme al cine!
El episodio de #LaBrasaTorrijos de hoy es una colaboración con Turismo de Donostia @SSTurismo, que han editado una ruta interactiva CHULÍSIMA para recorrer el San Sebastián de Woody Allen.

sansebastianturismoa.eus/es/blog/donost…
Tiene 10 paradas y, aparte del Peine del Viento, se detiene en el Kursaal, en el Palacio Miramar, en el flipante Museo de San Telmo...

Es una excusa magnífica para redescubrir una ciudad tan bonita como Donostia.

sansebastianturismoa.eus/es/blog/donost…
Y si os gusta la escultura, también han editado una ruta por las esculturas al aire libre de San Sebastián, que también mola muchísimo.

➡️sansebastianturismoa.eus/es/hacer/cultu…
Si queréis conocer más territorios improbables, todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:

Las imágenes del capítulo de hoy son de:

Jesús Uriarte, Donostia San Sebastián Turismoa, Álvaro Galve, Wouter Homs, Juanedc, Samuel Negredo, Rincewind, Sukopare, Joxemai, Juan Leyva, Pixabay, Javier Colmenero, Juanma Merino, Nitopol, Tripictures y Rollins-Joffe Productions.
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde.

(Fin del HILO 🌊🌬️💇‍♂️📽️⚽️)
(Y en el episodio de la semana que viene vamos a viajar a México a conocer una casa de hormigón que estuvo abandonada muchos años...aunque no estuvo vacía)

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Oct 24
En Viena hay seis torres nazis de hormigón: colosales, indestructibles. Fueron fortalezas antiaéreas, pero hoy son acuarios o miradores.

Porque la ciudad ha entendido lo que hacer con su pasado: transformar la máquina de guerra en memoria.

Os lo cuento en #LaBrasaTorrijos 🧵⤵️
Si paseáis por Augarten, uno de los preciosoS parques al norte de Viena, enseguida os vais a encontrar, aunque no queráis, con una estructura que desafía la lógica: es la Flakturm G.

La Torre Flak G.
43 metros de diámetro, 55 de altura. Muros de hormigón de DOS METROS Y MEDIO DE ESPESOR Y UN TECHO DE TRES METROS Y MEDIO.

Una máquina de matar. Un símbolo nazi que aún sigue en pie. Image
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Oct 20
Estos son los Gasómetros de Viena, uno de los conjuntos más fascinantes de la arquitectura europea reciente. ¿Por qué? Pues porque es arquitectura industrial —y de hace un siglo— transformada en viviendas.

Son cuatro cilindros gigantes de ladrillo —setenta metros de diámetro, ojo— que fueron en su día depósitos de gas, construidos a finales del siglo XIX para alimentar la red de alumbrado público de la ciudad. Estructuras industriales, apenas utilitarias, y pensadas para desaparecer cuando el gas dejara de arder.

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Y el resultado es brillante. Porque aquí no solo se conserva una fachada: se recupera una memoria de la ciudad. Se demuestra que los restos industriales, tan olvidados, pueden convertirse en lugares para vivir, para estudiar, para encontrarse. Que el pasado no tiene por qué ser siempre un museo, puede ser una estructura útil.
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Un corazón nuevo latiendo dentro de un cuerpo antiguo.Image
El Gasómetro B, de Coop Himmelb(l)au, es el más audaz: un edificio inclinado, de acero y vidrio, que se acerca al muro histórico sin tocarlo. Apenas lo roza, como si entendiera que el respeto no consiste en quedarse quieto, sino en moverse con cuidado.
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Oct 15
Esto redondo que tengo detrás en el video no es una galería de arte ni una casa. Es, oficialmente, el país más pequeño del mundo. Se llama Kugelmugel, y está en medio del Prater de Viena. Su historia, aviso, parece una broma muy elaborada, pero es completamente real:

En los años setenta, en el otro extremo de Austria, un artista llamado Edwin Lipburger decidió construirse una casa esférica. Una bola de madera habitable, de unos veinticinco metros cuadrados, que iba a usar como estudio para sus cosas de artista (que, por lo visto, requerían mucha superficie curva).

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Proclamó la República de Kugelmugel —que significa algo así como “la bola en la colina”—, y se declaró soberano. Diseñó una bandera (la austríaca, pero con los colores del revés), escudo propio, incluso sellos.

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Eso sí, Lipburger accedio al indulto (tócate las narices) con una condición: él cedía la bola, pero esta debía convertirse en galería de arte.

Y así, la Kugelmugel fue trasladada al Prater, con una última exigencia del artista: que su dirección oficial no fuera de Viena, sino de la Antifaschismusplatz, la Plaza del Antifascismo. El Ayuntamiento, probablemente ya un poco hasta las narices de todo, accedió.
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Un país de un solo habitante que decidió que, si el mundo era cuadrado, lo más revolucionario era construirse una casa redonda.
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Oct 10
En 1915, una mujer le pidió a su marido que le comprase unas cortinas.

—Cariño, ¿traes lo que te pedí?
—No, pero he comprado otra cosa: un círculo de piedras que, por cierto, es el monumento más famoso de Inglaterra.

En #LaBrasaTorrijos, el tipo que regaló Stonehenge.

🧵⤵️
Ah, Stonehenge.

Lugar de mitos, de leyendas.

De reencontrarse con los dioses arcanos, con el poder sanador del sol y la luna, con los misterios de civilizaciones antediluvianas... Image
..y también con hostias de la policía, por cierto. Image
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Oct 7
En este video estoy en Viena, en la Michaelerplatz, y este edificio que tengo detrás es donde empezó todo. Aquí nació la arquitectura moderna.

Se terminó en 1909, hace más de un siglo, y es obra de Adolf Loos. Lo verdaderamente revolucionario no era su forma ni su función, sino su ausencia: fue el primer edificio del mundo sin decoración. Nada de molduras, guirnaldas, relieves o florituras. Solo piedra, proporción y ventanas.

Hoy se lo conoce como la Looshaus, la “Casa de Loos”, y tiene el más alto grado de protección patrimonial en Austria —y, siendo honestos, debería tenerlo en el planeta entero—. Pero en su momento fue detestado. Lo llamaron “un montón de estiércol”. El emperador Francisco José, que vivía justo enfrente, decía que era tan feo que prefería correr las cortinas para no tener que verlo desde el Hofburg.
Y algo de razón tenía si uno lo mira con ojos de su tiempo. En 1911, cuando se inauguró, las ventanas eran simples huecos rectangulares en una fachada completamente desnuda. Ni jardineras ni adornos. Nada. La ciudad de Viena obligó a Loos a añadir “algo”, lo que fuera, y él accedió con ironía: colocó unas jardineras con flores, que aún hoy sobreviven ahí arriba como una especie de concesión sarcástica al gusto burgués.
Abajo, en cambio, sí hay ornamento. La planta baja —entonces un banco, hoy una joyería— está revestida de mármol verde y tiene columnas dóricas. Loos lo hizo deliberadamente: quería marcar el contraste. La parte baja, ligada al espacio público, podía dialogar con la tradición; la superior, dedicada a la vida doméstica, debía ser limpia, racional, sin artificio.

De esa tensión —entre lo clásico y lo moderno, entre la plaza decorada y la vivienda desnuda— surgió uno de los textos fundacionales de la modernidad: “Ornamento y delito”, el ensayo en el que Loos proclama que el adorno es una forma de atraso moral. Desde aquí, desde este edificio que un emperador consideró insoportable, empezó el siglo XX arquitectónico.
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Oct 3
En la costa chilena hay un lugar donde la gente no se cambia de casa. MUEVE LA CASA DE SITIO.
Y la mueve tirada por bueyes, por tractores y hasta por barcos.

Pero no es solo eso. Es la expresión del lazo de una comunidad.

En #LaBrasaTorrijos, la minga de Chiloé.
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En 1993, el cineasta colombiano Sergio Cabrera estrenó uno de los filmes más interesantes, más combativos y también más divertidos de la década: "La estrategia del caracol" Image
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