En Madrid hay un edificio donde el suelo es techo y el exterior es interior, que es pasado y a la vez es futuro, y que pesa 10.000 toneladas pero flota a 2 metros del suelo.
Y que supuso un reto constructivo único en el mundo.
Se recomienda acompañar el hilo de hoy con este episodio del podcast "Sonidos de Infraestructuras" en el que participo y del cual soy asesor 😬) open.spotify.com/episode/1AWlPY…
El 15 de julio de 2004, un aparatoso incendio en una subestación eléctrica dejaba sin luz a decenas de miles de madrileños y colapsaba el centro de la capital de España.
El incendio se había producido en la llamada subestación "Mediodía" que estaba al lado del Paseo del Prado, tras una gasolinera y, curiosamente, junto a un edificio en obras que también se había llamado "central eléctrica de Mediodía".
Salió en todos los periódicos.
No muchos madrileños sabían qué era ese edificio de ladrillo sin techo que estaba al lado del incendio ni qué había sido antes ni qué iba a ser después.
Porque ninguno sabía que, en realidad, lo que se estaba construyendo allí era una botella de Klein.
(¿Una botella de Klein? ¿Qué es una botella de Klein?)
Una botella de Klein es una superficie que no tiene exterior ni interior. O, de algún modo, una superficie donde el interior ES el exterior de forma continua, y viceversa.
Esto de aquí.
¿Y por qué el edificio que estaban construyendo allí, junto al Paseo del Prado, era una botella de Klein?
Para entenderlo, tenemos que viajar a hace cien años. Al Madrid donde al que pertenecía la central eléctrica de mediodía.
(Dadle al play ▶️)
Sí, la central eléctrica de Mediodía era un edificio industrial de ladrillo del año 1900 que pertenecía a otra época.
Para el año 2000 llevaba varias décadas abandonado y, aunque no tenía gran valor arquitectónico, era uno de los pocos restos de la memoria industrial de Madrid.
Un Madrid de callejuelas estrechas y edificios no demasiado salubres.
Un Madrid que tenía una gasolinera en pleno Paseo del Prado, algo que hoy nos parece impensable, pero que duro hasta hace apenas 15 años.
(La central de Mediodía está detrás de la gasolinera).
Por eso, cuando La Caixa adquirió el edificio para construir allí un nuevo museo y centro cultural, eligió como arquitectos de su edificio a Jacques Herzog y Pierre De Meuron.
Por un lado, La Caixa ya había construido el CaixaForum de Barcelona en un antiguo edificio industrial; y por otro, Herzog & De Meuron, además de estar en la cima de su carrera, llevaban ya tiempo considerando que la arquitectura industrial era digna de ser valorada.
Además, el solar estaba en el denominado triángulo de los museos de Madrid, junto al Reina Sofía y el Thyssen y justo en frente del Prado y el Jardín Botánico.
La respuesta que ofrecieron los arquitectos suizos fue, sencillamente, formidable.
Creaban una nueva plaza pública que generase espacio para mirar a la vieja fachada de ladrillo industrial, que cobraba una importancia capital, PUES ESTABA ELEVADA SOBRE UN PEDESTAL DE AIRE.
Efectivamente, con ese enorme vuelo y la linea de sombra generada, parecería que la antigua nave industrial flotase sobre la nueva plaza.
Pero como las necesidades del nuevo museo eran mucho mayores que lo que cabía en la vieja nave (hall, auditorio, salas de exposición...), el edificio crecía con un cuerpo superior que, dialogando con la memoria, sería de acero corten.
Un material estéticamente industrial.
En realidad no se conservaba todo el antiguo edificio industrial, solo la fachada de ladrillo. Ahora bien, a esa piel de ladrillo se le cortaría el zócalo inferior y, de algún modo, permaneció COLGADA DURANTE TODA LA OBRA.
Un reto constructivo único.
(Volved a darle al play ▶️)
En esta ALUCINANTE foto del principio de la obra se ve la antigua fachada industrial apeada, sujeta, por un sistema provisional de vigas de acero.
Es una tramoya, pero una tramoya magnífica.
Claro, la fachada no se iba a sujetar en el aire por arte de magia. Se anclaría mediante un sistema de mechinales (pernos embebidos la pared) a un muro perimetral de hormigón que, a su vez, se cogía con ménsulas a los tres únicos núcleos portantes del edificio.
Estos tres.
Y eso que asoma por detrás es el muro perimetral de hormigón que sujetaría la vieja fachada de ladrillo a la nueva estructura.
Una vez la fachada estaba sujeta al muro y el muro apoyado en los núcleos, se pudo al fin cortar la parte inferior y retirar los apoyos provisionales.
Los madrileños vimos un edificio que, genuinamente, no sabíamos dónde leches estaba apoyado.
Las fotos de obra son FLIPANTES.
De hecho, más de un paisano no tenía claro que eso se sujetase bien. Incluida la abuela de Elena Álvarez, ingeniera de Ferrovial y jefa de producción de la obra 🙃.
( Play ▶️)
Por supuesto que el resto de la obra también fue un reto. Había que excavar en una zona del centro de Madrid de calles estrechas y con un tráfico colosal. Había que transportar materiales pesados y de tamaños descomunales. Había que esquivar la antigua gasolinera...
Pero lo cierto es que, una vez solucionado lo de sujetar la fachada, lo demás fue algo más sencillo.
Se quitó la gasolinera, se cubrió el auditorio con el suelo de la nueva plaza y, esa nueva plaza se conectó con el barrio de las Letras.
El edificio se podía cruzar por debajo.
Y el edificio también había crecido por arriba. Con ese volumen de acero corten que, sin embargo, trataba por todos los medios de ser lo más liviano posible.
Y era lo más liviano posible porque no quería imponerse sobre el resto de las cubiertas inclinadas y los retranqueos del barrio. Por eso el volumen también se recorta y se inclina y se retranquea. Para que visualmente ocupe lo mínimo posible...
Y también por eso, las chapas de corten están perforadas. Casi se diluyen contra el cielo.
Así, al poco de su inauguración en 2008, el CaixaForum Madrid se convirtió en uno de los sitios más fotografiados, y mas bonitos, de la capital.
A ello contribuía, por supuesto, el formidable jardín vertical de Patrick Blanc o, ya en el interior, la preciosa escalera de hormigón blanco autocompactante que recorre todo el edificio de abajo a arriba.
O la chulísima escalera de entrada, que es a su vez suelo de la plaza y falso techo del edificio y paredes de acceso y, sin darte cuenta, estás dentro.
Porque es exterior y, a la vez, interior.
Como una botella de Klein.
Pero esa no es la única botella de Klein del CaixaForum.
Porque si una botella de Klein es un artefacto que es a la vez una cosa y su contraria, TODO el CaixaForum es una enorme botella de Klein...
Un edificio que es privado y, a la vez, regala uno de los mejores espacios públicos de esa zona de Madrid.
Un edificio que es furiosamente contemporáneo y, a la vez, tiene una fachada que es memoria industrial de hace cien años.
Y un edificio que pesa diez mil toneladas pero flota a dos metros del suelo y, aunque mide más de treinta metros, en los atardeceres se difumina contra el cielo de Madrid.
Si queréis saber más del CaixaForum y del reto ingenieril y constructivo que supuso, tenéis que escuchar este episodio de "Sonidos de Infraestructuras", el podcast de @ferrovial_es en el que he colaborado, porque es realmente alucinante.
Da un montón de detalles desconocidos contados de primera mano por gente que estuvo allí. Mola un montón y también lo tenéis todas las demás plataformas habituales de podcast...
Y con estas cuatro fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos la central de Mediodía, de Madrid, de las botellas de Klein, del CaixaForum y de #LaBrasaTorrijos de hoy.
Si os ha gustado, hacedme RTs, FAVs, follows o cosedme el bajo del pantalón!
Si queréis conocer más territorios improbables, todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:
Dave Morris, Felipe Gabaldón, Jean-Pierre Dalbéra, Lenore Edman, Oscar Carnicero, Ruben Vique, TijsB, Google Earth, Pedro Torrijos y un montón cortesía de Ferrovial.
El episodio de #LaBrasaTorrijos de hoy es una colaboración con la @ferrovial_es, que han hecho un podcast realmente estupendo y, además, tienen un equipo de comunicación cojonudo al que quiero agradecer desde aquí la confianza en el proyecto.
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde.
(Fin del HILO 🏭✂️🏙️🌬️⛅️)
(Y en el episodio de la semana que viene, que será el último de esta temporada, vamos a viajar a la costa atlántica a bañarnos en un trozo de océano domesticado durante un verano infinito)
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En la costa chilena hay un lugar donde la gente no se cambia de casa. MUEVE LA CASA DE SITIO.
Y la mueve tirada por bueyes, por tractores y hasta por barcos.
Pero no es solo eso. Es la expresión del lazo de una comunidad.
En #LaBrasaTorrijos, la minga de Chiloé.
🧵⤵️
En 1993, el cineasta colombiano Sergio Cabrera estrenó uno de los filmes más interesantes, más combativos y también más divertidos de la década: "La estrategia del caracol"
"La estrategia del caracol" es una dramedia que cuenta la historia de unos inquilinos que se rebelan contra su casero de una manera tan divertida como inverosimil: cambian de sitio el edificio donde viven y dejan apenas un trampantojo.
En 1981, un hombre escaló los 442 metros de la Torre Sears, el edificio más alto del mundo. No era un espectáculo circense: fue una advertencia que puso en duda a todos los rascacielos y obligó a Chicago a repensar su propia ciudad.
Os lo cuento en #LaBrasaTorrijos.
🧵⤵️
En 1970, Sears encargó al arquitecto Bruce Graham, de la firma SOM, la construcción de su cuartel general en Chicago.
No era un proyecto normal, era un edificio para la mayor empresa de grandes almacenes del mundo, con más de 350.000 trabajadores.
Un coloso empresarial.
Como ese coloso no se iba a conformar con un edificio "normal", Graham les propuso otro coloso. Una sede que representara el tamaño de su imperio.
Les propuso construir el rascacielos más alto del mundo.
El precio del alquiler es un problema muy grave. A veces, por culpa de caseros chungos.
Pues en Irlanda hubo un casero TAN CHUNGO que su apellido se convirtió en un verbo que significa "Negarse a comprar o participar en algo como forma de protesta".
Esto es #LaBrasaTorrijos ⤵️
En 1854, un joven inglés llamado Charles Cunningham se trasladó a la isla de Achill, al oeste de Irlanda. Hijo de familia pudiente, salía de una carrera militar fallida y llegaba a las verdes tierras de Éire dispuesto a ser un hombre rico y de provecho.
En esa época, Irlanda vivía una situación bastante peluda: acababa de salir de la Gran Hambruna del 45, que había diezmado a la población, bien llevándola a los camposantos, bien obligándola a emigrar.
Por tanto, las verdes tierras de cultivo eran un bien muy preciado.
Este es el río Chicago. Un río que, además de vertebrar el centro de la ciudad, presume de una rareza única en el mundo: CORRE AL REVÉS. Es decir, fluye en sentido contrario al que debería. No desemboca en el lago Michigan, sino que, al contrario, nace de él.
¿Por qué? Porque le dieron la vuelta. Hasta mediados del siglo XIX, el río desembocaba en el lago, pero no solo llevaba agua limpia: también arrastraba las aguas sucias de la ciudad, las de los inodoros y las primeras industrias. Y como la ciudad bebía a su vez de ese mismo lago, el resultado era obvio: un cóctel de enfermedades y varios brotes de cólera bastante serios.
Así que, a mediados del XIX, Chicago decidió lo impensable: invertir el curso de su propio río. Y lo hizo con una obra de ingeniería monumental. Construyeron cauces artificiales con un lecho más profundo que el natural, levantaron diques y presas, y obligaron al agua a encontrar su nuevo camino. Desde entonces el río Chicago corre en dirección contraria.
¿Y hacia dónde corre?
Pues hoy desemboca en el Mississippi. Eso significa que las aguas del lago Michigan recorren de norte a sur los Estados Unidos enteros hasta llegar al golfo de México.
En su momento hubo bronca: de repente las aguas sucias de Chicago pasaban por San Luis, y a nadie le hacía gracia recibir semejante regalo. Al final la cosa se arregló y hoy, gracias a los sistemas de depuración modernos, el agua que baja y se une al Mississippi ya llega limpia.
Uno de los mejores edificios de la historia está construido con nenúfares. Nenúfares tan delgados que no respetaban la normativa.
Pero resistieron. Solo hubo que demostrarlo (y echarle valor).
En #LaBrasaTorrijos, la Johnson Wax y los cojonazos de Frank Lloyd Wright.
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Se suele decir que los arquitectos tenemos un problema de ego. Que creemos que sabemos de todo y siempre tenemos razón y somos interdisciplinares y sabemos de música y de literatura y de coches y de fútbol...
En definitiva, que somos unos flipaos y unos cretinos.
Y la verdad es que es verdad. Si un arquitecto de poca monta como es mi caso, se cree el puto amo de la cultura occidental, imaginaos cómo sería un arquitecto que SÍ QUE FUE (uno de los) PUTOS AMOS de la arquitectura occidental.