En algún de la India, en un tiempo impreciso, se cuenta que una princesa dio a luz a un hijo fuera de su matrimonio. Un pequeño que al crecer tenía la capacidad de transformarse en tigre cuando la madre no lo vigilaba.
El niño-tigre se movía por las calles de las aldeas vecinas atacando al ganado de sus pobladores, lo que los llevó a salir armados y dispuestos a matar al felino que atacaba sus reses.
Cuando se enteró, la madre salió al paso en defensa de su hijo. Hablo largo y tendido hasta llegar a un acuerdo con los campesinos: su hijo, el tigre se mudaría a vivir al bosque, pero ellos también deberían hacer cierto sacrificio.
Tendrían que construir un santuario a la entrada de su aldea dedicado a la deidad Waghoba de los grandes felinos, y realizar ofrendas anuales para garantizar la convivencia de humanos y tigre.
Esta historia es una de muchas. Por toda la India es posible escuchar relatos similares en aquellas zonas en las que la gente convive cerca de tigres, leopardos u otros grandes felinos. La cultura y culto a Waghoba persiste en muchas zonas.
Un estudio ha analizado como estos cultos han ayudado a fomentar la coexistencia de humanos junto a animales peligrosos y qué se puede aprender de ello para resolver los conflictos entre humanos y otros depredadores.
Estudiando el sistema de creencias Waghoba entre el pueblo Warli, en el estado de Maharashtra, las investigadoras han observado que los santuarios están en todas partes, uno en cada aldea, a veces, uno adicional en la colina más cercana.
Para los lugareños, cualquier gran felino con el que se topan es Waghoba, con el cual tienen un acuerdo mutuo de protección. “El felino es conocido y aceptado como el rey de la jungla. Le rezamos para que nos proteja y no nos haga ningún daño”.
Cuando algún animal ataca al ganado o a una persona, suele buscarse alguna explicación, algo que justifique que el felino haya podido atacar a dicha persona o sus propiedades.
En su cultura, a los felinos se les asigna un papel activo en el entorno por el que compiten y comparten. Esperan que las acciones de las personas y los animales permitan la convivencia entre ambos sin buscar su exclusión.
Las autores relatan la historia de un hombre que afirmaba haberse topado cara a cara con un tigre al que le dijo: “Si me vas a comer, adelante. Tú eres nuestro dios”, y cerró los ojos. El animal simplemente se alejó.
Es posible, que las creencias y la entrega ayuden a las personas a mantener la calma cuando se enfrentan a leopardos o tigres, algo que podría haber salvado algunas vidas.
Pero los grandes beneficiados de dichas tradiciones, sin duda alguna, son los animales. No hay mejor protección para una especie que ser considerada una deidad por quienes conviven con ella.
Los conflictos entre humanos y depredadores han existido y existirán siempre, pero algunos pueblos, como los Warli, los han gestionado a través de lo simbólico y los mitos durante generaciones.
Han desarrollado una serie de narrativas que les permite aceptar el conflicto y favorece la coexistencia sin buscar la exterminación del problema.
De este tipo de protección también parecen beneficiarse en algunas regiones las serpientes, un problema en la India mucho mayor que los grandes felinos, pues sus mordeduras siguen causando unas 45.900 muertes al año en el país.
En la cadena montañosa de los Ghats occidentales, en el suroeste de la India, los autores de otro estudio observaron que la gente era menos propensa a matar y lastimar a las serpientes cuando se cruzaban con ellas.
La actitud de las personas respecto a las serpientes coincidía con la existencia de cultos a las serpientes en las regiones boscosas de las montañas, que como la deidad felina facilitaba la coexistencia entre humanos y animales.
Optimizar la convivencia pacífica entre las personas y los animales es importante, más cuando la vida silvestre está en retirada y surgen problemas de conservación.
La convivencia puede estar arraigada culturalmente, basada en mitos y tradiciones antiguas como las de la India, o en hábitos modernos basados en una mejor comprensión de los animales y sus conductas.
Algo especialmente importante cuando una especie protegida es reintroducida tras largos periodos de ausencia en una región, o una especie se expande grandes a los esfuerzos de conservación.
La actual pérdida de biodiversidad podría ser peor de lo que hasta ahora se creía, o eso sugiere un nuevo análisis sobre las tendencias poblacionales de más de 71.000 especies de animales. Los resultados no son optimistas...
De hecho, indican que el declive de muchas especies no queda bien reflejado en la lista de la UICN. La categoría con el estado de conservación de las especies asignado por la UICN estaría indicando la situación de riesgo actual de las especies pero no su tendencia.
Y la tendencia es un aspecto importante, al final un proceso de extinción no es más que un fenómeno demográfico, es el resultado de un declive poblacional sostenido en el tiempo hasta llegar a un punto en el cual cambiar la tendencia no es posible y se extingue el organismo.
Las gaviotas escogen su comida en base a lo que ven comer a las personas. Un experimento demuestra que estas aves son excelentes aprendices sociales con un alto nivel de cognición. El experimento es realmente sencillo:
Supone exponer a las gaviotas dos bolsas de patatas: una de color rojo y otra verde. A 5 metros de distancia de las bolsas se sitúa una persona que a veces actúa como simple observador, y en otras como patatas de una bolsa roja o de una bolsa verde.
A partir de este diseño tan sencillo se ha visto que el 48 % de las gaviotas se acercaban a las bolsas de patatas cuando el experimentador estaba comiendo, pero solo un 19 % cuando no comía y solo observaba.
Las ballenas boreales o de Groenlandia, los mamíferos más longevos del mundo, raras veces se ven afectadas por el cáncer. Los animales más grandes tienen más células y por tanto deberían tener más probabilidades de desarrollar cáncer pero no es el caso.
Este fenómeno se conoce como la paradoja de Peto. De hecho, se ha observado que muchos animales masivos tienen tasas muy bajas de cáncer, entre ellos la ballena boreal: un animal que puede pasar de los 80.000 kilos y vivir más de 200 años.
Se ha planteado que los animales de gran tamaño tienen más mecanismos celulares de reparación de ADN, dando así la vuelta a las probabilidades de padecer un cáncer. Un nuevo estudio ha descrito el mecanismo en las ballenas boreales.
Durante mucho tiempo se ha creído que los vínculos afectivos de los topillos de las praderas (Microtus ochrogaster) se debían a la oxitocina, la popularmente conocida como "hormona del amor". Se atribuía a esta hormona su monogamia y lazos afectivos. Pero estábamos equivocados.
Estos ratoncillos campestres han sido muy estudiados en las últimas décadas por su inusual compromiso con la familia. Son de los pocos mamíferos socialmente monógamos que crían cachorros juntos y se aparean exclusivamente con sus parejas. Algo casi inusual entre los mamíferos.
Son tan sociales, que si a una pareja se le colocan las crías de otra pareja, los aceptan, adoptan y crían como si fuesen sus propios cachorros. Esto, también es inaudito para un roedor. Vamos, que son unos animales de lo más sociales y empáticos.
Nuevos análisis sugieren que los neandertales cazaban elefantes en Europa hace 125.000 años, lo que sugiere que o vivían en grandes grupos o hacían uso de técnicas para preservar la carne.
El trabajo se ha realizado analizando las marcas halladas en los huesos de hasta 70 elefantes y las piedras talladas de un yacimiento alemán de unos 125.000 años.
Las marcas de muchos de los esqueletos parecen indicar que los animales fueron despiezados y que se obtuvo meticulosamente toda la carne y grasa adherida a los huesos, incluso la de los pies.
El arte paleolítico siempre ha cautivado nuestra imaginación: tanto por sus impresionantes representaciones figurativas como por sus enigmáticos símbolos; a ello se suma un nuevo estudio que sugiere que puede haber ahí un sistema de protoescritura, sería el más antiguo conocido.
Existen más de 400 cuevas europeas con arte rupestre en sus paredes, algunas de ellas de unos 42.000 años, donde predominan sobre todo las formas animales: caballos, bisontes, ciervos, renos y otra fauna de la época.
Muchas veces estas representaciones gráficas van acompañadas, bien alrededor o dentro mismo de las figuras, de símbolos abstractos como rayas, puntos, cruces o asteriscos, cuyo significado lleva debatiéndose mucho tiempo.