Empecemos por el final, por la parte más triste, por el horror.
Johann Trollmann fue asesinado en un campo de concentración en 1944.
Rukeli (en romaní árbol fuerte) fue un boxeador muy conocido en la década de los 30. Llegó a ser campeón alemán de los semipesados, una cara conocida en las revistas y todo un "sex symbol" de la época.
Pero su nombre le delataba: su familia era gitana.
Por eso, cuando le reconocieron en el campo de concentración de Neuengamme, los oficiales de la SS le reconocieron.
Después de su jornada de trabajos forzados, era llevado a pelear en el ring con soldados de la SS, pese a su débil estado.
Trollmann, desesperado con la situación, decidió huir a otro campo de concentración con la identidad de otro preso.
Pero por desgracia allí le esperaba su último combate.
En Wittenberge, el otro campo de concentración, el oficial Emil Cornelius le volvió a reconocer.
Y está vez no le pidió que combatiera contra soldados, sino contra el mismo.
Cornelius y Rukeli combatieron.. y pese a las pocas fuerzas, el prisionero venció.
Cornelius se tomó la venganza.
El día después de la pelea, el oficial le asignó los peores trabajos a Rukeli.
Y cuándo estaba al borde del agotamiento...
Le mató.
Pero el odio de Cornelius no era solo por una simple pelea.
Rukeli era un símbolo.
Una leyenda de alguien que había resistido.
Había resistido a los Nazis, a las imposiciones, a las leyes y a todo lo que se había antepuesto a él.
La historia de Rukeli no es la de un prisionero muerto, es la historia de alguien que supo ganar, incluso perdiendo.
Su historia comienza en Hannover, cuando a los 8 años se sube por primera vez a un ring de boxeo.
En seguida ven en él algo diferente.
Es fuerte como un árbol, pero también es ágil y rápido.
"Baila como un zíngaro sobre el ring" dicen de él los primeros titulares en la prensa cuando consigue ganar el título regional.
Su nombre empieza a sonar en el mundo del boxeo. Su estilo es atractivo, su personalidad también. Es un tipo carismático y jovial.
Pero es gitano.
El primer golpe le llega en 1928.
Su nombre fue eliminado de la lista de participantes de los Juegos Olímpicos de Amsterdam. Sin ningún argumento desaparece de los participantes en favor de otro campeón alemán que había perdido contra Rukeli.
Trollmann no se amilana y decide dar un paso más, se hace boxeador profesional.
La prensa empieza una campaña contra él.
Le atacan por sus movimientos sobre el ring "No es el auténtico estilo alemán".
Le llamaban "el bailarín gitano" por su ascendencia. Aquí podéis ver a su familia.
Pese a la campaña de difamación, la carrera de Rukeli despega.
Comienza a ganar peleas importantes en los semipesados.
Contra Baisly, contra Boer, contra Russo.
En 1932 se convierte en el aspirante al título que tendrá que luchar contra Witt el próximo año.
Es decir... 1933.
Los Nazis asumen el poder de todo
Y cuando digo de todo es de todo.
Los gimnasios de boxeo son "arializados".
La "Deutscher Faustkampf", una asociación dirigida por el partido, comenzó a discriminar a los boxeadores no arios.
Grandes campeones como Erich Seeling, boxeador judío, se marchan del país.
Rukeli se queda.
Nadie le puede obligar a marcharse.
El 9 de junio comienza el combate por el título nacional de los semipesados.
En el Sommergarten de la "Bockbier" (una cervecería famosa de la época) la expectación es máxima.
Entre el público estaba el presidente de la Deutscher Faustkampf, deseando ver la derrota de Rukeli y proclamar la superioridad aria.
El combate es durísimo.
Llegan golpes de uno y otro lado.
Pero Rukeli comienza su festival de movimientos.
Witt no puede detenerle.
El combate está a punto de acabar y está claro quién será el ganador.
Pero antes de que sonara la campana, los jueces son advertidos de que detengan el combate y declaren el combate como "nulo".
Cuando los jueces anuncian la decisión, el público se revuelve contra ellos.
Hay un conato de rebelión.
Los jueces son amenazados y se inicia una protesta masiva.
Ante tal panorama, los jueces no tienen otra opción que declarar a Rukeli...
¡CAMPEÓN ALEMÁN DE LOS SEMIPESADOS!
El público estalla.
Rukeli rompe a llorar.
Todos le abrazan.
La alegría es desbordante.
Pero... es gitano.
La alegría solo dura 8 días.
Rukeli recibe una carta de la Asociación de Boxeo de Alemania.
Le retiran el título de campeón por... conducta inapropiada.
Es decir: por llorar tras el combate.
Trollmann no se lo puede creer. Es una injusticia tremenda.
Pero no le van a parar.
Así que toma una determinación. Una última pelea que lo cambiará todo...
Pero eso os lo cuento mañana.
Como habéis hecho virales los hilos que he escrito en dos partes. La historia de Rukeli se merece que le hagáis tan conocida como Twitter nos deje.
Así que... hasta mañana.
*la hagáis....
El día que Twitter deje editar los tuits, voy a ser el hombre más feliz del mundo.
¿Por dónde íbamos?
Ah sí, Rukeli acaba de perder el título de los semipesados por... por...
Seamos realistas, lo perdió por ser gitano.
Rukeli se queda devastado.
Pero los Nazis no tienen suficiente, quieren eliminarlo del mundo del boxeo. Su color de piel es diferente y eso no pueden aceptarlo.
A las pocas semanas le envían una carta en la que le informan que tiene dos opciones...
O pelear como un verdadero alemán...
O retirar su licencia de boxeador.
La Asociación de Boxeo piensa que con esa jugada han dejado en jaque mate a Rukeli... pero eso es porque no conocen realmente a su oponente, Johann Wilhelm Trollmann.
Rukeli tiene un plan.
Quizás no para ganar...
Pero sí para no perder.
El 21 de julio de 1933, solo unas semanas después de haberle sido arrebatado el título de campeón, se vuelve a subir al ring.
Pero ya no lo hace como un Rukeli, el boxeador gitano, lo hace como un alemán.
Ha cubierto su piel con talco
Y su pelo ya no está ensortijado, ni es negro... Ahora luce un típico peinado ario, con el cabello totalmente teñido de rubio.
Pero ahí no acaba la caricatura.
Rukeli decide adoptar el estilo alemán.
Nada de baile de piernas.
Nada de agilidad.
Nada gitano.
Se queda parado en centro del ring.
Y espera los golpes.
Le llueven derechas.
Ganchos.
Golpes de todo tipo.
Hasta que en el quinto round cae a la lona.
Rukeli ha perdido
¿Ha perdido?
A su alrededor no hay vítores. El ganador no levanta los brazos. Nadie le abraza.
Rukeli no podía ganar, pero les ha robado la victoria.
La historia de Rukeli no ha sido olvidada.
Su nombre lleva una fundación que ayuda a niños de minorías étnicas.
El premio Nobel, Dario Fo, le dedicó un libro.
Su Stolperstein (la piedra de recuerdo a las víctimas del holocausto) sigue brillante en Berlín.
Y en Hannover bajo el letrero de su calle.
Y en mi camino de todos los días, donde cada mañana veo las flores frescas junto a su efigie de árbol grande.
Pero, sobre todo, en la lista de campeones de boxeo alemanes. Donde, desde 2003, aparece su nombre como campeón de los semipesados de 1933.
Tuvo que esperar más de 70 años, pero al final consiguió su victoria.
Si os ha parecido una historia tan conmovedora como a mí, por favor, expandir su nombre:
Johann "Rukeli" Trollmann, un campeón alemán.
Por cierto nº1: Una de las cosas que no cabían en el hilo es que Rukeli combatió en la II GM. Pero en 1942 se promulgó una ley para que los romaníes fueran expulsados del ejército.
Me parece increíble que los propios soldados acabaran en campos de concentración.
Por cierto 2: Hay un docudrama que recrea la vida de Trollmann, “Gibsy Die Geschichte des Boxers Johann Rukeli Trollmann”, pero no he conseguido encontrarlo.
Si alguien lo ha visto (en Alemania, no creo que haya pasado fronteras) que me avise.
Fin del hilo:
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios, vuestros likes, vuestras emociones...
Es un placer escribir sobre cosas que pensaba que solo me interesaban a mí y encontrar una respuesta tan bonita.
Buen fin de semana.
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Existen muchos nombres para referirse al muro de Berlín “Telón de acero” “Muro de protección antifascista”, pero me parece que el que mejor lo denomina es “obstáculo”
El muro se convirtió en obstáculo para sus ciudadanos. La vida normal siempre chocaba contra él.
El 13 de agosto de 1961 los berlineses se levantaban con un disparate frente a sus ojos. Cientos de soldados se posicionaban frente a una alambrada que les impedía circular libremente por su ciudad.
Con los ojos del presente, quizá podríamos pensar que la población estaba al tanto y esperando una decisión así.
La arquitectura en Berlín es casi una religión. En la ciudad puedes encontrar obras de Mies, Le Corbusier, Chipperfield... pero ninguno me ha impresionado tanto como la primera vez que pasé por delante del Búnker.
En Berlín no es tan extraño encontrarse aún búnkeres de la II Guerra Mundial. En mi calle, por ejemplo, hay uno.
Lo más divertido de ese búnker es que es indestructible (Los Nazis, otra cosa no, pero hormigón armado sabían construir) así que han construido sobre él.