La historia de los sanatorios giratorios del Doctor Saidman, que curaban la tuberculosis (y a cambio te subían un montón de puestos en la lista del cáncer de piel).
La historia de como la ermita enterrada de San Adrián de Sásabe y la Estación Internacional de Canfranc pudieron (o no) estar relacionadas en la búsqueda del Santo Grial.
La historia de dos gigantescos altavoces de hormigón y de las batallas de propaganda con panfletos y música ligera que se libraron entre China y Taiwan en los años 60 y 70.
La historia de Bodie, un pueblo fantasma en el norte de California que está poseído por una maldición (pero no es el tipo de maldición que os imagináis).
A mediados del XIX, Chicago instaló su alcantarillado y, para ello, tuvo que elevar su trazado urbano. Sus calles y sus aceras. Y TAMBIÉN SUS EDIFICIOS.
MÁS DE 4 METROS.
Y A MANO.
En #LaBrasaTorrijos redux, el alzamiento (literal) de Chicago.
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Que el coche se ha convertido en un problema para las ciudades modernas es algo que tenemos bastante claro pero, en realidad, la imposición del tráfico rodado sobre el trazado urbano es una cosa MUCHO más antigua.
He leído que a Tolkien no le gustó Dune, y es lógico porque:
1. Los personajes de Dune no pueden andar porque se los come un gusano gigante, y a Tolkien le gustaba que los personajes andasen mucho.
2. Los protas de Dune se llaman Paul y Jessica y no Violento Pellizcapitos.
(La respuesta correcta probablemente es que Dune se mueve en el espectro de los grises oscuros muy oscuros y todo el mundo es un cabronazo, mientras que lo de los dilemas morales no iba mucho con Tolkien).
*anduvieses, anduviesen. Otro clavo en el ataúd de Tolkien.