En 1996, el ayuntamiento de Burdeos encargó a Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal la restauración de una plaza a las afueras de la ciudad.
La plaza Leon Aucoc.
Lacaton y Vassal tenían apenas 40 años y tenían entre manos el primer proyecto profesional que les encargaba su ciudad.
Fueron allí, miraron, volvieron a mirar.
Y tomaron la decisión más honesta, más bella y más radical que puede hacer un arquitecto: no hicieron nada.
Nada.
Pero no fue ningún tipo de protesta. Fue sencillamente la expresión de un posicionamiento extremadamente coherente con lo que significa hacer las cosas bien.
Si las cosas YA SON bonitas, si YA ESTÁN bien. Entonces no hay que hacer nada.
No hay necesidad de añadir nada.
Lacaton y Vassal solo recomendaron la limpieza periódica de la plaza y un pequeño sistema de riego para los árboles. Lo demás, lo dejaron igual.
Y eso es un proyecto de arquitectura. Tomar esa decisión es un proyecto de arquitectura DE PRIMER ORDEN.
No era su primera obra. Su primera obra, quizá la fundacional, fue una casa hecha en 1993. Una casa para una familia que quería una casa grande con un jardín grande pero que tenía muy poco dinero.
Con esa premisa, otros habrían dicho que era imposible, pero Lacaton y Vassal no. Lacaton y Vassal lo hicieron.
Se llama Casa Latapie y es un prodigio del hacer más (mucho más), con lo justo.
Pero no es un prodigio porque L+V hagan magia, solamente toman las decisiones más eficaces.
Por ejemplo, para conseguir más espacio con el mismo presupuesto, en la casa Latapie emplearon un sistema de invernadero agrícola, perfectamente útil, perfectamente comprobado y perfectamente.
Pero mucho más barato que los sistemas convencionales de construcción. Así de fácil.
Mientras el mundo se volvía loco con los arquitectos estrella, que hacían formas voluptuosas y se gastaban dinero a espuertas. L+V comenzaban a hacer proyectos de mayor envergadura, pero siempre entendiendo que la economía de medios es un regalo.
El muy sencillo: si con los sistemas convencionales solo puedo construir 100 m2, con sistemas agrícolas o ahorrando en acabados que no siempre hacen una mejor arquitectura, se puede hacer 200 m2.
O 300m2.
Eso es un regalo. Un verdadero regalo.
Los arquitectos siempre decimos que el centro de nuestro trabajo son las personas pero más de una vez no es así. En el caso de L+V siempre es así. Es la base real que genera toda su arquitectura: las personas.
Cómo viven las personas, cómo se relacionan las personas entre ellas y con el entorno que las rodea, cuánto dinero tienen, cómo hacemos para que sean más felices.
Las personas son el motor de la arquitectura de L+V.
Así es en la Cité Manifeste de Mulhouse...
Así es en el museo de arte contemporaneo FRAC de Dunkerque.
Así es en el Palais de Tokyo o en las viviendas Neppert.
Pero esto no es una boutade ni un brindis al sol.
En serio, los arquitectos solemos decir que la gente es lo más importante, pero luego hacemos edificios demasiado difíciles y demasiado caros.
L+V han apostado literalmente por lo contrario.
Porque si tu casa, si tu edificio es más grande con menos dinero, tú eres más libre y eres más feliz. Es casi una perogrullada.
Pero esta casi perogrullada no la hace (casi) NADIE en el panorama arquitectónico contemporáneo.
Por ejemplo, en el Palais de Tokyo tenían otra vez un presupuesto muy reducido. Con ese presupuesto, otros arquitectos a lo mejor habrían habilitado 1000 m2 llenos de mármoles o maderas o aceros corten.
L+V habilitaron 5000 m2. CINCO VECES MÁS.
5000 m2 desnudos. Libres.
Y luego llegarían sus mejores obras. Las que toman viejos edificios que ya no daban más de sí y los transforman en lugares para habitar.
Quizá la mejor. Quizá la que sirve de compendio a la arquitectura coherente y comprometida de Lacaton y Vassal es el Grand Parc de Burdeos.
El Grand Parc es la MONUMENTAL rehabilitación de 530 viviendas en varios bloques de los años 60. Bloques que se habían quedado viejos y se habían quedado pequeños.
Bloques que eran así.
Y ahora son así.
(Pero estas no son las mejores fotos. Las fotos de fuera no cuentan lo que significa de verdad la actuación de Lacaton y Vassal).
Lacaton y Vassal tomaron esos bloques y, sencillamente, les AÑADIERON UNA TERRAZA. Una gran galería, un jardín de invierno.
Y entonces, como si una mano invisible les hubiera quitado una venda, 530 familias que vivían en pequeñas viviendas sociales, tenían vistas y luz y calor.
Pensad que son viviendas sociales que, con muy poco gasto, se convierten en viviendas mucho mejores que las caras viviendas de lujo.
Por eso, las mejores fotos de las galerías y los jardines de invierno de los edificios de Lacaton y Vassal son las fotos en las que sale la gente.
Las fotos con plantas, con sillas, con hamacas, con periquitos.
El 16 de marzo de este 2021, la Fundación Hyatt concedió el Premio Pritzker a Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal. En el anuncio del galardón, resaltan la “priorización del enriquecimiento de la vida humana a través de la generosidad y la libertad de uso”.
(La generosidad y la libertad de uso).
Normalmente, en las fotografías de arquitectura, la atención se presta al edificio. La gente no es importante.
Sin embargo, L+V nos enseñan a las personas que viven en sus obras. Las personas que las transforman y las hacen suyas; que las habitan y las disfrutan.
Las personas.
Si queréis conocer más de Lacaton y Vassal, tenéis que ir a la ESTUPENDA (y de verdad es estupenda) exposición que el @museoico tiene abierta hasta el 16 de enero.
En una de las decisiones más brillantes (y más coherentes) que se puede hacer con esta exposición, en el museo han habilitado una gran sala sin paneles, sin pasillos, sin maquetas.
Solo videos de la gente donde se proyectan escenas de la vida en los edificios de L+V.
Escenas como donde la arquitectura es lo más importante y, a la vez, solo un marco.
Y y en el museo también han editado un catálogo chulísimo del cual he sacado varias imágenes para el episodio de hoy.
Y si queréis escuchar esta historia ampliada, con visita al Palais de Tokyo y entrevista a Lacaton y Vassal incluidas, hemos sacado nuevo episodio de "Cómo suena un edificio", el podcast del Museo ICO, que me encargo de dirigir.
Y con estas cuatro fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos Lacaton y Vassal, de Burdeos, de París, de los jardines de invierno y de #LaBrasaToirrijos de hoy.
Si os ha gustado, hacedme RTs, FAVs, follows o invitadme a vuestra terraza!
Si queréis conocer más territorios improbables, todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:
Frente a China hay una islita que estuvo mucho tiempo en guerra contra el gigantesco país.
China bombardeaba con papel y ellos respondían con música. Con dos altavoces de hormigón como un edificio de tres plantas.
Esta es la historia del Muro Sónico de Kinmen:
Aunque Taiwán está a unos 150 kilómetros de China, el archipiélago de Kinmen (que pertenece a Taiwán), se encuentra a apenas 6 kilómetros del continente.
Por eso, fue el centro de las hostilidades de la guerra civil china durante muchos años.
Sin embargo, tras un desastroso intento de invasión en 1949, Mao decidió dejar de atacar el archipiélago.
Bueno, decidió dejar de atacarlo con armas. A partir de ese momento atacaría solo con propaganda.
A partir de 1950, China anunció que bombardearía Kinmen solo los días impares, cosa que hizo. Por su parte, la artillería taiwanesa respondería solo los días pares. Y en ambos casos, los proyectiles no portarían carga explosiva, sino panfletos de propaganda.
Pero la guerra de propaganda no se limitó a los proyectiles con pósters. Hubo otro despliegue armamentístico que cruzaba cada día los cielos del estrecho de Taiwán: la radiodifusión.
Las emisoras chinas lanzaban cada día proclamas a favor de la unidad nacional y animando a los soldados taiwaneses a que cambiasen de bando. Mientras, los taiwaneses alternaban los ataques a Mao y al Partido Comunista con discursos sobre lo ricos y prósperos que eran en la isla.
Ah, y desde Taiwán, también emitían muchas veces al día, las canciones de Teresa Teng, una joven cantante ligera de voz dulce, que era un verdadero éxito allí.
Para añadir frikismo al asunto, a los taiwaneses parece que no les valía con dar la turra a través de las ondas radiofónicas, así que decidieron que los chinos que no tuviesen radio TAMBIÉN iban a "disfrutar" de Teresa Teng. Y construyeron un altavoz de 10 metros de alto.
Construido en 1967, el Muro de Emisión de Beishen es un cubo de hormigón horadado con 48 huecos donde se instalaron 48 altavoces de alta potencia con el sano objetivo de atronar a los vecinos chinos.
Y cuando digo "atronar" es literal, porque el cacharro desarrolla un pico de decibelios superior al de un avión despegando y su alcance es de más de 25 kilómetros. VEINTICINCO KILÓMETROS CON TERESA TENG, COLEGAS.
Pues, al parecer, tampoco les parecía suficiente con el Muro de Emisión de Beishen, porque en el otro lado de la isla construyeron OTROS DOS ALTAVOCES GIGANTES DE HORMIGÓN (aunque uno es más "pequeñito"). Es el denominado Observatorio de Mashan.
Para que os hagáis una idea, los dos puestos de los altavoces están en estos dos puntos del mapa. Imaginad esos 50 km2 de bahía ensordecida con canción ligera todos los días. DURANTE DIEZ AÑOS.
Porque el Muro Sónico de Kinmen, que es como se conocía al conjunto de los dos puestos de emisión, estuvo funcionando hasta finales de los 70. Tras la normalización de las relaciones entre China y USA en 1979, el muro sónico dejó de funcionar...
...hasta hace unos pocos años, en que los han vuelto a poner en funcionamiento como reclamo turístico.
Así que si vais a Kinmen y os acercáis por el Muro de Beishen, quizá podáis escucharlo. Según la web, emiten seis veces todos los días.
Ah, y siguen pinchando a Teresa Teng.
Por cierto, si queréis "disfrutar" de la música de Teresa Teng, aquí tenéis un vídeo con uno de sus mayores éxitos: La Luna Representa Mi Corazón.
Esta historia es un resumen (MUY resumido) del capítulo "Apocalipsis por música" de La Pirámide del Fin del Mundo.
Lo tenéis en todas las librerías y es mejor que unos fascículos!
Esta es la caja de herramientas más segura del mundo. Si detecta que cualquier herramienta no vuelve a su sitio, paraliza un edificio del tamaño de una catedral.
Porque de esa catedral depende la seguridad de miles de personas.
La Casa en Burdeos es obra maestra de la arquitectura. Un regalo diseñado para alguien que no podía caminar.
Pero tiene unos cuantos problemas, y esos problemas los vivió (y los arregló) una mujer extremeña que llevaba una fregona.
Así fue la vida de Guadalupe:
La Casa en Burdeos es un prodigio. Una planta superior con los dormitorios, muy compartimentada y muy "pesada", que flota con todo ese peso sobre una planta totalmente diáfana.
Abajo, una planta semienterrada que abre al jardín.
Para que esa planta intermedia del salón sea completamente libre y sin pilares, la estructura se sujeta en solo tres soportes: uno interior, unos exterior y uno camuflado en la escalera de caracol. Y el resto de la estructura es un cable que evita que la casa "vuelque". Como el cable es muy fino, desde la planta principal no hay ninguna interrupción visual. Solo hay vistas.
Y en el centro de todo, una máquina. Una habitación de 9m2 elevable mediante un mecanismo hidráulico. Porque eso no es un ascensor; es un estudio, un despacho y hasta un dormitorio que recorre de arriba a abajo y de abajo a arriba TODO EL ESPACIO DE LA CASA.
¿Y por qué esta voluptuosidad arquitectónica? ¿No era suficiente con las escaleras? No, porque como adelanté, el dueño de esa casa era un hombre que iba en silla de ruedas. Esa casa se construyó A MEDIDA y esa habitación elevable era el centro de su mundo.
Sí, la Casa en Burdeos es una obra maestra de la arquitectura contemporánea. Quizá la mejor obra de Rem Koolhaas y una de las últimas grandes obras del siglo XX.
Pero ni la Casa en Burdeos ni Rem Koolhaas son los protagonistas de esta historia.
La protagonista de esta historia es una mujer nacida en un pueblo de Badajoz que pasó siete años recorriendo la casa cada día con una fregona, una aspiradora y bayetas.
Que la limpiaba y ordenaba de arriba a abajo.
Una mujer que conoció esa casa como nadie la ha conocido.
Esa mujer se llama Guadalupe Acedo.
Guadalupe emigró a Francia en los 60 junto a su marido Vincent, hijo de exiliados republicanos. Ambos eran del mismo pueblo: Esparragosa de la Serena.
En la Casa en Burdeos, Vincent se encargaba de los jardines y Guadalupe impiaba y aspiraba y fregaba los cacharros y planchaba y ordenaba los muebles y los libros todas las semanas de lunes a viernes. Durante 7 años.
Por supuesto, nadie habría conocido a Guadalupe si en 2008, los cineastas Ila Bêka y Louise Lemoîne no hubieran estrenado el documental "Koolhaas Houselife", posiblemente la mejor película que se haya hecho jamás sobre arquitectura.
Y es la mejor no porque cuente la Casa en Burdeos, sino porque la cuenta en los ojos de Guadalupe.
Y a través de sus ojos nos damos cuenta de que con un cubo de la fregona y la aspiradora NO SE CABE POR LA ESCALERA DE CARACOL.
Y cuando ya has aspirado, tienes que bajar la aspiradora a la planta baja y coger la fregona y hacer equilibrios en esos peldaños triangulares tan bonitos PERO SIN BARANDILLA.
Y que el hormigón de la escalera expuesta está empezando a abrirse y ve la ferralla. Y que en el intersticio entre dos dormitorios se cuela la lluvia. Y que por los huecos del hormigón hay fugas y SE HA TENIDO QUE INVENTAR UN CAÑO CON UN VASO DE PLÁSTICO PARA QUE NO DAÑE EL MURO.
Aunque la película no es explícitamente reivindicativa, reivindica algo que para mí es capital. Que la arquitectura *no existiría* sin las personas que la limpian.
Que las casas, los edificios, las ciudades, la sociedad. Nada existiría sin todas esas personas que limpiamos nuestro baño y pasamos la aspiradora por nuestra casa, por supuesto. Pero tampoco sin todas esas personas que limpian y hacen las camas de los hoteles.
Nada existiría sin las personas que limpian los vidrios de los rascacielos y las que aspiran los museos y las que reparan los ascensores y las que riegan los parques y podan los árboles.
Porque todas esas personas son la primera línea de defensa por la belleza de nuestro mundo.
Hoy es 11-S. Hace 23 años yo acababa de terminar la carrera y ni siquiera sabía lo que me gustaban las Torres Gemelas. Nadie me las había enseñado de verdad.
Sirva este hilo de #LaBrasaTorrijos como homenaje a lo magníficas que eran.
🧵⤵️
En la escuela de arquitectura no nos contaban bien las Torres Gemelas. No eran el rascacielos más alto, no eran el rascacielos más bonito y ni siquiera eran el rascacielos más bonito de Nueva York.