En Canadá hay un pueblo donde el viento sopla a -50º. Pues para protegerse han construido un muro de 35 metros de alto.
Pero un muro donde viven 2000 personas; que tiene bares, tiendas, colegio, una cárcel y hasta piscina.
A finales de los 60, la Québec Cartier Mining Company se internó en el norte de la provincia, en la frontera con Labrador, dispuesta a hacer algo que nadie se había atrevido antes.
Iban a abrir una mina en Fermont.
No es que nadie se hubiese atrevido porque tuviesen miedo de no encontrar nada. Sabían que allí había hierro porque, entre otras cosas, la montaña que dominaba la zona se llamaba, efectivamente, Fer-Mont.
El monte de hierro.
El problema es que el monte está por encima del Paralelo 52. Es decir, que hace un frío de tres pares de narices: un clima subártico con inviernos muy largos y muy severos y veranos cortos y bastante frescos. Para entendernos, como Alaska o Siberia.
Pero es que, además, de septiembre a marzo, Fermont es azotado por fortísimos vientos sostenidos de componente norte. O sea, más frío al frío.
Y con todo en 1971, la Québec Cartier Mining Company abrió la mina.
Un monstruosa boca roja en medio de la estepa helada.
Ahora se trataba de atraer a los mineros a ese horror climatológico. ¿Como lo hicieron?
Pues de dos formas: la primera, pagando MUY bien. Fermont es uno de los más ricos de Canadá. Casi 200.000 dólares de renta media anual por cada familia.
Y el segundo motivo que hace que allí vivan casi 3000 personas es que en Fermont se vive bien.
Y para vivir bien en un lugar esencialmente inhabitable, donde el frío es imposible por culpa del viento, lo que hicieron fue vivir en un muro.
Un muro-pantalla cortavientos.
Hoy en día estamos muy concienciados con el ahorro energético y la arquitectura mundial se mueve hacia edificios cada vez más eficientes.
Sin embargo, a principios de los 70, estas preocupaciones estaban en la mente de muy pocos.
Uno de esos pocos era Ralph Erskine.
Ya en los 50, Erskine, arquitecto anglosueco ya había investigado sobre la idea de la ciudad adaptada al clima ártico.
En sus PRECIOSOS dibujos apostaba por una gran barrera edificada y habitable que, además, serviría de protección contra el viento para el resto de la ciudad.
Los dibujos de Erskine eran sofisticadísimos y parecían más extraídos de un cómic de ciencia ficción que de un proyecto de arquitectura.
Imaginaban asentamientos multicolores alimentados por energía eólica y solar donde la gente vivía feliz en medio de lo inhabitable.
En 1965 y en 1970, Erskine tuvo la oportunidad de poner en práctica su visión en la localidad sueca de Svappavaara y en el asentamiento canadiense de Resolute Bay.
Sin embargo, la cosa no funcionó y apenas se construyeron unas pocas decenas de metros de su gran muro.
Pero en 1971, los arquitectos Maurice Desnoyers y Norbert Schoenauer, encargados del diseño de Fermont, recogieron la idea de Erskine y, esta vez sí, consiguieron llevarla a término de un extremo a otro.
Lo llamaron "Le Mur-Ecran de Fermont".
El muro-pantalla de Fermont es un artefacto arquitectónicamente único: un bloque de 1,3 kilómetros de largo con entre 12 y 30 metros de alto que, efectivamente funciona como cortavientos para el resto del pueblo.
Colocado en la parte norte, y dispuesto de tal manera que desvía las corrientes que vienen del Ártico, el muro consigue que las mil personas que viven en casas unifamiliares tengan un invierno lo más razonable posible.
Pero eso no es lo mejor del muro de Fermont.
Lo mejor, lo más energéticamente responsable y lo socialmente voluptuoso es que el muro es un muro habitado.
Allí viven 440 familias en apartamentos bastante cuquis.
Pero es que además, en su más de un kilómetro de largo se agrupan TODOS los servicios municipales de Fermont.
Un hotel, una bolera, un supermercado, una peluquería.
Tiendas de ropa, colegio de primaria, secundaria y guardería, la comisaría y la estación de radio local (la hay).
Todo en pasillos interiores. Todo protegido lo máximo posible del exterior.
Por esos pasillos alimentados por la luz artificial surca la vida ciudadana.
En las aguas de una piscina (climatizada, claro) o en el hielo de la pista de hockey. Porque esto es Canadá y el hockey es religión.
De hecho, uno de los pocos servicios municipales que están fuera del muro es la iglesia presbiteriana, de aspecto igualmente robusto contra el frío y el viento.
Porque el pecado queda dentro del muro.
Hay 3 bares permanentes y 2 que abren en temporada de verano.
Y también hay un club de striptease. En serio.
Al final, los grandes artefactos arquitectónicos autónomos y autosostenidos imaginó en los 60 el colectivo Archigram nunca llegaron a construirse.
O, bueno, al menos nunca llegaron a ser tan futuristas.
Sin embargo, menos de 10 años después, en el subártico canadiense, dos arquitectos desconocidos construyeron un edificio único.
Un edificio que no es tan estético ni tan famoso ni tan repetido, pero un edificio tan perfectamente autosostenido que los residentes y los trabajadores de la mina pueden pasar los seis meses que suele durar el frío sin necesidad de salir nunca de allí.
Y sí, en Fermont también hay unas 300 casas unifamiliares aisladas, pero todas están colocadas en el lado interior del muro, protegidas del viento. Porque una buena arquitectura es beneficiosa para todos; también para quienes no viven en ella.
El muro-pantalla sigue en pie, un poco ajado pero en buen funcionamiento.
Eso sí, la gente suele marcharse de Fermont en cuanto se jubilan; que una cosa es que el edificio-pueblo esté perfectamente adaptado al clima infernal y otra que les guste vivir rodeados de lo inhabitable.
Y con estas cuatro imágenes que resumen muy bien el hilo de hoy, vamos a despedirnos de Fermont, del Muro, de Quebec y de #LaBrasaTorrijos de esta semana (aunque me temo que del frío no nos despedimos 🌨️).
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Si os gustan las historias como esta, me he guardado las mejores para TERRITORIOS IMPROBABLES, el libro de #LaBrasaTorrijos.
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Las imágenes del capítulo de hoy son de:
Club Illico, PajesJaunes[at]ca, Radio-Canada, HipPostcard, Jobboom, Pascal Harvey, ellebasizabelle, La Fer-Tek, Eric Piccoli y Google Earth.
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde.
(Fin del HILO ❄️🌬️🧱🧱🧱🏠🏠)
(Y en el episodio del próximo jueves vamos a conocer un techo que apareció después de un bombardeo)
📢LAS CODAS, LOS ERRORES, LAS ERRATAS Y LAS PETICIONES DEL OYENTE, SEÑORA!!
1. En Fermont se desarrolla una serie neo-noir canadiense llamada La Faille, de la que he extraido muchas fotos para el hilo de esta semana. En España se llama The Wall.
Y he sacado muchas fotos de la serie porque se ha grabado *genuinamente* allí, no en estudio. Todo lo que sale en la serie es Fermont. También el club de striptease, que se llama, club La Fer-Tek.
2. En Vice escribieron un artículo sobre la vida de una estríper en el muro de Fermont. La lectura es muy interesante: vice.com/es/article/7by…
3. El muro es propiedad de la compañía minera, así que todas las viviendas, el hotel, las tiendas...etc, pagan alquiler a la compañía.
De hecho, es una suerte de monopolio que impide que se abran nuevas tiendas que no estén "aprobadas" por la compañía minera.
(No son especialmente estrictos pero sí que hay casos curiosos, como impedir que se abra un Tim Horton's porque allí ya hay tres restaurantes).
4. Mi francés está oxidadísimo (aunque el otro día me defendí estupendamente con Lacaton y Vassal). El caso es que, como me han dicho varios, "Hotel de Ville" es Ayuntamiento, no hotel.
En la costa chilena hay un lugar donde la gente no se cambia de casa. MUEVE LA CASA DE SITIO.
Y la mueve tirada por bueyes, por tractores y hasta por barcos.
Pero no es solo eso. Es la expresión del lazo de una comunidad.
En #LaBrasaTorrijos, la minga de Chiloé.
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En 1993, el cineasta colombiano Sergio Cabrera estrenó uno de los filmes más interesantes, más combativos y también más divertidos de la década: "La estrategia del caracol"
"La estrategia del caracol" es una dramedia que cuenta la historia de unos inquilinos que se rebelan contra su casero de una manera tan divertida como inverosimil: cambian de sitio el edificio donde viven y dejan apenas un trampantojo.
En 1981, un hombre escaló los 442 metros de la Torre Sears, el edificio más alto del mundo. No era un espectáculo circense: fue una advertencia que puso en duda a todos los rascacielos y obligó a Chicago a repensar su propia ciudad.
Os lo cuento en #LaBrasaTorrijos.
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En 1970, Sears encargó al arquitecto Bruce Graham, de la firma SOM, la construcción de su cuartel general en Chicago.
No era un proyecto normal, era un edificio para la mayor empresa de grandes almacenes del mundo, con más de 350.000 trabajadores.
Un coloso empresarial.
Como ese coloso no se iba a conformar con un edificio "normal", Graham les propuso otro coloso. Una sede que representara el tamaño de su imperio.
Les propuso construir el rascacielos más alto del mundo.
El precio del alquiler es un problema muy grave. A veces, por culpa de caseros chungos.
Pues en Irlanda hubo un casero TAN CHUNGO que su apellido se convirtió en un verbo que significa "Negarse a comprar o participar en algo como forma de protesta".
Esto es #LaBrasaTorrijos ⤵️
En 1854, un joven inglés llamado Charles Cunningham se trasladó a la isla de Achill, al oeste de Irlanda. Hijo de familia pudiente, salía de una carrera militar fallida y llegaba a las verdes tierras de Éire dispuesto a ser un hombre rico y de provecho.
En esa época, Irlanda vivía una situación bastante peluda: acababa de salir de la Gran Hambruna del 45, que había diezmado a la población, bien llevándola a los camposantos, bien obligándola a emigrar.
Por tanto, las verdes tierras de cultivo eran un bien muy preciado.
Este es el río Chicago. Un río que, además de vertebrar el centro de la ciudad, presume de una rareza única en el mundo: CORRE AL REVÉS. Es decir, fluye en sentido contrario al que debería. No desemboca en el lago Michigan, sino que, al contrario, nace de él.
¿Por qué? Porque le dieron la vuelta. Hasta mediados del siglo XIX, el río desembocaba en el lago, pero no solo llevaba agua limpia: también arrastraba las aguas sucias de la ciudad, las de los inodoros y las primeras industrias. Y como la ciudad bebía a su vez de ese mismo lago, el resultado era obvio: un cóctel de enfermedades y varios brotes de cólera bastante serios.
Así que, a mediados del XIX, Chicago decidió lo impensable: invertir el curso de su propio río. Y lo hizo con una obra de ingeniería monumental. Construyeron cauces artificiales con un lecho más profundo que el natural, levantaron diques y presas, y obligaron al agua a encontrar su nuevo camino. Desde entonces el río Chicago corre en dirección contraria.
¿Y hacia dónde corre?
Pues hoy desemboca en el Mississippi. Eso significa que las aguas del lago Michigan recorren de norte a sur los Estados Unidos enteros hasta llegar al golfo de México.
En su momento hubo bronca: de repente las aguas sucias de Chicago pasaban por San Luis, y a nadie le hacía gracia recibir semejante regalo. Al final la cosa se arregló y hoy, gracias a los sistemas de depuración modernos, el agua que baja y se une al Mississippi ya llega limpia.
Uno de los mejores edificios de la historia está construido con nenúfares. Nenúfares tan delgados que no respetaban la normativa.
Pero resistieron. Solo hubo que demostrarlo (y echarle valor).
En #LaBrasaTorrijos, la Johnson Wax y los cojonazos de Frank Lloyd Wright.
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Se suele decir que los arquitectos tenemos un problema de ego. Que creemos que sabemos de todo y siempre tenemos razón y somos interdisciplinares y sabemos de música y de literatura y de coches y de fútbol...
En definitiva, que somos unos flipaos y unos cretinos.
Y la verdad es que es verdad. Si un arquitecto de poca monta como es mi caso, se cree el puto amo de la cultura occidental, imaginaos cómo sería un arquitecto que SÍ QUE FUE (uno de los) PUTOS AMOS de la arquitectura occidental.