Hace poco descubrí la obra artística de Bertel Thorvaldsen. Este escultor danés, alabado por el gran Antonio Canova, dedicó la mayor parte de su producción a modelar personajes de la mitología griega…
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y, entre todas sus obras, una llamó poderosamente mi atención, la conocida como "Ganímedes y el águila".
¿Qué historia hay detrás de esta escultura? Un joven y un águila son los protagonistas de nuestra historia.
El joven es Ganímedes, un príncipe troyano, del que se enamora Zeus. El dios transformándose en un águila rapta al muchacho y se lo lleva al Olimpo, donde le adjudica el trabajo de ser copero de los dioses. Así narra Ovidio en su Metaformosis este acontecimiento…
" El rey de los altísimos, un día, del frigio Ganimedes en el amor ardió, y hallado fue algo que Júpiter ser prefiriera, antes que lo que él era. En ninguna ave, aun así, convertirse se digna, sino la que pudiera soportar sus rayos".
El equilibrio del conjunto, la delicadeza de las formas y la suavidad de los detalles dotan a esta pieza de un carácter único. El imponente águila con su semblante regio contrasta con las formas ingenuas del joven Ganímedes
que arrodillado, sujeta un cuenco para que pueda saciar su sed. Una escultura que emana ese estilo tan característico del neoclasicismo y donde la belleza transmite ese halo de inmortalidad solo propio de los dioses.
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Me puedo pasar horas contemplándola y preguntándome cómo alguien es capaz de crear tanta belleza con sus manos 🥰
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Siempre he sentido curiosidad, admiración y, porque no decirlo, algo de “envidia” (siempre sana), por aquellos artistas que hacen brotar del duro mármol las formas más vivas, me pasa con Miguel Ángel y me ocurre con Giovanni Strazza y su “Virgen velada”.
No debería sorprendernos, pues ya en la escultura helenística, se conseguían semejantes prodigios, mirad esos pliegues completamente pegados a la piel en la “Victoria de Samotracia”; pero esta escultura tiene algo que cautiva.
¿Puede ser la maldad bella? El cabildo de la catedral de San Pablo, en Lieja (Bélgica), lo tenía claro cuando vio “Le génie du mal” del escultor Joseph Geefs: “este diablo es demasiado sublime”.
El debate no se hizo esperar y la gente comenzó a decir que la escultura que representaba al ángel caído, Lucifer, no hacía sino distraer a las mujeres, que observándola dejaban de prestar atención a los sermones.
¿Cómo iba a cobijar la casa de Dios, un demonio hermoso? La orden fue retirar inmediatamente la escultura y se pidió a Guillaume Geefs, hermano de Joseph, que realizara una nueva.
Si comparamos las dos esculturas parecen ser iguales a simple vista.