En Nigeria hay un barrio flotante donde viven 100.000 personas en 20.000 chabolas sobre aguas negras. Sin electricidad, sin saneamiento y sin tierra firme.
El urbanismo es la segunda invencion más importante de la Humanidad. (La primera es el lenguaje).
El urbanismo nos dice cómo vivimos en el mundo. Nos ordena. Nos coloca.
Nos dicta cómo nos relacionamos entre nosotros. Cuál es nuestro sol y cuál es nuestro aire.
El urbanismo dibuja las reglas que colocan al ser humano entre el cielo y la tierra.
¿Pero qué pasa cuando no hay reglas?
(¿Qué pasa cuando no hay tierra?)
Lagos es la capital de Nigeria. Viven más de 20 millones de personas.
Tiene rascacielos y mansiones.
Y por su posición en una zona eminentemente lacustre (da ahí su nombre), en Lagos también hay muchos puentes.
El más importante es el Tercer Puente Continental. 12 kilómetros en 8 carriles por los que cruzan cada día cientos de miles de nigerianos.
Además de conectar distritos residenciales y financieros, el Tercer Puente Continental de Lagos pasa al lado de un barrio que las autoridades nigerianas no quieren que exista.
Se llama Makoko.
Makoko es un barrio enteramente construido mediante chabolas-palafito. Construcciones precarias de chapa "cimentadas" sobre pilotes de madera que se clavan en el barro bajo la superficie del agua.
Prácticamente todo Makoko es así. Y así viven 100.000 personas.
Como casi siempre que en Occidente se conoce un asentamiento acuático, se le suele bautizar como "la Venecia de..."
Makoko no es distinto, también la llaman "la Venecia de Nigeria".
Pero, en realidad, no se parece en nada a la ciudad italiana.
En Makoko no hay turismo, no hay palacios ni hay teatros de la ópera.
Tampoco hay festivales de cine ni bienales.
Casi nadie quiere ir a Makoko y, de hecho, a menudo ni siquiera la policía se atreve a internarse allí.
Pero lo que sí hay son residentes. Entre otras cosas, porque Makoko estaba *antes* que la megalópolis de Lagos le echase el aliento.
Según las crónicas locales, el barrio es la agrupación de 5 aldeas ancestrales que ya se habían construido en palafitos sobre el agua.
Por eso, aunque desde el ayuntamiento han querido derribar muchas veces el barrio, los habitantes siempre han conseguido salir adelante.
Porque lo que para Lagos son chabolas, para ellos es, sencillamente, su casa.
Y no solo su casa. También su modo de vida.
En Makoko viven 100.000 personas gracias a una economía basada en la pesca y en la industria maderera.
Y como son 100.000 personas, también necesitan mercados y tiendas y restaurantes.
Y también iglesias.
Pequeñas carcasas adaptadas para rezar entre las aguas que huelen a gasoil porque en Makoko no hay tendido eléctrico y todo se alimenta con motores diésel.
Y de esas 100.000 personas, 30.000 son niños. Niños que sí, trabajan en la pesca o en la madera.
Pero también juegan van a la escuela y juegan al futbol en plataformas a apenas un metro del agua negra.
Y van a la escuela en barcazas. Porque en Makoko no hay carreteras.
Y aunque la gente vive, porque es su casa, Makoko tiene muchos problemas. Problemas sociales, claro. Pero también problemas físicos.
No es infrecuente que las tormentas torrenciales o incluso que hagan descender el nivel de los pilotes, inundando y arruinando esas casas.
Una de estas inundaciones ocurrió en 2012 en la escuela Whanyinna, una de las pocas de Makoko.
Tras el desastre, cientos de niños se quedaron sin colegio durante semanas. Había que reconstruirla.
Fue cuando el arquitecto nigeriano afincado en Ámsterdam Kunlé Adeyemi propuso a la comunidad de Makoko una solución a posibles hundimientos.
Una escuela que no estaría clavada sobre pilotes.
Una escuela flotante en la laguna.
A principios de 2013, unos pocos meses después del hundimiento de la escuela anterior, la comunidad de Makoko había construido el proyecto de Adeyemi.
La solución era barata e ingeniosísima: una estructura de cerchas triangulares de madera APOYADAS EN BIDONES FLOTANTES.
El sistema alojaba 4 aulas y cuatro talleres elevados sobre una zona libre, un patio, a ras de agua.
Era fantástico.
Las imágenes de niños felices en su escuela flotante daban la vuelta al mundo y, en 2015, a Kunlé Adeyemi le galardonaban con el Leon de Plata de la Bienal de Aqruitectura de Venecia (de Venecia).
De hecho, para demostrar lo fácilmente replicable que era su diseño, Adeyemi construyó una réplica de la escuela en los canales de Venecia.
La imagen era formidable.
Pero falló.
El 7 de junio de 2015, menos de un mes después de recibir el Leon de Plata, una tormenta provocó el colapso de la escuela flotante de Makoko.
Hay crónicas que dicen que, en realidad, la escuela flotante nunca estuvo en funcionamiento completo. Que colocaban pupitres y pizarras cuando iban fotógrafos occidentales y luego las quitaban cuando el reportaje había terminado.
Y que el propio Adeyemi estaba detrás.
Esas mismas crónicas dicen que, aunque el diseño era bastante barato, también era mucho más caro que lo que costaba construir habitualmente en Makoko.
Y que, además de la propia construcción, el mantenimiento también era demasiado costoso y complicado.
No sé hasta que punto Adeyemi "usó" a Makoko como maniobra publicitaria. Yo creo sinceramente que no lo hizo.
Creo que el cree genuinamente en las bondades de su diseño. Y, de hecho, lo ha reconstruido en Brujas...
...y en la ciudad china de Chengdu en 2018. Esta vez con tres módulos.
Pero claro, Venecia, Brujas y Chengdu son ciudades mucho más ricas que Makoko. Y el ecosistema socioeconómico donde se han levantado las réplicas es también mucho más favorable que el de la favela flotante.
Kunlé Adeyemi insiste en que quiere volver a intentarlo.
Y a mí, sinceramente, me gustaría que lo consiguiera.
Sería señal de que, aún sobre aguas negras, sin electricidad y sin saneamiento, las cosas van un poco mejor para los treinta mil niños de Makoko.
Y con estas tres fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos de Lagos, de Makoko, de la escuela flotante y de #LaBrasaTorrijos de hoy.
Si os ha gustado, hacedme RTs, FAVs, follows o invitadme a un curso de una materia bonita!
⚡️ Si os gustan las historias como esta, he contado algunas de las mejores en TERRITORIOS IMPROBABLES, el podcast de #LaBrasaTorrijos.
En el episodio de ayer contamos la historia del OVNI barroco de Chodes y OS VA A MOLAR 🛸🐤🎧
Ludo Liu, Isaac D. Pacheco, Jide Odukoya, Whanyinna Children Foundation, Allyn Gaestel, Best Ever Food, Andrew Esiebo, Michelle Delgado Van Demen, Iwan Baan, Emmanuel Osodi, NLÉ, Heinrich Böll Stiftung y Nathaniel Minor.
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde.
(Fin del HILO 🇳🇬🏫🌊)
(Y en el episodio del próximo jueves, que será el último del año, vamos a conocera la historia del más genuino símbolo urbano de Madrid)
FE DE ERRATAS, AMPLIACIONES, CODAS, SALUDOS A MI MAMÁ
1. Lagos es la capital FINANCIERA del país (y, en realidad, de toda África occidental). Desde 1992, la capital administrativa de Nigeria es Abuya.
2. Según varios registros, en Makoko llegaron a vivir más de 300.000 personas. Estas cifras no son totalmente fiables porque, claro, los censos tampoco son totalmente fiables.
3. Como Lagos es capital financiera y por el Tercer Puente Continental cruza TANTÍSIMA gente a diario, las autoridades han querido desalojar y demoler Makoko numerosas veces.
La más reciente se produjo en 2012, cuando desahuciaron a 3.000 familias tras un aviso de solo 72 horas.
5. Y este video hace un recorrido muy interesante por el barrio y por su economía y costumbres alimenticias.
6. Esta crónica de Ayllin Gaestel documenta muy bien el fiasco de la escuela flotante. Es extensísima y, a mi juicio, no totalmente imparcial, pero merece mucho la pena leerla.
Estoy en Estocolmo, moviendo las manos porque hace tres grados bajo cero, y esto que tengo detrás es el ayuntamiento, el Stadshuset.
Visto así, con su ladrillo rojo, su torre alta y esta logia abierta al agua, parece un edificio medieval, casi un híbrido entre castillo nórdico y palacio veneciano. Podría colar como gótico italiano, o como algo que te encontrarías entrando en la plaza de San Marcos por la puerta equivocada.
Pero la gracia es precisamente que no es medieval en absoluto.
Es un edificio del siglo XX: se construye entre 1911 y 1923, lo diseña el arquitecto Ragnar Östberg y es uno de los grandes ejemplos del Romanticismo Nacional sueco, una arquitectura que mezcla referencias históricas con una idea muy moderna de lo que debe ser un edificio público.
Por eso está aquí, pegado al agua. Si esto fuera de verdad un ayuntamiento medieval, lo lógico es que estuviese bien adentro del casco antiguo, protegido por murallas, alejado de cualquier ataque por mar. Pero, en los años veinte, Suecia ya no está pensando en cañones y asedios: está pensando en democracia, administración y ciudad abierta.
El Stadshuset se coloca en la punta de Kungsholmen, justo donde el lago Mälaren se abre hacia el archipiélago que conecta con el Báltico. Es un gesto urbano clarísimo: el poder municipal se asoma al agua porque el agua es lo que organiza Estocolmo.
El patio donde estoy tiene ese aire muy veneciano: arcos de medio punto abajo y esa sensación de plaza porticada que se abre directamente al embarcadero. Te giras y podrías estar esperando que aparezca una góndola, pero lo que llega son ferris y hielo.
La torre, además, está claramente emparentada con el campanile de San Marcos, solo que coronada por las Tres Coronas doradas de Suecia, para que no haya dudas de quién firma el skyline.
Y luego está la obsesión material. El ayuntamiento está construido con unos ocho millones de ladrillos rojos, de los cuales cerca de un millón se hicieron a mano, precisamente para conseguir esta textura vibrante, nada uniforme, que ves en fachada: el típico ladrillo de monasterio nórdico, colocado alternando testas y tizones para que el muro nunca sea del todo plano ni del todo predecible.
Ragnar Östberg era bastante maniático con la textura: quería que el edificio, visto de cerca, tuviera una piel casi viva, con pequeñas variaciones en cada pieza.
Estoy en Stortorget, la plaza central de Gamla Stan, el casco medieval de Estocolmo.
Hoy hay mercadillo navideño, con luces y turistas, pero bajo toda esta postal hubo, hace siglos, bastante menos encanto.
En esta plaza tuvo lugar la Boda Roja original:
Como sabréis por las novelas de George R. R. Martin y la serie Juego de Tronos, la Boda Roja es uno de los episodios más traumáticos de la historia. Martin lo escribió inspirándose en varios hechos históricos, uno de ellos fue el "Baño de Sangre de Estocolmo" de 1520.
Ese año, el rey Cristián II de Dinamarca conquistó Suecia y, para celebrarlo, organizó una gran coronación en el casco antiguo de Estocolmo. Tres días de fiesta, banquetes, vino caliente, diplomacia y buen rollo oficial. Hasta que, al tercer día, Cristián ordenó cerrar todas las puertas de la ciudad vieja.
Entonces empezó la matanza.
Entre ochenta y noventa personas —nobles, clérigos y ciudadanos influyentes de Estocolmo— fueron ejecutadas. Muchos fueron decapitados y sus cabezas expuestas en picas aquí mismo, en la plaza, durante semanas.
En este lugar tan bonito, tan instagrameable, con chocolates calientes y guirnaldas, a principios del siglo XVI se montó una escabechina monumental.
(Sí, ya sé que en el video digo 1580, es que me bailan las fechas más que Gene Kelly en El Pirata)
Hoy, Stortorget tiene otra cara.
Además del mercado de Navidad, uno de los edificios que dan a la plaza alberga la Academia Sueca, la institución que concede cada año el Premio Nobel de Literatura: el lugar soñado de Murakami, para entendernos.
Y, claro, aquí se levantan también las famosas Casa Roja y Casa Verde, dos fachadas del siglo XVII que, además de fotogénicas, son bastante tramposas.
La casa verde, por ejemplo: esas líneas blancas alrededor de las ventanas parecen molduras de piedra, pero en realidad son pintura. Querían simular nobleza, apariencia de sillería cara, pero no había presupuesto, así que resolvieron el asunto con pigmento.
En el fondo eran casas normales, con bodega abajo y almacén arriba. De hecho, la famosa ventana redonda superior no es un capricho barroco, es simplemente una forma eficaz de iluminar ese almacén.
El Sexto Panteón del cementerio bonaerense de la Chacarita es, sencillamente, uno de los lugares más bellos y más estremecedores del mundo.
Un espacio casi desconocido que esconde un viaje de luz, emoción y la historia de una mujer.
Os la cuento en #LaBrasaTorrijos 🧵⤵️
A mediados del siglo XX, cuando Buenos Aires miraba a la modernidad como una hacia el futuro, una arquitecta recibió un encargo que, para cualquiera de su generación, ya habría sido enorme, pero que para una mujer en los años 50 era casi un desafío a la gravedad social.
Se llamaba Ítala Fulvia Villa y entraba en las reuniones de las oficinas municipales —llenas de ingenieros varones— con un cuaderno, algunos planos y esa paciencia feroz que sólo pueden tener las personas que saben que su talento será discutido antes incluso de ser visto.
El edificio Kavanagh, en Buenos Aires, fue el primer rascacielos de Sudamérica.
Parece neoyorquino, pero tiene algo que los rascacielos de Nueva York no tienen: una leyenda. Porque el Kavanagh se construyó por un despecho amoroso.
Esta es la historia:
🧵⤵️
A principios de los años treinta, Corina Kavanagh, una rica heredera, compró una parcela frente al Parque de San Martín, junto a Puerto Madero, y mandó construir un rascacielos.
Inaugurado en 1936 con proyecto de Sánchez, Lagos y de la Torre, el Kavanagh, con su estilo Art Decó, recuerda ciertamente a los rascacielos de Nueva York, como el Chrysler o el Empire State.
Aunque este “solo” llega a 120 metros y 31 plantas.
En Viena hay seis torres nazis de hormigón: colosales, indestructibles. Fueron fortalezas antiaéreas, pero hoy son acuarios o miradores.
Porque la ciudad ha entendido lo que hacer con su pasado: transformar la máquina de guerra en memoria.
Os lo cuento en #LaBrasaTorrijos 🧵⤵️
Si paseáis por Augarten, uno de los preciosoS parques al norte de Viena, enseguida os vais a encontrar, aunque no queráis, con una estructura que desafía la lógica: es la Flakturm G.
La Torre Flak G.
43 metros de diámetro, 55 de altura. Muros de hormigón de DOS METROS Y MEDIO DE ESPESOR Y UN TECHO DE TRES METROS Y MEDIO.
Una máquina de matar. Un símbolo nazi que aún sigue en pie.
Estos son los Gasómetros de Viena, uno de los conjuntos más fascinantes de la arquitectura europea reciente. ¿Por qué? Pues porque es arquitectura industrial —y de hace un siglo— transformada en viviendas.
Son cuatro cilindros gigantes de ladrillo —setenta metros de diámetro, ojo— que fueron en su día depósitos de gas, construidos a finales del siglo XIX para alimentar la red de alumbrado público de la ciudad. Estructuras industriales, apenas utilitarias, y pensadas para desaparecer cuando el gas dejara de arder.
Pero Viena decidió no demolerlos. A finales del siglo XX, la ciudad optó por algo más inteligente y más difícil: transformar el patrimonio industrial en patrimonio habitado. Entre 1995 y 2001, cuatro arquitectos —Jean Nouvel, Coop Himmelb(l)au, Manfred Wehdorn y Wilhelm Holzbauer— intervinieron cada gasómetro para convertirlos en viviendas, residencias de estudiantes y espacios públicos.
Y el resultado es brillante. Porque aquí no solo se conserva una fachada: se recupera una memoria de la ciudad. Se demuestra que los restos industriales, tan olvidados, pueden convertirse en lugares para vivir, para estudiar, para encontrarse. Que el pasado no tiene por qué ser siempre un museo, puede ser una estructura útil.
Las viviendas —en su mayoría de alquiler asequible— se agrupan en torno a enormes patios circulares abiertos al cielo, donde la luz entra con una precisión casi teatral. En el exterior se conserva la piel de ladrillo original; dentro, todo se reinventa. Rampas, galerías metálicas, pasarelas suspendidas.
Un corazón nuevo latiendo dentro de un cuerpo antiguo.
El Gasómetro B, de Coop Himmelb(l)au, es el más audaz: un edificio inclinado, de acero y vidrio, que se acerca al muro histórico sin tocarlo. Apenas lo roza, como si entendiera que el respeto no consiste en quedarse quieto, sino en moverse con cuidado.