Cuando pensamos en culturas dominadas por la carretera, habitualmente se nos ocurren unos pocos: los Estados Unidos con sus muscle cars; Italia, los Ferrari y las Ducati y, bueno, quizá también Alemania con eso de que no hay límites de velocidad en las Autobahn...
Pero también habitualmente se nos olvida Japón.
Japón es el país de las megalópolis (sí), el país de las tradiciones ancestrales (también) y el país de los karaokes y los anuncios de whisky protagonizados por occidentales (en efecto).
Pero Japón también es el país de Honda, Yamaha y Toyota.
Y es posible que esa imagen futurista e hiperacelerada del los nipones se apreciase por primera vez de forma masiva en Occidente gracias a una peli de 1988: Akira.
Aparte de su argumento complejo y peculiar, la peli de Katsuhiro Otomo basada en su propio manga enseñaba un Japón urbano megalómano y lleno de motores y autopistas que lo atravesaban por todos lados bajo un paisaje de neones y brutal luminosidad eléctrica.
Era Neo Tokio.
Pero, por mucho que Otomo lo llamase Neo Tokio, era paisaje urbano de Akira era (y es) *bastante* similar a la realidad de las grandes ciudades nipones.
Luces, neones.
Y autopistas.
Aunque cada vez hay menos, autopistas urbanas las hay en todo el mundo.
Sin embargo, las japonesas (y por extensión y réplica, las de algunas otras megalópolis asiáticas) son sensiblemente distintas.
No ocupan la superficie de la ciudad; ocupan EL ESPACIO URBANO TRIDIMENSIONAL.
Y ojo, que no solo sucede en las ciudades, también los nudos de autopista que se trazan en las zonas deshabitadas a veces surcan las tres direcciones del espacio en complejísimos encuentros.
Y hasta en loopings...
Si un nudo de autopista en Los Ángeles (iz.) puede ocupar cientos (y miles) de hectáreas; uno en Nagoya (dr.) se comprime hasta RODEAR Y DESCENDER POR LA FACHADA DE UN EDIFICIO, si es necesario.
Es un poco aventurado intentar dar una explicación concreta a por qué las autopistas niponas son más compactas en superficie y se despliegan por las tres dimensiones, pero es posible que se deba a su concepción del espacio urbano y el espacio rural.
En casi todo el mundo, la mayoría de las personas viven en ciudades. En España, por ejemplo, el 80% de la población vive en el 10% de superficie que representan las ciudades.
Pero es que en Japón, el 80% vive en un 3% de superficie. El Japón vaciado es ENORME.
De algún modo, los entornos naturales nipones están menos invadidos, lo cual significa que, de algún modo, que sus ciudades son megalópolis genuinas.
Si a eso le sumamos que los coches necesitan un radio de giro MUY DISTINTO al de los seres humanos, no es precisamente inhabitual que los paisajes urbanos a ojo de calle estén atravesados por dobles, triples y hasta cuádruples plataformas que abrazan edificios.
Plataformas que, además, se apoyan en pórticos y no en pilares, para liberar el máximo posible de superficie inferior.
Las vías rápidas se infiltran en la ciudad y la propia ciudad crece con esos nodos de hormigón como si todo, ciudad y carretera, fuese un organismo vivo en mutación.
Esta relación mutante entre la autopista y la ciudad crea órganos interesantísimos como el Meguro Sky Garden, un parque construido DENTRO Y ENCIMA de un nudo-looping de Tokyo.
(Y ojo, que el Meguro Sky Garden es bastante chulo a vista de ser humano).
Y quizá (quizá) ese crecimiento híbrido y mutante. Esa hipertrofia de la relación entre la naturaleza y la máquina no sea totalmente artificial.
¿Y sí es la expresión de una lógica de posguerra nipona?
(Y ahora viene el plot-twist).
En 1959, un grupo de arquitectos japoneses firmaron un texto llamado "Manifiesto Metabolista", cuya base era la palabra "Shinchintaisha", que significa algo así como "el cambio esencial de de materiales y energía entre los organismos y el entorno exterior".
Sí, eso.
Influidos por la necesidad de reconstrucción de Japón tras la 2ª Guerra Mundial, arquitectos como Kenzo Tange, Arata Isozaki o Kisho Kurokawa abogaban por un urbanismo y una arquitectura a base de estructuras (y megaestructuras) creciendo de un modo conceptualmente orgánico.
Leído el manifiesto, aparte de flipadas acojonantes como la Nakagin Capsule Tower o el pabellón de Toshiba de la Expo de 1970...
...parecería que ese intercambio de materiales y energía entre lo natural y lo artificial estuviese describiendo las mutaciones de Tetsuo al final de Akira...
...o también los voluptuosísimos recorridos de las vías rápidas japonesas en medio del trazado urbano.
Porque si las carreteras se desarrollan en plataformas a múltiples alturas, acarician edificios, envuelven y sostienen parques y crecen como organismos alrededor de la arquitectura urbana, es hasta lógico que, en una de esas mutaciones, una autopista atraviese un edificio.
Porque esto sucedió.
Esto existe.
En 1983, el gobierno de la prefectura de Osaka decidió trazar una serie de nuevas salidas a la Autopista Hanshin. a su paso por la ciudad.
Una de esas salidas atravesaba la parcela de una empresa de madera y carbón, que era propietaria de la misma desde la segunda mitad del XIX.
La empresa se negó en redondo a la venta de la parcela y, en un entorno hipercapitalista como el de la época, la prefectura no estaba por la labor de expropiar.
Además, las cosas se pusieron incluso más complejas cuando, en 1989, se decidió que la autopista no iría a ras de tierra sino a 10 metros de alto. Como tantas otras en Japón.
Así que tras casi 10 años de negociaciones, ambas partes llegaron a un acuerdo.
Un acuerdo orgánico, hibrido y mutante: los propietarios construirían una torre de oficinas y la salida de la autopista, como un ente orgánico, atravesaría el edificio.
Y
lo
hicieron.
Construida en 1992, la Gate Tower es una torre de oficinas de 16 plantas, de las cuales la 4ª, la 5ª y la 6ª están ocupadas por un túnel por donde circula la salida 11-03 de la Autopista Hanshin.
Para evitar las vibraciones, toda la estructura del edificio es exterior y, justo en esas plantas, montaron un recubrimiento flexible antirruido que, supongo, será muy eficaz.
Y justo en ese punto del espacio, está la que, quizá es la zona de tránsito más intrincada del mundo.
Una vía pública bajo un paso ferroviario de cuatro vías, que a su vez pasa bajo la salida de una autopista que, a su vez, atraviesa una torre de 16 plantas a mitad de su altura.
Yo no sé si en esas oficinas se trabajará bien o si se notará mucho el ruido o las vibraciones pero si sé que la Gate Tower no es (totalmente) una rareza.
Probablemente es una consecuencia de decenas de factores entrelazados.
Como la propia vida orgánica.
Y con estas cuatro imágenes que resumen muy bien el hilo de hoy, vamos a despedirnos de Osaka, de la Gate Tower, de Akira, de las autopistas japonesas, del metabolismo y de #LaBrasaTorrijos de esta semana.
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⚡Si os gustan las historias como esta, he contado algunas de las mejores en TERRITORIOS IMPROBABLES, el podcast de #LaBrasaTorrijos.
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Las imágenes del capítulo de hoy son de:
TMS Entertainment, American Zoetrope, Google, Good Design Awards, Benjamin Lee, Brodie Karel, Óscar, Tien Dat Le, Chris Skinner, Marser, Kenneth Chin, dachamann, Matthew S, Trevor Dobson, Mark Tindale, Brian, Jorge Císcar...
... C Y, Luis Rodríguez, 32 takeyann, François Jordaan, Takato Marui y Jordy Meow.
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde.
(Fin del HILO 🇯🇵🛣️🏙️🚗🏍️)
(Y en el episodio del próximo jueves vamos a conocer la historia de una presa que permitió que un policía se casase con su novio).
LAS PRIMERAS CODAS, SEÑORA!
1. Como bien me avisa Luis Rodríguez, su foto es del magnífico blog @Japonismo.
Y en el blog tenéis literalmente DECENAS de información sobre Japón chulísima y de primera mano.
En serio, si queréis ir allí, @japonismo es muy probablemente lo mejor que hay en español.
Esa era la frase que corría por los vecinos de Granadilla a principios de los 60, cuando las aguas del nuevo embalse de Gabriel y Galán comenzaron a subir por la ladera hacia el promontorio donde se levantaba el pueblo.
En 1980, Patrimonio Artístico comunicó al arquitecto José María García de Paredes un encargo esencial para la historia de España.
Solo había una condición: debía mantenerlo en absoluto secreto, porque NADIE PODÍA SABER que el "Guernica" volvía al país.
Esta es la historia:
"Querido amigo, es nuestro deseo encargarte el proyecto y realización del montaje para su exposición del Guernica de Picasso en el Casón del Buen Retiro". Así rezaba la carta que Javier Tusell, Director General de Patrimonio Artístico, envío a García de Paredes. Y añadía:
"Solo el director del Museo del Prado y un corto número de colaboradores míos saben este propósito nuestro, que seas tú la persona para llevar a cabo este tema".
Tal y como había pedido el propio Picasso cuando colgó el cuadro en el MoMA, su obra maestra regresaría a España en el momento en que se instaurase la democracia. Habían pasado dos años desde el referendum de la Constitución y el gobierno consideró que ya había llegado el momento del regreso.
Pero la España de 1980 era aún un país muy convulso y en Patrimonio Artístico sabían que el Guernica no podía exponerse como si fuese cualquier otro cuadro porque, desde luego, no era otro cuadro cualquiera.
Por eso, el encargo era bastante específico: construir una urna que protegiera al Guernica de posibles ataques en su nueva localización del Casón del Buen Retiro. Una estructura que resguardase el cuadro pero que a la vez permitiera verlo sin reflejos ni distorsiones.
Y García de Paredes diseñó un objeto FORMIDABLE: un joyero levemente inclinado para evitar los reflejos pero cuyos vidrios podrían resistir hasta el lanzamiento de un granada.
Como esos vidrios pesaban un quintal la urna se sujetaba por una estructura de acero sobre dos peanas de hormigón (estructura calculada, por cierto, por una jovencísima Ángela García de Paredes).
Y sin embargo, pese al canto y al grosor que necesitaba, esa estructura apenas se aprecia y, cuando se ve, sirve para enmarcar un cuadro que se exponía desnudo.
Y allí, al fondo de una sala, suspendido, casi flotando bajo fresco del Toisón de Oro de Lucas Jordán, el Guernica se convirtió, otra vez, en historia de España.
Esta es solo una de las historias que contamos en el último episodio de "Cómo suena un edificio" el podcast del @museoico que me encargo de dirigir y presentar.
Se llama "La atmósfera y la matemática" y es quizá el mejor que hemos hecho.
El Hotel Belvedere, en Suiza, es uno de los edificios más fotogénicos del mundo.
En medio de una carretera alpina, parece de una peli de Wes Anderson y, sin embargo, está cerrado y abandonado por culpa del coche y del cambio climático.
Esta es la historia: en 1882, el empresario Josef Seiler construyó una pequeña posada en una horquilla de la recién abierta carretera del Furka Pass, en los Alpes Suizos.
La carretera era cada vez más transitada, así que Seiler amplió varias veces la posada hasta que, en 1907, se convirtió en un hotel con 90 habitaciones. Lo llamó "Hotel Belvedere".
En esa época, el hotel era básicamente un establecimiento de lujo donde paraba la alta sociedad, entre otras cosas, para acercarse al glaciar del Ródano, que estaba a apenas unos cientos de metros de la carretera.
Con la popularización del alpinismo, el Hotel Belvedere vivió sus momentos de mayor gloria, pero, sin embargo, su declive no tardó en llegar. Tras la 2ª Guerra Mundial, la modernización del coche privado, que permitía cruzar los Alpes en un solo día e incluso menos sin necesidad de hacer paradas para dormir, comenzó a hacer que el Belvedere perdiese atractivo.
Su aparición en "Goldfinger", la peli de James Bond del 64, insufló una cierta nueva vida en el Belvedere, pero no fue suficiente porque, para los años 70, el glaciar se había retirado más de un kilómetro de la carretera y las vistas desde el edificio eran mucho menos espectaculares.
En vista de la cada vez mayor ausencia de huéspedes, el hotel se cerró en 1980. En 1988 se restauró y volvió a abrirse y, a partir de 2010, encontró un cierto revival precisamente gracias a lo instagrameable que es su imagen.
Pero no parece haber sido suficiente. En 2015, el Belvedere volvió a cerrar y ahora solo es un resto abandonado de cuando la montaña era un lugar al que ir y no un decorado por el que pasar a toda velocidad.
Cuando el Chrysler Building coronó su estructura, ningún periodista estaba allí para contarlo. Todos sabían que había fracasado en la carrera por ser el edificio más alto del mundo.
No podemos recuperar las vidas que se han perdido en la DANA. Por eso, yo creo que ahora habría que concentrarse en evitar que la tragedia se repita.
Para ello, lo suyo sería actuar en tres ámbitos:
Urbanismo, ingeniería y narrativa.
¿Cómo lo hacemos?
🧵⤵️
(Disclaimer: posiblemente, lo que vais a leer ya lo hayáis leído en otros hilos u otros lado, pero igual es interesante recopilarlo de algún modo, que es lo que yo hago en este hilo).
URBANISMO.
Estos formidables mapas de @esme_mys nos enseñan las zonas inundables de la zona afectada (Horta Sud) superpuestos sobre el plano de los municipios desde 1956 hasta 2024.
Como se ve, en 1956, las áreas inundables eran esencialmente huertas.