Pedro Torrijos Profile picture
May 12, 2022 41 tweets 16 min read Read on X
En Holanda hay un pueblecito donde viven felizmente 150 personas.
Lo que no saben es que TODO LO QUE LES RODEA ES FALSO: sus casas, el supermercado, la cafetería y LA MAYORÍA DE SUS VECINOS.

Y es lo mejor que les podía pasar.

En #LaBrasaTorrijos de hoy: Villa Demencia.

🧵👇
(Se recomienda la lectura del episodio de hoy acompañada de la siguiente banda sonora).

open.spotify.com/track/5lRT2FSv…
La arquitectura nos rodea. Desde que abrimos los ojos por la mañana hasta que apagamos el justo antes de irnos a dormir después de haber estado un rato en Instagram o en Twitter, vivimos constantemente rodeados de arquitectura.
Nuestras casas, nuestras calles, nuestros parques. Todo es arquitectura.

Pero no nos damos cuenta.

Vivimos sin mirar hacia arriba y sin mirar hacia abajo y damos por sentado que todo eso es real, que todo ese mundo en el nadamos como los peces de David Foster Wallace es real.
Pero sabemos que no siempre es así.

En #LaBrasaTorrijos ya hemos hablado otras veces de ciudades falsas. De Pueblos Potemkin como AstaZero en Suecia o el psicotrópico interior del casino Venetian en Las Vegas, donde SIEMPRE es de día.
O, bueno, el monumento a la arquitectura de lo real-pero-no-pero-sí que es el Archipiélago Disneylandia.

Sin embargo, en todos esos ejemplos sabemos que lo que nos rodea es falso, que es una tramoya, un trampantojo. Un simulacro de la realidad.

AstaZero, por ejemplo, es una pista de pruebas para coches que simula ser el barrio neoyorquino de Brooklyn.
Pero, ¿y si no lo supiéramos?

¿Y si nos despertásemos cada día en un lugar que parece totalmente real, pero no lo es?

Es mas, ¿y si estuviéramos constantemente monitorizados por un montón de vecinos que no son quienes dicen que son?

Sí, sería algo similar a The Truman Show.
Salvo que Truman Burbank sospechaba que ese mundo no era real.

Pero ¿y si no hubiera manera de sospecharlo?

¿Y si lo mejor fuera no saberlo?
En 2009, a las afueras de Weesp, junto a Ámsterdam, se terminó de construir un peculiar "pueblecito" compuesto por 64 viviendas en edificios de ladrillo de dos plantas, además de cafetería, un bingo, un supermercado y varias públicas.

No parece un lugar muy especial.
Y en las plantas, pues bueno, es una planta de arquitectura correcta, bien estructurada y bien planteada, pero tampoco es nada del otro mundo.
En cambio, al ver la planta "inversa", la que nos habla de las zonas abiertas, nos damos cuenta de que este pueblecito no está únicamente pensado dentro de los edificios. Sobre todo está planteado como fachadas públicas.
Completamente cerrado al exterior, ese pueblecito solo se comprende entendido como un simulacro del mundo real. De ese mundo en el que nadamos.

Con su supermercado y su parque y sus calles para pasear (o ir en bici-tándem)
Porque lo genuinamente importante es que las 150 personas que viven allí crean que aún viven en el mundo de ahí fuera. En el mundo real.

Que lo experimenten, que naden en él.

Porque las 150 personas que viven en De Hogeweyk son ancianos con Alzheimer avanzado o demencia senil.
En De Hogeweyk viven 150 personas y trabajan otros 250 enfermeros y enfermeras. Y no solo cuidándo a los ancianos, también simulando que son vendedores, cajeros, empleados del bingo o el supermercado.
O el tipo que les pone una cerveza en el bar cada día y cada día le pregunta qué cerveza quiere. Aunque cada día pida la misma cerveza y al día siguiente y al día siguiente.

Siempre le va a preguntar qué cerveza quiere. Aunque él no recuerde que se lo ha preguntado cada día.
Sí, De Hogewyk no deja de ser una residencia para enfermos que han perdido el contacto con la realidad, pero no parece un hospital. No los agrupan en una sala de televisión, no los llevan de un lado para otro en comedores comunes.
Quizá no recuerdan, pero conservan un fragmento de autonomía. Compran en el supermercado, aunque paguen con moneda "de mentira", toman helados y van en bico.

Quizá no recuerdan, pero ese mundo falso que se despliega a su alrededor es mejor realidad que la realidad.
Aunque De Hogeweyk es, lógicamente, caro, la experiencia ha sido un éxito total y se ha ido replicando en varias partes del mundo occidental.

Algunas son más modestas, como The Lantern at Changrin Valley, en Ohio, que por fuera es así...
Pero por dentro, los pasillos simulan calles y cada habitación cuenta con un porchecito, como una casita.

Y sí, el cielo también es el de Las Vegas.
Algunos son más "naturales" como Harmonia Village, en Inglaterra, donde han construido un edificio social pero han rehabilitado las casas existentes para adecuarlas a su uso y a sus muy particulares residentes.
Y otros son extraordinariamente sofisticados, como The Village Langley, junto a la ciudad canadiense de Vancouver, donde han construido un pueblo entero, de cimientos a cubierta.
Sí, todos los exteriores rememoran a una cierta arquitectura vernácula de casitas de madera con cubierta inclinada.

Y quizá lo mejor, porque rememorar es "volver a la memoria", y la memoria de esas personas, que apenas es un resto escondido en su mente, seguramente lo prefiera.
(Aunque son chulísimos. Y una pasada de contemporáneos).
Hay quien ha cuestionado las implicaciones éticas de este tipo de iniciativas. Que se pregunta si es moralmente justo "engañar" a estas personas, hacerlas creer que viven en un lugar real, cuando no lo es.
Pero, ¿qué es real?
Nuestra casa, nuestra calle, nuestro coche y hasta nuestra pareja es real porque forman parte de nuestra vida.

Y nuestra vida es real porque, sencillamente, creemos en ella.
Yo no sé si es ético o inmoral que alguien con Alzheimer severo crea que vive un un lugar falso, pero desde luego, si yo estuviera en su lugar, preferiría fumarme un cigarro rodeado de una mentira feliz que estar perdido en un rincón olvidado de mi propia memoria.
Y con estas cuatro imágenes que resumen muy bien el hilo de hoy, vamos a irnos despidiendo de De Hogeweyk, de Truman Burbank, de The Good Place, del Alzheimer (ojalá) y de #LaBrasaTorrijos de esta semana.
Si os ha gustado, hacedme RT al hilo, FAVs, follows o acordaos de mí, porfa!

Si os gustan historias como esta, TERRITORIOS IMPROBABLES es el libro de #LaBrasaTorrijos, donde me he guardado las mejores.

Lo podéis pedir en todas las librerías y en todos los sitios online habituales: tap.bio/pedrotorrijos

Y ya llevamos más de 10.000 copias!
❤️Ah, y también podéis pasaros por mi IG, donde estoy contando historias chulas en otro formato: instagram.com/p/CdYKmAIqZdL/
Si no queréis perderos ningún episodio de #LaBrasaTorrijos, suscribíos a mi newsletter para que os avise cuando haya uno nuevo: getrevue.co/profile/pedro_…
Las imágenes del capítulo de hoy son de:

Anita Edridge, Buro Kade Architects, The Village Langley, NSDA Architects, Google, Hans Erkelens, Wojcik Builders, The Lantern at Changrin Valley, Bert Kaufmann, AstaZero, Paramount Pictures Studios y el Instagram de arcdessco y hmy_llp.
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde.

(Fin del HILO 🇳🇱🇺🇸🇬🇧🇨🇦🧓🧠❓🏘️)
Vamos con las codas, que hoy tengo un día ajetreado:

1. Como me han recordado (y debería saberlo porque mi abuela murió en un estadio avanzado), el nombre "demencia senil" está en desuso. Se prefiere el nombre "demencia" sin más.
2. Obviamente, los pacientes que viven en estos "pueblos" no están en estadios finales de Alzheimer, esos en los que se te olvida ponerte la ropa, hacer pis y hasta se llega a olvidar el concepto de la propia existencia, pero tampoco son estadios iniciales.
En los textos en inglés a veces usan el concepto "severe Alzheimer" y lo he traducido por "avanzado" pero creo que no es necesario explicarlo.
3. Se han escrito bastantes reportajes sobre estos "Dementia Villages" (es su nombre oficial y lo dije en el primer tuit), si bien sus aproximaciones son diversas y bastante distintas a mi hilo.

Os dejo el que más me gusta a mí, que es el de The Atlantic: theatlantic.com/health/archive…
4. En este pequeño video del New Yorker, la reportera Larissa MacFarquhar cuenta su experiencia investigando este tipo de instalaciones. Es muy interesante.

5. En el fantástico capítulo "Hogar, dulce hogar" de Gabinete de Curiosidades, el podcast de mi mentora espiritual @SoyNuriaPerez, hablan de muchas cosas, entre ellas de una de estas instalaciones, en este caso, de Town Square en California.

open.spotify.com/episode/2ibwaX…

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Dec 7
El Cementerio de los Ingleses es un pequeño recinto tapiado frente a los acantilados de Camariñas, en A Coruña.

Pero ¿y si allí estuviese enterrado Jack el Destripador? (Y no, no es descabellado).

Esta es una historia de naufragios y patrimonio, en #LaBrasaTorrijos
🧵⤵️
Plymouth, 8 de noviembre de 1890. Un hombre sube al "HMS Serpent" como quien acepta una sentencia cuyo contenido desconoce pero cuyo peso reconoce al instante. Image
@DACTurismo El nombre que dio —Arthur, James, William, el que fuese— quedó casi disuelto en la humedad del muelle porque lo pronunció demasiado bajo, evitando el cruce de miradas con el oficial que anotaba en un registro ya curvado por la lluvia. Image
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Dec 1
Lo de que las estaciones del metro de Estocolmo son preciosas es algo digno de comprobarse in situ.

Pero también esconden una historia. Una historia de amor por los servicios públicos, por las infraestructuras públicas, por la gente que las construye y por la gente que las usa cada día:

La historia empieza, como empiezan casi todas las historias buenas de ciudades nórdicas, en la roca. Ni en el hormigón ni en el hormigón revestido de hormigón —que es la tentación internacional—, sino en la roca viva, la roca madre, el granito glacial que hace de Estocolmo una ciudad con vértebras de hielo fósil.

Cuando a mediados del siglo XX decidieron construir su red de metro, optaron por la solución más directa, casi geológica: excavar, dinamitar, abrir la montaña e insertar trenes. Y en algún momento de esa operación de ingeniería a mano armada surgió una pregunta casi infantil, tan evidente y, a la vez, tan peculiar que era muy raro que alguien se la preguntase: ¿y si dejamos la roca vista?

La respuesta tiene que ver con estética, sí, pero también con política y con época. Tras la Segunda Guerra Mundial, Suecia —como buena parte del norte de Europa— estaba articulando un nuevo pacto social: bienestar público, accesibilidad, democracia cotidiana.

Uno de los engranajes de ese pacto era la convicción tranquila, pero tenaz, de que el arte no debía ser un lujo sino un derecho. Así que, si el metro iba a convertirse en el gran espacio público donde cientos de miles de personas bajarían cada día, ¿por qué no convertirlo también en un lugar donde el arte descendiese con ellas? Un soporte para democratizar la belleza, para hacer país desde el subsuelo.

Esa respuesta convirtió al metro de Estocolmo en la frase con la que lo definen: la galería de arte más larga del mundo. Algo que va más allá del eslogan turístico; es una decisión conceptual. Si vas a perforar la ciudad, abraza sus entrañas. Si vas a mover a tanta gente bajo la tierra, ofréceles algo más que azulejos blancos y tubos fluorescentes.

Haz país. Haz estética. Haz política blanda —que es la mejor política—.Image
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La línea azul es el ejemplo más evidente. Basta bajar desde T-Centralen para entenderlo: la bóveda, pintada de azul profundo, conserva la piel rugosa de la roca. Tiene algo de caverna prehistórica, pero intervenida con brochazos gigantes. Parece la obra de un pintor expresionista que hubiera vivido aquí encerrado con un cubo de acrílico y demasiadas horas de invierno.

Además, en esa bóveda aparecen siluetas de obreros: un homenaje directo a los trabajadores que construyeron la red hace 75 años y que la mantienen cada día.

Tres cuartos de siglo de ciudad subterránea.
Sigue uno bajando por la línea y llegas a Solna Centrum, la estación más fotografiada de Suecia (y probablemente una de las más fotografiadas del mundo). Un túnel rojo, intensamente rojo, un rojo que no te abraza sino que te engulle.

Parece una bajada al infierno, sí, pero es un infierno con una intención: el mural, pintado en 1975, denuncia la deforestación sueca. El rojo del cielo frente al verde de los bosques como un aviso urgente en un país que hoy presume de sostenibilidad, pero que lleva décadas pensando en estas cosas.

Estando allí me pregunté si hoy ese mural se lee de otra manera. Si ya no habla solo de árboles sino del planeta entero.
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Nov 27
Estoy en Estocolmo, moviendo las manos porque hace tres grados bajo cero, y esto que tengo detrás es el ayuntamiento, el Stadshuset.

Visto así, con su ladrillo rojo, su torre alta y esta logia abierta al agua, parece un edificio medieval, casi un híbrido entre castillo nórdico y palacio veneciano. Podría colar como gótico italiano, o como algo que te encontrarías entrando en la plaza de San Marcos por la puerta equivocada.

Pero la gracia es precisamente que no es medieval en absoluto.
Es un edificio del siglo XX: se construye entre 1911 y 1923, lo diseña el arquitecto Ragnar Östberg y es uno de los grandes ejemplos del Romanticismo Nacional sueco, una arquitectura que mezcla referencias históricas con una idea muy moderna de lo que debe ser un edificio público.

Por eso está aquí, pegado al agua. Si esto fuera de verdad un ayuntamiento medieval, lo lógico es que estuviese bien adentro del casco antiguo, protegido por murallas, alejado de cualquier ataque por mar. Pero, en los años veinte, Suecia ya no está pensando en cañones y asedios: está pensando en democracia, administración y ciudad abierta.

El Stadshuset se coloca en la punta de Kungsholmen, justo donde el lago Mälaren se abre hacia el archipiélago que conecta con el Báltico. Es un gesto urbano clarísimo: el poder municipal se asoma al agua porque el agua es lo que organiza Estocolmo.
El patio donde estoy tiene ese aire muy veneciano: arcos de medio punto abajo y esa sensación de plaza porticada que se abre directamente al embarcadero. Te giras y podrías estar esperando que aparezca una góndola, pero lo que llega son ferris y hielo.

La torre, además, está claramente emparentada con el campanile de San Marcos, solo que coronada por las Tres Coronas doradas de Suecia, para que no haya dudas de quién firma el skyline.

Y luego está la obsesión material. El ayuntamiento está construido con unos ocho millones de ladrillos rojos, de los cuales cerca de un millón se hicieron a mano, precisamente para conseguir esta textura vibrante, nada uniforme, que ves en fachada: el típico ladrillo de monasterio nórdico, colocado alternando testas y tizones para que el muro nunca sea del todo plano ni del todo predecible.

Ragnar Östberg era bastante maniático con la textura: quería que el edificio, visto de cerca, tuviera una piel casi viva, con pequeñas variaciones en cada pieza.
Read 7 tweets
Nov 26
Estoy en Stortorget, la plaza central de Gamla Stan, el casco medieval de Estocolmo.
Hoy hay mercadillo navideño, con luces y turistas, pero bajo toda esta postal hubo, hace siglos, bastante menos encanto.

En esta plaza tuvo lugar la Boda Roja original:

Como sabréis por las novelas de George R. R. Martin y la serie Juego de Tronos, la Boda Roja es uno de los episodios más traumáticos de la historia. Martin lo escribió inspirándose en varios hechos históricos, uno de ellos fue el "Baño de Sangre de Estocolmo" de 1520.

Ese año, el rey Cristián II de Dinamarca conquistó Suecia y, para celebrarlo, organizó una gran coronación en el casco antiguo de Estocolmo. Tres días de fiesta, banquetes, vino caliente, diplomacia y buen rollo oficial. Hasta que, al tercer día, Cristián ordenó cerrar todas las puertas de la ciudad vieja.

Entonces empezó la matanza.
Entre ochenta y noventa personas —nobles, clérigos y ciudadanos influyentes de Estocolmo— fueron ejecutadas. Muchos fueron decapitados y sus cabezas expuestas en picas aquí mismo, en la plaza, durante semanas.

En este lugar tan bonito, tan instagrameable, con chocolates calientes y guirnaldas, a principios del siglo XVI se montó una escabechina monumental.

(Sí, ya sé que en el video digo 1580, es que me bailan las fechas más que Gene Kelly en El Pirata)Image
Hoy, Stortorget tiene otra cara.

Además del mercado de Navidad, uno de los edificios que dan a la plaza alberga la Academia Sueca, la institución que concede cada año el Premio Nobel de Literatura: el lugar soñado de Murakami, para entendernos.

Y, claro, aquí se levantan también las famosas Casa Roja y Casa Verde, dos fachadas del siglo XVII que, además de fotogénicas, son bastante tramposas.

La casa verde, por ejemplo: esas líneas blancas alrededor de las ventanas parecen molduras de piedra, pero en realidad son pintura. Querían simular nobleza, apariencia de sillería cara, pero no había presupuesto, así que resolvieron el asunto con pigmento.

En el fondo eran casas normales, con bodega abajo y almacén arriba. De hecho, la famosa ventana redonda superior no es un capricho barroco, es simplemente una forma eficaz de iluminar ese almacén.Image
Read 6 tweets
Nov 21
El Sexto Panteón del cementerio bonaerense de la Chacarita es, sencillamente, uno de los lugares más bellos y más estremecedores del mundo.
Un espacio casi desconocido que esconde un viaje de luz, emoción y la historia de una mujer.

Os la cuento en #LaBrasaTorrijos 🧵⤵️
A mediados del siglo XX, cuando Buenos Aires miraba a la modernidad como una hacia el futuro, una arquitecta recibió un encargo que, para cualquiera de su generación, ya habría sido enorme, pero que para una mujer en los años 50 era casi un desafío a la gravedad social. Image
Se llamaba Ítala Fulvia Villa y entraba en las reuniones de las oficinas municipales —llenas de ingenieros varones— con un cuaderno, algunos planos y esa paciencia feroz que sólo pueden tener las personas que saben que su talento será discutido antes incluso de ser visto. Image
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Nov 12
El edificio Kavanagh, en Buenos Aires, fue el primer rascacielos de Sudamérica.

Parece neoyorquino, pero tiene algo que los rascacielos de Nueva York no tienen: una leyenda. Porque el Kavanagh se construyó por un despecho amoroso.

Esta es la historia:
🧵⤵️
A principios de los años treinta, Corina Kavanagh, una rica heredera, compró una parcela frente al Parque de San Martín, junto a Puerto Madero, y mandó construir un rascacielos. Image
Inaugurado en 1936 con proyecto de Sánchez, Lagos y de la Torre, el Kavanagh, con su estilo Art Decó, recuerda ciertamente a los rascacielos de Nueva York, como el Chrysler o el Empire State.

Aunque este “solo” llega a 120 metros y 31 plantas. Image
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