En Holanda hay un pueblecito donde viven felizmente 150 personas.
Lo que no saben es que TODO LO QUE LES RODEA ES FALSO: sus casas, el supermercado, la cafetería y LA MAYORÍA DE SUS VECINOS.
La arquitectura nos rodea. Desde que abrimos los ojos por la mañana hasta que apagamos el justo antes de irnos a dormir después de haber estado un rato en Instagram o en Twitter, vivimos constantemente rodeados de arquitectura.
Nuestras casas, nuestras calles, nuestros parques. Todo es arquitectura.
Pero no nos damos cuenta.
Vivimos sin mirar hacia arriba y sin mirar hacia abajo y damos por sentado que todo eso es real, que todo ese mundo en el nadamos como los peces de David Foster Wallace es real.
Pero sabemos que no siempre es así.
En #LaBrasaTorrijos ya hemos hablado otras veces de ciudades falsas. De Pueblos Potemkin como AstaZero en Suecia o el psicotrópico interior del casino Venetian en Las Vegas, donde SIEMPRE es de día.
O, bueno, el monumento a la arquitectura de lo real-pero-no-pero-sí que es el Archipiélago Disneylandia.
Sin embargo, en todos esos ejemplos sabemos que lo que nos rodea es falso, que es una tramoya, un trampantojo. Un simulacro de la realidad.
AstaZero, por ejemplo, es una pista de pruebas para coches que simula ser el barrio neoyorquino de Brooklyn.
Pero, ¿y si no lo supiéramos?
¿Y si nos despertásemos cada día en un lugar que parece totalmente real, pero no lo es?
Es mas, ¿y si estuviéramos constantemente monitorizados por un montón de vecinos que no son quienes dicen que son?
Sí, sería algo similar a The Truman Show.
Salvo que Truman Burbank sospechaba que ese mundo no era real.
Pero ¿y si no hubiera manera de sospecharlo?
¿Y si lo mejor fuera no saberlo?
En 2009, a las afueras de Weesp, junto a Ámsterdam, se terminó de construir un peculiar "pueblecito" compuesto por 64 viviendas en edificios de ladrillo de dos plantas, además de cafetería, un bingo, un supermercado y varias públicas.
No parece un lugar muy especial.
Y en las plantas, pues bueno, es una planta de arquitectura correcta, bien estructurada y bien planteada, pero tampoco es nada del otro mundo.
En cambio, al ver la planta "inversa", la que nos habla de las zonas abiertas, nos damos cuenta de que este pueblecito no está únicamente pensado dentro de los edificios. Sobre todo está planteado como fachadas públicas.
Completamente cerrado al exterior, ese pueblecito solo se comprende entendido como un simulacro del mundo real. De ese mundo en el que nadamos.
Con su supermercado y su parque y sus calles para pasear (o ir en bici-tándem)
Porque lo genuinamente importante es que las 150 personas que viven allí crean que aún viven en el mundo de ahí fuera. En el mundo real.
Que lo experimenten, que naden en él.
Porque las 150 personas que viven en De Hogeweyk son ancianos con Alzheimer avanzado o demencia senil.
En De Hogeweyk viven 150 personas y trabajan otros 250 enfermeros y enfermeras. Y no solo cuidándo a los ancianos, también simulando que son vendedores, cajeros, empleados del bingo o el supermercado.
O el tipo que les pone una cerveza en el bar cada día y cada día le pregunta qué cerveza quiere. Aunque cada día pida la misma cerveza y al día siguiente y al día siguiente.
Siempre le va a preguntar qué cerveza quiere. Aunque él no recuerde que se lo ha preguntado cada día.
Sí, De Hogewyk no deja de ser una residencia para enfermos que han perdido el contacto con la realidad, pero no parece un hospital. No los agrupan en una sala de televisión, no los llevan de un lado para otro en comedores comunes.
Quizá no recuerdan, pero conservan un fragmento de autonomía. Compran en el supermercado, aunque paguen con moneda "de mentira", toman helados y van en bico.
Quizá no recuerdan, pero ese mundo falso que se despliega a su alrededor es mejor realidad que la realidad.
Aunque De Hogeweyk es, lógicamente, caro, la experiencia ha sido un éxito total y se ha ido replicando en varias partes del mundo occidental.
Algunas son más modestas, como The Lantern at Changrin Valley, en Ohio, que por fuera es así...
Pero por dentro, los pasillos simulan calles y cada habitación cuenta con un porchecito, como una casita.
Y sí, el cielo también es el de Las Vegas.
Algunos son más "naturales" como Harmonia Village, en Inglaterra, donde han construido un edificio social pero han rehabilitado las casas existentes para adecuarlas a su uso y a sus muy particulares residentes.
Y otros son extraordinariamente sofisticados, como The Village Langley, junto a la ciudad canadiense de Vancouver, donde han construido un pueblo entero, de cimientos a cubierta.
Sí, todos los exteriores rememoran a una cierta arquitectura vernácula de casitas de madera con cubierta inclinada.
Y quizá lo mejor, porque rememorar es "volver a la memoria", y la memoria de esas personas, que apenas es un resto escondido en su mente, seguramente lo prefiera.
(Aunque son chulísimos. Y una pasada de contemporáneos).
Hay quien ha cuestionado las implicaciones éticas de este tipo de iniciativas. Que se pregunta si es moralmente justo "engañar" a estas personas, hacerlas creer que viven en un lugar real, cuando no lo es.
Pero, ¿qué es real?
Nuestra casa, nuestra calle, nuestro coche y hasta nuestra pareja es real porque forman parte de nuestra vida.
Y nuestra vida es real porque, sencillamente, creemos en ella.
Yo no sé si es ético o inmoral que alguien con Alzheimer severo crea que vive un un lugar falso, pero desde luego, si yo estuviera en su lugar, preferiría fumarme un cigarro rodeado de una mentira feliz que estar perdido en un rincón olvidado de mi propia memoria.
Y con estas cuatro imágenes que resumen muy bien el hilo de hoy, vamos a irnos despidiendo de De Hogeweyk, de Truman Burbank, de The Good Place, del Alzheimer (ojalá) y de #LaBrasaTorrijos de esta semana.
Si os ha gustado, hacedme RT al hilo, FAVs, follows o acordaos de mí, porfa!
Anita Edridge, Buro Kade Architects, The Village Langley, NSDA Architects, Google, Hans Erkelens, Wojcik Builders, The Lantern at Changrin Valley, Bert Kaufmann, AstaZero, Paramount Pictures Studios y el Instagram de arcdessco y hmy_llp.
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde.
(Fin del HILO 🇳🇱🇺🇸🇬🇧🇨🇦🧓🧠❓🏘️)
Vamos con las codas, que hoy tengo un día ajetreado:
1. Como me han recordado (y debería saberlo porque mi abuela murió en un estadio avanzado), el nombre "demencia senil" está en desuso. Se prefiere el nombre "demencia" sin más.
2. Obviamente, los pacientes que viven en estos "pueblos" no están en estadios finales de Alzheimer, esos en los que se te olvida ponerte la ropa, hacer pis y hasta se llega a olvidar el concepto de la propia existencia, pero tampoco son estadios iniciales.
En los textos en inglés a veces usan el concepto "severe Alzheimer" y lo he traducido por "avanzado" pero creo que no es necesario explicarlo.
3. Se han escrito bastantes reportajes sobre estos "Dementia Villages" (es su nombre oficial y lo dije en el primer tuit), si bien sus aproximaciones son diversas y bastante distintas a mi hilo.
4. En este pequeño video del New Yorker, la reportera Larissa MacFarquhar cuenta su experiencia investigando este tipo de instalaciones. Es muy interesante.
5. En el fantástico capítulo "Hogar, dulce hogar" de Gabinete de Curiosidades, el podcast de mi mentora espiritual @SoyNuriaPerez, hablan de muchas cosas, entre ellas de una de estas instalaciones, en este caso, de Town Square en California.
En la costa chilena hay un lugar donde la gente no se cambia de casa. MUEVE LA CASA DE SITIO.
Y la mueve tirada por bueyes, por tractores y hasta por barcos.
Pero no es solo eso. Es la expresión del lazo de una comunidad.
En #LaBrasaTorrijos, la minga de Chiloé.
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En 1993, el cineasta colombiano Sergio Cabrera estrenó uno de los filmes más interesantes, más combativos y también más divertidos de la década: "La estrategia del caracol"
"La estrategia del caracol" es una dramedia que cuenta la historia de unos inquilinos que se rebelan contra su casero de una manera tan divertida como inverosimil: cambian de sitio el edificio donde viven y dejan apenas un trampantojo.
En 1981, un hombre escaló los 442 metros de la Torre Sears, el edificio más alto del mundo. No era un espectáculo circense: fue una advertencia que puso en duda a todos los rascacielos y obligó a Chicago a repensar su propia ciudad.
Os lo cuento en #LaBrasaTorrijos.
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En 1970, Sears encargó al arquitecto Bruce Graham, de la firma SOM, la construcción de su cuartel general en Chicago.
No era un proyecto normal, era un edificio para la mayor empresa de grandes almacenes del mundo, con más de 350.000 trabajadores.
Un coloso empresarial.
Como ese coloso no se iba a conformar con un edificio "normal", Graham les propuso otro coloso. Una sede que representara el tamaño de su imperio.
Les propuso construir el rascacielos más alto del mundo.
El precio del alquiler es un problema muy grave. A veces, por culpa de caseros chungos.
Pues en Irlanda hubo un casero TAN CHUNGO que su apellido se convirtió en un verbo que significa "Negarse a comprar o participar en algo como forma de protesta".
Esto es #LaBrasaTorrijos ⤵️
En 1854, un joven inglés llamado Charles Cunningham se trasladó a la isla de Achill, al oeste de Irlanda. Hijo de familia pudiente, salía de una carrera militar fallida y llegaba a las verdes tierras de Éire dispuesto a ser un hombre rico y de provecho.
En esa época, Irlanda vivía una situación bastante peluda: acababa de salir de la Gran Hambruna del 45, que había diezmado a la población, bien llevándola a los camposantos, bien obligándola a emigrar.
Por tanto, las verdes tierras de cultivo eran un bien muy preciado.
Este es el río Chicago. Un río que, además de vertebrar el centro de la ciudad, presume de una rareza única en el mundo: CORRE AL REVÉS. Es decir, fluye en sentido contrario al que debería. No desemboca en el lago Michigan, sino que, al contrario, nace de él.
¿Por qué? Porque le dieron la vuelta. Hasta mediados del siglo XIX, el río desembocaba en el lago, pero no solo llevaba agua limpia: también arrastraba las aguas sucias de la ciudad, las de los inodoros y las primeras industrias. Y como la ciudad bebía a su vez de ese mismo lago, el resultado era obvio: un cóctel de enfermedades y varios brotes de cólera bastante serios.
Así que, a mediados del XIX, Chicago decidió lo impensable: invertir el curso de su propio río. Y lo hizo con una obra de ingeniería monumental. Construyeron cauces artificiales con un lecho más profundo que el natural, levantaron diques y presas, y obligaron al agua a encontrar su nuevo camino. Desde entonces el río Chicago corre en dirección contraria.
¿Y hacia dónde corre?
Pues hoy desemboca en el Mississippi. Eso significa que las aguas del lago Michigan recorren de norte a sur los Estados Unidos enteros hasta llegar al golfo de México.
En su momento hubo bronca: de repente las aguas sucias de Chicago pasaban por San Luis, y a nadie le hacía gracia recibir semejante regalo. Al final la cosa se arregló y hoy, gracias a los sistemas de depuración modernos, el agua que baja y se une al Mississippi ya llega limpia.
Uno de los mejores edificios de la historia está construido con nenúfares. Nenúfares tan delgados que no respetaban la normativa.
Pero resistieron. Solo hubo que demostrarlo (y echarle valor).
En #LaBrasaTorrijos, la Johnson Wax y los cojonazos de Frank Lloyd Wright.
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Se suele decir que los arquitectos tenemos un problema de ego. Que creemos que sabemos de todo y siempre tenemos razón y somos interdisciplinares y sabemos de música y de literatura y de coches y de fútbol...
En definitiva, que somos unos flipaos y unos cretinos.
Y la verdad es que es verdad. Si un arquitecto de poca monta como es mi caso, se cree el puto amo de la cultura occidental, imaginaos cómo sería un arquitecto que SÍ QUE FUE (uno de los) PUTOS AMOS de la arquitectura occidental.