El último #paseoveraniego será por uno de los lugares que más he recorrido en los últimos meses: el entorno de la sierra de Codés. Paisajes, patrimonio medieval, urbanismo, santuarios y muchas, muchas piedras sagradas. ⬇️⬇️⬇️
En mi última escapada en bici por esta zona aproveché para sacar unas pocas fotos, así que este paseo será más ligerito y visual, porque, mires a donde mires, éste es uno de esos paisajes que no te permiten levantar la vista...
Arrancamos subiendo el puerto de Meano, dejando atrás las localidades de Cabredo y Marañón y unas bonitas vistas del valle por el que discurre el río Ega.
Bajamos las cuestas en dirección a Aguilar de Codés, pero antes de entrar en la localidad merece la pena tomar la carretera en dirección a Viana para ver el pueblo con perspectiva. Creedme, el desvío bien lo merece.
Desde aquí podemos apreciar la peculiar ubicación del pueblo sobre la cresta de una estrecha loma, lo que ha condicionado su característico urbanismo. Al fondo, cobijando la localidad, la sierra con algunos de sus famosos picos y montes como el Yoar o la Peña Humada.
Esta posición estratégica ha marcado el devenir histórico de Aguilar de Codés. La villa nació en 1219 como un desdoblamiento de la cercana Marañón para cumplir un papel defensivo con respecto al reino castellano. De hecho, aún conserva parte de las murallas medievales.
El entramado urbanístico se articula a través de la calle Mayor y la calle de la Solana. Llegamos así a su plaza, donde se erige la iglesia de la Invención de la Santa Cruz.
Se trata de una iglesia gótica, levantada tiempo después de la concesión del fuero a la villa por parte de Teobaldo II en 1269. De su etapa gótica conserva parte de la portada y los muros de la nave. El crucero se amplió en el siglo XVI y en el XVIII se construyó el retablo mayor
Saliendo de Aguilar de Codés, escondida en la ladera de una pequeña loma, nos espera la ermita de san Bartolomé.
La portada evidencia que hasta aquí llegaron talleres bien formados en un románico ya avanzado. Dos ángeles sostienen al "agnus dei", encerrado en un clípeo y rodeado de inscripciones. La talla recuerda mucho a las obras de San Miguel de Estella y de Armentia.
En la parte baja del dintel, una inscripción nos advierte del lugar en el que estamos: "INTROITO : IN DOMUM: TUAM: DOMINE : ADORADO: AD TEM-
PLUM SANCTUM: TUUM : IN TIMORE TV[O]" [Entraré en tu casa, Señor, y me postraré hacia tu santo templo, lleno de tu temor]
Las bóvedas del interior ya nos hablan de una fase algo posterior. Cuenta con una preciosa bóveda sexpartita (@itineratur 😉) que se podría fechar alrededor del siglo XIII.
Dejamos atrás esta preciosa ermita, donde el entorno te invita a echar la tarde entera y dejar a un lado el reloj, y tomamos aire porque nos espera otra sorpresa: el monasterio de Azuelo.
Las referencias documentales más antiguas nos llevan hasta el lejano siglo X, pero todo cuanto veremos se relaciona con el momento en el que pasa a depender de la órbita de Santa María la Real de Nájera y termina por convertirse en un importante priorato cluniacense.
La portada tiene unas arquivoltas ricamente decoradas con motivos que dejan clara la influencia de Cluny. No me detendré en pormenores porque creo que Azuelo merece un hilo con todo lujo de detalles... porque tiene miga.
Como siempre recuerdo, la importancia de estos lugares no sólo debe leerse en función de sus cualidades artísticas, sino que eran mucho más de lo que hoy vemos. Aquí se custodiaba una colección de reliquias impresionante que era lo que realmente le daba prestigio.
Entre otros, estaba el brazo de San Gregorio Ostiense, a quien dediqué otro paseo:
Vamos terminando el recorrido subiendo las empinadas cuestas del santuario de Nuestra Señora de Codés, con la imponente sierra como telón de fondo.
La ubicación de este santuario está perfectamente estudiada. Por un lado, es un precioso balcón desde el que se controla el paso por estos escarpados valles.
Pero en ningún momento desatendieron la máxima de "ver y ser vistos". Desde las afueras de Torralba del Río, el pueblo más cercano, se intuye a lo lejos la gran torre barroca escondida entre los árboles.
La leyenda cuenta que en el siglo XIV se halló una Virgen junto a una cueva, lo que motivó la construcción de una primitiva ermita. La devoción local hizo que entre los siglos XVI y XVIII se llevaran a cabo numerosas obras de ampliación y de reconstrucción.
La más imponente tal vez sea el pórtico que sostiene el antiguo camarín de la Virgen y que da paso a la fuente sagrada.
Y qué mejor que terminar este paseo el 8 de septiembre, precisamente el día de la festividad de la Virgen de Codés. Si alguien está por la zona, que no se lo pierda porque habrá muy buen ambiente.
Como siempre, os dejo el enlace a la charla con @unai_ugarte para el programa de "Entre calles" de @radioeuskadi, en la que desgranamos algunos de los principales detalles de este paseo. ¡Hasta la próxima! 😊 eitb.eus/es/radio/radio…
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En este hilo quiero compartir algo que suele quedar oculto, que permanece en la esfera más íntima de quienes nos dedicamos a la investigación: el proceso, el camino hasta llegar a una hipótesis sólida. Y lo haré con un conjunto único y de extrema dificultad: la iglesia de Arbulo.
Fijémonos en este muro, ¿qué es esto?, ¿qué sentido tienen estas figuras?, ¿de qué época son?, ¿por qué no se parecen a nada que hayamos visto antes? Cuando se descubrieron en el año 2006 estas eran las principales preguntas que sobrevolaban con insistencia.
Ayer surgió un interesante debate en clase sobre la obra de François Boucher “Joven recostada”. La pregunta era sencilla: ¿qué os parece que esta obra esté expuesta en un museo? Después de un largo silencio, se fueron animando, pero había cierta incomodidad…
Para intentar responder a esa pregunta necesitamos conocer el contexto y la identidad de la joven o, mejor dicho, de la niña. Marie-Louise O'Murphy era la menor de cinco hermanas, nacidas en Rouen en un ambiente de pobreza y graves dificultades económicas.
Una vez en París, trabajó de costurera un tiempo, pero su belleza despertó el interés de numerosos hombres, entre ellos Casanova. Éste (según sus memorias) la conoció cuando Marie-Louise tenía 13 años y no era más que “una pequeña criatura bonita, andrajosa y sucia”.
Hay sepulcros románicos de gran belleza y complejidad iconográfica, pero muy pocos alcanzan la riqueza de la tapa sepulcral de Blanca Garcés conservada en Nájera. Aquí hay muerte, parábolas bíblicas, escenas de difícil interpretación… esto hay que verlo en detalle. ⬇️⬇️⬇️
Advertencia: por la amplitud temática de las imágenes, lo dividiré en dos hilos para evitar que sean demasiado largos. Es que, como veréis, ¡este sepulcro da mucho juego!
Primero, unas pinceladas históricas. Desde su misma fundación, impulsada por el rey García III de Pamplona en diciembre de 1052, Nájera ha sido un monasterio orientado al enterramiento tanto de los reyes como de sus vasallos más allegados.
Hace más de 10000 años ocurrió algo que transformó para siempre eso que llamamos “arte”. Alguien modeló con arcilla una calavera y dio comienzo a un extraño culto a los antepasados. Ese gesto, aparentemente banal, lo cambió TODO. ¡Acompañadme en este viaje! ⬇️⬇️⬇️
Aquí hay una protagonista que no podemos obviar: la arqueóloga británica Kathleen Kenyon. A mediados del siglo XX comenzó unas campañas de excavación en Jericó con una metodología diferente a la de su tiempo. Ella era meticulosa y paciente; prefería la brocha a la pala.
Entre 1952 y 1953 excavó numerosos emplazamientos y demostró que la zona había sido ocupada ya en el 10000 a.C. Con sus investigaciones y con la información que recabó pudo demostrar que en el Neolítico estaban produciéndose cambios más intensos de lo sospechado.
Durante unos cuantos años me he dedicado a estudiar las relaciones entre la imagen y la muerte, con especial atención a la producción visual de las monarquías europeas. Sin embargo, la muerte de Isabel II me está dejando absolutamente frío… os cuento. ⬇️⬇️
Las monarquías siempre han dedicado una atención especial a los actos que rodean a las muertes de los miembros de la corona. Hay mucho de ritualidad, de ocultamiento, de esperas prolongadas… en definitiva, hay una propuesta experiencial perfectamente orquestada.
Sin embargo, en la época en la que vivimos, nada de todo esto es ya posible. La experiencia y su dimensión ritual se convierten en espectáculos hiperdimensionados e hiperinformados, desgajándolos por completo de la eficacia de la que antes gozaban.
En este nuevo #paseoveraniego os propongo seguir los pasos del gran escultor Felipe Bigarny. Para ello nos iremos a Haro y a Casalarreina, donde le encargaron realizar dos magníficas portadas que supusieron un auténtico terremoto artístico… y también personal ⬇️⬇️⬇️
Bigarny es uno de esos escultores con una vida que daría para varias series de Netflix. Siendo joven, pero muy bien formado, abandonó su Langres natal (Borgoña francesa) y, tras una estancia en Roma, terminó en Burgos, donde encontró un ambiente cultural lleno de posibilidades.
Allí entabló una estrecha relación con Simón de Colonia, Gil de Siloé y Diego de la Cruz, a quienes demostró su enorme valía en varios trabajos. A finales de 1498, Juan de Colonia presentó al Cabildo al “maestre Felipe”, quien se encargaría del relieve del Camino del Calvario.