Thread by @firecrackerx

Bueno, jóvenes, pues aquí vengo con otra historia de señoras que se empotraron hace mucho. Hoy, la historia de la señora que nació y murió con el siglo XX: nació en 1899 y murió en el año 2000, con 101 años. Vamos allá.

Ruth Charlotte Ellis nació en Springfield, Illinois, en 1899. Su madre murió siendo ella muy niña, así que la criaron su padre y sus tres hermanos. Su padre, Charles Ellis, había nacido en la esclavitud y se había educado a sí mismo.

Papá Ellis fue, de hecho, el primer cartero negro de Illinois y uno de los primeros del país, lo que le costó numerosas burlas y humillaciones de sus compañeros y la prensa local. Aquí tenéis una foto del caballero, conservada por la Sociedad Histórica de Sangamon County.

A pesar de no tener mucha pasta y de que eso exponía a su familia a posibles ataques racistas, Charles Ellis estaba decidido a que todos sus hijos tuvieran una educación lo más completa posible, sabiendo lo importante que había sido para él.

Os recomiendo que leáis más sobre él y sus días de pionero en el servicio postal. Es señor es un fuera de serie y merece una estatua.

Uno de los recuerdos más tempranos de Ruth es que miles de blancos se echaron a las calles de Springfield en 1908 y durante dos días seguidos se sucedieron los ataques contra vecinos negros: linchamientos, casas quemadas, negocios destruidos…

Ruth tenía solo nueve años, pero nunca olvidó cómo su padre se sentó en la puerta de su casa, armado, mientras sus hermanos se atrincheraban con ladrillos. Afortunadamente los disturbios no llegaron hasta allí, pero el recuerdo de la espera se quedó con ella para siempre.

En estas circunstancias, que una niña negra completara sus estudios elementales era poco común, pero su padre insistió después en que entrara en el instituto. Era una de las pocas alumnas negras y el resto de estudiantes la trataban con desconfianza y hostilidad.

Es en esta etapa cuando Ruth tiene un momento que es un clásico de la juventud lésbica universal: a los dieciséis años se enamoró de su profesora de gimnasia.

PD. No os preocupéis si en vuestro caso fue la de inglés, sois igual de poco originales.

Ruth tenía más o menos claro lo que estaba pasando, pero no tenía palabras para describir su atracción hacia otra mujer, ni nadie a quién preguntarle, ni forma de acceder a ningún tipo de información al respecto...

De hecho, la educación sexual de Ruth consistió en que su padre pilló un libro (con lo que podría pasar por educación sexual a principios del siglo XX...) y lo dejó encima de la mesa de su despacho esperando que su hija lo cogiera a escondidas. Maybe.

Lo dejó allí cual cebo para arenques y a los pocos días (supongo que cuando consideró que Ruth ya había tenido tiempo de leerlo “en secreto”) el libro desapareció. Siendo este el plan, preguntar en casa por un temario más avanzado y menos heterosexual no era una opción.

Así que Ruth tuvo que imaginarse el temario lésbico ella sola mientras se graduaba del instituto y entraba en la veintena, hasta que un día encontró una novela en la que se describía la relación entre dos mujeres y le vino la revelación lésbico-divina.

La novela en cuestión, por si os pica, era "El Pozo de la Soledad", el primer libro en inglés en referirse abiertamente a una relación lésbica, publicado en 1928 e inmediatamente prohibido en un chorro de sitios.

Armada con este nuevo y fascinante conocimiento, consultó un libro de psicología y descubrió que la palabra que había estado buscando tantos años era LESBIANA.

No voy a quejarme nunca más de haber sido bollera en los noventa.

Ruth no salió del armario con su familia. En vez de eso llevó a una novia a casa directamente ne cuanto la tuvo, que es un movimiento táctico bastante arriesgado ante el que tengo que quitarme el sombrero porque estamos en los años veinte del siglo pasado.

Su padre y sus hermanos no pusieron pegas. Bueno, menos un día que su padre le dijo que por favor se cortaran con el volumen una mijita, que la próxima vez que no lo dejaran dormir se iban las dos a hacer escándalo a la calle.

(Dos estatuas, le ponemos a este hombre.)

A mediados de los 30s, Ruth conoce a Cecilene “Babe” Franklin. Juntas se mudan a Detroit y compran una casa de dos pisitos que pasaron los siguientes años pagando, Cecilene con su trabajo de cocinera y Ruth trabajando en una imprenta.

Como Ruth se hacía las preguntas adecuadas, por ejemplo, “¿Por qué carajo estoy haciendo este curro de imprenta para mi jefe en vez de hacerlo para mí?”, en unos años montaron su propio negocio de imprenta, Ellis & Franklin Printing Co.

Era una pequeña imprenta comercial que operaban desde su casa y donde hacían posters, postales, papeletas, etc., que convirtió a Ruth en una de las primeras mujeres negras de Detroit en tener su propio negocio.

Y tener tu propio negocio mola, porque tienes libertad para hacer algunas cosas que te gustan que igual no podrías hacer en otras circunstancias. En el caso de Ruth: convertir su casa en un local de ambiente los fines de semana.

En los años cuarenta del siglo XX, irse de bares de ambiente era un poco putada. Eran locales discretos que no podían publicitarse de forma evidente, así que casi siempre se encontraban por recomendación de amigos que a su vez lo habían conocido por otros amigos.

Encontrar uno para mujeres era bastante difícil. Encontrar uno que aceptara clientes negros, God mode.

Durante más de veinte años, Ruth y Cecilene abrieron las puertas de su hogar a jóvenes afro-americanos que se reunían para bailar, jugar a las cartas, charlar, beber, buscar pareja y, sobre todo, encontrarse en un lugar seguro y familiar donde podían ser ellos mismos sin miedo.

...y cuando la fiesta acababa, siempre había alguien que necesitaba algo: jóvenes a los que sus padres habían echado de casa y necesitaban una comida caliente, algo de dinero para sobrevivir unos días o una cama donde quedarse una temporada.

A menudo tenían a una o dos personas viviendo en el primer piso y Ruth incluso ayudó a algunos a pagarse los estudios, esperando que pudieran alcanzar una vida independiente y cómoda.

Desgraciadamente, la relación de Ruth y Cecilene acabó rompiéndose de forma amistosa en los años sesenta, tras tres décadas juntas, aunque siguieron compartiendo casa hasta que el ayuntamiento decidió reconstruir la zona con nuevos edificios.

Y así, en 1971, cuando la comunidad LGBTQ de Estados Unidos estaba en plena ebullición tras los disturbios de Stonewall, Ruth y Cecilene se vieron obligadas a dejar para siempre la casa que había sido su hogar y el refugio de muchísimos jóvenes durante décadas.

Las nuevas generaciones estaban organizándose, formando alianzas y asociaciones, saliendo a la luz después de décadas de silencio... pero Ruth y Cecilene, ajenas a estos cambios, separaron sus caminos.

Cecilene murió dos años después, a pesar de ser diez años más joven que Ruth. Ruth, que ya tenía setenta años, decidió ir a vivir a un centro de viviendas para la tercera edad.

Normalmente la historia acaba aquí. Es donde suelen acabar las historias de señoras, cuando la protagonista ya es anciana y está cansada de molar, y desgraciadamente las biografías tienden a acelerar. Pero esta historia es un poco distinta.

Ya ha sido un poco distinta, creo. A pesar de sus logros personales y laborales, Ruth no aparece en ninguno de los libros de mi estantería, ni en ningún artículo académico, ni llenó los periódicos con noticias sobre su vida y su labor con los jóvenes de su comunidad.

Ruth es como muchas otras señoras bolleras de la historia que trabajaron y lucharon por vivir su vida de la mejor forma posible, echando una mano a los demás cuando hacía falta en un mundo bastante hostil.

Con 79 años, Ruth ve a una lesbiana.

Así de primeras, ver una lesbiana no parece un acontecimiento especialmente notable (bueno, depende de la lesbiana🔥), pero en este caso es muy especial.

Ruth lleva casi una década en las viviendas para mayores, donde se entretiene apuntándose a todos los talleres y clases que organiza el centro. Un día se apunta a un taller de defensa personal para la tercera edad y la monitora le activa el gaydar inmediatamente.

¡Y hace mucho, mucho tiempo que Ruth no ve una lesbiana! No hay ninguna en el centro para mayores y hace muchos años desde aquellas fiestas en su casa que eran todo su contacto con la comunidad.

Así que Ruth invita a su instructora de defensa personal a almorzar mandándole una tarjeta, porque cuando se mola, se mola para siempre.

La instructora acepta la invitación sin saber muy bien por qué esta señora de ochenta años a la que ha visto una vez en su vida está invitándola a comer, y en lo que dura el almuerzo descubren que el gaydar de Ruth funciona muy bien y el de la instructora muy mal.

A Ruth le gusta volver a hablar con una mujer lesbiana después de tantos años y pasa un almuerzo muy agradable, alegrándose de haber tenido un pequeño contacto con otra bollera después de tantos años...

...mientras, a la monitora se le está yendo la cabeza entera porque el movimiento lésbico lleva poco tiempo organizándose de forma pública y está formado por mucha gente joven, y nunca ha conocido a una lesbiana de la edad de Ruth.

En la comunidad LGBTQ siempre hemos crecido sin ancestros. Hasta hace no mucho no se celebraban las vidas de las mujeres lesbianas que hicieron grandes cosas en la historia, ni se contemplaban las generaciones que vinieron antes que nosotras.

Cuando salías del armario empezabas de cero, como Ruth, sin saber ni lo que era una lesbiana. Cuando crecías hacías piña con otra gente LGBTQ de tu edad, con suerte, y aprendíais unos de otros con GLORIOSOS y TRÁGICOS resultados.

(Un saludo a toda mi gente queer de la que aprendí de joven y que aprendieron de mí con gloriosos y trágicos resultados, os quiero mucho.)

No había nadie que te ayudara a saltar los charcos que ellos saltaron en su día. Somos una comunidad sin lazos de sangre, en la que cada generación se reinventaba desde cero cuando no había referentes, a menudo de forma torpe.

Así que Ruth y su monitora se hicieron amigas, y la monitora empezó a llevársela a conocer a sus amigas, a visitar asociaciones de bolleras, a bares de ambiente a bailar los findes de semana. Sí, con ochenta años. Os he dicho que cuando se mola, se mola para siempre.

Todas las que la conocen, reconocen en Ruth algo que nunca han tenido y que pensaban que nunca iban a tener. Cuando una no la está recogiendo para llevarla a una reunión, otra la está visitando para invitarla a un festival de música.

Mamá Ruth (como empezaron a llamarla) se convirtió en una celebridad en la comunidad de Detroit, porque había caminado el camino que ellas pensaban que tenían que pavimentar desde cero.

De repente se podía ser como Ruth, tener ochenta años e invitar a tu instructora de defensa personal a comer y contarles a las chicas jóvenes cómo era ligar con mujeres en los años treinta y tener una vida entera de experiencia y éxitos y lazos con la comunidad.

Se hizo tan famosa que algunos periódicos y revistas empezaron a llamarla para entrevistarla. Ruth no tiene muy claro por qué toda esta gente joven está todo el día flipando con ella y se cansa rápido de la fama...

...declinó muchas entrevistas y apareciones en televisión, y hasta le dijo a Oprah Winfrey que no gracias, me quedo con mis bolleras en Detroit...

...porque bueno, para dar entrevistas no, pero para irse de bares y de reuniones de bolleras todo el día todavía podemos hacer un gasto de energía.

Ruth murió en el año 2000, con 101 años, meses después de asistir a la apertura del Centro Ruth Ellis en Detroit, un lugar de apoyo y refugio para la juventud LGBTQ, especialmente para jóvenes afro-americanos o en riesgo de exclusión social.

Aquí tenéis la página del centro por si queréis echarle un ojo. Tiene un montón de programas y actividades y programas, es una maravilla, planeado y construido por muchas de esas personas a las que Ruth ofreció su sabiduría.
ruthelliscenter.org

Me encantan las historias de señoras sáficas que hicieron cosas absolutamente flipantes, soberbias, absurdas, que cambiaron el rumbo de la historia, que trincharon gente con espadas, que revolucionaron su campo de estudio…

...pero me gustan mucho más las historias de mujeres que, como Ruth Ellis, solo intentaron hacer lo mejor que pudieron con las circunstancias que tenían y dejaron su huella en vidas ajenas, discretamente, y que rara vez son celebradas.

Hemos hecho algo muy bien cuando podemos celebrar hoy la vida de alguien como Ruth Ellis, que normalmente habría caído en el olvido. Pero es gracias a gente como ella que, si tenemos suerte, a veces podemos contar con alguien que nos ilumina el camino.

Alguien que nos enseña cosas que pensábamos que nadie nos iba a enseñar y que nos habla de nuestra historia, de ser lesbiana en unas circunstancias que nunca hemos conocido pero que han construido todo lo que tenemos hoy.

Esta es la historia de Ruth Ellis, una persona que no cambió el rumbo de la historia ni se hizo un hueco en ningún libro, pero que cambió la vida de miles de personas de forma amable y casi anónima.

Y colorín, colorado, este hilo de historia de la comunidad se ha acabado.

La mayoría de la información ha salido del documental de Yvonne Welbon “Living With Pride: Ruth Ellis @ 100”, en el que entrevista a Ruth y hace un repaso de su vida. Si tenéis la oportunidad de verlo, no dudéis, es una pasada y tiradle todo el amor que podáis.

PS. Por ética académica debo decir que le preguntaron cuánto hacía desde la última vez que había empotrado a una señora y dijo que a los 95 años, así que técnicamente este es un hilo de señoras que se empotraron hace poco.

Para finales de mes os traeré el siguiente hilo de #SeñorasQueSeEmpotraronHaceMucho, acorde con la spooky season. ¡Gracias por darle un ratito del día a mis señoras! ✨💕

Y por último, chapa obligatoria de que tengo dos libros bonitos y llenos de historias reales y absurdas de señoras históricas que se comían la cara. Son suaves y huelen bien. Gracias por vuestra atención 🔥