Matilda siempre fue, es y será uno de mis personajes favoritos de ficción.
Fan absoluta del libro de Roald Dahl (1988), también lo soy de la adaptación cinematográfica de Danny de Vito en 1996. Solo me faltaba el musical (lo intenté sin éxito la última vez que fui a Londres).
Hemos visto al fin #MatildaelMusical y nos encantó.
Especialmente la adaptación de las letras, la escenografía y las coreografías. Tremendo trabajo del equipo artístico y técnico, especialmente difícil por trabajar con artistas infantiles y ser tan numeroso.
Dirigida por @serranodavid75 (si no habéis visto la película «Voy a pasármelo bien», no dejéis de hacerlo), #MatildaelMusical ofrece un espectáculo maravilloso para espectadores de cualquier edad, a la altura de cualquier gran producción de #musicales internacional.
Es un reto presentar un personaje tan icónico: lectora empedernida, inconformista y rebelde contra la injusticia. Con una necesidad tan grande de ser aceptada y querida que se refugia en los libros y crea en su cabeza historias alternativas a su realidad...
Hasta que conoce a la señorita Honey, que cambia su vida para siempre. Después de tantos años de conocer y adorar a #Matilda, mientras disfrutaba del musical, de pronto vi la historia y al personaje desde un punto de vista en el que no había reparado antes.
Posiblemente, Roald Dahl nunca lo pensó así, pero #Matilda es una niña de #altascapacidades que viene de un entorno familiar de nivel cultural bajo (las AACC no dependen del contexto) y es rechazada y menospreciada por su padre (quería un chico) y por su madre (no la entiende).
Aprendió a leer sola y devora libros, pero, además, entró en el colegio siendo capaz de hacer operaciones matemáticas avanzadas. Encuentra soluciones creativas a problemas cotidianos. Hace buenas preguntas. Se cuestiona costumbres a las que no ve sentido.
Al conocerla, su maestra queda impactada y tiene claro que la niña necesita una aceleración (no lo llaman así, claro). Pide pasarla a un curso superior, acorde con sus conocimientos y capacidad, pero...
... se da de bruces con la directora del colegio, Miss Trunchbull, un personaje grotesco y aterrador que afirma haber triunfado «por observar siempre las normas». Obviamente, se cierra en banda a hacer un plan de trabajo personalizado para Matilda.
Miss Honey también intenta hablar con la familia, sin resultado. Pero ella cree en la niña. Gracias a esa confianza, cuando afronta situaciones extremas en que sus compañeros se ven amenazados, Matilda descubre que tiene poderes que desconocía.
#Matilds es toda una metáfora de que #EducarEsMirarMásAllá y que nuestras expectativas y apoyo en los planos académico, personal y social son capaces de sacar lo mejor de una personita en proceso de formación.
No quiero terminar el hilo sin recordar todo lo que cambia la vida de la señorita Honey gracias a Matilda. Y es que una alumna así, si sabemos verla, es un regalo que nos hace crecer en nuestra profesión.
Dicho todo esto, sugiero releer el libro, volver a ver la película o ir a ver el musical. #Matilda es genial.
Cuando pienso en mi infancia, en la mayor parte de los mejores recuerdos aparecen dos personas: mi abuela y mi abuelo. #DíadelosAbuelos
Recuerdo a mi Abu recitando largos fragmentos de «La venganza de don Mendo» o «La vida es sueño» durante las comidas. O las noches en que me quedaba a domir en su casa y la Aíta se inventaba cuentos que todavía recuerdo.
Sentarme en el brazo de la butaca para ayudar a mi abuelo a resolver el jeroglífico y el crucigrama del periódico. Jugar a las siete y media, al tute y al chincón, al dominó y al parchís.