5 meses atrás, Beyoncé editó un álbum con el que encumbró a la comunidad LGBTI+ racializada.
El próximo 21 de enero, la cantante facturará 20 millones de dólares por una actuación en Dubái: ciudad en la que pertenecer al colectivo LGBTI+ acarrea una pena de prisión.
Abro hilo.
Dubái pertenece a los Emiratos Árabes Unidos, un Estado que tipifica como delito la homosexualidad, con penas que abarcan desde la castración química hasta la ejecución.
El artículo 177 del Código Penal de Dubái, en concreto, pune la sodomía con una década de cárcel.
El acuerdo firmado por Beyoncé consiste en un espectáculo de una hora de duración, fechado para el 21 de enero del 2023.
Dicho recital tendrá lugar en el Hotel Atlantis The Palm, el segundo complejo más caro de Dubái, así como un cotizado reclamo turístico para sus visitantes.
El pasado 29 de julio, Beyoncé publicó ‘Renaissance’, su séptimo álbum, con el que homenajeó a su primo Jonny, una víctima mortal del VIH.
«Mi intención era crear un espacio seguro, un lugar exento de juicios».
Menos de medio año después, este espacio seguro ha sido dinamitado.
Escasas semanas más tarde, vio la luz la campaña de Beyoncé para Tiffany & Co: el epítome occidental del sector de joyería de lujo.
Su inserción publicitaria se intercaló con ‘Summer Renaissance’, la pista de cierre de ‘Renaissance’.
Tiffany & Co, como firma, ha pretendido modernizar su imagen de marca a través de posicionamientos contra el cambio climático e, incluso, anuncios con parejas homosexuales.
No obstante, su identidad continúa anclada a la exclusividad, la noción de lujo y connotaciones elitistas.
A través su campaña, Beyoncé ha liberalizado la cultura ballroom y ‘voguing’ en pos de exaltar su atractivo estético. Ha extrapolado un instrumento de expresión clandestina y marginal a un canal acaudalado, en el que su significación política se ha desintegrado en su totalidad.
Este aspecto permite vincular esta problemática a una insensibilización frente a las cuestiones de clase y LGTBI+.
Beyoncé ha instrumentalizado una proyección cultural disidente y la ha codificado en un dispositivo descarnadamente capitalista.
Ante la confirmación de su presencia en Dubái, la perversión del trasfondo político de ‘Renaissance’ evidencia que la campaña de Tiffany & Co no entrañó un anecdótico acuerdo comercial, sino un desentendimiento ante el compromiso social de una estrella.
Sin embargo, el propósito de este hilo no radica estrictamente en condenar las connotaciones políticas subyacentes a la figura de Beyoncé; sino en sugerir una lectura crítica frente a los referentes que la cultura popular tiende a enaltecer en la cotidianidad.
Sin ir más lejos, para la celebración de Año Nuevo, el Hotel Atlantis The Palm acogerá un espectáculo de Kylie Minogue: una diva para cuya trayectoria la comunidad LGBTI+ ha ejercido, más que de sostén, de chaleco salvavidas.
Un caso incluso más alarmante que el de Beyoncé.
Por nimio que pueda resultar, uno de los obstáculos que imposibilitan la politización del colectivo LGBTI+ y su toma de conciencia en tanto que sujetos políticos reside en la propensión a fetichizar todo referente mediático de feminidad, al margen de sus implicaciones.
Fenty Beauty, compañía fundada por Rihanna, ha sido receptora de acusaciones de explotación infantil en sus centros de producción de la India.
En el mes de enero del 2021, Lady Gaga interpretó el himno de Estados Unidos en la investidura presidencial de Joe Biden.
Dua Lipa llegó a emplear propaganda nazi con la finalidad de vindicar Kosovo como nación.
Madonna hizo alusión al Estado ilegítimo de Israel como un pueblo «encarcelado» en uno de los cortes más políticos de su álbum más reciente, ‘Madame X’.
Haber hecho acto de aparición en la ceremonia de apertura de la Copa Mundial de Catar del presente 2022 es deleznable.
Acceder a ofrecer un espectáculo en Israel es deplorable.
Cerrar acuerdos con complejos turísticos de Dubái es horripilante.
El disfrute la cultura popular y la lectura crítica de sus referentes son elementos conciliables.
Como sujetos disidentes, hemos de no perder las referencias de nuestras causas vitales ni enaltecer por doquier a figuras que las damnifiquen con propósitos lucrativos.
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Un día como hoy, 30 años atrás, Madonna modificó de forma paradigmática el rol de la mujer en la historia de la música.
El 20 de octubre de 1992, 'Erotica' devino el álbum más transgresor de la historia del feminismo pop, y una obra maestra radicalmente subestimada.
Abro hilo.
Madonna se hallaba en su cumbre de popularidad. 'Vogue' comportó el himno absoluto del año 1990, 'The Immaculate Collection' comercializó más de 30 millones de copias, y el 'Blond Ambition World Tour' fue el acontecimiento musical más revolucionario de aquellos años.
En los inicios de la década de los noventa, saboreó el estatus más hegemónico que haya experimentado jamás una estrella femenina en la historia de la música.
Sin embargo, el proyecto sucesor de aquel período de esplendor, 'Erotica', despachó únicamente 6 millones de unidades.
Un día como hoy, 13 años atrás, Lady Gaga desencadenó una revolución para la cultura popular del siglo XXI.
El 19 de octubre del 2009, ‘Bad Romance’ irrumpió como un acontecimiento mayúsculo para el pop, el vídeo musical, la moda y la industria del entretenimiento.
Abro hilo.
Respaldada por su triunfal debut, ‘The Fame’, Lady Gaga optó por aventajarse de su descomunal omnipresencia mediática para anticipar sus próximos pasos.
Con ‘The Fame Monster’, su segundo álbum de estudio, se zambulló en la tenebrosidad de su propia visión del pop electrónico.
Sobre ‘Bad Romance’, por lo tanto, recaían las inconmensurables expectativas que el fenómeno pop encarnado por Stefani Germanotta había provocado.
Años después, es evidente que, no solo las satisfizo; también propició una renovación radical para el pop de masas.
15 años atrás, Leona Lewis irrumpió con uno de los himnos más descomunales de los 2000.
‘Bleeding Love’, una década y media más tarde, persiste como una de las baladas pop más desgarradoras que se hayan grabado nunca.
Abro hilo.
‘Bleeding Love’ fue el segundo corte promocional extraído de ‘Spirit’, el primer álbum de estudio de Leona Lewis.
El elepé en cuestión, publicado el 9 de noviembre del 2007, se coronó como el debut femenino de mayor éxito del siglo XXI en Reino Unido.
La vocalista británica ya había saltado al estrellato escasos meses atrás, a raíz de convertirse en la ganadora de la tercera edición de ‘The X Factor’.
Su victoria le permitió formar parte de Syco Music, discográfica que, afortunadamente, fue disuelta.
El 17 de octubre del 2005, Madonna recuperó su trono mediante su regreso triunfal a la pista de baile.
‘Hung Up’, su icónico leotardo rosa, su radiocasete de luces y la presencia de ABBA desembocaron en un clásico del pop del siglo XXI.
Abro hilo.
‘Hung Up’ fue la carta de presentación de ‘Confessions on a Dance Floor’, el décimo y aclamado álbum de estudio de Madonna; así como también el catalizador de su prestigio, menoscabado a raíz de la impronta radicalmente política de su proyecto predecesor, ‘American Life’.
‘Hung Up’ fue, ante todo, un sorteador de obstáculos extremos.
Madonna, prácticamente quincuagenaria, hizo frente a una crisis de reputación inconmensurable, y evadió ágilmente su veto en las radios estadounidenses, focalizándose en la captación de un público más global.
Las deidades más virtuosas de las pistas de baile no precisan de hordas de popularidad. Sus revoluciones emanan de sus espíritus insurrectos.
El 15 de octubre del 2007, Róisín Murphy concibió ‘Overpowered’, la piedra angular del pop electrónico del siglo XXI.
Abro hilo.
Tan solo tres años después de haberse embarcado en su trayectoria en solitario -a raíz de la disolución de Moloko-, Roísín Murphy ingenió para su segundo álbum de estudio una bifurcación en clave electropop de sus eclécticas predisposiciones artísticas.
En ‘Overpowered’ coexisten una inclinación genuina hacia la pista de baile y una pretensión explícita de diluir la vacua estereotipia predominante en el género dance.
Así, la intercalación entre Róisín Murphy y el pop es accidental, no deliberada.