Esto es un monasterio cisterciense construido hace 900 años en Segovia. Sin embargo, no está en España, está en Miami.
Es más, TODO EL MONASTERIO estuvo guardado en cajas en un almacén de Brooklyn durante 25 años.
En 1926, un mercante atracó en el puerto de Nueva York cargado con 11.000 cajas de madera llenas de paja.
Las cajas estaban cuidadosamente numeradas y en todas ellas aparecía una inscripción: "Byne-Hearst. Construction Materials".
Aunque el trayecto había durado casi un mes, Nueva York no era el destino final de las cajas.
Debían viajar al otro lado del país. Al castillo de Ciudadano Kane.
En realidad, Kane aún no existía porque la peli de Orson Welles no se estrenaría hasta 1941. Quien sí que existía era el hombre en el que se basaba el filme: el übermagnate William Randolph Hearts.
Este tipo.
Y sí en la peli de Welles, Kane era un megalómano que vivía en una gigantesca mansión llamada Xanadú, con 100 habitaciones, zoológico y acuario privado y todo tipo de exageraciones decorativas, la realidad no se quedaba precisamente atrás.
A finales del XIX, la familia Hearst había construido un espeluznante castillo neogótico en el norte de California al que llamaban Wyntoon.
Aparte de ser espeluznante (que lo era), también sirvió como inspiración bastante directa para el Xanadú de Ciudadano Kane.
Sin embargo, la propiedad pertenecía técnicamente a Phoebe Hearst, la madre de William Randolph Hearst, así que cuando la señora Hearst murió en 1919, el magnate decidió construir una nueva mansión en otro lugar de California, exclusivamente para él.
El Castillo Hearst.
Diseñado por Julia Morgan, a la que se conocía como "la primera arquitecta estadounidense", el Castillo Hearst sí que es un auténtico locurote: fachada inspirada en Santa María la Mayor de Ronda, un refectorio medieval y una biblioteca gótica...
...salones versallescos, piscinas con templos clásicos de verdad y una terma romana cubierta porque el lujo y la horterez parece que van casi siempre de la mano.
Pero se ve que todos esos neogoticismos y neoclasicismos no le valían a Hearst ni a Morgan. Los mendas querían algo auténtico. Algo europeo de verdad.
Aquí es cuando entra en juego Arthur Byne, agente de arte de Hearst, enamorado de la cultura española y que vivía en España.
Las crónicas estadounidenses dicen de Byne que era una figura "controvertida". Es cierto que gracias a él se produjo un fuerte revival de la cultura y el arte español en USA. Pero también es cierto que sus trapicheos facilitaron algunos de los expolios más lamentables del país.
Entre ellos, el del Monasterio de Santa María de Óvila, en Guadalajara (del que quizá hablaré en otra ocasión)...
...y, sobre todo, el expolio del Monasterio de Santa María la Real de Sacramenia, en Segovia.
Fundada por Alfonso VII de León en 1141, la abadía de Santa María la Real era un monasterio cisterciense levantado en el Coto de San Bernardo, un monte no demasiado escarpado junto al pueblo de Sacramenia.
Y digo "era" porque en Segovia ya solo queda esencialmente la iglesia.
¿Pero qué pasó con todo lo demás? ¿Qué pasó con el claustro, la sala capitular y el refectorio?
Pues pasó lo que os imagináis: Arthur Byne visitó la abadía en 1925 y, como llevaba 90 años en manos privadas (tras la Desamortización), decidió que era ideal para Hearst.
Llamó a Hearts y le dijo: "Señor Hearst, he visto aquí una cosa que quedaría chulísima allí en su castillo de California. Sí, sí, un monasterio románico auténtico. Va a quedar fetén"
Hearst le dio 40.000 dólares (680.000 de hoy) y Byne se llevó el monasterio. Así de sencillo.
En realidad no fue *tan* sencillo porque lo de comprar patrimonio, además de inmoral, ya era ilegal, así que Byne documentaba todos los tejemanejes a mano y a una sola copia y, de hecho, el desmontaje del monasterio en 36.000 piedras fue algo bastante polémico.
Es más, cuando guardó esas 36.000 piedras en cajas y las subió a un barco, las cajas iban marcadas como simples "materiales de construcción".
Efectivamente, en esas cajas que llegaron a Nueva York no había solo paja.
Pero un momento, tú nos has dicho al principio que el Monasterio de Sacramenia está en Miami, pero las piedras iban con destino a California, ¿no? ¿Por qué el edificio está en Miami?
Pues porque la paja de las cajas resultó ser mucho más importante de lo que parecía.
Resulta que en 1926 se había desatado una epidemia de fiebre aftosa en Europa, así que todos los barcos que llegaban a Nueva York debían pasar una cuarentena *y deshacerse de cualquier cosa que pudiese transmitir la fiebre*.
O sea, la paja.
Las autoridades abrieron las cajas cuidadosamente numeradas, sacaron las piedras y la paja, quemaron la paja y volvieron a meter las piedras en cajas...
...salvo que ya tras volver a meter las piedras, las cajas ya no estaban cuidadosamente numeradas.
Como lo de volver a montar el monasterio se había convertido en algo que la prensa llamaba "el mayor puzzle de la historia", Hearst sencillamente renunció a las cajas, que quedaron guardadas en un almacén del puerto de Brooklyn.
Y allí estuvieron más de 25 años.
Con el crack del 29, Hearst se vio envuelto en problemas económicos graves y lo que menos le interesaba en aquel momento era recuperar un viejo monasterio español, así que la abadía de Sacramenia estuvo guardada hasta 1952, cuando dos inversores compraron las cajas de marras.
Los tipos se llamaban William Edgemon y Raymond Moss, venían de Cincinnati y se llevaron las piedras a Miami Beach, donde volvieron a montar el Monasterio cuidadosamente en 1964, con la idea de convertirlo en una suerte de atracción turística.
La cosa no funcionó en su momento (no molaba tanto como Disneylandia) y los inversores tuvieron que revender el monasterio a la diócesis local quien, a su vez, volvió a venderlo a un coronel del ejército, quien a su vez, lo regaló a la parroquia de St. Bernard de Clairvaux.
Y así es como se llama a día de hoy: Iglesia de St. Bernard de Clairvaux, aunque también se lo conoce como "Ancient Spanish Monastery".
Y sí, ese claustro y esa sala capitular y ese refectorio se han convertido en una atracción turística visitada por unas 50.000 personas al año.
Una abadía cisterciense segoviana de hace 900 años, en la que se ofician bodas, rodeada de pistas de tenis y a la que golpea cada día la brisa de Miami Beach.
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Todas las imágenes del hilo de hoy están acreditadas en la descripción de la primera fotografía de cada tuit. Todas se han usado bajo su correspondiente licencia.
Todas no, porque justo se me olvidaron las del primer tuit. Las acredito aquí: 1. Pallowick CC BY-SA 2. MomentsByCarol CC BY-SA 3. jpellgen CC BY-NC-ND
Esta es la historia de un edificio-trampa. Un lugar sin ventanas cuyo interior te hipnotiza hasta que no sabes cómo salir.
Un edificio cuyo arquitecto se arrepintió de haber creado.
Y todos hemos estado allí.
En #LaBrasaTorrijos, los centros comerciales y el Efecto Gruen.
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¿Sabéis eso de que entras a un centro comercial con la idea de comprar una cosa, pero dos horas después, no sabes ni lo que ha pasado pero llevas cinco bolsas distintas y ni te acuerdas de lo que habías venido a comprar ni dónde dejaste el coche?
Pues eso se llama Efecto Gruen.
En 1938, un arquitecto judío-austriaco llamado Viktor Grünbaum emigró de una Austria recién anexionada a la Alemania nazi porque, bueno, era judío.
¿Os habéis fijado en que todos los centros de las grandes ciudades son iguales? Todos se han convertido en un gigantesco anuncio.
¿Y si os dijese que la culpa es de Walt Disney y de uno de los mafiosos más sanguinarios de la historia?
Veámoslo en #LaBrasaTorrijos.
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Es 26 de diciembre de 1946 y diez mil bombillas crepitan y chisporrotean por primera vez en un estilizadísimo letrero a un costado del South Las Vegas Boulevard.
Es el comienzo de una era.
Benjamin «Bugsy» Siegel acaba de inaugurar "The Flamingo Hotel & Casino" en el Strip, el primer casino de Las Vegas y, tal vez sin saberlo, también acaba de dar forma al futuro de las ciudades.
Voy a aprovechar el hilo de ayer para hablar muy brevemente sobre un edificio que la gente menos versada se extraña cuando les digo que es uno de los mejores edificios del mundo: la Biblioteca Beinecke de Yale.
Para entender por qué el edificio es TAN distinto de exterior a interior (y por qué es uno de los mejores edificios del mundo), hay que saber qué es exactamente la Beinecke.
Yo no califico a menudo un edificio como "feo" o "bonito"; suelo distinguirlos en edificios buenos y edificios malos.
¿Pero cómo saber la diferencia?
Veámoslo con estos dos ejemplos muy similares y, a la vez, muy distintos.
Os cuento en #LaBrasaTorrijos.
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Vale, lo primero es entender que para saber distinguir la buena de la mala arquitectura requiere de un proceso bastante largo que permita formar un criterio. E incluso los criterios puede diferir (aunque no demasiado).
Por eso, para esta explicación voy a usar dos casos que ejemplifican muy bien la diferencia: la torre del BBVA y las torres KIO.
Ambos son edificios de función y tipología similar, ambos se proyectaron por arquitectos e ingenieros de primer orden y ambos se levantan muy cerca.
En 2019, el FBI comenzó la búsqueda de dos niños.
Pero había un problema: habían desaparecido en la Zona de la Muerte de Yellowstone. Un lugar donde puedes cometer cualquier crimen (incluso asesinato) SIN QUE PUEDAN JUZGARTE.
¿Cómo es posible? Lo vemos en #LaBrasaTorrijos
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El 26 de noviembre de 2019, la policía de Rexburg, Idaho, hizo públicas las fotos de dos hermanastros desaparecidos: Tylee Ryan, de 17 años y JJ Vallow, de 7.
Llevaban desaparecidos desde el 8 de septiembre, pero las pesquisas no avanzaban.
Fue entonces cuando entró el FBI.
¿Por qué entró el FBI? Pues porque las últimas imágenes que aparecieron de Tylee las registró una de las cámaras del Parque Nacional de Yellowstone.
En 1928, Henry Ford construyó una ciudad entera en medio de la Amazonía.
Una nueva Detroit en la selva, y cuyos habitantes debían ser vegetarianos y abstemios, pero acabó destruida en una revuelta de nativos semialcohólicos.
En #LaBrasaTorrijos, Fordlandia.
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En 1876, el explorador británico Henry Wickam robó 500 kilos de semillas de árbol del caucho y las trasladó de contrabando desde Brasil hasta el sudeste asiático.
Allí, los árboles crecieron con rapidez, desbancando enseguida a los terrenos de látex brasileños.
Para el año 1920, Brasil ya había perdido el control del mercado del caucho en favor de un cártel de productores europeos que recolectaban en Asia. Y como dominaban el mercado, podían fijar los precios.
Algo que no gustó nada a un señor de Detroit llamado Henry Ford.