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Mar 3, 2023 39 tweets 15 min read Read on X
Hay dos cosas seguras en la vida: todos nacemos y todos morimos.
Salvo que estés en la isla Fernando de Noronha o en la isla de Svalbard, porque en una está PROHIBIDO NACER y en la otra está PROHIBIDO MORIR.

Acompañadme a los confines del mundo en #LaBrasaTorrijos de hoy.

🧵⤵️ 1. Playa Baia do Sancho en Fernando de Noronha. Shutterstock
(Se recomienda la lectura del episodio de hoy acompañada de la siguiente banda sonora).
open.spotify.com/track/1pKYYY0d…
En mayo de 2018, una mujer dio a luz en la isla Fernando de Noronha.

En seguida, la mujer "alegó" que fue al baño y que, de pronto, le salió una cabeza de entre las piernas, que no sabía que estaba embarazada y que no notó nada en esos nueve meses.

bbc.com/news/world-lat…
(Como pareja de una mujer que acaba de entrar en el octavo mes de embarazo, realmente me cuesta creer el asunto, pero cosas peores se han visto)
¿Y por qué la madre dijo que no había notado nada? Pues porque su hija era el primer bebé en nacer en la isla en 12 años. Porque, a todos los efectos, nacer en Fernando de Noronha está (casi) prohibido.

¿Por qué?
Para entenderlo, hay que entender qué es exactamente esa isla. David de la Iglesia Villar CC BY-NC-ND
Fernando de Noronha es isla más grande y la única habitada del archipiélago del mismo nombre, que se encuentra bien adentro del Atlántico, a 365 km de la costa oriental de Brasil, pais al que pertenece políticamente. Google.
El archipiélago ha experimentado muchos ires y devenires a lo largo de su historia.

Aparece en el mapa de Juan de la Cosa de 1500, aunque el primer hombre que puso un pie allí fue el explorador portugués Fernão de Loronha en 1503 (de ahí le viene el nombre). Mapa de Juan de la Cosa. DP
Fue refugio de piratas en el XVII y XVIII, escala de Darwin durante su expedición en el Beagle, prisión desde principios del XIX hasta 1957 y base estadounidense antisubmarinos durante la 2ª Guerra Mundial, de la que aún funciona el aeropuerto. 1. Carlos Scorzatto CC BY-SA 2, 3 y 4. DP
Pero a pesar de todas estas vicisitudes, lo que REALMENTE definió al archipiélago fue su designación como Parque Nacional Marítimo en 1988.

Y tenía todo el sentido porque Fernando de Noronha es esencialmente un paraíso. Fabricio Ferreira Silva CC BY-SA
Una biodiversidad marina única en el mundo, un clima extraordinariamente benigno y unas playas cristalinas que incluyen la playa de Baia do Sancho, elegida por Tripadvisor como la mejor del mundo durante años. 1. Rafa Tecchio CC BY-SA 2. Rodrigo Mazzola CC BY-SA
Y ya os podéis imaginar cual es el resultado de esta ecuación:

Playas paradisiacas + clima estupendo = turismo masivo.

(Sonido de trombón triste)
PUES NO.

En un movimiento tan loable como hasta cierto punto sorprendente, las autoridades brasileñas, junto con los propios visitantes, han decidido que el turismo masivo no destruya la isla.

¿Y cómo lo han hecho? Pues regulándolo de una manera algo sui géneris.
Por un lado (y como pasa por ejemplo en las Cíes), todos los vuelos a la isla incluyen una tasa de mantenimiento del Parque Nacional.

Además, aunque hay unos cuantos hoteles y alojamientos, ninguno es de tipo resort y todas las visitas están limitadas a unos pocos días. Carla Belke CC BY-SA
Bueno, no es que estén limitadas, es que por cada 30 días que pases en la isla sin ser residente, tienes que pagar un canon de 1.000 dólares. Lo cual es un poco clasista, sí, pero funciona.
¿Y qué pasa con los residentes?

Pues que apenas superan los 3.000 y, como el turismo es el motor económico principal de la isla, pero ese turismo se mantiene a raya, pues su crecimiento también es muy limitado. Izacorrea CC BY-SA
Aún más limitado sobre todo a partir de 2001, cuando la UNESCO declaró a Fernando de Noronha como Patrimonio Mundial y, de paso, el hospital de São Lucas, el único hospital de la isla, cerró la única maternidad que había.
Así que, aunque a nadie le van a poner una multa por nacer en la isla, a partir de la semana 34 de embarazo, todas las mujeres encinta se ven prácticamente obligadas a desplazarse al continente para poder tener un parto lo más seguro posible.
Por cierto, que en un capricho etimológico muy cariñoso, la ciudad donde las mujeres van a dar a luz (o sea, la ciudad continental más cercana al archipiélago), se llama Natal.
Vale, pero un parto se puede más o menos prever y siempre puedes irte a otro sitio.

Pero antes has dicho que hay otra isla llamada Svalbard donde está prohibido morir.

¿Qué pasa si me da un jamacuco repentino allí? ¿Le van a poner una multa al cadáver o algo así o qué?
A ver, no, si palmas en Svalbard no va a ir la poli a esposar al fiambre.

Lo que pasa es que allí no hay ningún cementerio en uso y, de hecho, lo que está prohibido es enterrar a los muertos. Así que, al final, todos los enfermos terminales son derivados a Noruega a morir. Kai Spurkland CC BY-SA
Pero qué gente más chunga, ¿no? ¿Por qué está prohibido enterrar a los muertos allí? ¿Es que tienen miedo que se vuelvan zombis o algo así?

Pues exacto. Tienen miedo a los zombis, pero no a los humanos zombis, sino a los virus zombis.
Seguro que estáis familiarizados con el concepto "pandemia", ¿verdad?
(Ja, ja, ja, qué gracioso, Torrijos, vete un ratito a la mierda)

Pues probablemente también conoceréis cuál fue LA OTRA pandemia más famosa de la historia: La Gripe Española de 1918. Rawpixel DP.
Pues durante la pandemia de la (mal llamada) Gripe Española, en Longyearbyen, que es la capital del archipiélago de Svalbard, murieron 335 personas.

No parecen muchas, pero era casi la mitad de toda la población. Bundesarchiv, N 1572 Bild-1925-084 / Fleischhut, Richard / C
Y todas esas personas fueron enterradas en el pequeño cementerio de la pequeña ciudad. Bjoertvedt CC BY-SA
¿Y qué pasa con ese cementerio?

Pues que está en Longyearbyen, que está en Svalbard y Svalbard es un archipiélago que está más de mil kilómetros dentro del círculo polar.
Y con el frío que hace, resulta que todo el suelo de Svalbard es permafrost (congelado permanentemente), lo cual es fenomenal para albergar cosas tan chulas como la Bóveda del Fin del Mundo.

Pero también es fenomenal para conservar cosas durante MUCHO tiempo. Y esas cosas pueden ser semillas pero también pueden ser virus...

...como los de la Gripe Española de 1918. Anders Lanzen CC BY-NC-SA
Así que, a principios de los años 50, las autoridades de Longyearbyen decidieron cerrar su único cementerio y no "abrir" ninguno más, por si acaso salen virus zombis pandémicos de allí.

Y mira que es bonito el sitio... Aurora boreal en Svalbard. DP.
Y qué pasa? Pues que los pocos muertos que hay en Svalbard suelen ser por accidentes (o por ataques de osos o focas), porque todos los enfermos terminales o quienes tienen pronóstico difícil son derivados enseguida al continente (antes de que les posea el cordyceps o algo así). GRID-Arendal CC BY-NC-SA
Y bueno, en Fernando de Noronha y en Svalbard no se podrá nacer o morir, pero a tenor de las imágenes, son dos sitios con una pinta estupenda para pasar la vida allí. 1. Dante Laurini Jr CC BY-SA 2. NASA Goddard Space Flight Ce
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Todas las imágenes del hilo de hoy están acreditadas en la descripción de la primera fotografía de cada tuit. Todas se han usado bajo su correspondiente licencia.
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(Fin del HILO 🏖️👶🌨️🧟)
Una CODA como fe de erratas.

La foto de este tuit es de San Juan de Gaztelugatxe pero, al parecer, alguien se ha equivocado al indexarla.

(Por cierto, el uso de la foto se ha ajustado escrupulosamente a los términos de su licencia CC).

Así que aprovecho para poneros otra foto real de Fernando de Noronha. Rafa Tecchio CC BY-SA.
(Y en el episodio del próximo jueves vamos a viajar a un sitio que seguro que no os suena nada). Stonehenge. DP.

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Dec 7
El Cementerio de los Ingleses es un pequeño recinto tapiado frente a los acantilados de Camariñas, en A Coruña.

Pero ¿y si allí estuviese enterrado Jack el Destripador? (Y no, no es descabellado).

Esta es una historia de naufragios y patrimonio, en #LaBrasaTorrijos
🧵⤵️
Plymouth, 8 de noviembre de 1890. Un hombre sube al "HMS Serpent" como quien acepta una sentencia cuyo contenido desconoce pero cuyo peso reconoce al instante. Image
@DACTurismo El nombre que dio —Arthur, James, William, el que fuese— quedó casi disuelto en la humedad del muelle porque lo pronunció demasiado bajo, evitando el cruce de miradas con el oficial que anotaba en un registro ya curvado por la lluvia. Image
Read 31 tweets
Dec 1
Lo de que las estaciones del metro de Estocolmo son preciosas es algo digno de comprobarse in situ.

Pero también esconden una historia. Una historia de amor por los servicios públicos, por las infraestructuras públicas, por la gente que las construye y por la gente que las usa cada día:

La historia empieza, como empiezan casi todas las historias buenas de ciudades nórdicas, en la roca. Ni en el hormigón ni en el hormigón revestido de hormigón —que es la tentación internacional—, sino en la roca viva, la roca madre, el granito glacial que hace de Estocolmo una ciudad con vértebras de hielo fósil.

Cuando a mediados del siglo XX decidieron construir su red de metro, optaron por la solución más directa, casi geológica: excavar, dinamitar, abrir la montaña e insertar trenes. Y en algún momento de esa operación de ingeniería a mano armada surgió una pregunta casi infantil, tan evidente y, a la vez, tan peculiar que era muy raro que alguien se la preguntase: ¿y si dejamos la roca vista?

La respuesta tiene que ver con estética, sí, pero también con política y con época. Tras la Segunda Guerra Mundial, Suecia —como buena parte del norte de Europa— estaba articulando un nuevo pacto social: bienestar público, accesibilidad, democracia cotidiana.

Uno de los engranajes de ese pacto era la convicción tranquila, pero tenaz, de que el arte no debía ser un lujo sino un derecho. Así que, si el metro iba a convertirse en el gran espacio público donde cientos de miles de personas bajarían cada día, ¿por qué no convertirlo también en un lugar donde el arte descendiese con ellas? Un soporte para democratizar la belleza, para hacer país desde el subsuelo.

Esa respuesta convirtió al metro de Estocolmo en la frase con la que lo definen: la galería de arte más larga del mundo. Algo que va más allá del eslogan turístico; es una decisión conceptual. Si vas a perforar la ciudad, abraza sus entrañas. Si vas a mover a tanta gente bajo la tierra, ofréceles algo más que azulejos blancos y tubos fluorescentes.

Haz país. Haz estética. Haz política blanda —que es la mejor política—.Image
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La línea azul es el ejemplo más evidente. Basta bajar desde T-Centralen para entenderlo: la bóveda, pintada de azul profundo, conserva la piel rugosa de la roca. Tiene algo de caverna prehistórica, pero intervenida con brochazos gigantes. Parece la obra de un pintor expresionista que hubiera vivido aquí encerrado con un cubo de acrílico y demasiadas horas de invierno.

Además, en esa bóveda aparecen siluetas de obreros: un homenaje directo a los trabajadores que construyeron la red hace 75 años y que la mantienen cada día.

Tres cuartos de siglo de ciudad subterránea.
Sigue uno bajando por la línea y llegas a Solna Centrum, la estación más fotografiada de Suecia (y probablemente una de las más fotografiadas del mundo). Un túnel rojo, intensamente rojo, un rojo que no te abraza sino que te engulle.

Parece una bajada al infierno, sí, pero es un infierno con una intención: el mural, pintado en 1975, denuncia la deforestación sueca. El rojo del cielo frente al verde de los bosques como un aviso urgente en un país que hoy presume de sostenibilidad, pero que lleva décadas pensando en estas cosas.

Estando allí me pregunté si hoy ese mural se lee de otra manera. Si ya no habla solo de árboles sino del planeta entero.
Read 13 tweets
Nov 27
Estoy en Estocolmo, moviendo las manos porque hace tres grados bajo cero, y esto que tengo detrás es el ayuntamiento, el Stadshuset.

Visto así, con su ladrillo rojo, su torre alta y esta logia abierta al agua, parece un edificio medieval, casi un híbrido entre castillo nórdico y palacio veneciano. Podría colar como gótico italiano, o como algo que te encontrarías entrando en la plaza de San Marcos por la puerta equivocada.

Pero la gracia es precisamente que no es medieval en absoluto.
Es un edificio del siglo XX: se construye entre 1911 y 1923, lo diseña el arquitecto Ragnar Östberg y es uno de los grandes ejemplos del Romanticismo Nacional sueco, una arquitectura que mezcla referencias históricas con una idea muy moderna de lo que debe ser un edificio público.

Por eso está aquí, pegado al agua. Si esto fuera de verdad un ayuntamiento medieval, lo lógico es que estuviese bien adentro del casco antiguo, protegido por murallas, alejado de cualquier ataque por mar. Pero, en los años veinte, Suecia ya no está pensando en cañones y asedios: está pensando en democracia, administración y ciudad abierta.

El Stadshuset se coloca en la punta de Kungsholmen, justo donde el lago Mälaren se abre hacia el archipiélago que conecta con el Báltico. Es un gesto urbano clarísimo: el poder municipal se asoma al agua porque el agua es lo que organiza Estocolmo.
El patio donde estoy tiene ese aire muy veneciano: arcos de medio punto abajo y esa sensación de plaza porticada que se abre directamente al embarcadero. Te giras y podrías estar esperando que aparezca una góndola, pero lo que llega son ferris y hielo.

La torre, además, está claramente emparentada con el campanile de San Marcos, solo que coronada por las Tres Coronas doradas de Suecia, para que no haya dudas de quién firma el skyline.

Y luego está la obsesión material. El ayuntamiento está construido con unos ocho millones de ladrillos rojos, de los cuales cerca de un millón se hicieron a mano, precisamente para conseguir esta textura vibrante, nada uniforme, que ves en fachada: el típico ladrillo de monasterio nórdico, colocado alternando testas y tizones para que el muro nunca sea del todo plano ni del todo predecible.

Ragnar Östberg era bastante maniático con la textura: quería que el edificio, visto de cerca, tuviera una piel casi viva, con pequeñas variaciones en cada pieza.
Read 7 tweets
Nov 26
Estoy en Stortorget, la plaza central de Gamla Stan, el casco medieval de Estocolmo.
Hoy hay mercadillo navideño, con luces y turistas, pero bajo toda esta postal hubo, hace siglos, bastante menos encanto.

En esta plaza tuvo lugar la Boda Roja original:

Como sabréis por las novelas de George R. R. Martin y la serie Juego de Tronos, la Boda Roja es uno de los episodios más traumáticos de la historia. Martin lo escribió inspirándose en varios hechos históricos, uno de ellos fue el "Baño de Sangre de Estocolmo" de 1520.

Ese año, el rey Cristián II de Dinamarca conquistó Suecia y, para celebrarlo, organizó una gran coronación en el casco antiguo de Estocolmo. Tres días de fiesta, banquetes, vino caliente, diplomacia y buen rollo oficial. Hasta que, al tercer día, Cristián ordenó cerrar todas las puertas de la ciudad vieja.

Entonces empezó la matanza.
Entre ochenta y noventa personas —nobles, clérigos y ciudadanos influyentes de Estocolmo— fueron ejecutadas. Muchos fueron decapitados y sus cabezas expuestas en picas aquí mismo, en la plaza, durante semanas.

En este lugar tan bonito, tan instagrameable, con chocolates calientes y guirnaldas, a principios del siglo XVI se montó una escabechina monumental.

(Sí, ya sé que en el video digo 1580, es que me bailan las fechas más que Gene Kelly en El Pirata)Image
Hoy, Stortorget tiene otra cara.

Además del mercado de Navidad, uno de los edificios que dan a la plaza alberga la Academia Sueca, la institución que concede cada año el Premio Nobel de Literatura: el lugar soñado de Murakami, para entendernos.

Y, claro, aquí se levantan también las famosas Casa Roja y Casa Verde, dos fachadas del siglo XVII que, además de fotogénicas, son bastante tramposas.

La casa verde, por ejemplo: esas líneas blancas alrededor de las ventanas parecen molduras de piedra, pero en realidad son pintura. Querían simular nobleza, apariencia de sillería cara, pero no había presupuesto, así que resolvieron el asunto con pigmento.

En el fondo eran casas normales, con bodega abajo y almacén arriba. De hecho, la famosa ventana redonda superior no es un capricho barroco, es simplemente una forma eficaz de iluminar ese almacén.Image
Read 6 tweets
Nov 21
El Sexto Panteón del cementerio bonaerense de la Chacarita es, sencillamente, uno de los lugares más bellos y más estremecedores del mundo.
Un espacio casi desconocido que esconde un viaje de luz, emoción y la historia de una mujer.

Os la cuento en #LaBrasaTorrijos 🧵⤵️
A mediados del siglo XX, cuando Buenos Aires miraba a la modernidad como una hacia el futuro, una arquitecta recibió un encargo que, para cualquiera de su generación, ya habría sido enorme, pero que para una mujer en los años 50 era casi un desafío a la gravedad social. Image
Se llamaba Ítala Fulvia Villa y entraba en las reuniones de las oficinas municipales —llenas de ingenieros varones— con un cuaderno, algunos planos y esa paciencia feroz que sólo pueden tener las personas que saben que su talento será discutido antes incluso de ser visto. Image
Read 31 tweets
Nov 12
El edificio Kavanagh, en Buenos Aires, fue el primer rascacielos de Sudamérica.

Parece neoyorquino, pero tiene algo que los rascacielos de Nueva York no tienen: una leyenda. Porque el Kavanagh se construyó por un despecho amoroso.

Esta es la historia:
🧵⤵️
A principios de los años treinta, Corina Kavanagh, una rica heredera, compró una parcela frente al Parque de San Martín, junto a Puerto Madero, y mandó construir un rascacielos. Image
Inaugurado en 1936 con proyecto de Sánchez, Lagos y de la Torre, el Kavanagh, con su estilo Art Decó, recuerda ciertamente a los rascacielos de Nueva York, como el Chrysler o el Empire State.

Aunque este “solo” llega a 120 metros y 31 plantas. Image
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