Lo primero que alertó al monje Tensin Jampa de que algo no iba bien fue el estruendo que llegaba desde lo alto de la ladera.
Se asomó a la puerta de su casa y miró hacia donde provenía el ruido.
No podía creerlo: lo estaban haciendo, estaban cumpliendo la amenaza.
Jampa corrió ladera arriba por las estrechísimas callejuelas que se hundían entre las casas como riachuelos rojos, mientras otros monjes se unían a él.
Al llegar al borde de la ciudad, se encontraron con docenas de hombres y mujeres que acababan de perder su casa.
No pudieron hacer nada. Las excavadoras estaban arrasando con todo.
Cuando terminaron, las máquinas habían destruido la mitad de su ciudad. La mitad del lugar donde llevaba viviendo 36 años.
En apenas seis días, había desaparecido la mitad de Larung Gar.
Pero, ¿qué era Larung Gar?
¿Qué es Larung Gar?
En 1980, el lama Jigme Phuntsok llegó a una explanada deshabitada junto al valle del río Sequ Qu, en la provincia china de Sichuan. Tenía 47 años y llevaba más de veinte vagando por las remotas montañas de Sertar buscando exactamente ese lugar.
Era la búsqueda de su vida.
Y era la búsqueda de su vida porque ese punto exacto, a 4.000 metros de altura entre el finísimo aire del Tibet, era el lugar que marcaba la antigua profecía de Jikme Trinle Özer, un texto de más de 200 años.
Así que, guiado por la profecía, el lama Jigme construyó una cabaña en la explanada, reunió a un puñado de discípulos (además de a algunas cabras y ovejas) y comenzó a enseñar el camino de los Cinco Preceptos del budismo y el Código Vinaya de conducta.
Al cabo de un año, ese puñado de discípulos se había convertido en un centenar. Eran más de mil en 1987 y, para el año 2001, entre 10.000 y 20.000 personas vivían alrededor de la Academia Budista de las Cinco Ciencias de Serta Larung.
La universidad budista más grande del mundo.
Por supuesto, Larung Gar no se parece a las grandes universidades occidentales. Aquí no hay colegios mayores ni fiestas universitarias.
La propia universidad se compone de una serie de edificios destinados a las monjas, los monjes y la comunidad seglar.
Sin ser lujosos, esos edificios alrededor de la plaza central destacan sobre el resto por su altura, porque disponen de agua, saneamiento y electricidad.
Y también por sus cubiertas doradas, que los convierten en una suerte de epítome del templo budista.
Pero allí solo rezan, meditan y aprenden. Todas esas miles de personas viven en centenares, en miles de casas rojas que se extienden por la ladera como una alfombra bajo el cielo del Himalaya.
Las fotografías son espectaculares.
Tan espectaculares que, pese estar fuera de las rutas turísticas y estar prohibido su acceso a visitantes, Larung Gar ha aparecido en un montón de reportajes de viajes.
En un reportaje para The Diplomat, el fotógrafo Shivaji Das describía el lugar como "la favela más alta del mundo".
Cuenta que la ciudad está llena de charcos putrefactos de donde beben erizos y perros callejeros que vagabundean por allí. thediplomat.com/2020/07/larung…
Por las estrechísimas calles, que no son verdaderas calles, sino los restos que dejan las edificaciones sin control, aparecen trozos de carne y vegetales podridos y, de hecho, las cubiertas de las casuchas están colonizadas por galletas húmedas y comida en descomposición.
Porque, efectivamente, Larung Gar es un gigantesco retiro espiritual, pero también es una monumental chabola oscura. Cada casa apenas da para que quepa dentro una cama y una maleta y, por supuesto, no cuentan con ninguno de los servicios básicos.
Ni agua ni saneamiento.
Y la luz eléctrica funciona solo a ratos y en muchas ocasiones hay que iluminar con generadores de gas, convirtiendo el paisaje nocturno en un mosaico bellísimo.
Y también peligrosísimo.
Por eso, ante la insalubridad general y el temor de que la proximidad de las casas de adobe y madera pudiesen provocar un incendio catastrófico, en 2016, las autoridades chinas comenzaron a demoler la mitad de la ciudad.
Todo esto desapareció.
Algunas crónicas aseguran que se construyeron edificios con los servicios básicos en la parte baja de la ciudad, para alojar a los desahuciados.
Sin embargo, asociaciones como Free Tibet afirman que China no ha hecho nada para dar casa a esas personas que, en realidad, son más de 20.000 porque allí no vivían 10.000 personas sino entre 30.000 y 40.000.
Es difícil de saber porque las informaciones son siempre confusas.
Y son confusas porque, pese a la beligerante actitud de China contra el Tibet, lo cierto es que las medidas de presión se relajaron durante un par de décadas. Lo suficiente como para que Larung Gar se convirtiese en lo que ha llegado a ser.
Sea lo que sea. Bello o insalubre.
Sin embargo, a mí siempre ha habido algo que me ha chirriado.
En mi opinión, desde occidente tenemos una actitud condescendiente y exoticista.
Algo que no mostramos con otros asentamientos análogos como las favelas de Rio o la Cañada Real de Madrid.
Es como si la belleza de las fotos nos dejase al otro lado de un vidrio que apenas roza la superficie.
Que no nos deja ver que Larung Gar no deje de ser una ciudad de refugiados MUY pobres y, a veces, desesperados por encontrar algo más allá de la tierra.
Yo no sé cual es la solución ni la actitud correcta ante un lugar como Larung Gar. Ni siquiera sé si alguien occidental puede encontrarla.
Supongo que estará en el medio del brillo del oro y la oscuridad de la favela insalubre, a 4.000 metros de altura.
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Todas las imágenes del hilo de hoy están acreditadas en la descripción de la primera fotografía de cada tuit. Todas se han usado bajo su correspondiente licencia o permiso expreso.
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde.
(Fin del HILO 🏔️🏠☸️)
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El 5 de diciembre de 1952, una niebla densa y oscura se levantó sobre Londres. Demasiado oscura. Demasiado densa.
Cuando se fue 5 días después, había matado a 4.000 personas PERO SALVARÍA DECENAS DE MILES DE VIDAS.
En #LaBrasaTorrijos, el Gran Smog que cambió Inglaterra.
🧵⤵️
Cuando el señor Wilson Patrick Daley quiso coger el bus desde su casa en Waterloo para ir a su trabajo en la City, se encontró con la parada llena de londinenses indignados: la BBC acababa de anunciar que los autobuses dejaban de circular hoy por culpa de la niebla.
Es cierto que había una niebla espesa pero nada que asustase a la gente de Londres. Otro día de "sopa de guisantes".
Seguramente se la llevaría la lluvia por la tarde.
Cuando el embajador egipcio fue a la Mezquita de Washington, supo que algo iba mal:
—Es impura. Apunta al noreste y La Meca está al sureste.
—Sí— dijo el arquitecto —Se orienta al noreste pero apunta DIRECTAMENTE a La Meca.
¿Cómo es posible?
Os cuento en #LaBrasaTorrijos
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En el centro de la mezquita saudí de Masyid al-Haram, en el centro de La Meca, se levanta la Kaaba. Un prisma negro que es mucho más que eso.
Es la Casa de Alá.
El lugar donde lo divino toca lo terrenal.
El centro del Islam.
Y sí, he usado tres veces la palabra "centro" porque ese prisma negro es literalmente el punto central al que se debe orientar el rezo de TODOS LOS MUSULMANES DEL MUNDO.
A esa dirección se la llama Qibla y se aprecia perfectamente en ordenación centrípeta de la propia Meca.
En 2018, un operario miró a lo alto del rascacielos en el que estaba trabajando en Nueva York. Algo iba MUY mal: el edificio se estaba inclinando.
A día de hoy, la torre está abandonada y nadie sabe bien qué va a pasar con ella.
Os cuento su historia en #LaBrasaTorrijos
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Desde hace cien años, Nueva York es la ciudad de los rascacielos. Aunque naciesen en Chicago, aunque los más altos estén en Dubai o los más densos se levanten en Shanghái, Manhattan sigue siendo el centro de la religión de los edificios en altura.
Desde los grandes dioses urbanos, como el Chrysler o el Empire State, pasando las torres con la historia más increíble, como el Citicorp Center (guiño), hasta llegar a los finísimos ultrarrascacielos que han vuelto a florecer como agujas hacia Dios.
Bajo el hielo ártico se esconde el espacio más importante de la Tierra. Un almacén indestructible con semillas de (casi) todas las especies comestibles, para que la civilización pueda renacer si llega el Apocalipsis.
En #LaBrasaTorrijos, la Bóveda del Fin del Mundo.
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El 23 de octubre de 2020, la marca de galletas Oreo lanzó una muy peculiar campaña en la que anunciaba la existencia de un búnker en el Ártico donde había guardado la receta original, además de leche en polvo y varias galletas envasadas en mylar.
La campaña se llamaba "Oreo. For All Humankind" y apelaba a una cierta conciencia del apocalipsis de los consumidores a los que iba dirigido. De alguna manera, el búnker estaba preparado para resistir radiaciones, terremotos o el impacto de asteroides.