El escritor colombiano Juan Gossaín recibió una carta muy especial.
La escribía un profesor rural y le pedía uno de sus libros para su biblioteca. Hasta aquí todo normal.
Pero lo que leyó a después, no lo podía creer:
Su biblioteca era un burro.
Bienvenidos al Biblioburro.
Decía Alejo Carpentier que lo maravilloso, en América Latina, se encuentra en lo pintoresco de las ciudades, en el desorden, en la naturaleza...
Pero se le olvidaba una cosa.
Lo maravilloso también se encuentra en las personas.
Esta historia comienza como todas las buenas historias... con una pregunta:
¿Quién de vosotros tiene un libro en casa?
La pregunta la lanzaba Luis Soriano a su clase en el pequeño pueblo de La Gloria, en Colombia.
Él esperaba que alguna mano alzase, pocas, pero alguna.
Sin embargo, el resultado fue nulo.
Ninguno de sus chicos y chicas tenía un libro en casa.
La región había sido castigada por la guerra y poseer un libro era un lujo.
Un lujo que para un maestro, como él, se antojaba una herramienta.
Una herramienta que servía no solo para aprender a leer, sino para saber que había más vida más allá de aquellas montañas.
Pero había un problema, los niños ya tenían bastante con andar hasta la escuela como para llevar "lectura pesada", como la llama Luis, hasta sus casas.
Él no tenía coche o moto, pero sí dos burros.
Alfa y Beto (Quiero pensar que si Alfa y Beto tienen una cría, se llamará Delta)
Así que ni corto, ni perezoso Luis se fabricó unas librerías-alforjas (ojo al diseño, que es digno de estudio) y se montó en su burro lleno de libros.
Al principio, los vecinos se reían de él. Le decían que el carnaval ya había pasado.
Pero a Luis le daba igual.
Su aventura Quijotesca... o más bien Sanchesca... bien valía un par de mofas.
Porque sabía que en sus alforjas guardaba un secreto... el de la cultura.
Un niño que lee un libro, no es igual que un niño que nunca ha leído uno.
Por eso ponía a disposición sus 70 libros, todos los que tenía, a sus alumnos.
Pero tenía la esperanza de que el libro que le pedía a Juan Gossaín fuera el 71.
Sin embargo, la carta impresionó tanto a Gossaín que decidió que un solo libro no bastaría.
Le ofreció 5.000 libros.
Así, realmente, podría hacer la labor que llevaba tantos llevaba ansiando: llevar la cultura hasta cualquier parte de su región.
El biblioburro lleva funcionando desde hace 25 años y Luis es toda una institución en su comunidad.
Ahora ya no va solo, ha constituido una red de biblioburros que luchan contra el analfabetismo por Colombia.
Y no reparte libros únicamente entre sus alumnos, lleva sus libros a muchas escuelas que esperan ansiosos su llegada.
(Poned el sonido y escuchadles gritar)
Además, el biblioburro ha abierto sucursales en muchas partes del mundo.
No creo que te acuerdes de mí. Me llamo Jorge Corrales y fui tu alumno de Lengua y Literatura en el Instituto María Zambrano hará como veinte pocos años. Supongo que por tus clases habrán pasado muchas caras, muchos nombres y será difícil encajarme.
Si te soy sincero, a mí me pasa lo mismo con los profesores. Recuerdo sus caras, pero me cuesta ubicarlos. ¿Era de inglés o de historia? ¿Se llamaba Juan o Manuel?
Sin embargo, del tuyo me acuerdo. Se me ha quedado grabado en la memoria.
Y no solo eso, también recuerdo una frase que solo te escuché decir una vez:
La escena de la regata de La red social es una obra maestra y vamos a analizar su montaje en este hilo de #CorraAverlo.
Cuando Aaron Sorkin entregó a la productora su guión sobre la fundación de Facebook, los que pagan lo tuvieron claro: sería su primera película como director.
Sorkin se cagó encima.
Era un guion difícil y lo sabía. Así que uso hizo una petición: ¿Puedo llamar a un amigo?
Ese amigo era David Fincher.
Aaron Sorkin solo quería que le echara un ojo y le aconsejara como director novato.
Dos horas y medias después de haber recibido el guión, David Fincher llamó a Sorkin y le dijo:
"Aaron, si te parece bien, ¿puedo dirigir la película?"