En 1990, unas inundaciones asolaron Japón. Murieron 14 personas.
El país no podía arriesgarse a que se repitiesen en una zona urbana tan poblada como Tokio, así que construyeron una maravilla: La Catedral de las Tormentas.
Estas últimas semanas hemos visto lo salvaje que puede ser una tormenta.
(Y lo tonta que puede ser alguna gente, por cierto).
Como se ve en los videos de Molina de Segura, las tormentas fuertes pueden desencadenar crecidas relámpago, de consecuencias siempre peligrosas y, a veces, devastadoras.
Idealmente, la mejor solución para absorber este tipo de inundaciones sería tener unas ciudades más porosas. Que permitiesen un drenaje más eficaz y más natural.
En China está llevando a cabo un proyecto muy ambicioso llamado "Ciudades Esponja" que, precisamente, busca introducir una mayor superficie de suelo naturalmente drenante que permita tanto acumular agua como evitar inundaciones.
A mucha menor escala, en ciudades como Vancouver se están adoptando intervenciones quirúrgicas con una filosofía similar: hacer que las ciudades sean menos impermeables.
Porque ese es el verdadero problema de la mayoría de las ciudades occidentales: están recubiertas de una película impermeable de pavimentos, hormigón o asfalto.
Es algo normal, porque son muchos años (y muchos siglos) de sistemas que han necesitado esas capas impermeables: calzadas, canalizaciones de gas o eléctricas, túneles, ferrocarriles subterráneos...
Por eso, cuando en 1990, Japón se vio azotado por una temporada de inundaciones especialmente virulentas, la solución no podía ser "espongizar" la ciudad, porque eso llevaría demasiado tiempo.
Lo que hicieron fue construir un sistema MONUMENTAL de drenaje: el G-CANS
Construido entre 1992 y 2006, el G-CANS (cuyo nombre oficial es Canal de Descarga del Área Metropolitana Exterior) es una formidable obra de ingeniería que recoge el agua de las posibles crecidas de TODA LA ZONA METROPOLITANA de Tokio. Eso son más de 5.000 km2.
El sistema seis silos de contención colosales.
Y cuando digo que los silos son colosales, es que lo son: cada uno tiene 35 metros de diámetro por 65 de altura.
Es decir, que dentro de cada uno cabría la Estatua de la Libertad.
Pero los silos solo son el sistema de captación: la joya del G-CANS es el estanque de tormentas.
Una sala de más de 13.000 m2 de superficie por 25 de altura sujeta por 59 pilares masivos de hormigón.
El G-CANS no solo es capaz de evacuar 200 TONELADAS de agua por segundo, el sistema de bombas permite que en esa evacuación solo llegue el agua limpia, pues el agua sucia del primer contacto con los asfaltos se queda en la membrana de depuración.
Pero el G-CANS no es único en el mundo, hay muchos otros estanques de tormentas. Y de hecho, el más grande del mundo está bajo el municipio madrileño de Arroyofresno.
(Estanque que, por cierto, se construyó en parte como consecuencia de la tormenta de junio del 95 que obligó a suspender la final de la Copa del Rey entre el Depor y el Valencia)
Todos estas construcciones son formidables obras de ingeniería, sí.
Pero hay algo distinto en el G-CANS. Algo que han entendido desde las propias oficinas turísticas de Japón. Porque ese estanque también es una atracción turística que, además, se puede visitar.
Y tiene todo el sentido, porque el espacio del tanque del G-CANS también es de una belleza sobrecogedora.
Por eso, a mí me gusta llamarlo la Catedral de las Tormentas.
(Pero, ¿dónde está la belleza?)
¿Está en la similitud con otras cisternas hipóstilas como la MARAVILLOSA Cisterna Basílica de Estambul?
¿O incluso con la penumbra sublime de la Mezquita de Córdoba?
No lo sé.
Puede ser, desde luego, pero a mí me gusta pensar que, cuando el ser humano se enfrenta a estos espacios, se pone en contacto con algo *distinto* al propio concepto de la arquitectura.
Porque la arquitectura es, por definición, la construcción de espacios para el ser humano.
Y esto no está concebido para nosotros.
Tal y como yo lo veo, la belleza de la Catedral de las Tormentas de Tokio aparece cuando nos damos cuenta de que ese espacio es a lo que siempre ha aspirado la especie humana.
Nuestro intento (¿nuestro triunfo?) por controlar lo incontrolable.
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Cuando el embajador egipcio fue a la Mezquita de Washington, supo que algo iba mal:
—Es impura. Apunta al noreste y La Meca está al sureste.
—Sí— dijo el arquitecto —Se orienta al noreste pero apunta DIRECTAMENTE a La Meca.
¿Cómo es posible?
Os cuento en #LaBrasaTorrijos
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En el centro de la mezquita saudí de Masyid al-Haram, en el centro de La Meca, se levanta la Kaaba. Un prisma negro que es mucho más que eso.
Es la Casa de Alá.
El lugar donde lo divino toca lo terrenal.
El centro del Islam.
Y sí, he usado tres veces la palabra "centro" porque ese prisma negro es literalmente el punto central al que se debe orientar el rezo de TODOS LOS MUSULMANES DEL MUNDO.
A esa dirección se la llama Qibla y se aprecia perfectamente en ordenación centrípeta de la propia Meca.
En 2018, un operario miró a lo alto del rascacielos en el que estaba trabajando en Nueva York. Algo iba MUY mal: el edificio se estaba inclinando.
A día de hoy, la torre está abandonada y nadie sabe bien qué va a pasar con ella.
Os cuento su historia en #LaBrasaTorrijos
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Desde hace cien años, Nueva York es la ciudad de los rascacielos. Aunque naciesen en Chicago, aunque los más altos estén en Dubai o los más densos se levanten en Shanghái, Manhattan sigue siendo el centro de la religión de los edificios en altura.
Desde los grandes dioses urbanos, como el Chrysler o el Empire State, pasando las torres con la historia más increíble, como el Citicorp Center (guiño), hasta llegar a los finísimos ultrarrascacielos que han vuelto a florecer como agujas hacia Dios.
Bajo el hielo ártico se esconde el espacio más importante de la Tierra. Un almacén indestructible con semillas de (casi) todas las especies comestibles, para que la civilización pueda renacer si llega el Apocalipsis.
En #LaBrasaTorrijos, la Bóveda del Fin del Mundo.
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El 23 de octubre de 2020, la marca de galletas Oreo lanzó una muy peculiar campaña en la que anunciaba la existencia de un búnker en el Ártico donde había guardado la receta original, además de leche en polvo y varias galletas envasadas en mylar.
La campaña se llamaba "Oreo. For All Humankind" y apelaba a una cierta conciencia del apocalipsis de los consumidores a los que iba dirigido. De alguna manera, el búnker estaba preparado para resistir radiaciones, terremotos o el impacto de asteroides.
Ya que lo habéis preguntado: ¿por qué afirmo al principio que los nazis cruzaron a España buscando el Santo Grial si luego digo que la historia es exagerada?
Pues porque, de hecho, los nazis SÍ cruzaron a España en busca del Grial. El propio Himmler lo hizo.
En 1940, Heinrich y Himmler y otros gerifaltes del Reich visitaron España.
Los motivos de la visita era, ya sabéis, estrechar lazos con el régimen de Franco, pero Himmler también buscaba otra cosa: la Copa de Cristo.
Á Himmler nunca le convencieron los griales de León o Valencia, así que en Toledo investigó por libros y códices templarios buscando pistas. Y, de hecho, subió a la abadía de Montserrat creyendo que la auténtica copa estaba allí.
La ermita de San Adrián de Sasabe estuvo mil años enterrada. Cuando la destaparon, allí apareció un misterioso símbolo. Un símbolo por el que los nazis cruzaron a España.
El símbolo del objeto más valioso de la Cristiandad.
Veníos al Pirineo Aragonés con #LaBrasaTorrijos.
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@aragonturismo Cuando el ayuntamiento de Borau, al norte de Huesca, pidió a la Dirección General de Montes que les ayudase a desenterrar su vieja iglesia, no sabían que iban a destapar una leyenda.
@aragonturismo Al llegar junto al río Lubierre, los operarios se encontraron con una pequeñísima ermita que apenas sobresalía un par de metros del suelo, un edificio al que, aparentemente, se entraba por la ventana.
Era el verano de 1957 y, por suerte, el terreno estaba seco.