Nuestra historia no comienza ese día de 2002. En realidad, la historia de las últimas fotos del interior de las Torres comienza en el verano de 2013, cuando el cineasta Erik Nelson preparaba un documental para National Geographic sobre el 10-S: el día anterior a la tragedia.
Nelson había reunido declaraciones de testigos, de supervivientes, además de mucho metraje y muchas fotos del exterior de las Torres, pero no era capaz de encontrar ninguna foto del interior.
Démonos cuenta de que en 2001 no había móviles con cámara e Internet aún estaba casi en pañales, al menos para la población normal. No había Facebook ni Instagram ni Twitter ni Youtube ni prácticamente ninguna red social.
Aquí hay que entender que la imagen colectiva que tenemos de las Torres Gemelas, del Empire State, del Chrysler…de los grandes rascacielos, de los dioses urbanos, es esencialmente exterior.
Son iconos de la ciudad y, si me apuras, de la civilización, pero por dentro…bueno, por dentro suelen ser en general bastante irrelevantes.
Cuando Nelson estaba a punto de tirar la toalla, uno de sus documentalistas encontró en internet una serie enorme de imágenes del interior de las Torres datada exactamente el 10 de septiembre.
Las encontró en una web estonia para compartir fotografías llamada “Fotki”.
El usuario que las había hecho era este hombre que se hace una foto reflejado en un escaparate.
Se llamaba Konstantin Petrov.
Como diría después en un artículo del New Yorker, para Nelson, el descubrimiento era como haber encontrado la tumba de Tutankamon. Había decenas, cientos de fotos del interior.
Y todas tenían un aura muy especial, porque todas eran fotos de interiores vacíos.
Pasillos vacíos, oficinas vacías, escaleras vacías, lobbies de ascensores vacíos.
Como si nunca hubiese habido nadie dentro de los edificios.
Las más bonitas estaban tomadas desde el Windows on the World, el restaurante que se abría en las plantas 106 y 107 de la Torre Norte, arriba del todo.
Las mesas vacías, los carros de apoyo a los camareros sin camareros a su lado, el bar lleno de bebidas en la pared trasera y sin nadie bebiendo, y la luz rojiza del amanecer colándose por esas ventanas verticales estrechísimas que surcaban las Torres de arriba a abajo.
Y esa luz era rojiza porque las fotos no eran técnicamente del 10-S sino del amanecer del 11-S. Todo vacío, como si el edificio estuviese presagiando use futuro catastrófico que le esperaba en apenas un par de horas.
Nelson buscó a ese Konstantin Petrov que había hecho las fotos, pero no había manera de encontrarle. Así que se puso en contacto con el creador de esa web “Fotki”, un estonio llamado Dmitri Don.
Don le contó que había fundado Fotki en el 95, cuando emigró a Nueva York, precisamente para que otros emigrantes pudiesen compartir sus fotos con su familia en Estonia.
Don también le contó que él mismo había convencido a Petrov para irse a Nueva York en el 98.
Tras trabajar de muchas cosas, en junio de 2001, Petrov consiguió un empleo de electricista de mantenimiento en el turno de noche del Windows on the World.
Por eso, porque Petrov solo iba a las Torres en la madrugada, las fotos que tomaba estaban vacías.
Porque en esas horas, las Torres, por donde pasaban hasta 200.000 personas cada día, estaban prácticamente vacías.
El turno de Petrov acababa a las 8 de la mañana y, habitualmente, se quedaba un rato allí tomando un café con sus compañeros del turno de día.
Sin embargo, el 11-S se fue a su hora porque, según algunas crónicas, esa mañana tenía cita para renovar la Tarjeta Verde provisional por una permanente.
El primer avión se estrelló a las 8:46, apenas 15 minutos después de que Petrov abandonase el edificio.
La mañana de los ataques, la oficina de renovación estaba cerrada y acordonada (como todos los establecimientos oficiales), así que Petrov no pudo renovar su tarjeta de residencia.
Con el tiempo, se le olvidó el asunto y, cada vez que veía un coche de policía se ponía muy nervioso por si descubrían que no la había renovado.
Una mañana de junio del año siguiente, mientras iba en su moto (que ya de por sí le gustaba mucho correr con ella), se cruzó con un coche de policía en la Undécima Avenida.
Se puso tan nervioso y aceleró tanto que perdió el control y se estrelló.
Cuando llegaron las ambulancias solo pudieron certificar su muerte.
Konstantin Petrov no murió el 11-S pero, de alguna manera indirecta y retorcida, el 11-S le quitó la vida nueve meses después.
Esta historia se la contó en 2014 Erik Nelson al periodista del New Yorker Nick Paumgarten, quien la escribió en un artículo llamado “Take Picture”. Haz fotos.
El artículo acaba así: “Haz fotos ahora de lo que tenemos”.
A mí me gusta completar esa frase: “Haz fotos ahora de lo que tenemos, porque no sabemos cuánto va a durar”.
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