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Sep 21 8 tweets 6 min read Twitter logo Read on Twitter
En Chicago hay un rascacielos con cien ventanas. Pero no es un edificio de oficinas ni de apartamentos: es una prisión federal. Una cárcel vertical de hormigón, sin rejas y prácticamente inexpugnable.

Es el Metropolitan Correctional Center: el MCC.

Esta es la historia: en 1971, el sistema federal de prisiones encargó al arquitecto Harry Weese el proyecto de una nueva penitenciaría urbana en la ciudad de Chicago.

Weese apostó por una tipología que sirviese a su propósito sin necesidad de rejas ni barrotes: el rascacielos.

El MCC se inauguró en 1975, mide cien metros de altura y sí, efectivamente, es una prisión (de mínima seguridad, eso sí) pero, por mucho que nos pueda disgustar su uso, en realidad, el edificio es estupendo. Es una máquina arquitectónica brillantísima.

Por ejemplo, el MCC aprovecha su condición de altura hasta el punto de que las ventanas miden más de 2 metros de alto pero no tienen rejas porque solo miden 13 centímetros de ancho.
Además, además, en el caso de que alguien cupiese, le esperaría una caída imposible.

Pensemos que un preso cuya celda esté en el piso 14 se encuentra a 50 metros del suelo. (Y aún así, ha habido un par de fugas. Supongo que de reos MUY delgados).

Por su propia naturaleza arquitectónica, en el MCC no hay módulos ni patios vigilados con torretas, sino que todo el edificio se estructura según plantas que funcionan como compartimentos estancos independientes. Tal es así que es uno de los escasos presidios mixtos de los Estados Unidos; los hombres y las mujeres viven, sencillamente, en pisos distintos. En el "bloque" superior, los hombres. En el inferior, las mujeres.

Además, es una de las pocas prisiones urbanas que cuenta con patio. Un patio único. Una experiencia de represión y, a la vez, de liberación. Porque el patio del MCC está en la azotea del edificio, a 90 metros de altura.

Porque estar preso SIEMPRE es una putada pero, al menos, durante un par de horas al día, los reos pueden jugar al baloncesto o al voleibol e incluso hacer aerobic y quizá, como mínima maniobra de ensoñación, contemplar a la ciudad de Chicago desde donde nadie más puede hacerlo.


Una torre de hormigón con muchas ventanas verticales muy estrechas. Es de noche y el edificio está iluminado por dos enormes focos en la parte superior. Tiene un aspecto ominoso. Marcin Wichary CC BY
Vista aérea tomada desde la Torre Sears de la cubierta del MCC. Se ve que la forma es triangular (parece un poco la cárcel de Azkaban de Harry Potter) Marcin Wichary CC BY
Vista más cercana de la cubierta. Se aprecia que en ese triángulo está el patio de los reclusos y hay canchas de baloncesto y voleibol (a 90 metros de altura!) Algunos presos están jugando al voley. Marcin Wichary CC BY
Algunas fotos más del edificio.
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Del patio en la cubierta.


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El interior de una de las zonas de descanso y los planos de Harry Weese.
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Y, por supuesto, la comparación que todos estabais buscando. Image
No sabía yo esto, pero Ovidio Guzmán (el hijo de El Chapo) está encarcelado en esta prisión.

expansion.mx/mundo/2023/09/…
El ventanal panorámico de la azotea. Image
LA PROMO!

Si os molan las historias de rascacielos, La Tormenta de Cristal es mi nueva novela y NO HABEIS LEIDO NUNCA NADA IGUAL.

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Sep 15
Dicen Tucker Carlson y Javier Milei que "a la izquierda les gusta mucho el hormigón".

Sin entrar en otras consideraciones, voy a poner unos cuantos ejemplo MUY FAMOSOS de edificios del país más capitalista del mundo (USA) y otros del país más socialista del mundo (URSS).

⤵️
Iz. Museo Whitney, 1966. Manhattan, NYC.

Dr. Casa de los Leones, 1945. Edificio Residencial. Moscú.
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Iz. Biblioteca Geisel, 1970. San Diego.
Dr. Estación de metro Arbatskaya, 1953. Moscú.
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Sep 10
El sueño de muchos niños es construirse una cabañita de troncos, una casa hecha con sus propias manos.

Pero cuando en vez de un niño eres un mafioso ruso, la cabañita se convierte en un monstruo informe de 13 plantas y 44 m de alto.

Esta es la historia de la casa Sutyagin: un día de verano de 1992, Nicolai Petrovich Sutyagin se fue a un terreno de su propiedad en la ciudad rusa de Arcángel y comenzó a construirse una cabaña de madera. Y digo "construirse" de forma literal; es decir, que lo hizo con sus propias manos.

Al principio, la cabaña era poca cosa: tan solo (ejem) 3 plantas y unos 10 metros de alto, aunque ya se podía apreciar que el estilo arquitectónico empleado apuntaba a lo espeluztacular. Sutyagin aunaba enormes cantidades de voluntad y tesón con una fenomenal falta de vergüenza y la total desestimación de la lógica. Así que junto a la cabañita de tres plantas comenzó a construirse otra, y se ve que el hombre se fue liando y liando, que ya que estamos aquí vamos a seguir un poco más y ya que hemos hecho este cuarto por qué no hacer otro y ya que hemos abierto esta ventana por qué no abrir otras catorce.

Durante 15 años, nuestro héroe siguió acumulando troncos, tablones y chapas, añadiendo más ventanas y más cubiertas y mezclando cualquier cosa que se le viniese a la cabeza tal y como le salía de sus rusos cojonazos, hasta que la cabaña se convirtió en una torre de 13 plantas puestas una encima de otra un poco no se sabe muy bien cómo.

La cosa es que, además del desprecio por la lógica y la estética, Nikolai también era de despreciar bastante las leyes. Primero las edificatorias, pues el edificio no tenía ni proyecto ni licencia de obra ni leches; y luego las de la física. En concreto, la ley de gravedad, porque unos cuantos de los pilares encargados de mantener la estructura de la torre se habían levantado con un desplome y una inclinación de lo más amenazante para la integridad física del edificio y de sus hipóteticos habitantes. Hipotéticos porque cualquiera era el guapo que se metía ahí dentro.

Nuestro alegre constructor documentó toda la obra en fotos e invitó a medios locales a visitarla. Esta publicidad hinchó de orgullo el ya hinchado corazón del bueno de Nikolai pero, en esos recovecos que da la felicidad, que un día te colma y al siguiente te abandona como un amor de verano en cuanto abren las universidades, también significó su caida. La de Nikolai y la de la casa.

En 2007, Sutyagin fue condenado a varios años de cárcel por, y cito la sentencia: "Actividad criminal organizada y sostenida en el tiempo". Por gángster, vamos. Gángster del negocio maderero, para ser exactos (aaaaamigo, ahora entiendo cosas).

Y allí se quedó la cabañita, triste y sola. Y horrible. Para acabar de destruir el sueño de Sutyagin, y aprovechando que el menda estaba en el talego, las autoridades decidieron demoler la casa alegando menudencias como el riesgo real y presente de incendio. Para diciembre de 2008, ya habían derribado la torre y, para febrero de 2009 apenas quedaban unos restos del edificio, que ardieron en su mayor parte en 2012.

Nada quedó del sueño de Nikolai Petrovich Sutyagin. Solo las fotos posando frente a su feísima y, a un tiempo, espléndida creación. Porque más allá de que nos regalase esta historia de fe inquebrantable y superación personal, la casa Sutyagin siempre nos recordará una bella moraleja: que cualquier persona puede conseguir aquello que se proponga siempre y cuando sea un gángster y todo se la traiga floja.


Vista general de la cabaña-rascacielos de Sutyagin. Es una acumulación de tablas y troncos y chapas y ventanas sin ningún tipo de sentido. Realmente parece que se vaya a caer. Adobe.
Otra imagen de la casa, esta vez en medio de una nevada. DP.
Detalle de la zona central de la "cabañita".  Se aprecia perfectamente que los pilares desploman (están inclinados) y que todo el equilibrio de la construcción es realmente precario. Adobe.
Un par de fotos de Sutyagin posando junto a su cabañita-rascacielos.
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Como ya han dicho, la cabañita de parece a la casa de "What remains of Edith Finch"...
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Aug 31
En 1936, los inspectores de Wisconsin le dijeron a Frank Lloyd Wright que los pilares del edificio de la Johnson Wax no cumplían la normativa. Que no iban a resistir.

—¿Como que no resisten? Ya os digo yo que resisten. Por mis cojones que van a resistir.

Esta es la historia: Wright, aparte de uno de los mejores arquitectos de la historia, no era precisamente un tipo humilde. No es de extrañar, pues, que cuando los inspectores del departamento de construcción de Wisconsin le advirtieron que la estructura de su proyecto para la Johnson Wax en Racine incumplía la normativa, el arquitecto dijese que quiénes eran ellos para dudar de su arquitectura y que a él se la sudaba la normativa.

El problema radicaba en los preciosos pilares dendriformes (con forma de árbol), que Wright había diseñado. Porque, por muy bonitos que fuesen, efectivamente, no hacían ni puñetero caso a los códigos edificatorios de la época.

Eran columnas de hormigón visto con una base de solo 23 centímetros de diámetro que se iba ensanchando hasta alcanzar 5,5 metros. Wright los llamaba «Water Lily». Nenúfar.

Lo de la metáfora vegetal era muy poético pero no sirvió contra el acojone que producía la esbeltez visiblemente contraintuitiva de los pilares, así que los técnicos le dijeron que o los cambiaba o no le daban la licencia de obra. Wright les propuso un trato: si les demostraba que sus nenúfares eran capaces de sostener las 12 toneladas que pedía la normativa, ellos le permitían construir el edificio.

¿Cómo lo hizo? Pues construyendo uno a escala 1:1 y cargándolo con sacos terreros hasta llegar a los doce mil kilos.

Aunque no hay documentos fotográficos que lo prueben, se dice que el propio arquitecto se subió a lo alto del nenúfar de hormigón, posiblemente para verificar que también soportaba el descomunal peso de sus cojonazos.

Pero el nenúfar no colapsó. Y, de hecho, aguantó casi 60 toneladas.

El edificio de la Johnson Wax se terminó en 1939 y en 1976 se le concedió la categoría de Hito Histórico Nacional, el mayor grado de protección de los Estados Unidos.

Algunas fotos más de edificio...


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Los interiores de la recepción (que también son chiripitifláuticos).
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Aug 29
¿Sabíais que la casa de UP fue una historia real?

Pero fue mucho más que eso, fue la amistad improbable entre dos personas que deberían ser enemigas: la anciana dueña de la casa y el jefe de la obra que quería engullirla.

Esta es la historia: a principios de los 50, Edith Macefield se mudó a una casa algo vieja, pero reformada, en el barrio de Ballard, en Seattle.
Con el tiempo, el barrio fue cambiando poco a poco. Las casas iban desapareciendo y, en su lugar, se levantaban comercios, talleres y naves industriales. Para el año 2005, la casa de Edith Macefield era la única casa de la manzana. Todas las demás se habían comprado y derribado.

Con la burbuja inmobiliaria, en ese terreno iban a construir un centro comercial y las casas vecinas se habían vendido por 200 000 $. A Macefield le ofrecieron 750.000 pero dijo que no, así que el centro comercial comenzó a construirse ENVOLVIENDO su casa.

El caso se convirtió en una leyenda local. A los medios les encantaba esa batalla en el que una pequeña y testaruda anciana vencía a los malvados promotores. Sin embargo, a Edith no le gustaba esa historia que vendían los periódicos. Nunca habló ni con ellos ni con las televisiones y las radios.
Ella no se veía como una heroína de nada.

Según contaría ella misma, tampoco tenía un apego especial a su casa. Pero con 83 años y una movilidad muy reducida, tampoco tenía ningunas ganas de mudarse.
Lo que sí tenía era un carácter afable que demostraba a menudo con los obreros de la construcción que la rodeaban. Adoraba volver a tener compañía, volver a tener vecinos con los que charlar. Uno de ellos era Barry Martin, el jefe de obra del centro comercial.

Martin llamaba a su puerta de tanto en vez para llevarle la correspondencia e interesarse por su salud. Macefield recibía a Martin con los brazos abiertos y las pequeñas conversaciones que tenían se fueron transformando en tardes enteras delante de un café.

Con el tiempo, Martin se convirtió en el cuidador principal de la señora Macefield. Le llevaba a sus citas con la peluquería, con el médico o al supermercado y, al poco, para poder cuadrarlas mejor con su propio horario, comenzó a concertarlas él mismo.

En los dos años que duraron las obras, la señora Macefield le contó a Martin todas las historias de su vida. Le contó que había nacido en Inglaterra, que acogió a huérfanos de guerra durante la 2ª Guerra Mundial, e incluso que hizo de espía para el ejército británico hasta que los nazis la capturaron y la metieron en el campo de concentración de Dachau, donde pasó varios meses.

A cada charla, la relación entre Edith y Barry era más estrecha, hasta que, en 2008, a la anciana le diagnosticaron un cáncer de páncreas avanzado así que, en el mismo hospital, Martin la convenció para que se fuera a vivir a una residencia hospitalaria.

Él se hizo cargo de los gastos y ella le concedió poderes jurídicos para tomar sus últimas decisiones. La última decisión de Barry Martin fue conservar la casa hasta el último día de vida de su propietaria, aunque ya no viviese allí.

La señora Edith Macefield murió el 15 de junio de 2008 a la edad de 86 años. En su testamento cedía la casa en el 1438 de la calle 46 NW del barrio de Ballard en Seattle al señor Barry Martin.

La casa aún sigue allí, tapiada con planchas de madera. Podéis buscarla en Google Maps:



Alguna cosa más.

Lo de los globos es porque, en 2009, Disney alquiló la casa para hacer algunas fotos promocionales para "UP", aunque al final no las usaron. Image
La historia de la señora Edith Macefield fue tan famosa en Seattle que hubo gente que se la tatuó. Image
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Aug 26
En 1962, USA quiso derrocar a Fidel Castro con una operación frikísima: un submarino lanzaría bengalas y proyectaría figuras de ángeles sobre el cielo de La Habana para anunciar la Segunda Venida de Jesús y así provocar una insurrección entre los cubanos.

Esta es la historia: en 1975, el exagente de la CIA Thomas Parrott fue llamado a testificar en el Comité Church del Senado de los Estados Unidos sobre las operaciones de inteligencia del gobierno en Cuba, especialmente la Operación Mangosta.

Tras el fracaso de la invasión de Bahía Cochinos en abril del 61, la administración Kennedy no tiró la toalla y siguió empeñada en derrocar a Castro. Pero esta vez no lo haría por las bravas sino desde dentro, mediante acciones de inteligencia, terrorismo y subversión. Así, en noviembre de ese mismo 1961 nacía la Operación Mangosta, el programa secreto que englobaría todas esas acciones.

Al frente de la Operación Mangosta pusieron a Edward Lansdale, una especie de superagente de total confianza tanto para John F. como para Bobby Kennedy. Lansdale, que por aquel entonces ya era uno de los jefes de operaciones del Pentágono, parecía ideal para el puesto porque no confiaba demasiado en la acciones exclusivamente militares (se opuso a Bahía Cochinos), si bien contaría con todo el apoyo de la CIA y de los militares que fuesen necesarios.

Sin embargo, tanto en su etapa en la CIA como ya en el Pentágono, a Lansdale se le consideraba "poco ortodoxo". De hecho, su lema para la Operación Mangosta era "Eliminación por Iluminación". Y lo de la iluminación parece que quería llevarlo al extremo porque, según declaró Parrott en el 75, una de las operaciones que propuso Lansdale era verdaderamente descabellada: la operación "Iluminación por Submarino".

La operación duraría desde febrero hasta noviembre del 62 y consistía en la propagación en Cuba del rumor de que Jesús estaba en contra de Fidel y, de hecho, de que Fidel era algo así como el Anticristo, y que el Segundo Advenimiento de Jesús estaba al caer para confirmarlo.

Una vez el rumor estuviese firmemente asentado, un submarino se acercaría a la bahía de La Habana el 2 de Noviembre, justo después de Todos los Santos, y lanzaria bengalas multicolores y, en el caso de que la noche estuviese cubierta, proyectaría imágenes de ángeles en las nubes.

Según Lansdale, semejante despliegue provocaría la insurrección de la población aún mayoritariamente católica de la isla, que derrocaría a Castro gracias al fervor religioso.

La operación nunca se llevó a cabo (lol) y, de hecho, cuando Lansdale escuchó las palabras de Parrott, dijo que todo eso era "absolutamente falso". Sin embargo, un documento de octubre del 62, desclasificado tras la muerte de Lansdale, prácticamente confirmaba la declaración de Parrott. En ese documento no aparecía lo del Segundo Advenimiento pero sí que "las bengalas proporcionarían un impacto esencial en los supersticiosos cubanos".

Quién sabe, quizá Parrott se pasó de inventiva o quizá Lansdale no quería dejar constancia por escrito de todo lo que decía en las reuniones secretas del Pentágono.


Y con la historia de Jesús vs Fidel he terminado la trilogia veraniega de la Guerra Fría. Espero que os haya gustado.

Podéis complementarla con esta otra historia de la Pirámide del Fin del Mundo...

...y con esta otra del Pájaro Carpintero de un kilometro de largo.

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Aug 24
Cuando los Estados Unidos comenzaron a construir el escudo antimisiles de Nekoma, no sabían que solo iba a estar en funcionamiento durante 3 días.

No fue ningún fallo; es que su propio diseño podía matar a miles de personas.

Esta es la historia de la Pirámide del Fin del Mundo: en 1972, los USA y la URSS firmaron el Tratado de Misiles Antibalísticos, según el cual, ambos podían elegir solo un área para proteger de misiles nucleares CON misiles nucleares.

Los soviéticos eligieron Moscú. En cambio, los yanquis eligieron una pradera en Dakota del Norte. Allí construyeron la Pirámide del Fin del Mundo.

En realidad, la pirámide, de 30 metros de alto y alzada desafiante sobre la pradera, no tenía nombre oficial; se la conocía como Pirámide de Dakota del Norte o Pirámide de Nekoma (porque Nekoma es el pueblo más cercano). En sí mismo, el edificio era un sistema de detección mediante Radares de Adquisición Perimetral o Radares de Matriz de Fase (PAR, en inglés), que estaban instalados en los ojos de cada cara de la pirámide y oteaban los 360º del cielo día y noche.

Sin embargo, la pirámide no era lo verdaderamente importante, porque los radares solo eran una parte del escudo antimisiles.
Todo el conjunto pertenecía al Stanley R. Mickelsen Safeguard Complex e incluía 80 silos con 80 misiles con cabeza nuclear. 16 LIM-49 Spartan de largo alcance y 64 Sprint de corto alcance.

Ademas, los 80 silos estaban muy cerca de la pirámide y DIRECTAMENTE conectados al radar.

¿Cómo funcionaba el escudo? Pues si los radares PAR detectaban algún misil intercontinental de largo alcance, inmediatamente lanzaban los Spartan de 5 megatones, y si los Spartan fallaben, era el momento de los Sprint de 1 kilotón.

La idea era hacer explotar a los misiles rusos lo más alto posible en la atmósfera, para comprometer lo mínimo posible las poblaciones que estuviesen bajo la explosión nuclear. Y esta era la explicación de por qué los americanos decidieron colocar el escudo en Dakota: Se trataba de alejar las posibles explosiones de las grandes ciudades.

Pero claro, por mucho que estuviese en medio de la nada, la explosión nuclear SIEMPRE iba a afectar a núcleos de población.
Teniendo en cuenta que los misiles soviéticos vendrían desde el ártico, los núcleos de población afectados estarían EN CANADÁ, lo cual es un poco feo, pero bueno, Canadá formaba parte del NORAD, así que también estaban en el ajo.

Sea como fuere, y en vista de que el sistema Safeguard sacrificaría cientos de miles de vidas (aunque salvase millones), la Pirámide apenas estuvo en funcionamiento completo durante 3 días de 1975. Y eso que su construcción costó varios millones de dólares

En la actualidad, el Complejo Stanley R. Mickelsen es una instalación abandonada que funciona como reclamo turístico de una zona con muy pocos atractivos para el visitar. El resto de un pasado en el que el miedo dominaba a la especie humana.

Las ruinas de cuando todos creíamos que mañana sería el fin del mundo.


Algunas fotos más de la Pirámide, incluida la construcción y el interior.


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Por cierto los radares PAR son unos sistemas muy sofisticados que permiten identificar posición, dirección y velocidad de múltiples objetivos sin necesidad de partes móviles.

O sea, estaban hechos a medida para detectar misiles.
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