Al norte de Etiopía hay un conjunto de edificios imposibles.
Son subterráneos pero no están escondidos ni excavados. Están ESCULPIDOS EN UN ÚNICO Y COLOSAL BLOQUE DE ROCA.
Y los esculpió una leyenda.
En #LaBrasaTorrijos de hoy, las iglesias de Lalibela.
HILO 👇
En 1520, el explorador portugués Pêro da Covilhã fue invitado por el emperador etíope Dawit II a dar un paseo por la capital de su reino.
Dawitt, que era cristiano, quiso enseguida enseñarle su monumento más preciado: una seria de iglesias talladas en la roca.
A Pêro da Covilhã le acompañaba el misionero Francisco Álvares, quien hacía las veces de embajador y notario de la visita.
Asombrado hasta la incredulidad, Álvares tomaba notas y hacía dibujos de lo que a duras penas era capaz de creer pese a que lo tenía delante.
Tras atravesar varios pasajes estrechos en la montaña, la comitiva llegó a un claro donde se erigía esculpida una gran cruz que era una iglesia y, a la vez era, inequívocamente, un signo de la existencia de Dios.
Los etíopes lo llamaban Biet Ghiorgis: la casa de San Jorge.
Álvares no daba crédito.
Todo estaba esculpido en un mismo bloque de roca basáltica. Todo. La fachada, la cubierta, la decoración...
¿Quién había hecho eso? ¿Quién había tenido la voluntad, la fuerza y el tesón de construir —de tallar— semejante maravilla?
"Fueron los ángeles y el Santo Gebre Meskel. Lo hicieron en una sola noche, hace cuatrocientos años" respondió Dawitt, orgulloso...
(Hacía cuatrocientos años...)
En el año de nuestro señor de 1162, en la ciudad etíope de Roha nació un niño al que llamaron Meskel. A los pocos minutos de nacer, un enjambre de abejas se acercó revoloteando hacia él.
Su madre, la reina Gudit chilló de horror intentando apartar a la abejas, pero no se fueron.
Las abejas no solo no se fueron sino que comenzaron a posarse sobre el bebé.
Una a una. Hasta que el enjambre cubrió todo su frágil cuerpo.
El niño permaneció sereno durante todos esos minutos larguísimos.
Y las abejas no le picaron.
Al poco se marcharon de allí y toda la corte gritó y cantó en júbilo. Al niño le llamaron "Lalibela", que significa "Aquel a quien las abejas reconocen su soberanía".
A los doce años, el joven emperador Gabre Meskel Lalibela tuvo una visión que cambiaría la historia de su ciudad para siempre.
Una noche, tras leer la Biblia, Lalibela cerró los ojos y se encontró frente a los muros de Jerusalén.
Al despertar, el niño emperador Lalibela quiso viajar hasta la ciudad santa, pero Jerusalén estaba demasiado lejos y la empresa se antojaba imposible.
Lalibela aceptó su destino a regañadientes.
Pasaron los años y Lalibela ascendió al trono sin haber podido visitar la ciudad santa.
En 1187, cuando el ya emperador tenía 25 años, los musulmanes capturaron Jerusalén.
Las noticias volaron hasta llegar a oídos de Lalibela.
Ya nunca podría visitarla. Ya nunca pondría sus pies en Tierra Santa...
...así que decidió construir un nuevo Jerusalén allí, en Roha. En su capital.
Lalibela rezó y rezó durante cien días y cien noches hasta que una mañana plácida, las nubes se abrieron y del cielo descendieron 20 ángeles.
"Te concederemos tu deseo, rey. Pues antes que rey, eres el mejor de los cristianos".
Y esa misma noche, los ángeles, bajo la dirección del emperador Gebre Meskel Lalibela, esculpieron en la roca once iglesias a mayor gloria de todos los santos.
Al día siguiente, el pueblo etíope se rindió a la magnificencia de las iglesias y la ciudad de Roha fue bautizada con el nombre del emperador.
La capital del imperio etíope se llamaría, de una vez y para siempre, Lalibela.
Por supuesto que el misionero Francisco Álvares era un señor muy piadoso, pero eso de que las once iglesias se hubiesen esculpido de la noche a la mañana, y con mano de obra angelical le sonaba un poco raro.
En el siglo XVI, la ciencia ya empezaba a abrirse camino.
Así que Álvares preguntó y repreguntó sobre la verdad de las iglesias esculpidas y lo máximo que sacó de unos cuantos párrocos etíopes es que las iglesias no se habían construido en una noche, sino a lo largo de 24 años.
Eso sí, lo de los ángeles era cierto...
A Álvares no le apetecía mucho dar fe de la intervención divina en el asunto, por si acaso la curia no se lo tomaba a bien, ya sabéis.
Así que dejó más o menos claro que lo de los ángeles era una leyenda.
Lo que también dejó claro es que las iglesias existían y eran tan asombrosas que desafiaban a la razón: "No quiero escribir más sobre estos edificios porque me parece que no me creerán si escribo más... Juro por Dios, en cuyo poder estoy, que todo lo que he escrito es la verdad".
Efectivamente, había once iglesias rupestres, diez de las cuales se repartían en dos conjuntos de cinco iglesias.
Cada iglesia estaba conectada a la roca madre por una o varias paredes o por el techo.
Llamadas Biet Medhani Alem, Biet Mariam, Biet Maskal, Biet Mikael o Biet Gabriel Rafael, estaban efectivamente dedicadas a Jesús, a María y a unos cuantos ángeles y santos.
Y TODAS ESTABAN ESCULPIDAS EN LA ROCA. TAMBIÉN EL INTERIOR. TODO EL INTERIOR.
Y al oeste de los dos conjuntos en el fondo de una fosa conectada por pasajes estrechos, se levantaba la más magnífica de todas.
Biet Ghiorgis. La casa de San Jorge.
Una cruz a ras de suelo y separada del resto del mundo por foso infranqueable de aire.
A ojos de Francisco Álvares, San Jorge de Lalibela era un símbolo inquebrantable de la cristiandad.
Era una nueva Jerusalén.
Álvares se marchó de Etiopía.
Y pasaron los años. Y luego los siglos. Y las iglesias de la roca de Lalibela resitieron esos años y esos siglos.
Resistieron ocupaciones y resistieron guerras.
Y las iglesias siguieron allí. Y los etíopes siguieron resplandeciendo con sus camisolas blancas contra la roca roja.
Las iglesias rupestres de Lalibela fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978.
Actualmente son un centro de peregrinación, pues todo el conjunto es ciudad santa para la iglesia ortodoxa etíope.
También es uno de los lugares más turísticos del país.
Los estudios contemporáneos dicen que las iglesias no son completamente del siglo XII ni se construyeron en 24 años, sino que algunas excavaciones datan de los siglos IV y V.
El proceso de talla era más o menos el que marca este esquema.
Lo que sí es seguro es que los medios que se usaron fueron siempre muy primitivos: martillos y cinceles.
Martillos y cinceles durante días y días y semanas y meses y años.
Martillos y cinceles hasta dar forma a esto:
Y a esto:
A todo.
No, no fue la mano divina ni el mandato de un solo hombre.
Las iglesias de Lalibela las esculpieron cientos de manos y cientos de voluntades de hombres negros vestidos de blanco.
Como los ángeles.
Y con estas tres imágenes que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos de Gebre Meskel, de Francisco Álvares, de Lalibela, de Etiopía y de #LaBrasaTorrijos de esta semana.
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(Es la hora de pasar la gorra!)
Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.
Si os habéis quedado con ganas de viajar a más territorios improbables, todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:
Las imágenes del capítulo de hoy son de:
Ngaire Hart, Eric Lafforgue, icarumimagery, Grant Rooney, Gilles Barber, Bildagentur, Jarek Winniczek, Yann Arthus-Bertyrand, Philip Kromer, Sailko, Carey Nash, Andy Ashlam/New York Times y el gráfico es de @HiddenArchitect
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde.
(Fin del HILO 🇪🇹⛪️⛏️🏔️✝️)
(Y en el episodio de la próxima semana, que será el penúltimo de la temporada, os invito a venir a Madrid a conocer la historia de un edificio que flota)
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