Pedro Torrijos Profile picture
💡 Cuento historias. 3 bestseller: Territorios Improbables, Atlas de Lugares Extraordinarios, La Tormenta de Cristal. La Pirámide del Fin del Mundo EN PREVENTA

Sep 29, 2022, 42 tweets

En 1881, un valenciano perseguido por la justicia desembarcó en Manhattan.

35 años después era un símbolo de la arquitectura de Nueva York, gracias a algo casi inverosímil: construir a prueba de incendios.

En #LaBrasaTorrijos de hoy, la patente de Rafael Guastavino.

🧵⤵️

(Se recomienda la lectura del episodio de hoy acompañada de la siguiente banda sonora).

open.spotify.com/track/4LLd9OgU…

Cuando llegó a Ellis Island, Rafael Guastavino no era un inmigrante pobre como muchos de los hombres y mujeres que habían hecho el trayecto por el Atlántico en su mismo barco.

Él venía con dinero, con mucho dinero, de hecho.

Lo malo es que la procedencia de ese dinero era, por decirlo suavemente, dudosa: 40 000 dólares sacados de una complicada estafa con pagarés y que, una vez conocida su participación en la misma, le impedía volver a poner un pie en España.

Llegaba a Nueva York para siempre.

Valenciano de nacimiento y barcelonés de adopción, Guastavino tenía dos talentos muy acusados: un delicado de las posibilidades de la construcción con bóveda de ladrillo, y una desvergonzada propensión a meterse en problemas, especialmente si eran de índole extramatrimonial...

Por eso, su esposa, harta de él, se había largado a Argentina con sus tres hijos mayores y todos los ahorros familiares. Y también por eso, llegaba a Manhattan con su hijo menor, con su amante y madre del niño, con las hijas de ella y con todo ese dinero de procedencia ilegal.

Una vez pasado el control de inmigración, y pese a que no hablaba una palabra de inglés, el hombre se sintió por fin liberado.

Era 1881, Guastavino tenía 39 años y delante se le abría una vida nueva en el país de las oportunidades.

Y la primera oportunidad que encontró fue para corroborar su talento para meterse en líos. Para empezar, su amante, Paulina Roig, se volvió a España con las hijas de ella.

Y para terminar, el Pánico de Wall Street de 1884 se llevó por delante casi toda esa fortuna que traía.

Por suerte, aún le quedaba su primer talento, ese que había desarrollado estudiando y trabajando en Barcelona y que estaba decidido a importar a su nuevo país: la construcción con bóveda tabicada de ladrillo.

Pero Guastavino no se limitó a construir con bóveda tabicada, no. Hizo algo extraordinariamente inteligente y también extraordinariamente estadounidense: patentó el sistema.

Lo bautizó como "Tile Arch System" sistema de arco de tabicón.

E hizo algo extraordinariamente norteamericano porque, en realidad, Guastavino no "inventó" nada: perfeccionó la bóveda tradicional de la construcción vernácula del levante español.

Pero ahora, cada vez que alguien quisiera usarla, tendría que contratarle o pagar por hacerlo.

Enseguida, al sistema se le conoció como "Sistema Guastavino” o “Baldosa Guastavino” y claro, MUCHA gente quiso construir con ese método porque presentaba tres ventajas notables respecto a los forjados de madera e incluso a los novedosos métodos estructurales de acero...

1. Su ejecución era muy rápida, pues las bóvedas se conformaban con elementos de pequeño tamaño —los ladrillos planos—, que cualquiera sabía colocar siguiendo un par de reglas básicas.

2. La propia forma de la bóveda desviaba las cargas de manera enormemente eficaz, facilitando así la cubrición de grandes luces sin necesidad de grandes desembolsos presupuestarios.

Y 3 (y la más importante), como las bóvedas de Guastavino eran de un material cerámico, su comportamiento contra incendios era ideal.

Con esa premisa, el constructor fundó la Guastavino Fireproof Construction Company y vendió su sistema así: construcción a prueba de fuego.

Y
se
hizo
de
oro.

En las siguientes dos décadas, Guastavino llenó de bóvedas catalanas decenas de edificios representativos por toda la costa este y el centro del país. En Chicago, en Boston, en Filadelfia, en Washington. Bibliotecas, iglesias, parlamentos, museos...

Y, por supuesto, en Nueva York.

En la Gran Manzana, en solitario o ya junto a su hijo Rafael Guastavino Jr., construyó decenas de bóvedas. En la Grand Central Terminal, en el puente de Queensboro, en la Catedral de San Juan el Divino...

...e incluso la nueva terminal de Ellis Island, donde una vez desembarcó, fue cubierta por una formidable bóveda de la Guastavino Fireproof Construction Company.

Los delicados aparejos de baldosa contrapeada convertían los espacios donde se colocaban en monumentales despliegues de pericia constructiva y cariño por la arquitectura.

De algún modo, la versión americana de la bóveda catalana acabó siendo un símbolo de la arquitectura estadounidense del cambio de siglo. Todos la querían, todos la admiraban, y él la colocaba en todos lados.

También bajo tierra.

En 1900, los arquitectos Heins & LaFarge contrataron a Guastavino para construir en la City Hall Station, la primera estación de metro de Nueva York.

Y él diseñó un elegantísimo túnel el que sus bóvedas avanzaban por el espacio como los pasos de un bailarín.

Gráciles y livianas, alternaban los tramos cerámicos ciegos con lucernarios de vidrio entreverado en bastidores de hierro y plomo. Los neoyorquinos bajaban por primera vez al interior de sus calles y lo que se encontraban era un cielo más bello que el de Manhattan.

La City Hall station se inauguró en 1904 y, al principio era conocida como City Hall Loop por su particular trazado en bucle circular.

Durante cuarenta y un años fue la estación preferida por los ciudadanos de Nueva York, aunque nunca fuese la más transitada.

Además, su planta curva impedía que los convoyes más largos parasen allí, lo cual fue haciendo que la estación se volviese poco a poco un artefacto obsoleto, reduciendo cada vez más la frecuencia de los trenes hasta el punto de ser clausurada tras la Segunda Guerra Mundial.

El 31 de diciembre de 1945, los trenes pararon en City Hall station por última vez y desde entonces ha permanecido sin uso.

Estuvo abandonada más de treinta años, y en 1979, fue declarada oficialmente Hito de la Ciudad de Nueva York, aunque el público no tenía acceso a ella.

En 2004, justo cien años después de su inauguración, la estación de bóvedas catalanas que diseñó un valenciano mujeriego y cabeza loca fue inscrita en el Registro Nacional de Lugares Históricos, otorgándole así la máxima protección patrimonial de los Estados Unidos.

Es famosísima pero aún sigue oculta. En el acceso exterior se puede ver el pórtico de tesela blanca vitrificada, también bellísimo y también de Guastavino, pero el interior apenas se puede visitar, salvo en las ocasionales rutas guiadas que organiza el New York Transit Museum.

Al parecer, las autoridades de la capital del mundo aún no han sido capaces de darle un uso un monumento nacional que, además, es la estación de metro más bella de Nueva York.

Si os ha gustado el episodio de hoy, hacedme RT al hilo, FAVs, follows o tiradme un ladrillazo (pero antiincendios)!

Y si os gustan estas historias, TERRITORIOS IMPROBABLES es el libro de #LaBrasaTorrijos, y allí me he guardado las mejores.

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#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde, aunque el episodio de hoy se ha escrito, también en directo, desde la lluviosa ciudad suiza de Zurich (donde también triunfó un arquitecto valenciano 🙃)

(Fin del HILO 🗽🧱🧱🧱)

La primera coda, que pa luego es tarde.

1. Yo uso varias veces el término "bóveda catalana" porque es como la estudié yo. Sin embargo, es literalmente imposible que ese término lo usase Guastavino esa denominación no nace hasta 1898

Aunque hay construcciones así desde el XVI en Cataluña y también en Valencia, los albañiles catalanes no usan el término "volta catalana" hasta el XX. Usan sobre todo "volta de rajol".

Por eso, el término más preciso en castellano es "bóveda tabicada" (que yo también uso).

Y, por cierto, quienes primero usan el término "bóveda catalana" son los arquitectos madrileños, tanto en 1898 como ya cuando lo popularizan en el congreso de 1904.

Ah, y una última cosa, aunque las construcciones de este tipo de bóveda son muy populares en Cataluña y Valencia, y el nombre "bóveda catalana" nace desde Madrid, los primeros en usarlo probablemente fueron los constructores árabes en Al-Ándalus.

2. La historia de los Guastavino se ha contado en muchas partes, sobre todo en las dos últimas décadas. Novelas, ensayos, artículos.

A mí me gusta mucho el Imprescindibles de La 2.

3. En este ecosistema tan chulo que hemos construido en Tuiter, David Calvo, que escribe hilos estupendos sobre arquitectura valenciana, ya escribió sobre Guastavino.

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