LUNES
Suena el despertador. Me levanto. Bajo a la cocina con los ojos casi cerrados.
Me echo un café con leche y me lo bebo muy despacio, apoyando mi espalda sobre la barra de la cocina.
Lleva unos días inquieta. Se le está moviendo un diente y está deseando que se le caiga para que el ratoncito Pérez le traiga un regalo.
Mueve su paleta derecha con la punta de la lengua. Delante y detrás, delante y detrás...
—¡Para ya, porfi! —le digo
Pongo cara de asco. Ella sonríe, le hace gracia provocarme.
Termino de trabajar. Recojo a mi hija. Está muy contenta.
—¡Papá, creo que se me va a caer hoy, mira!
Ha conseguido girar 90 grados el diente. Me sigue dando asquito, pero me río porque me recuerda al cuñado del "risitas".
Cenamos.
—¡Ay!
—¿Qué pasa?
—¡El diente, papi, no está!
—¡Se te ha caído, qué bien!
—¡Papi, que no está, creo que me lo he tragado!
—Bueno, no pasa nada...
Rompe a llorar.
—Seguro que el ratoncito Pérez sabe que se te ha caído el diente y te trae tu regalo
—¡Que no, papá, de verdad!
Llora desconsolada
—¿Y ahora el diente se me va a quedar dentro para siempre?
Se sorprende. Me mira. Para de llorar.
—Papá... ¿y se puede coger el diente?
La veo venir.
—¡QUÉ NO, PAPÁ!
Vuelve a llorar. Su madre la abraza. Acaba durmiéndose.
Algo me ha tocado el brazo. Abro un ojo y veo a mi hija junto a mi cama. Casi me da un infarto.
Miro el reloj. Son las 5:30 de la mañana
—Papi... creo que tengo ganas de hacer caca
Me llevo las manos a la frente. No me lo puedo creer.
Se pone a llorar.
Me levanto. La miro.
—¡La madre que me parió! —Vuelvo a gritar susurrando
Me mira. Quiere decirme algo, pero no sabe cómo.
—¿Qué?
—Papi... ¿Y si sale el diente en la caca?
—Lucía, la caca se irá por el váter, pero da igual porque el ratoncito Pérez lo sabe
Vuelve a llorar, desesperada.
No puedo creer lo que estoy a punto de hacer...
Bajo a la cocina. Abro uno de los muebles. Cojo un escurridor de arroz metálico. Lo miro. Lo descarto. Me gusta el arroz. A la derecha hay un colador grande.
Subo rápido las escaleras colador en mano.
Mira el colador. En silencio me deja colocarlo bajo su trasero. No llora. No se extraña. Quiere su diente.
Esperamos.
Le cuesta.
Noto peso sobre la muñeca. Se levanta con cuidado. Misión cumplida.
Me mira expectante. Mira el colador y pone cara de asco. La miro. Estamos juntos en esto.
Bajo la escalera con todo el cuidado del que soy capaz y me dirijo a la puerta del patio.
Me empiezan a dar nauseas.
Me abre la puerta y se quita corriendo.
Abro la manguera y empiezo a horadar el truño.
¡Qué asco, por Dios!
Veo el diente. Noto un atisbo de felicidad pero otra arcada lo apaga rápidamente.
—Vete ahora mismo a la cama
—Pero...
—Si el ratoncito Pérez te ve despierta, se irá
Sube corriendo las escaleras y se mete en su cama
Llevo el colador a la cocina y vuelco el diente sobre un vaso.
Tiro el colador a la basura.
No es suficiente.
Abro el mueble y cojo también amoniaco. Otro chorreón.
Unas gotas de Fairy también, por qué no...
Tiro la cucharilla a la basura.
El diente se escapa del vaso y cae al fregadero.
Lo consigo agarrar de un zarpazo, pero la mano se me queda impregnada del mejunje.
Me muero de asco.
Enjuago el diente con mucho cuidado, lo suelto en la encimera y me lavo las manos con desesperación.
Rocío la colonia sobre el diente. Dejo la encimera medio encharcada. Restriego el diente sobre la colonia una y otra vez.
Se hace la dormida.
Meto el diente bajo su almohada.
Sonríe con los ojos cerrados.
Me acuesto.
—El diente de tu hija ya está bajo la almohada. Por favor, no preguntes.
—Pero sí...
—Buenas noches. ¡No preguntes!
Me rodeo e intento dormir algo.
No le pongo cara pero es grande y marrón.
Me lavo las manos.
Me echo un café.
Me vuelvo a lavar las manos.
Voy al patio, rocío detergente por el suelo y le doy un manguerazo.
El ratoncito Pérez ha visitado a mi hija. Le ha traído un estuche de Ladybug. Llevaba semanas hablando de ese estuchito.
—¡Papá, mira, te lo dije!
Sonríe.
Sonrío.
Me como la tostada con cuchillo y tenedor.
Han pasado cuatro días desde "el suceso". Cojo la mochila del cole de mi hija para meterle el bocadillo. Veo un estuche de Bob Esponja.
—¿Y el estuche de Ladybug? —Pregunto
Me tiembla un ojo.
—Papá, mira... ¡se me mueve este diente!
FIN