Hoy voy a relatar la historia de la que podría haber sido la mejor tenista de la historia. Una jugadora que revolucionó el circuito a principios de los 90 siendo una adolescente. Un talento infinito solo cortado por un suceso trágico. Hoy toca hablar de Mónica Seles. Abro hilo 👇 
Hasta antes de la aparición de Seles, el tenis femenino era territorio casi exclusivo de Steffi Graf. La tenista germana arrasó entre 1987 y 1989, tres años en los que jugó todas las finales de Grand Slam a los que se presentó.
De esas finales, únicamente perdió tres: dos en 1987 frente a Navratilova –Wimbledon y US Open– y una ante Arantxa Sánchez Vicario en 1989 –Roland Garros–. Ocho Grand Slams en apenas tres años ganados en todas las superficies, demostrando así que su juego era camaleónico.
Con 22 años estaba predestinada a destronar a Navratilova (17 Grand Slams) y alcanzar un record que parecía inasumible: los 24 grandes que levantó Margaret Court en la década de los 60.
Pero en 1990 apareció en el circuito como un huracán una joven que pondría en jaque a la todopoderosa Steffi. Se trataba de Mónica Seles, nacida en 1973 en Novi Sad, una localidad situada en el corazón de la antigua Yugoslavia.
Seles ya venía avisando con apenas 12 años, cuando era reconocida como la mejor junior del mundo. Su juego era atípico, pues golpeaba el revés y el drive a dos manos. Su arma más letal era el paralelo, el golpe más difícil de realizar y también el más decisivo.
Su irrupción de la tenista yugoslava en el circuito llegó en 1989, con apenas 15 años. Levantó el WTA de Houston derrotando en la final a Chris Evert (poseedora de 18 Grand Salms), con quien le separaban 19 años.
Ese mismo año participó por primera vez en un GS, fue sobre la arcilla de París. Seles se plantó en semifinales venciendo, entre otras, a la número cinco Zina Garrison y a la número siete Maleeva. Pero en semifinales, aún arrancándole un set, no pudo doblegar a Steffi Graf.
El año lo cerró como sexta mejor tenista del ranking mundia, llegando a la cuarta ronda en Wimbledon y en el US Open. Su record fue excelente: 33 victorias y 8 derrotas.
1990 fue el año de su consagración.Llegaron nueve títulos,entre ellos Roland Garros y el WTA Tour Championship. Su victoria en París tuvo especial valor,pues se deshizo de Steffi Graf en la final:7-6 y 6-4.Con apenas 16 años había doblegado a la tenista más dominante de la época.
Su legado no había hecho más que comenzar. Entre 1991 y 1993 se apuntó tres Abiertos de Australia de forma consecutiva, dos Roland Garros y dos US Open. Tan solo dejó de ganar Wimbledon al caer en 1991 en la final ante Graf, y no presentarse por lesión en la edición de 1992.
Con tan solo 19 años era la indiscutible número uno y había levantado ocho Grand Slams, un hito desconocido hasta la fecha. El fenómeno Seles había logrado eclipsar por completo a Steffi Graf, que solo pudo seguir dominando en la hierba del All England Tennis Club (1992 y 1993).
Además de superarla en la pista,el carácter de Mónica Seles hacía que fuese mucho más cercana a la gente que Graf. Siempre con una sonrisa en la cara, su simpatía y alegría contrastaban con la frialdad de la tenista nacida en Mannheim. El trono era suyo, hasta que todo se truncó.
Era el 30 de abril de 1993, Monica Seles disputaba los cuartos de final del torneo de Hamburgo ante Magdalena Maleeva. Seles ya se había apuntado la primera manga por 6-4 y vencía en la segunda.
En un descanso, con ambas tenistas en sus respectivas sillas, la tenista yugoslava recibió la puñalada de un individuo del público. Seles caminó unos pasos y acabó desmayándose, cayendo al suelo ante el silencio de todo el estadio.
El agresor era Günter Parche, un tornero desempleado de la ex Alemania comunista que se declaró fan incondicional de Steffi Graf. Su objetivo no era otro que apartar del camino a la rival más fuerte de su idolatrada tenista.
Pese al incidente, el torneo se siguió disputando con normalidad y el calendario WTA no sufrió ningún tipo de modificación. Un hecho que dolió especialmente a la tenista de Novi Sad, y que relata con exactitud en su biografía.
“Quedé consternada. El torneo seguía como si no hubiera ocurrido nada. Fue una lección dura sobre el negocio del tenis. En realidad, sólo se trata de dinero”, explica decepcionada Seles.
Y añade: “Todas las jugadoras, con excepción de la argentina Gabriela Sabatini, que se abstuvo, votaron en contra de que se congelara el ranking. No era nada personal, sólo comercial. Pero con una herida fresca en la espalda fue difícil de soportar”.
Además, Günter Parche fue puesto en libertad con cargos al sufrir una enfermedad mental que le sirvió como atenuante en el juicio. Por ese motivo Seles nunca más pisaría territorio alemán. “Alemania es el país en el que no se castigó lo suficiente a un hombre que me apuñaló".
La puñalada, por suerte, no le causó heridas irreparables a nivel físico, pero si que le causó un daño casi irreparable a nivel psicológico. Se mantuvo dos años alejada de las pistas sumida en una severa depresión.
“Me apuñalaron en la cancha de tenis, delante de miles de personas. Eso cambió mi carrera de forma irreversible y me dañó el alma. Una fracción de segundo me convirtió en otro ser humano”, explica en su biografía.
De la mano de la depresión vinieron sus problemas con la comida. Engordó cerca de 15 kilos en la etapa que estuvo lejos de las pistas. “Me sentía sola y solo comía. Comer sin conocimiento era mi mecanismo de defensa. Yo utilizaba la comida para 'curar' mi estrés”, relata Seles.
Pese al largo período fuera del tenis, Seles volvió al circuito en 1995 demostrando que, pese no estar al nivel de sus mejores años, aún tenía mucho tenis que ofrecer. Llegó a tres finales de Grand Slam, apuntándose su cuarto Abierto de Australia en 1996.
Una tenista que con 19 años ostentaba ocho títulos de Grand Slam vio truncada su carrera por un hecho sin precedentes en la historia del tenis. La pregunta se plantea sola: ¿Habría sido Mónica Seles la mejor tenista de la historia de no ser por la puñalada?.
