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Me he parado a estudiar y analizar crítica y detenidamente el documento que Guerra Sesma publicó, hace más de una década, acerca del socialismo y la cuestión nacional en la España de la Restauración (1875-1931) para la Revista de Estudios Políticos. Espero que sea de interés.
Es el autor de la tesis doctoral “Socialismo y cuestión nacional en España (1873-1939)”, de casi 800 páginas, así como de otros escritos que pueden ser muy útiles a la hora de bucear en la génesis del problema nacional en el Estado español, asunto cardinal para la vanguardia.
Aquí se puede leer el artículo que voy a comentar: recyt.fecyt.es/index.php/RevE…. Al final compartiré algunas de las fuentes más destacadas que utiliza el autor. Todas, o casi todas, ineludibles para encarar la cuestión desde el punto de vista del marxismo revolucionario.
Las polémicas entre dirigentes del PSOE de la Restauración sobre la cuestión nacional son de tal magnitud que difícilmente nadie puede decir que las conoce absolutamente todas. Por no hablar de las posteriores discusiones dentro del movimiento comunista. ¡Mucho trabajo por hacer!
Guerra empieza con dos ideas, bastantes discutibles por decirlo suavemente, en torno a la conciencia nacional entre la clase explotada moderna y la cuestión del Estado desde el punto de vista del marxismo:
Hoy no puede haber ningún género de dudas respecto a ambas cuestiones: las naciones y la conciencia nacional, productos genuina y específicamente burgueses, perdurarán mientras pervivan en el mundo el régimen clasista y el Estado moderno, ese capitalista colectivo ideal.
Entrando en el tema directamente, Guerra apunta a la idea de la inexistencia de un nacionalismo desde sus orígenes, en el siglo XIX, digamos “incluyente” y “unívoco”, en todo el territorio español.
Este fenómeno no es azaroso. Como ya demostró Vilar, la débil y tardía penetración del capitalismo en España determinó, pese a ser una de las primeras y más sólidas naciones en constituirse, la fragilidad del hecho nacional español y la conciencia nacional derivada de él.
Esta es la base histórico-material que permite explicar la existencia de lo que Fusi y Palafox denominan “nacionalismo políticamente débil como instrumento de cohesión social y de vertebración nacional”.
La centralización nacionalizadora, más burocrática que político-social (en una formación socioeconómica con históricas pulsiones centrífugas), dificultará “la identificación de los españoles con el Estado”, favoreciendo la aparición de los nacionalismos periféricos.
En términos de Linz, la “tímida” construcción nacional española se tradujo en una “estatalización de la Nación española de 1812” que no se vio acompañada por “la necesaria nacionalización del Estado español durante el resto del siglo XIX”.
Proceso histórico de achicamiento de la nación española, en suma (reconstitucion.net/Documentos/LP_…). Debilidad nacionalizadora española respondida, sobre todo, por dos burguesías que sí contaban con el motor económico capitalista necesario en toda nacionalización: la catalana y la vasca.
No olvidemos, retomando el documento del Comité por la Reconstitución del tuit anterior, cuál va a ser la tónica de la revolución burguesa española, y cuál su particular dialéctica de masas-Estado, fragmentaria y dispersa por mor del peculiar desarrollo capitalista español:
Sentadas esas bases, el primer socialismo español (acerca de la historia del movimiento obrero y la génesis del PSOE, recomiendo este hilo: ), como rama de la socialdemocracia europea, asocia automática y necesariamente la idea de Estado a la de nación:
Y ello, por otro lado, de forma inevitable (véanse los posicionamientos sobre los levantamientos carlistas y cantonalistas), pues todavía no se ha desarrollado, aunque sí ha germinado y se va agudizando de forma paulatina, el problema nacional en España.
Esto es fundamental: el PSOE, según Hobsbawm, adopta desde el principio un modelo de organización nacional con una aristocracia obrera central dirigente, que exige al Estado burgués español “la realización de la soberanía nacional mediante la integración del proletariado” (!).
Al más puro estilo menchevique avant la lettre, el PSOE critica a la burguesía española por hacer “dejación de funciones”, por, digamos, “defeccionar de la Nación”. Para García Quejido, solo hay “verdadera burguesía” en Cataluña, “Vizcaya” y Asturias.
Con claras influencias del austromarxismo (algo admitido por el autor), el partido de Pablo Iglesias incide en la necesidad de integrar a la fracción burguesa de la clase obrera: “sin proletariado políticamente representado no hay Nación”, parafrasea Guerra. Más claro, agua.
Inciso: a propósito del problema de la famosa cita del “Manifiesto del Partido Comunista” sobre el proletariado como “clase nacional” (la imagen es del trabajo de Guerra), me permito recordar los hilos de dos camaradas. Este, en primer lugar:
…y este otro: . Dicho eso, el avance del capitalismo en el centro y norte de Europa llevará también a que allí el socialpatriotismo prenda más y antes entre las filas obreras (en general, en todo el territorio estatal):
Por su parte, la socialdemocracia reformista encarnada en el PSOE se erige en campeona del bauerismo, con su tesis según la cual el proletariado es en el Estado español el "genuino" portador de la idea de nación española, "abandonada" por la burguesía.
De ahí que el socialismo español, al denunciar el imperialismo colonialista "patrio", lo haga no en clave internacionalista proletaria, sino apelando a la defensa del “interés nacional”, “obrero” (es decir, el interés colaboracionista de la aristocracia obrera):
Guerra resume en muy pocas palabras la incapacidad del régimen español de la Restauración por integrar plena y sólidamente en el seno del Estado tanto al PSOE, en tanto que fuerza política de la clase obrera burguesa, como a los partidos nacionalistas burgueses periféricos.
Poco a poco, el PSOE evoluciona hacia posiciones autonomistas y municipalistas frente a problemas como el vasco, y de ahí a fórmulas vagas de "federalismo" y "descentralización", ya en 1897:
Otro inciso, necesario habida cuenta de la ignorancia supina o, peor aún, la malicia oportunista de algunos al respecto de las diferencias entre la autonomía nacional (cultural y territorial) baueriena y la autonomía regional y local leniniana-estaliniana:
Regresando al tema, en efecto, desde el Desastre del 98, el PSOE propugna el autonomismo-regionalismo y el federalismo, más retóricos que reales, frente al problema del “nacionalismo particularista y retrógrado”. Pero “Vizcaya debe ser el foco (…) del regionalismo español” (!).
El intento de encaje político de Cataluña y Euskadi en el Estado español, propuesto por el PSOE, no está claramente definido, ni es el resultado de un estudio sólido; es político-coyuntural, propio de un oportunismo poco desarrollado en lo teórico.
Interesante lo de emular a la socialdemocracia británica en Gales y Escocia. Los dirigentes socialistas Prieto o Echevarría, dos décadas después, llegarán incluso a defender el fuerismo vasco y a propugnar un “Estado democrático” con una amplia autonomía para el País Vasco:
Las tres alas que van tomando cuerpo dentro del PSOE para encarar el irresuelto problema nacional en el Estado español estarán encarnadas por Prieto-Echevarría, Carretero y Medinabeitia. Ninguna, por supuesto, representa una línea proletaria justa, internacionalista:
Volviendo al análisis de Hobsbawm, el británico defiende una más que interesante tesis de enfrentamiento entre dos aristocracias obreras distintas ideológica y culturalmente, la aristocracia obrera socialista catalana y la incardinada en Madrid:
De esta forma condensa Peiró el más complejo y abigarrado panorama social y político catalán, donde las distintas sensibilidades del socialismo contienden con el federalismo, el anarquismo y el lerrouxismo, fuerzas cada vez más destacadas:
El anarquismo y el anarcosindicalismo, que empiezan a descollar muy pronto entre el movimiento obrero catalán (y español), están también, como la socialdemocracia española, aunque de distinta forma, insertos en la dialéctica masas-Estado (fragmentos del citado texto del CxR).
Sí, las determinaciones económico-productivas, atrasadas, del capitalismo español son básicas para fundamentar la relevancia del anarquismo en el Estado español. Pero no subestimemos la referida “vertiente subjetiva (…) en la encrucijada entre dos revoluciones históricas”.
Estábamos con el PSOE... Bien, el partido de Prieto, Iglesias y Cía. profundiza progresivamente su deriva autonomista-federalista indefinida, emergiendo poco a poco como embrión de partido (burgués) de Estado. Así se confirma con la Ley de las Mancomunidades:
Irrumpe en el escenario Nin, de la Federación Catalana del PSOE, quien, además de denunciar la línea austromarxista del PSOE, es el primero, aun de modo confuso, en exponer la realidad plurinacional española y plantear su encaje en el programa revolucionario para todo el Estado:
Estamos en 1914. El PSOE aún no reconoce el hecho plurinacional (Fabra Ribas responderá a Nin). Curiosamente, desde Valladolid, Pérez Solís (luego, cofundador del PCOE, posterior dirigente del PCE y, por último, jefe de FE de las JONS y de la CONS) llama a un viraje en el PSOE:
La respuesta de Fabra (para quien el nacionalismo burgués español parece no existir...) demuestra, entre otras cosas, la profunda confusión ideológica que reina en ese momento en el partido de la aristocracia obrera española. Para muestra, un botón:
Aun así, la brecha abierta por la Federación Catalana lleva a que en el XI Congreso del PSOE (1918) se preconice la fórmula de la “Confederación republicana de las nacionalidades ibéricas”.
Moción que “refleja la ambivalencia del PSOE” respecto a la cuestión nacional. Lógico, teniendo en cuenta que no se aborda el problema nacional irresuelto sino desde el prisma de la aristocracia obrera, en el marco de un proceso fallido de nacionalización española.
Tuñón de Lara recoge la opinión del socialista Núñez de Arenas, que en ese momento declara que “las nacionalidades españolas deben ser reconocidas”, sin cuestionar, no obstante, las fronteras vigentes. Se supedita así la libre unidad proletaria a la unidad del Estado capitalista.
Puro austromarxismo "a la española", que alimenta tanto el nacionalismo español como los nacionalismos vasco y catalán, que no resuelve el problema nacional y que no contribuye a hacer la lucha de clase revolucionaria más clara y explícita en todo el territorio español.
Por muy paradójico que resulte aparentemente (en realidad no lo es), el PSOE no se cuestiona las fronteras “naturales” del Estado español, pero sí se presta a colaborar activamente con la burguesía autonomista catalana, con la Lliga, en la Asamblea de Parlamentarios de 1917:
Se ve, entonces, cómo Besteiro llega incluso a suscribir la postura de Nin, que diferencia entre Estado y nación. El PSOE se instala en la reformista "solución" baueriana al problema nacional, una suerte de autonomía nacional-cultural adaptada al marco español.
Largo Caballero, por su parte, afirma que el PSOE es un “partido internacionalista, pero eso no quiere decir que no [reconozca] las nacionalidades y las regiones”. Es el único encaje que puede hallar el gran partido de la aristocracia obrera española.
Termes y Alquézar consideran que el PSOE, a través de Núñez de Arenas y Besteiro, reconoce “la naturaleza plurinacional de España”. Reconocimiento puramente nominal, al modo austromarxista, es decir, reformista, sin comprometerse en ningún momento con el derecho a la separación.
En el caso de Besteiro, Guerra sostiene que el ínclito dirigente del PSOE y la UGT habría sido el más indicado para profundizar en el tratamiento teórico de la cuestión nacional en el Estado español. Sin embargo, tal cosa nunca se produjo.
Un pequeño alto en el camino. Todos los déficits, inconsecuencias e inconsistencias a nivel teórico que muestra la socialdemocracia española respecto a la cuestión nacional son hijas del limitado desarrollo de la revolución burguesa española (reconstitucion.net/Documentos/LP_…).
(Desarrollo limitado que tampoco es una rara avis en Europa y el mundo.) El sagaz Pablo Iglesias sabe que la cerrazón centralista-burocrática instalada en Madrid perjudica su proyecto de Estado burgués español, federalista y autonomista respecto a las “nacionalidades históricas”.
La alianza entre el PSOE y la Lliga Regionalista, rota tras la crisis de 1919-20, es el primer preensayo de gran coalición que en el 78 erigirá el trípode democrático de la gran burguesía española, las burguesías periféricas vasca y catalana y la aristocracia obrera.
Al menos, es un conato, por parte del PSOE, de convertirse en partido de Estado, para lo cual es consciente de que es imprescindible, como mínimo, controlar y encauzar el conflicto catalán satisfaciendo los intereses del sector pactista del nacionalismo catalán.
A mediados de los 20, vuelve a estallar dentro del PSOE la polémica en torno al problema nacional, con la discusión entre Nin y Fabra, y entre este y Campalans, que encabeza la fracción socialista catalana que constituye la Unió Socialista de Catalunya.
El balance de la cuestión que hace Guerra es interesante. Primero, los marcos de actuación del PSOE tan diversos en Cataluña y el País Vasco hacen que su programa y su acción política frente a los nacionalismos periféricos sean muy distintos en un territorio y en otro.
Las fricciones entre las distintas posturas enfrentadas dentro de la socialdemocracia del Estado español llevan a que un sector de la misma, reivindicando a Jaurès, abracen “el principio de las nacionalidades y su potencial liberador”.
Una cuestión nada baladí señalada por Guerra en el último fragmento es que los Nin, Campalans o Alomar están al tanto de las discusiones sobre la cuestión nacional en el seno de la socialdemocracia europea, en particular del SPÖ.
El heteróclito socialismo catalán (o catalanista) que conforma todo el magma federalista, reformista y republicanista de Pi i Margall, Pàmies, Llinàs, Alomar, Campalans, Reventós, etc., es también producto histórico, a nivel político, del particular desarrollo nacional catalán.
Evidentemente, ninguno de los dos socialismos que identifican Guerra y otros constituyen corrientes genuinamente marxistas que afronten el problema nacional desde el punto de vista de los intereses de la revolución proletaria.
En síntesis, la socialdemocracia española afronta el problema nacional de un modo enteramente tacticista-coyuntural, sin impugnar en ningún momento al nacionalismo español ni a los nacionalismos periféricos, preconizando un reformismo federalista, posibilista y vacío.
Último alto en el camino: ojo con quienes, desde posiciones pretendidamente marxistas, hacen equivaler federalismo y derecho de autodeterminación nacional. Unas aclaraciones al respecto, y así ni me repito ni alargo más el hilo:
Termino. Por lo dicho varios tuits más arriba, en definitiva, el PSOE vira, desde mediados de los 70 del siglo XIX hasta la proclamación de la II República, del austromarxismo nacionalista y federalista indefinido a un autonomismo igualmente inoperante y reformista.
Para finalizar, dejo por aquí algunas de las fuentes utilizadas por el autor:
Y estas otras (además, por supuesto, de la célebre obra de Hobsbawm, "Naciones y nacionalismo desde 1780").
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