HILO ETERNO: La inercia de los Estados modernos hace que su maquinaria, para bien (Generalitat) y para mal (Supremo), funcione por sí sola al margen de quiénes ocupen los cargos de decisión. Digamos que, en condiciones normales, digamos, los daños que pueden causar son limitados.
Es un saber tácito, inconsciente, del votante, que lo sabe aunque no sepa que sepa. Eso habilita la frivolidad de votar a un candidato incapaz y pintoresco, porque puede ser un revulsivo sin poner en riesgo el funcionamiento de las cosas. Las alcantarillas seguirán tragando agua.
En el votante a los idiotas manifiestos hay gente que genuinamente quisiera ver arder el mundo pero otros, los más, se conforman con que el candidato inconveniente sirva de revulsivo, de toque de atención "al sistema" para que sepa de su enfado como elector.
Esa certeza, la de la resiliencia del Estado, es, con matices, el reaseguro que opera para el éxito de Beppe Grillo, Donald Trump, Boris Johnson, Jair Bolsonaro o, por poner un caso más próximo, el alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome: el Estado es resistente e inercial.
Decía al inicio, "en condiciones normales". En Occidente, varias generaciones han crecido sin discontinuidades y uno nunca cree posible lo que no ha ocurrido durante la biografía de los vivos. El periodo 1945-2020 es el más largo de la historia sin guerras en Occidente.
No consideramos plausible vernos metidos en una guerra. Nos parece lo normal pero en Europa, hasta 1945 y durante milenios, no ha habido generación que no haya ido a la guerra. Bastan 75 años para creer que la paz es lo normal y nadie teme que votar a un memo pueda revertir eso.
Pero esta pandemia no son "condiciones normales". A pesar de eso y de que el desafío no tiene precedente (recuerden, en la memoria de los vivos, que es la que cuenta), la inercia de los Estados, de su sistema burocrático de saberes expertos, ha funcionado razonablemente.
La OMS y la generalidad de los Estados de tamaño medio han actuado de acuerdo a similares criterios: Francia, Alemania, Italia, España, Portugal... han aplicado la inercia de sus sistemas de decisión de expertos (burócratas y científicos) con razonable éxito (hasta ahora).
Como dice @daniInnerarity, hay tres cosas que los líderes populistas [los imbéciles y pintorescos] detestan y que este tipo de crisis revaloriza: el saber experto, las instituciones y la comunidad global. Todo aquello que era aburrido y causaba hastío hace 15 años.
La izquierda más conspiranoica suele creer que un idiota con éxito es un tipo tan listo que se finge idiota. Pero no, un bobo con éxito solo es eso: un bobo con éxito. Presida Brasil o Estados Unidos. Sirva esta información de @beanavarro como prueba: lavanguardia.com/internacional/…
Como vemos, a menudo es un peligro para sí mismo. El caso es que, insisto, no son "condiciones normales", de modo que su vocación anticonvencional sí puede comprometer al Estado y a sus ciudadanos. Y luego echar la culpa a otro, claro, como un crío. Vean: lavanguardia.com/internacional/…
La pandemia desnuda que la singularidad Bolsonaro, Trump o Johnson (no sé qué hace Jácome) puede costar vidas. Y de los dos tipos de votantes que señalábamos antes, esto solo lo tolera al primero, el que ansía ver el mundo arder. Para el resto, la broma puede ir demasiado lejos.
Esto significa que, como señala Innerarity, quizá el Covid-19 pueda romper el ciclo de auge del autoritarismo populista, el de las verdades de barra de bar que encarnan Bolsonaro o Trump. O al menos, servir como vacuna allí donde aún no cuenta con números para gobernar un país.
Y ya.
(PD: Igual no lo he dicho, pero este hilo trataba sobre lo de Madrid).
(PD: Igual no lo he dicho, pero este hilo trataba sobre lo de Madrid).
