Hoy vamos a hablar de uno de los problemas psicológicos más infrecuentes, pero que también generan más interés entre psicólogos/as. Se trata del Trastorno de Identidad Disociativo o TID. ¿En qué consiste y cómo se origina en base la historia de aprendizaje del sujeto?
El TID se basa en la presencia de 2 o más personalidades o yoes en un mismo sujeto, lo cual genera un conflicto a la persona, que no tiene control sobre estas otras personalidades o le generan problema en su vida.
La cuestión más relevante de este trastorno se sitúa en el concepto de personalidad, identidad o yo. Entendemos personalidad como un repertorio de comportamientos generado por un conjunto organizado de contingencias (Skinner, 1974).
Otros autores conductuales ofrecen definiciones en un sentido similar. Así, la personalidad, lejos de ser un elemento explicativo del comportamiento, sería un constructo a explicar, que engloba los comportamientos de esa persona en relación a su ambiente.
Un término importante para explicar el fenómeno del TID es el "yo". Keller y Schoenfeld lo definen como una palabra que designa la habilidad para hablar o ser consciente del propio comportamiento, así como usar este (el yo) como estímulo discriminativo.
Kohlenberg y Tsai van algo más allá y definen el yo en base a 2 componentes relevantes: como un elemento verbal y como una perspectiva o locus ("la experiencia del self descansa en la especificación de los estímulos que controlan la respuesta verbal yo").
En resumidas cuentas: este yo es entrenado por nuestra comunidad verbal, de forma que se refuerza el aprendizaje de un yo distinto de un otro. El yo se identificaría con uno mismo, el propio cuerpo, a través del cual "el yo percibe" (ve, siente, escucha), pero sin
reducirse a este, dado que el yo sería "algo más" para la comunidad verbal (uno sigue siendo él mismo si pierde una pierna, incluso, para muchas culturas, el yo seguiría existiendo incluso si no existiese su cuerpo, o pueden percibirse "separados" de este).
Lo que hemos aprendido que somos también afecta a nuestro comportamiento, actuando con diversas funciones (discriminativo, comportamiento concurrente privado, propiedades condicionadas aversivas o apetitivas) que afectan, de forma sustitutiva
o complementaria, al control por otras contingencias ambientales. Uno (el yo propio) puede estar más comprometido en ciertas situaciones que en otras, siendo estas propiedades más relevantes en ciertas situaciones (puede esto recordar al término de autoconcepto).
Se podría definir así el yo con un carácter eminentemente verbal, pero sin constituirse como una entidad que genera comportamiento, sino como una forma más de comportamiento verbal que adquiere su relevancia porque es previamente relevante para la comunidad verbal que lo entrena.
De esta forma, en muchas situaciones, no sólo se reacciona a la estimulación del medio en sí, sino a las reacciones condicionadas que estas eliciten, así como a las propias respuestas verbales que estas generan, las cuales muchas de ellas implican a lo aprendido sobre el "yo".
Tras este breve resumen, volvemos al TID y su origen. Se conoce que practicamente todas las personas diagnosticadas reportan una historia de abusos y negligencia grave en la infancia. Sin embargo, no todas las personas que reportan abusos o trauma en esta época desarrollan TID.
Lo relevante sería el modo que se impone para evitar estas situaciones. Según Kohlenberg y Tsai, es común en los niños el jugar a "ser otra persona". De forma no patológica y totalmente normal, puede ser una actividad que no genere problemas,
así como reforzado por otros o por la misma actividad en sí misma (ser un superheroe puede ser reforzante en sí mismo).
Cuando el niño se ve expuesto a experiencias traumáticas físicas y/o emocionales repetidas, de las cuales no puede escapar, "ser otra persona" (en definitiva, una forma de disociarse) puede ser una forma de evitar la situación cuando otros modos de escape no están disponibles.
Según Phelps: "el niño puede no ser consciente de las cosas horribles que le ocurren, pero sí puede ser inconsciente de que estas cosas le pasan a ÉL".
A la vez que se distancia del trauma, puede seguir manteniendo una relación emocional normal con el abusador, lo cual puede estar reforzado y mantenido por su contexto social y familiar, que desconoce o ignora el abuso e incita a mantener el contacto y afectividad con esa persona
El mismo autor señala reportes de niños en estas situaciones que es bastante esclarecedor de este proceso: "mi padre le hace cosas malas a una niña, pero sólo porque ella es traviesa, a mí me quiere y nunca me haría nada malo" (Phelps, 2000; pg. 241).
De esta forma, estos individuos no logran alcanzar un yo o personalidad únicos, sino 2 o varios yoes, pese a que la situación de abuso finalice y ya no sea "adaptativo" para ellos (para la situación en la que están ahora).
En muchas ocasiones, se afirma que es común que estas otras personalidades o yoes queden "latentes". Lo que ocurre es que no se dan las condiciones para su manifestación hasta que la persona se encuentra en una situación similar a la del abuso (detonantes).
Se ha reportado que es común la aparición de las "otras personalidades" cuando el adulto tiene un hijo que llega a la misma edad que cuando sufrió el abuso, cuando conocé algún caso o sufre algún evento similar (relación sexual para casos de abuso sexual, situación violenta, etc)
A partir de esta situación, la aparición de los diversos yoes en el día a día de la persona puede verse controlada por otros factores más sutiles, pero esto seguramente dé para otro hilo.
¡Muchas gracias por llegar hasta el final!
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Si tenéis alguna duda y podemos responderla, comentádnoslo, ya que la complejidad de este tema quizás haya dejado algunos asuntos por mencionar o de difícil comprensión tras el intento de resumirlo.
También si queréis una segunda parte sobre este tema o más hilos de este estilo.
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