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La oscura y brumosa noche del 12 al 13 de julio de 1801, el San Hermenegildo y el Real Carlos, dos navíos de línea españoles, ardieron, muriendo 1700 hombres, más que en la batalla de Trafalgar. La historia cuenta que se hicieron fuego mutuamente. ¿Pero qué pasó realmente? Hilo.
Los navíos San Hermenegildo y Real Carlos, de advocación Santiago, eran dos navíos de línea de primera clase españoles de la serie Santa Ana, con 112 cañones, 3 puentes y 1100 hombres a bordo; la flor y nata de la Real Armada. Perfectas máquinas de guerra naval.
En junio de 1801 había tenido lugar en la bahía de Algeciras una batalla entre una escuadra de 3 navíos de línea y 1 fragata francesa apoyados por las baterías de costa y cañoneras españolas contra la escuadra británica de destacada en Gibraltar del vicealmirante Saumarez.
La escuadra británica estaba compuesta por 6 navíos de línea, y se saldó con la derrota de los británicos, que perdieron uno de sus buques, el HMS Hannibal de 74 cañones mientras que el HMS Pompee, del mismo porte, quedó varado y a punto de perderse.
Con el descalabro naval, los británicos se vieron obligados a retirarse a Gibraltar para reparar daños y prepararse para un futuro contraataque. La maltrecha escuadra francesa hizo mismo, arreglando como buenamente pudo los daños en el pequeño puerto de pescadores de Algeciras.
El contralmirante Linois, jefe de la escuadra francesa, solicitó refuerzos de Cádiz, la Real Armada mandó una división de socorro compuesta por 5 navíos de línea y 1 fragata y 1 navío de línea y varias embarcaciones menores francesas que se encontraban también en Cádiz.
Con estas imponentes fuerzas entraron los españoles en la bahía de Algeciras, bajo la atenta mirada de los británicos desde el Peñón, que redoblaron sus esfuerzos en la reparación de sus navíos dañados. El arsenal del Peñón era una de las bases más importantes de la Royal Navy.
El vicealmirante Saumarez además contaba con el navío HMS Superb de 74 cañones y mandado por el capitán Keats y la fragata Thames, que no habían participado en el combate por estar comisionados en las cercanías de Cádiz, por lo que no habían sido dañados.
La derrota de Algeciras les había dolido de verdad y les espoleó a poner de nuevo una escuadra en movimiento después de los daños que habían sufrido en tiempo récord, cambiando practicamente todos los palos, carenando y restituyendo la jarcia perdida.
La fragata Indienne, de la escuadea de socorro, fue la encargada de remolcar el navío HMS Hannibal, apresado, que se encontraba en muy mal estado para navegar.
El general Moreno y Linois acordaron salir cuanto antes de la bahía para dirigirse a Cádiz con la presa.
La orden de marcha fue con los navíos franceses de la batalla al frente y los demás buques en columnas, detrás, al mismo paso que los primeros, es decir, lento debido a los daños de la batalla. Al poco de zarpar se hizo notorio que la Indienne era incapaz de remolcar al Hannibal.
Por lo que se decidió que para evitar grandes retrasos la presa se quedara con la fragata en Algeciras a la espera de una mejor oportunidad de partir a Cádiz. El resto de la escuadra se hizo a la vela la mañana del día 12 bajo la vigilancia de las pequeñas embarcaciones inglesas.
Las balandras inglesas entraban y salían de Gibraltar para informar a Saumarez de los movimientos. Los españoles también sabían que los ingleses tramaban algo, y a las dos y media de la tarde el Caesar, insignia de Saumarez, dejaba Gibraltar secundado por el resto de la escuadra.
En el orden natural los 3 navíos franceses de Linois marchaba en vanguardia en línea de frente; los 6 españoles seguía de frente por su popa, procurando situarse en los claros de los navíos de proa franceses para dejar libres sus baterías, en caso de combate con los británicos.
Así que navegaban en tres columnas, siendo la primera la de los buques franceses que habían combatido en Algeciras y seguidos por los navíos españoles que tenían que cazar vela para adecuarse a la lenta velocidad de los franceses.
El Real Carlos iba en la 1ª escuadra, mientras el San Hermenegildo iba en la 2ª, y por lo tanto, por la disposición en tres columnas, paralelos, con el Real Carlos a sotavento del San Hermenegildo. A 5 millas de distancia, navegaba por su popa la escuadra perseguidora inglesa.
A nivel del Estrecho de Gibraltar, la oscura noche entre el 12 y 13 de julio, sin buques de reconocimiento francoespañoles que dieran aviso, el navío británico HMS Superb atacó alevosamente con las luces apagadas a la retaguardia española, iniciando lo que sería un desastre naval
La leyenda dice que el Superb pasó entre el San Hermenegildo y el Real Carlos y descargó sus baterías para que ambos navíos creyesen que eran enemigos y dejando a los buques españoles destrozarse mutuamente hasta el final. Así lo cuenta Galdós en Trafalgar y pasó a popular.
Naturalmente esto no fue así. Ya que, producto de tener que adecuarse al paso de los franceses, los navíos españoles iban de 3 a 5 nudos, escasos. Es decir, iban muy lentos. Si el navío británico hubiera pasado entre ambos navíos hubiera tardado cerca de un minuto en pasar.
Hubiera tenido que rebasar la eslora de ambos navíos después de disparar por ambas bandas, incluso asumiendo que iba a oscuras, ese minuto era más que suficiente para que los tripulantes del San Hermenegildo y Real Carlos se percataran del paso de una masa entre ambos buques.
Además, el barco inglés hubiera tapado las luces de los españoles, la descarga hubiera iluminado su casco al disparar y encima al pasar entre ambos hubiera tenido que hacerlo a corta distancia, descubriéndose por completo. Fernández Duro da una segunda versión, mucho más viable.
De todas formas, la versión que expondré es la del almirante José Ignacio González Aller-Hierro, que se basa en los documentos de Mazarredo, y en teoría debería ser la versión más cercana a lo que pasó en realidad, además de personalmente parecerme más probable.
El San Hermenegildo sería el navío más a estribor de la línea de retaguardia, en vez del Real Carlos que aparece en las otras versiones, y el Superb se encontraría a 1000 metros por popa del Hermenegildo, navegando rumbo sur suroeste con viento bonacible del este.
El navío de británico habría disparado una andanada con su batería de estribor a la aleta de babor del San Hermenegildo, orzando a continuación en su virada para ponerse de través y atacar al Saint-Antoine, que efectivamente capturaría.
Mazarredo en parte del 4 de agosto de 1801 lo explica así (cito textualmente):
“Orzar sobre este (el San Hermenegildo) sobre babor para corresponderle con la batería; orzar lo mismo el Real Carlos; ver éste que iba a abordar al Saint-Antoine que no orzaba y volver a arribar;...
No ver o no observar el San Hermenegildo esta arribada del Real Carlos y, siguiendo orzando, abordarle, cayéndose los palos de trinquete de ambos, e incendiado al Real Carlos el fuego que venía haciendo el San Hermenegildo, siguiéndose que la voz de ¡fuego!...
Tal vez, con otro sentido, el Real Carlos, hiciese romper el de sus baterías y se causasen y aumentasen mutuamente el incendio los dos navíos, que no es cierto continuasen combatiéndose largo tiempo, sino que se reconocieron muy luego, y sin remedio para salvarse...
Abordados y enganchados uno a otro, con los destrozos de los desarbolos, hasta que devorándose por las llamas o rompiéndose estos mismos destrozos que los enganchaban, quedaron algo separados, haciéndose sucesivas las explosiones, primero la del San Hermenegildo.” Fin de la cita.
Se ve aquí la preclara mente de José de Mazarredo para entender lo sucedido, sin estar siquiera presente. El resto del combate es igual en todas las versiones: en la medianoche, el Real Carlos ya casi encima del Hermenegildo, que le combatía creyéndole un enemigo, explotó.
El fuego se propagó rápidamente al San Hermenegildo que quince minutos después explotaría también. Si bien parece que los dos navíos no se estuvieron combatiendo entre ellos hasta la explosión final de ambos buques, sino que se reconocieron antes, pero ya tarde para poner remedio
Casi 1700 hombres perecieron aquella aciega noche a borde de ambos navíos, la mayoría intentando apagar los fuegos que se habían producido y tratando de salvar los barcos. Entre ellos, se encontraban los oficiales que se negaron a abandonar a sus tripulaciones.
Hasta aquí el hilo de hoy. Mañana la segunda parte con la valentía de los supervivientes españoles que intentaron liberar el Saint-Antoine.

Láminas de Carlos Parrilla, ilustraciones y bibliografía de los amigos de @todoababor

Gracias por leer.
Les dejo el artículo donde explican todas las versiones conocidas de la tragedia:

-La de Galdós (ficción posiblemente)
-La de Fernández Duro
-La de Aller-Hierro
-La inglesa

todoababor.es/historia/tragi…
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