Han vandalizado una estatua de Miguel de Cervantes, quien nunca llegó a pisar América, quien fue posiblemente el mayor genio literario de toda la Historia, y quien además fue un héroe de guerra: un miembro de las temibles Compañías Viejas del Mar de Nápoles. Minihilo. 
En el verano de 1534, el pirata berberisco Barbarroja, obediente al sultán turco Solimán, comenzó una campaña de rapiña y muerte contra los cristianos. Primero, asoló con su escuadra el sur de Italia, amenazando incluso Roma; y luego conquistó Túnez, reino vasallo de España.
El monarca derrocado, Muley Hassán, solicitó ayuda a Carlos I, que organizó una gran escuadra formada por naos del Cantábrico y urcas flamencas, y a la que se sumaros otras aliadas galeras genovesas y pontificias y carabelas portuguesas; en total, unos 30.000 hombres.
El objetivo no era sólo restituir al legítimo rey en un trono vasallo, sino de eliminar la amenaza de un segundo frente tanto más preocupante, cuanto el rey francés, Francisco I, en guerra con España, pactó una alianza con los turcos, desobedeciendo la Fe que debía profesar.
En mayo siguiente, el emperador, ya coronado, zarpó de Barcelona y desembarcó en La Goleta, con miles de veteranos españoles e italianos de las guerras de Italia, los imponentes Tercios Viejos. La flota la mandaba Álvaro de Bazán El Viejo, padre del famoso Marqués de Santa Cruz.
Uno de los generales era un joven Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba. En julio, cayó Túnez. Los imperiales liberaron a unos 20.000 cautivos cristianos, repusieron a Muley Hassán y dejaron una considerable guarnición. La victoria del emperador le hizo popular.
Las tropas que intervinieron en esta campaña eran de los Tercios Viejos, unidades de infantería inicialmente destinada a ir embarcada en galeras, cosa que ya se hacía de forma temporal para realizar campañas o combates específicos.
La diferencia con sus hermanos de tierra surge cuando se decide que debían tener una dedicación exclusiva a la guerra naval. Cualquier almirante sabía que era capital disponer de una tropa habituada al combate, al uso de armas de fuego y que no se marease ni temiese el mar.
A la vista de la campaña anfibia de Túnez, que incluía traslado de tropas por mar, desembarco y protección por parte de la flota ante otra armada enemiga, y de la necesidad de contar con una fuerza de infantería entrenada para embarcar y combatir exclusivamente en galeras,
El emperador, el 27 de febrero de 1537, crea las Compañías Viejas del Mar de Nápoles asignando tropa de infantería de forma permanente a las escuadras de galeras del Mediterráneo. La primera infantería de marina del mundo. Valientes por tierra y por mar.
En las décadas siguientes, sobre todo en la batalla de Lepanto, los arcabuceros españoles demostraron ser más efectivos que los arqueros turcos, barriendo las cubiertas de las galeras enemigas con fiera puntería. Uno de aquellos hombres fue don Miguel de Cervantes.
Miguel de Cervantes no sólo participó activamente en Lepanto como infante sino que fue herido en un brazo, lo que le daría al mayor literata de la Hispanidad el apelativo de “El manco de Lepanto.”
Hasta aquí este minihilo de sábado, que sólo pretende homenajear a don Miguel y a la infantería de marina más antigua del mundo, la nuestra.
Cervantes de Ferrer-Dalmau y otros, infantes de José Mª Bueno y otros.
Gracias por leer.
Cervantes de Ferrer-Dalmau y otros, infantes de José Mª Bueno y otros.
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