Muchas veces, desde Cambiemos se explicó que en el pasado habíamos vivido de fiesta, gastando por encima de nuestras posibilidades, y que ahora correspondía pagarlo con ajuste y sacrificio. Esta frase tiene un montón de supuestos atrás, varios de los cuales son opinables. Veamos. 
El primero de ellos es que, de manera sistemática, un Estado no puede gastar más de lo que recauda: que el déficit fiscal, en algún momento, debe corregirse. A priori, suena bastante lógico: un Sector Público en rojo provoca muchos desequilibrios insostenibles.
Dándola por válida, esta frase sigue asumiendo demasiadas cosas: que la única manera de ajustar es bajando el gasto (no aumentando los impuestos) y que la única fuente de financiamiento no-compulsiva es la emisión que inevitablemente genera inflación.
A juzgar por lo que pasó en los últimos años, ambas ideas carecen de correlato empírico. Más aun, financiar el déficit con endeudamiento externo (y las medidas que se tomaron para tomar deuda a tasas más bajas), terminó siendo más inflacionario que hacerlo con emisión.
Además, la idea de Macri asume que el impacto del gasto público es neutral para la economía. A todas luces esto no es así. Todo lo demás constante, un Estado que expande el gasto debería tener un impacto positivo en el nivel de actividad. Caso contrario cuando el Estado ajusta.
Un incremento del nivel de actividad mejora la recaudación de impuestos, especialmente en aquellos vinculados al consumo, de modo que una política expansiva, muchas veces, se termina "auto-financiando". Más gasto no es necesariamente más rojo. De hecho, muchas veces es al revés.
Se podría haber cuestionado las direcciones del gasto o su ineficiencia (lamentablemente, con razón: entre 2012 y 2015 el % del Estado en el PBI creció 3 p.p. y la economía se estancó), pero se fue por otro lado: por discutir su magnitud como excesiva y naturalmente problemática.
Antes de cerrar, quiero destacar el fuerte componente de filosofía-católica que tiene esta frase: es necesario sufrir, hay una cuota de sufrimiento que no es posible evitar, y correspondía pagarla. Pensando en la dimensión subjetiva de la política, no me parece un punto menor.
En resumen, ideas como que vivimos de fiesta o por encima de nuestras posibilidades y que, por eso, correspondía ajustar suponen un montón de conceptos que no son aceptados por distintas corrientes económicas. Podrá ser un justificativo político, pero no necesariamente económico.
