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Un fav y cuento la historia de la vez que terminé llorando en mi trabajo por la razón más estúpida.
NOSEDIGAMÁS
No estoy seguro de si ya conté esta historia, así que la voy a contar otra vez. Si ya la escucharon, finjan como que no, así como cuando les regalaban calcetines en navidad y tenían que fingir que era un buen regalo para que la abuela no se enojara y los sacara del testamento.
Esta anécdota se lleva a cabo allá por el 2014, en las instalaciones de TV Azteca.
En ese entonces, yo trabajaba en un programa que se llamaba El Hormiguero, que era un talk show en el que cada capítulo iba un famoso.
O bueno, a veces iba un famoso y a veces iba Rommel Pacheco.
Era un trabajo muy divertido pero también increíblemente cansado,porque teníamos que ajustarnos a los horarios de los famosos y normalmente sólo podían grabar muy noche o en fines de semana.
Con Rommel Pacheco no había pedo porque no hace nada de su vida y podía grabar cuando sea
Eso significaba que normalmente llegábamos a trabajar a las 9 de la mañana y salíamos del canal como a medianoche o una de la mañana, de lunes a viernes y casi siempre el sábado o el domingo también.
Evidentemente, no teníamos vida. Igualito que Rommel Pacheco.
Después de muchos meses en el que el trabajo era lo único para lo que existía, me empezó a pasar algo muy raro: empecé a sentir que no tenía control de nada en mi vida porque mi productor era el que tomaba TODAS las decisiones por mí.
Eso me llevó a buscar recuperar el control en formas muy pendejas, como la vez que en mi hora de comida fuí a McDonald's y decidí que toda mi comida iban a ser 5 paquetes de papas, porque era lo único en lo que aún podía decidir qué quería.
Como a los 15 minutos, la amiga con la que había ido a comer se regresó a Azteca porque el ensayo estaba empezando, y mi enorme acto de rebeldía fue quedarme ahí sentado, viendo al infinito, comiéndome mis papas una por una hasta que me acabé la última, con ganas de morir.
Regresé a Azteca con ganas de vomitar, y mi productor me preguntó por qué había llegado tarde; le dije que había tenido una mini crisis personal en un McDonald's y yo creo que decidió que mi estabilidad emocional no era más importante que grabar, porque ya no me preguntó más.
(En su defensa, ese día grabábamos con Harry Potter, yo creo que si hubiera sido el programa de Rommel Pacheco, mi productor sí me habría invitado un café para preguntarme qué me pasaba, porque a nadie le importa Rommel Pacheco)
En fin, ese ritmo de trabajo todavía siguió por varios meses más, y yo seguía poco a poco sintiendo que perdía el control sobre mis decisiones.
Un martes cualquiera, acabando de grabar con no me acuerdo quién, el mago del programa nos dijo a varios que fuéramos a beber.
Ah, porque el programa tenía un mago.
Era un guey bien chingón que se llamaba Mark el Ilusionista (asumo que "El Ilusionista" era su apellido, seguro era extranjero) y que falleció en el 2016 a sus 29 años por razones que nada tienen que ver con esta historia.
(¿Pero a poco no estaría súper interesante que mi historia acabara con la muerte de un mago? Descansa en paz, Mark, eras un tipazo y te extraño)
Whatever, Mark nos dijo que fuéramos a beber, y a pesar de que era un martes, todos dijimos que sí porque el día de la semana da igual cuando de todos modos te levantas a las 7 de la mañana todos los fines de semana para ir a ver qué quiere Rommel Pacheco.
Fuímos a un bar en Coyoacán todo pinche, probablemente porque era el único que abría en un martes, y como a las 3 de la mañana nos corrieron porque ya iban a cerrar. La mayoría se fue a su casa, pero Mark me dijo que buscáramos dónde seguirla.
Mi reacción normal hubiera sido mandarlo al carajo e irme a dormir, porque soy un tipo de huevísima, pero en esos momentos estaba tan desesperado por tener algún tipo de vida fuera del trabajo, -la que fuera-, que dije que sí, a huevo.
Pasamos como 3 horas dando el rol por la CDMX buscando algún lugar abierto y que sirviera alcohol a esas horas. Fracasamos en la mayoría y terminamos caguameando en la banqueta, e inevitablemente también meando en la banqueta.
Como a las 6 ó 7 de la mañana, Mark me dio ride a mi casa, donde nada más me bañé, me cambié, me lavé los dientes para no llegar apestando a alcohol y me regresé a Azteca a grabar con alguien que afortunadamente era más interesante que Rommel Pacheco (como si eso fuera difícil)
Aquí es donde empiezan las 48 horas más infernales de mi vida laboral.
[Pausa dramática en lo que voy a lavar los trastes porque soy una señora. Regreso en 3 minutos.]
Listo, seguramente en la noche mi morra me va a regañar porque los trastes están mal lavados, pero es un riesgo que tenemos que correr.
Regresamos a nuestra programación habitual.
Mi trabajo en El Hormiguero era coordinador de ventas, o sea que tenía que inventarme dinámicas para que las marcas pudieran integrarse al contenido del programa, en lugar de nomás pasar a Pedro Sola anunciando mayonesa McCor--- Hellman's, Hellman's perdón qué bruto soy.
Esa semana, se me había ocurrido que hiciéramos una escultura gigante de hielo en forma de labios, porque Bubulubu traía una campaña que se llamaba "besos de verano" o alguna madre así. A la marca le encantó, lo coordiné con producción y nada podía malir sal.
Habiendo llegado en vivo al canal, como a mediodía del miércoles me empezó a pegar una cruda BIEN culera, porque además no había dormido ni 10 minutos. Lo único que quería era irme a mi casa.
Lamentablemente, Dios actúa en maneras misteriosas, y Dios me odia por siempre estarme comparando con él, así que como a las 9 de la noche me enteré que la asistente de producción la había cagado, y en vez de pedir bloques de hielo gigantes, pidió 200 bolsas de hielo del OXXO.
Claramente no se puede hacer una escultura gigante de hielo usando hielos del OXXO (pero siéntanse libres de intentarlo en casa y mandarme fotos), lo cual significaba que mi venta estaba en pedos serios y severos.
Pedos nivel el baño de Noroña en las noches.
Mi venta se grababa al otro día a la 1 de la tarde, y si no lo resolvía, el programa iba a perder como 2 millones de pesos; los cuales tenía miedo de que me los cobraran a mí porque en mi cuenta de banco faltaban como 1,998,500 pesos para tener.
TENÍA que consegiur un proveedor de hielos gigantes.
Le dije a mi productor "tú tranqui, voy a hacer una llamada" y le marqué a mi mamá a ver si de casualidad ella tenía hielos gigantes.
Cuando me dijo que no, entré en pánico y le dije a mi productor que estábamos en pedos.
Se me dejó muy claro que era MI responsabilidad y que se me iba a hacer responsable a mí.
Después de horas de llamar como desesperado a todo el mundo, conseguí a un proveedor.
¿El problema? Sólo me podía entregar los bloques a las 5 de la mañana.
Yo seguía crudo y ya llevaba cerca de 40 horas sin dormir, pero pues no es como que tuviera opción. A las 3 de la mañana fuí a mi casa nomás a bañarme y cambiarme, y me regresé al canal.
Ahí estaba yo, como a las 4 30 de la mañana, completamente solo en el estacionamiento de Azteca, esperando al proveedor.
Como a papá Dios no le gusta que se burlen de sus hijos y yo me burlé demasiado de Rommel Pacheco, me castigó todavía más con una lluvia castrosa.
Era desas pinches lluvias en las que las gotas son todas pequeñas, entonces no caen hacia abajo, sino como que te llegan junto al aire y te empapan hasta el ano aunque traigas mil capas de protección.
Yo estaba escurriendo y temblando de frío.
Como no había dónde esconderme de la lluvia, lo único que se me ocurrió fue meterme a un coche destartalado que tenía la producción para usar en experimentos.
Me vi en el retrovisor, con cara de perro mojado y adentro de un coche todo polvoso y culero. Bien jugado, Dios.
Pasó el tiempo y el proveedor nomás no llegaba.
Y nos dieron las 5 y las 6 y las 7 y las ocho. Nada.
Además, nadie contestaba el teléfono porque a esa hora contestar tu teléfono significa enterarte que alguien se murió.
En este caso, mi dignidad.
Empezaron a llegar los de la producción y entonces la gerente de compras me informó que ayer como a las 10 de la noche el proveedor le había cancelado pero se le olvidó avisarme.
Supongo que fue venganza por siempre estar jugando con todas las cosas que compraba para el programa.
Me empezaron a dar ganas de llorar, pero mi papá siempre me dijo que los hombres no lloran a menos que se peguen en un huevo o vean Titanic, porque nadie puede no llorar en Titanic.
Hablé con el productor, le expliqué todo el pedo y me dijo que iba a atrasar la grabación de mi venta unas horas, que lo resolviera.
Sus palabras fueron "no me digas cómo no, dime cómo sí", y en ese momento quise decirle como sí podía ir a chingar a su madre, pero me aguanté.
La producción me ayudó y pasamos toda la mañana consiguiendo proveedor. Logramos encontrar a uno que nos iba a llevar los hielos a las 6 de la tarde.
Como a las 3, una de mis mejores amigas, que también trabajaba ahí, me preguntó si había comido, supongo que porque me vió más demacrado que Edy Smol (pero vestido menos ridículo) y cuando le dije que no tenía tiempo, me llevó arrastrando a la cafetería.
Estábamos formados esperando ordenar, y yo no podía pensar en nada. Estaba increíblemente exhausto.
Por fin llegó mi turno y pedí un wrap de pollo.

"Uy, se nos acaban de terminar", me dijo el que atendía.
That was it. That was my breaking point.

Estresado como nunca en mi vida, con más de 50 horas sin dormir, cansado física y emocionalmente y simplemente agotado en todo sentido, no pude creer que la vida NI SIQUIERA ME DIERA UN PINCHE WRAP DE POLLO.
Me quedé parado ahí en la fila, y de la nada me solté a llorar.
No fue como una lagrimita que escurrió, fue llanto de telenovela después de que María Úrsula se enterara que José Ignacio la estaba engañando con su hermana gemela María Lánzula.
Mi amiga se súper sacó de pedo y me sacó de la fila diciéndome "ven, vamos a sentarnos" en un tono que más bien significaba "señor, está usted haciendo el ridículo"
Nos sentamos en la cafetería y yo seguía llorando, diciendo entre mocos y derivas que estaba harto de no tener control de mi vida.
Me veía tan patética que los de la cafetería me llevaron un wrap oriental gratis, nomás para que dejara de berrear.
Medió me lo comí (el wrap, porque afortunadamente Pedro Sola no estaba cerca anunciando mayonesas) y regresé a la oficina.
El proveedor llegó a tiempo, y a pesar del berrinche del conductor del programa porque por mí culpa iba a llegar tarde a un evento, todo salió bien.
Mi productor, habiéndose enterado del drama que hice en las instalaciones, me ofreció catársis rompiendo los bloques de hielo a marrazos una vez terminada la grabación.
Sospecho que lo hizo para ahorrarse pagarle a un rompedor de hielos profesional, pero me sirvió de todos modos.
Sin embargo, ese fue el momento en el que me dí cuenta de que tenía que hacer algún cambio en mi vida, porque no podía seguir sintiéndome tan fuera de control todo el tiempo.
Eventualmente renuncié al Hormiguero y me fuí a trabajar a Televisa, donde la vida me daría otras experiencias, como por ejemplo verle el pene a Jorge Ortiz de Pinedo, pero ésa (y la vez que se lo vi a Beto Cuevas en una ocasión no consecutiva) es otra historia.
EPÍLOGO:
A pesar de esa semana del infierno, amaba ese trabajo. Es donde más he aprendido y donde conocí a muchas personas que sigo teniendo la suerte de llamar amigos.
Y hace dos semanas me tatué otra de las frases que siempre nos repetía el productor.
instagram.com/p/CEAcz2LDvqG/
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