En ese entonces, yo trabajaba en un programa que se llamaba El Hormiguero, que era un talk show en el que cada capítulo iba un famoso.
O bueno, a veces iba un famoso y a veces iba Rommel Pacheco.
Con Rommel Pacheco no había pedo porque no hace nada de su vida y podía grabar cuando sea
Evidentemente, no teníamos vida. Igualito que Rommel Pacheco.
Un martes cualquiera, acabando de grabar con no me acuerdo quién, el mago del programa nos dijo a varios que fuéramos a beber.
Era un guey bien chingón que se llamaba Mark el Ilusionista (asumo que "El Ilusionista" era su apellido, seguro era extranjero) y que falleció en el 2016 a sus 29 años por razones que nada tienen que ver con esta historia.
Regresamos a nuestra programación habitual.
Pedos nivel el baño de Noroña en las noches.
Le dije a mi productor "tú tranqui, voy a hacer una llamada" y le marqué a mi mamá a ver si de casualidad ella tenía hielos gigantes.
Cuando me dijo que no, entré en pánico y le dije a mi productor que estábamos en pedos.
Después de horas de llamar como desesperado a todo el mundo, conseguí a un proveedor.
¿El problema? Sólo me podía entregar los bloques a las 5 de la mañana.
Como a papá Dios no le gusta que se burlen de sus hijos y yo me burlé demasiado de Rommel Pacheco, me castigó todavía más con una lluvia castrosa.
Yo estaba escurriendo y temblando de frío.
Me vi en el retrovisor, con cara de perro mojado y adentro de un coche todo polvoso y culero. Bien jugado, Dios.
Y nos dieron las 5 y las 6 y las 7 y las ocho. Nada.
Además, nadie contestaba el teléfono porque a esa hora contestar tu teléfono significa enterarte que alguien se murió.
En este caso, mi dignidad.
Supongo que fue venganza por siempre estar jugando con todas las cosas que compraba para el programa.
Sus palabras fueron "no me digas cómo no, dime cómo sí", y en ese momento quise decirle como sí podía ir a chingar a su madre, pero me aguanté.
Por fin llegó mi turno y pedí un wrap de pollo.
"Uy, se nos acaban de terminar", me dijo el que atendía.
Estresado como nunca en mi vida, con más de 50 horas sin dormir, cansado física y emocionalmente y simplemente agotado en todo sentido, no pude creer que la vida NI SIQUIERA ME DIERA UN PINCHE WRAP DE POLLO.
No fue como una lagrimita que escurrió, fue llanto de telenovela después de que María Úrsula se enterara que José Ignacio la estaba engañando con su hermana gemela María Lánzula.
Me veía tan patética que los de la cafetería me llevaron un wrap oriental gratis, nomás para que dejara de berrear.
El proveedor llegó a tiempo, y a pesar del berrinche del conductor del programa porque por mí culpa iba a llegar tarde a un evento, todo salió bien.
Sospecho que lo hizo para ahorrarse pagarle a un rompedor de hielos profesional, pero me sirvió de todos modos.
A pesar de esa semana del infierno, amaba ese trabajo. Es donde más he aprendido y donde conocí a muchas personas que sigo teniendo la suerte de llamar amigos.
Y hace dos semanas me tatué otra de las frases que siempre nos repetía el productor.
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