En realidad lo habitual es encontrarme fumado en las escalinatas eavesdroppeando las conversaciones de los gitanos y tomando notas o sippeando un coldbrewito de 3.50 pavarracazos frente al local de boxeo haciendo comentarios heteropatriarcales tipo "seeenoencaja bien"..
.. irrumpiendo en la barbería hipster de 35€ el afeitado con unas bolsas de basura atadas al torso al grito de alahu ackbar, o paseando con el pito por fuera del Teatro Pavón aka el bar para que los jóvenes guionistas se narren unos a otros Su Proyecto y se coman un mojonaso.
Leo con espanto que "Eme Dj" ha tenido que regresar a su pueblo gallego natal, abandonando su Malasañitita. Otra mejor mente que se nos va de un Madrid macilento y hostil en este doloroso éxodo de juventud, vida y talento. Teardrops fueron shedeadas.
Amable recordatorio de que si quieres sumergirte en el mar de almas de la metrópolis en busca de tu identidad como videoartista vegana bisexual que tiene citas con enanos albinos BDSM de Tinder sin que se entere toda Soria vía tu tía Paqui
tienes que pagar alto alquiler
Amable recordatorio de que cuando los muros del parque temático de piedras medievales de tu comodísima ciudad natal se te antojan una cárcel de 500m cuadrados de cuyos mismos 3 bares de calimocheo adolescente y 0 salas de cine ansías por escapar
Su forma fálica, su poder destructor, su carácter clandestino.
Se relaciona con ellos como después hará con las drogas: "Quién tiene? ese tiene... ¿tienes? tengo... pues VAMOS"
Recuerdo el stash. La bolsa de petardos en la cajonera. Un niño toca obsesivamente dos cosas durante las interminables horas de Sociales: su obsesionante, misterioso pene, de poder aún ignoto, imaginado, y su bolsa de gorditos, compactos petardos, de poder más que constatado.
Después huele sus dedos: el olor a orina, a sudor infantil, a esmegma y a pólvora. El olor de la victoria infantil.
En Madrid vendían unos petardos ridículos, "para niños", en cajas de 20 o 50, hechos de papelito, unas mechas que eran una tirita de cartón. Potencia mínima.